Laurence Anyways

Un descubrimiento este jovencísimo director canadiense. El niño terrible del cine del país norteamericano. Sentía curiosidad por saber porqué. Merece la pena dedicar el tiempo de dos películas de duración normal para ver la evolución de una pareja que se reencuentra y separa, con décadas diferenciadas. El amor de un hombre que quiere ser mujer y el de una mujer que quiere tener un hombre a quien amar. Encuadres, tomas, ciertos diálogos, personajes ambiguos en todos los sentidos... Todo me recuerda al Almodóvar más fresco de los primeros años, MATADOR, MUJERES AL BORDE... Eso sí, hay más diálogo y más fondo en ellos. Seguiremos a este joven cineasta que provoca sin querer.

Xavier Dolan-Tadros abandona, en parte, sus artificios casi adolescentes, para entrar de un salto en casi la madurez de su cine. Ya no son solo las formas, sino que añade un contenido importante y dedica sus imágenes a contarnos esa historia de la que deduciremos una posición en la vida. Es increíble la forma como combina las imágenes que nos cuentan la historia, un drama, con las imágenes que son espectáculo en el que se presenta ese drama. La luz, el sonido, la música, la ambientación, todo, todo se combina de una forma perfecta para atrapar al espectador y no dejarle respirar, deseando a cada segundo que venga el siguiente fotograma porque sabe que le va a sorprender. Una de las cosas que admiro de Xavier Dolan-Tadros es la enorme facilidad con la que mediante un plano nos pasa de un lugar a otro, o de un tiempo a otro distinto, sin que el espectador se pierda. Y me gusta su mayor riesgo, los diálogos con cámara en mano, barriendo de un personaje a otro o a un lugar de la escena, y agitando la cámara a medida que el diálogo se convierte en discusión. Estos diálogos me gustan en particular porque son muy difíciles de iluminar y Dolan los resuelve bastante bien. Después están sus primeros planos de los personajes por detrás, por la nuca, y desplazándolos poco a poco a un lado para que entre otro personajes en primer plano. Sabe lo que hace y me gusta.

Laurence Alia (Poupaud), un profesor de literatura, decide contar un día a sus seres queridos y amigos que ha decidido cambiarse de sexo. Aún así, su novia (Clément) luchará por ese amor...
Es normal que un jovencito como Dolan ponga de los nervios a los extremos más variopintos de la crítica, provocando en ese ente abstracto un choque de sensaciones, un torrente de cabreo, un suspiro de admiración, un manantial de rabia e insana envidia, una oda a la pedantería... pero jamás, y primer tanto para Dolan, indiferencia. Es Xavier Dolan un extremadamente precoz talento que conjuga asombrosamente todos los ángulos del lenguaje cinematográfico (puesta en escena, montaje, fotografía, música, encuadres, uso del color...) pero además en un desafiante tono antidogmático, divagante, quizás tan rollizo como hueco, al fin y al cabo, en no pocos pasajes y desvaríos videocliperos/publicitarios de cara a la galería. Fuera de esto último, "Laurence anyways" es sólida, excesiva, limitadamente fascinante, manteniendo un provocador equilibrio precisamente para provocar e incomodar aún más. Dolan ofrece, desde su pluralidad mental, una reflexión de corte más gay que hetero sobre la propia identidad, un buceo tortuoso y colorista a un tiempo sobre la sexualidad y sus más dolorosas espinas, casi un ejercicio de transmutación, un grito a la libertad, diríase una búsqueda (no hallada bien es cierto) de un cineasta por cambiar hasta el sexo del cine y anclarse en un hermafrodita mundo propio. Es, pues, una oda a lo diferente, a la revolución íntima para cambiar el resto.
Se podría rastrear en las huellas de Fassbinder o Almodóvar (más en el primero) pero Dolan las pisa y casi borra, para dejar la suya (todavía no indeleble) propia.
Queda, en cualquier caso, un melodrama esteticista, megalómano, autoral y autocreído, de ida y vuelta, con tiempos muertos cara a la galería, dónde es comprensible pasar de lo irritante a lo original, de lo fatuo a lo fascinante en un universo sentimental de rabia, dolor, sacrificio, amor, confusión.
Dolan dirige la orquesta y no afina hasta la redondez (debería no buscar ser tan genial ni tan gigantista con "aparatos" cinematográficos de casi tres horas), pero Poupaud y Clément interpretan la sinfonía sin apenas una nota discordante. Una película muy interesante.

Menuda sorpresa me he llevado con esta cinta de Xavier Dolan, un verdadero prodigio en esto del séptimo arte.

Hablamos de una película altamente estilizada, excesiva, que no teme a mostrar sus mayores virtudes y que logra apabullar a quién decide entrar en su juego. La pareja protagonista nos hace partícipes de un amor tan intenso que llega a límites insospechados pero que está condenado a ser imposible por culpa de los convencionalismos que los rodean.

El cambio del comportamiento del protagonista parece totalmente extraño, pero según avanza la película vamos encontrando justificación, ya que el solo pretende vestirse como mujer y nunca cambiarse de sexo, además de seguir enamorado de Fred. Pasa por diferentes circunstancias que suponen discriminación laboral, social y familiar, todas estas situaciones están contadas perfectamente, en su justo momento. Tras ser rechazado por todo el mundo encuentra refugio en ese grupo de transexuales, que son artistas. Esos momentos de convivencia con ese grupo de gente es un cambio radical en la película, que aunque sigue manteniendo el tono dramático le aporta un tono más ameno.
Pero Laurence y Fred siguen enamorados, siguen pensando el uno en el otro y pese a ese alejamiento intentan rehacer su vida en el final de la película, pero es imposible ante todo lo que ha pasado, llegando a un final no feliz, muy agrio y al que no estamos acostumbrados en el cine actual. Un final feliz, colocado de manera absurda hubiera sido un total desastre, para una película que desde el principio mantiene un tono dramático que no se debe modificar.
Muchos de los diálogos son poéticos, pero nunca aburre, solo en pequeñas dosis. Los diálogos de los dos protagonistas son ejemplo de como se tiene que rodar una gran escena dramática y que parezca totalmente creíble.