La consagración de la primavera

Bajo un trasfondo que toca una temática delicada, en cierto modo tabú e incluso polémica, la película aborda el paso de la adolescencia a la vida adulta a través de su protagonista en un viaje en el que no sólo explora su cuerpo o sexualidad, sino también la libertad y su capacidad de tomar decisiones.

Lo que mejor hace la historia precisamente es reflejar ese viaje hacia la adultez representado en un primer año de carrera, de salir de tu ciudad o pueblo natal y tu zona de confort para enfrentarte a tu propia toma de decisiones y una libertad para autodefinirte en un entorno nuevo e incluso hostil. Es un homenaje a ese momento vital y al derecho a dudar, cambiar de opinión mil veces, experimentar y equivocarse.

Del mismo modo, creo que la película se queda corta pudiendo contar o desarrollar algunas historias. Ya sea a propósito o por falta de recursos en el guion, la historia deja múltiples preguntas sin resolver (no solo al final) y posturas que quedan para la interpretación del espectador.

Personalmente me hubiera gustado que se profundizara más en el desarrollo de otros personales o incluso en contar otras historias. El personaje de David creo que ofrecía muchísimas variantes y oportunidades que no se han aprovechado así como su relación con Laura, que aglutina demasiadas conversaciones irrelevantes y escenas superfluas y parece conformarse con la potencia de unas buenas actuaciones y las sensaciones que puedan transmitir una situación sugestiva o chocante.

Estamos ante dos personajes desamparados, que se encuentran con el sexo como punto de conexión , que funciona de manera distinta en ambos ( aprendizaje para Laura y de supervivencia para David). Relación compleja, en un asunto poco tratado como es el de la sexualidad de las personas con discapacidad acusada, que le sirve al director para adentrarse en el confuso mundo interior, de Laura, auténtico interés de la película (hasta el punto que toda ella es una continuada sucesión de planos secuencia y primeros planos de Laura, intentando descubrir en su mirada, silencios, leves sonrisas, lo que pasa por su mente).
No conocemos nada de Laura, salvo que esta desplazada de su entorno y familia y tiene dificultades de relación, pero me gusta de la película más lo que deja intuir que lo que muestra.

‘La Consagración de la primavera’ es uno de esos viajes en los que el tiempo pasa lento y los días pesan. En los que parece no ocurre nada pero en los que todo cambia a través de una batalla interna que nadie puede adivinar desde fuera. Esta cinta se queda contigo mucho después de terminar porque los descubrimientos de la protagonista bien pueden haber sido tuyos en algún momento de tu vida, o, sencillamente, porque te pillan con la guardia baja y sin esperar verlos en pantalla narrados de forma tan magistral.

Laura (Valeria Sorolla) acaba de llegar a Madrid para instalarse en un Colegio Mayor y estudiar la carrera de Químicas. Sola y casi sin dinero, intenta adaptarse a su vida universitaria mientras lidia con sus inseguridades. Una noche, por casualidad, conoce a David (Telmo Irureta), un chico con parálisis cerebral que vive con su madre, Isabel (Emma Suárez). Laura inicia con ellos una relación de confianza mutua que le ayuda a superar sus complejos y afrontar una nueva etapa hacia la madurez. La consagración de la primavera es una historia sobre ese momento vital en el que todo es posible y sobre cómo el encuentro más inesperado nos puede cambiar la vida.

Hay que quitarse el sombrero ante Fernando Franco y su equipo de intérpretes. La historia que aquí se cuenta es única y a la par universal. Habla de todo lo que verdaderamente importa y nos quita el sueño durante incontables noches. Esta es una historia de despertar y de ser capaz de mirar hacia dentro, donde más miedo nos da bucear, y también atrevernos a reconocer que frente a nosotros, quienes nos rodean, tienen pozos igual de profundos que los nuestros. ¿Nos paramos realmente a pensar en las necesidades de los demás?

Realmente no, y este guion nos lo muestra a través de la construcción de tres personajes inolvidables. Telmo Irureta da vida a David, y con él, su acidez e inconformismo vital aprendemos una lección que no podíamos anticipar. El espectador pierde la venda que cubría sus ojos y algo tan dado por sentado como que todos somos somos humanos con deseos, anhelos se nos lanza a la cara a través de sus diálogos, que no callan nada porque no tienen por qué hacerlo. La validez de lo que se cuenta y la amabilidad, belleza y claridad con la que se narra permite que hablemos de sexo sin tapujos, sin tabúes y sin vergüenza, y es refrescante.

Los minutos pasan y la familiaridad que nos embarga cuando entramos a casa de los protagonistas de la mano de una Valeria Sorolla sobresaliente es inusual, lo cual nos dice lo bien construida que está la narración y lo pensados que están los escenarios, que, pese a ser mínimos, son clave a la hora de contar la historia. Valeria Sorolla es Laura, una joven con todo por conocer y conseguir. Es su viaje el que realizamos, es su vida en la que nos inmiscuimos, y, aunque nunca la escuchamos pensar en voz alta, su mirada rota, sus gestos indecisos y sus ganas de formar parte de la sociedad que la apabulla nos conmueve y hace pensar sobre nuestros miedos.

Emma Suarez, por su parte, aunque con una presencia breve, es imprescindible para unir los dos mundos de dos jóvenes que nada tienen en común pero que se vuelven angulares el uno para el otro. La naturalidad que ofrece al personaje de Isabel hace que reconozcamos la calidez humana y también el dolor padecido hasta llegar al momento vital en el que se encuentra cuando Laura aparece en la vida de su hijo, y por tanto, en la suya.

‘La Consagración de la primavera’ es una de esas películas de las que no se puede contar mucho no solo porque una intenta no hacer spoiler, sino porque es complejo encontrar palabras que aúnen el mar de sentimientos que se arremolinan en nosotras conforme la trama avanza y Laura se transforma en una mujer un paso más cerca de estar segura y cómoda en sí misma.

Para www.magazinema.es

“La consagración de la primavera” es una buena película, pero muy por debajo del listón dejado por su autor, el cineasta andaluz Fernando Franco. Para el creador de obras maestras para la historia del cine como “Morir” o “La herida”, esta cinta es un tanto incolora, inodora e insípida. El sevillano nos ha legado dramas de una hondura dolorosa y una tragedia épica imborrables, que te atenazan y te marcan para siempre y “La consagración de la primavera” me deja un tanto indiferente y, por qué no decirlo, defraudado.

Tiene el estilo propio del cineasta que la dirige, a base de cámara al hombro y sutiles planos secuencia a través de los que no abandona a su protagonista en ningún momento. Pero claro, no resulta al final igual acompañar a la gran Marian Álvarez mientras se deteriora aún más su salud mental (“La herida”) o se desespera ante una situación vital de cuidadora insoportable (“Morir”, una de las mejores películas de este siglo) que a la bastante más insulsa Valeria Sorolla, que también resulta ser rarita pero que su drama y su capacidad interpretativa son sonoramente menores.

Tampoco ofrece nada del otro mundo la historia de ¿amor? entre el personaje que interpreta esta joven actriz y el del más interesante Telmo Irureta, porque todo lo que nos cuenta en la relación entre una ella y un chaval con parálisis cerebral ya lo hemos visto con anterioridad. De Fernando Franco espero una originalidad y una fuerza dramática que me convulsione y que no acaba apareciendo en este film en ningún momento.

Estamos ante la historia de una joven procedente de un pequeño pueblo de Mallorca que está recién llegada a un colegio mayor de Madrid donde comienza a estudiar Química. Es tímida, apocada, conservadora y aburrida, un tanto extraña como suelen serlo las mujeres protagonistas de la filmografía de Fernando Franco, pero en el transcurso de una noche nada habitual para ella va a conocer a David, un chaval con parálisis cerebral, que le va a suponer entrar en un territorio vital desconocido para ella hasta ese momento y que va a empujar sus fronteras personales más allá de lo que hubiera imaginado.

Como actriz secundaria, Emma Suárez pasa por allí pero poco aporta porque su personaje es excesivamente circunstancial en una historia que por propia definición se desarrolla a dos bandas.

Cinta sencilla, en la que nos pone de manifiesto las vacilaciones de una chica de 18 años, en todos los aspectos. Esta empezando a relacionarse, una vez que ha venido de su lugar de origen, y todas las incertidumbres que a esa edad afloran con ímpetu, están reflejadas de una forma muy explícita, sin caer de ninguna manera en situaciones morbosas, de las que podía haber abusado, dadas las circunstancias.

La película va transcurriendo de manera que descubrimos junto a la protagonista unas situaciones insospechadas y que solo por el ímpetu de la adolescencia las puede llevar a cabo.

La curiosidad, la no aceptación de su figura, la vacilación de la sexualidad propia, la curiosidad y las ganas de ayudar a David (joven con parálisis cerebral), nos muestran como a base de miedos, fracasos y equivocaciones, se va formando una personalidad que seguro la va a fortalecer en el futuro, ya sin el paraguas de sus padres.

Obra valiente. Aborda una temática muy poco usual, desconocida para el gran público (en los que me incluyo); la sexualidad de las personas con parálisis cerebral, de una forma que nos hace reflexionar las múltiples carencias de este colectivo.

Magnífica interpretación de la actriz protagonista; en general de todos los intérpretes.

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