Josefina

Sí, final feliz... ella le mira... y el hechizo vuelve, pardiez, perdiz, potosí.
Ahora os voy a aclarar el siguiente asunto, el gran misterio, qué pasará, qué habrá, puede ser mi gran noche, y al despertar, ya mi vida sabrá algo que no conoce, la la lala lala lalalala lala, el definitivo, el trasfondo, la clave, de nada.
Josefina, sí, exacto, habéis acertado, es su hija, obvio, pero el no lo sabía todavía (de ahí su morrocotuda sorpresa y la lágrima de felicidad que asoma al reconocerla, como idea platónica previa, o reencontrarla, de hecho, decía que no tenía hija a todo el mundo por el dolor desgarrador que suponía para él la asunción de su irreparable pérdida, no lo podía aceptar de ninguna manera, había matado esa esperanza en su interior para poder sobrevivir, se había convencido autoengañado de la no existencia de la hija como refugio y no, milagro), porque nada más tenerla/parirla se la llevó la madre (otra madre, no esta, también calva y cantante, epidemia, pero de ópera, galopante alopecia, flotante) por diferencias irreconciliables que se dice, y nunca más se supo, pero ella, la hija, desde siempre le añoró, la figura paterna, y le echó de menos, por eso se las buscó y las rebuscó, se las ingenió (desde que descubrió que su padre era funcionario de prisiones ese fue su único objetivo, volverse presa, carne de presidio, de cañón), para, en cuanto tuvo la mínima edad necesaria, entrar en la trena. Cierto. Eso es todo.
Bueno. Ahora vayamos con la segunda parte contratante, espejo, rebota. Con Sergio. Que, aunque no lo digan (con todas las letras), salta a la vista, dos aguas de gota, también es hijo, suyo, de Roberto, inmenso, para más señas, el primogénito, ahí está la cosa, la desgracia, la tragedia, la agonía, el descalzaperros, la descojonación, que son hermanos, hostia, puta, cagüen Dios, y el sexo ese que practicaron es pecaminoso, de necesidad mortal, endogámico, perverso, contranatura, incesto, horroroso, horrísono, vade retro.
Sí, el padre ese moribundo, tras el cristal, era un cornudo, a posteriori, un testaferro, un espantapájaros o tiburones, el que le dio el nombre (por eso el hijo no lo quería, porque sabía en el fondo de su corazón que era un impostor, no el biológico, no de su sangre), por eso el hijo logró también ir a sing sing, cántame, como la hermana, en busca de sus orígenes negados desde el principio de los tiempos, para buscar al Papa, hombre, hostias, todos los caminos llevan a Roma, a la sombra. Igual. Y por todo ello Álamo tampoco lo conocía, porque no lo volvió a ver desde el día del mismo nacer, su madre, otra vez, se lo robó y no volvió.
¿Y qué cojones pasó entonces entre tu madre y mi padre? Ahí le has dado, me alegra que me hagas justo esa pregunta, la esperaba. Nada, que en aquel lejano tiempo él tenía lucía una larga cabellera de solista rockero y ella era una cantante pop calva y no se entendían o entendieron más allá de dos o tres empujones escarceos venéreos con los resultados genéticos ya señalados y si te he visto, no me acuerdo, me largo con viento fresco, y ahora, con el pasar de los años y las lluvias y los soles, al cambiar tanto cada uno, no se reconocieron y lo que antes les separó, ahora les ha unido, eso, el pelo, donde lo hay, alegría, donde no, se hace lo que se puede, maravilla (en el hombre es un pasar y un llevar, en la mujer es de puritita necesidad, cuestión de adecuación).
Lo sé, lo sé, no se merecen, las que tenéis vosotros o ustedes, unos tienen un don y otros otro, el mío es este, venga, vale, un beso, majos, sed buenos, yo os traduzco, os nombro, os doy luz, y vida.
Azuloscurocasinegro y Whisky y cine francés a tutiplén.
La película hubiera estado incluso mejor si cabe si en lugar de escuchar a Vivaldi, nos hubieran puesto al Fary, y en lugar de un traje tal cual, uno de bombero torero, y así, todo, pathos no, sí tortilla de patatas, qué rica, qué buena, evidentemente, salimos ganado, todos, salimos más fuertes, siempre, por supuesto, confiando, progreso.