Petite maman

Es dificil hacer una película con niños, sin tocar la fibra emocional de los espectadores. Celine Sciamma lo consigue.
La peor peli francesa que he visto últimamente: aburrida, sin argumento, con un guión incoherente.
La mitad de los espectadores de la sala donde la vi dormitaban.
Nada que ver con la maravillosa Verano 1993 dirigida por Carla Simón

Si el cine es ilusión lo que "Petit Maman" (2021, Celine Sciamma) convoca quizás sea inédito.
Una fantasía primordial, elemental, originaria:
Conocer a nuestros padres/madres antes de serlo, cuando eran nosotros, es decir hijos/as.
Un encuentro a través de la ficción cinematográfica con aquello que nos interpela toda la vida y se vuelve inaccesible: Su deseo.
Eso activado a través del mecanismo cinematográfico se vuelve una espiral de sentidos, de referencias, de posibilidades.
Si este arte, está técnica nació con el anhelo de literalmente proyectar los imaginarios del ser humano sobre el mismo lienzo que siglos atrás se pensaban las visiones de Dios y de la iglesia, entonces "Petite Maman" tal vez sea la primera última película pues revela como creo que ninguna otra lo ha hecho, la forma de un sueño universal en donde padres, madres e hijos/as transitan lo que el psicoanálisis nos prepara a aceptar como lo imposible:
Un dialogo real, un encuentro real, ya no entre dos roles, entre asimetrías insalvables que justamente la muerte amenaza años tras año con cerrar sin atisbo de respuesta, sino entre dos personas que se reconocen.
Dejando atrás al espejo, superficie sobre la que se desplaza lo filial y que como una puesta en el abismo nos reproduce mimeticamente pero al mismo tiempo nos separa y agrieta el vínculo, el filme delinea una mirada real a los ojos, hacia lo mas profundo de sus almas, sin miedo a perderse en ese tórrido terreno del pasado, de lo no dicho, de lo negado, de lo reprimido. El terreno del desencuentro entre padres, madres e hijos/as.
Quizás "Petite Maman", al menos en lo que involucra al cine sea la gran película de la historia que con sus materiales diseña una fantasía posible donde cobijarnos.

En tan solo 72 minutos, Céline Sciamma ha logrado condensar un relato de gran alcance en una cinta aparentemente muy modesta. La directora habla del luto desde el punto de vista de Nelly, que tiene ocho años. Sin embargo, eso no es más que el punto de partida pues, desde allí, construye poco a poco una fábula fantástica, un cuento de hadas en mitad de un bosque otoñal.

Tras la muerte de su abuela, la joven protagonista conoce a una vecina (Marion) y ambas se hacen amigas. Sciamma demuestra que es una gran directora de actrices infantiles con Joséphine y Gabrielle Sanz ya que, por momentos, parecen simplemente dos chiquillas paseando ágilmente entre los árboles delante de las cámaras, haciendo cosas propias de su edad. Mantienen conversaciones de niñas, pero con un contenido sorprendentemente profundo, más común en los adultos. No obstante, lo cierto es que, aunque a veces se nos olvide, los pequeños –igual que Nelly y Marion– entienden perfectamente lo que pasa a su alrededor, y lo expresan con sus palabras.

De este modo, sus personajes dialogan acerca del abandono, el miedo, la muerte o las despedidas, siempre en un tono inocente, en mitad de un juego, incluso con risas de fondo. Es realmente conmovedor cómo se van forjando los lazos en esta historia, que reflexiona acerca del vínculo entre madre e hija hasta conformar una bonita oda a su amor.

Es un acierto la ausencia –casi completa– de banda sonora y la mesura en la cantidad de conversaciones para poder apreciar todos los detalles. A pesar de que la propuesta es intuitiva, el espectador se fascina igualmente a medida que la narración avanza.

Petite maman es, en definitiva, una película sencilla, elegante y emocionante; una crónica mágica acerca del tiempo y las relaciones humanas, que maravillará a la audiencia veterana, pero que el público infantil también apreciará a su manera.

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Alejandría evoca un mundo abierto a soñar. Alejandría es una palabra en un crucigrama, presto a registrarse como último elemento compartido entre Nelly y su abuela. En un ejercicio temporal, la despedidas se adelanta al tiempo en forma de adiós póstumo. La pérdida de un familiar se rememora con el descubrimiento de una casa solariega dispuesta a ser vaciada. La vida continúa y el tiempo trascurre con velocidad lenta en Petite maman: un drama minimalista, con música proveniente del corazón. Sin sonidos instrumentales. Así comienza una historia llena de despedidas y reencuentros, de ausencias y llamadas, de huidas y descubrimientos; en definitiva, de amistad. El mundo convencional se presenta al desnudo ante los ojos de una niña curiosa y despierta, carente de un afecto materno que no duda en reprocharlo con la dulzura de una edad sonroja sin herir. No hay nada que resolver porque la marcha atrás no existe y el recuerdo se suple con experiencias nuevas que abren horizontes de vitalidad con cuerpo de chiquilla. La fábula naturalista huye de la improvisado sin rigidez.

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Pocas veces se ha abordado la infancia en el mundo del cine con la sensibilidad, el realismo y la delicadeza con la que Céline Sciamma la construye en ‘’Petite maman’’. A través de una historia emotiva y conmovedora nos narra un pedazo de la vida de Nelly, justo cuando su abuela fallece y debe viajar a la casa de esta para recoger sus pertenencias junto a sus padres. La muerte y el duelo son territorios desconocidos para un niño, por lo que la primera vez que estos deben adentrarse en ese territorio es bastante significativa. Aunque un niño no pueda comprender la totalidad del duelo puede empatizar con el sufrimiento y la perdida de los que le rodean y esto lo demuestra brillantemente Céline Sciamma al retratar a una Nelly inteligente y empática que por primera vez debe cuestionarse así misma y a los que la rodean. Una niña que, a pesar de verse separada de su madre, realiza un ejercicio de empatía para imaginar lo que siente está en un momento tan devastador.


A medida que la cinta avanza, se va construyendo una historia de cuento de hadas fantástico. Nelly conocerá a una niña en el bosque a la que se parece mucho físicamente y por la que se siente ligada. ¿Quién no habría querido conocer a su madre cuando esta era niña y acompañarla en uno de los momentos más duros y aterradores de su vida?, ¿Quién no habría querido decirle que el futuro va a convertirse en un lugar mejor?, ¿A quién no le habría gustado formularle todas las preguntas que no consigue expresarle a su yo adulto?.


Las niñas del film de Sciamma conservan aun la inocencia de su infancia, pero esta se encuentra matizada por un profundo conocimiento del mundo. Aunque puedan ser niñas, son plenamente conscientes de la ausencia de sus progenitores o de la soledad que las rodea. Del mismo modo, también pueden creer en todo aquello que está vetado para los adultos. El mundo de un niño no tiende a cuestionar. Asume lo que ve y lo toma, por cierto. Para Marion es más fácil creer que la niña con la que habla es su hija y viene del futuro. No hay dramas innecesarios, simplemente lo toma por real. Cuando uno crece pierde esa capacidad, al igual que le es arrebatada la facilidad de expresión. De niños hablamos con la verdad sin tener miedo a lo que esta pueda indicar, de adultos cada vez nos cuesta más ser sinceros con nuestros propios sentimientos y con los de los demás.


Mediante 72 minutos de duración Céline Sciamma nos regala una historia de encuentros inesperados que nos traslada al mundo de la infancia. Una emotiva y bella historia que destaca por su brevedad y por las emociones que nos despierta tras su visionado. Las gemelas Gabrielle Sanz y Joséphine Sanz llevan todo el peso de la cinta creando unas actuaciones bastantes convincentes. No conocía el trabajo de esta directora, ni siquiera vi su anterior película ‘’Retrato de una mujer en llamas’’ pero a partir de hoy la seguiré de cerca. Cintas como estas ponen de manifiesto la grandeza de lo simple y es que a veces las historias que nos puedan parecer más simples son las que más nos hacen conectar con nosotros mismos.