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Garras humanas

Drama. Terror Alonzo es una de las atracciones del circo gitano de Zanzi. Aunque es manco, arroja hábilmente con los pies cuchillos contra Nanon, la bella hija de Zanzi. A la joven no le gusta que los hombres la manoseen, en especial Malabar, el hombre forzudo. Por eso se siente muy a gusto con Alonzo, pero éste no es quien dice ser. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
25 de diciembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Garras humanas”, al igual que “La parada de los monstruos” (Freaks, 1932), es una de las películas más arriesgadas de Tod Browning, autor de una de las filmografías más interesantes de la Historia del Cine. Se le recuerda fundamentalmente por su “Drácula”, que no es ni de largo la mejor, pero cuenta con muchos títulos magníficos que en su día fueron considerados malditos por la audacia de su argumento y su puesta en situación.

Ambientada en un circo de gitanos en España, el argumento de esta pesadilla fascinante se basa en un triángulo amoroso entre Alonzo (Lon Chaney), el hombre sin brazos que lanza cuchillos con los pies, la bella Nanon (interpretada por una jovencísima Joan Crawford) que es la hija de Zanzi (Nick de Ruiz), el dueño del circo, y el forzudo Malabar (Norman Kerry). Nanon se siente muy a gusto con Alonzo, ya que tiene una fobia muy especial, no soporta que ningún hombre la toque con sus manos, sin embargo la supuesta deformidad de Alonzo no es real, éste oculta sus brazos bajo un corsé por una razón muy poderosa…. Pero este retorcido argumento, escrito por el mismo Tod Browning con la colaboración de Waldemar Young, es únicamente la punta del iceberg de una obra cinematográfica compleja, sucia y alucinante; en ella se tocan temas tan delicados como el fetichismo, la obsesión malsana, el incesto, el asesinato o la deformidad física. Todos estos temas aparecerán también en la fascinante y absolutamente irrepetible: “La parada de los monstruos”, sin embargo, en la obra que nos ocupa, estos temas son tratados de una forma diferente al relato realista (casi documental) que es “La parada de los monstruos”, aquí todo adquiere un tono irreal, de pesadilla, en el que la prodigiosa interpretación de Lon Chaney se te clava en el alma para quedarse allí para siempre. La película no es una obra de terror al uso, sin embargo es difícil que se te borre de la mente la cara de Alonzo tras visionar el film.

La actuación de Lon Chaney merece un punto y aparte, ya que en esta ocasión no es el maquillaje el gran protagonista en la creación del personaje como ocurre en sus dos películas más famosas, “El jorobado de Notre Dame” (The hunchback of Notre Dame, 1923 Wallace Worsley) y “El fantasma de la ópera” (THe phantom of the opera, 1925 Rupert Julian); la clave de la interpretación de Chaney en esta película son sus miradas y expresiones, las cuales no dejan lugar a dudas sobre las intenciones en cada momento del personaje que interpreta; por cierto, aunque el actor se entrenó para las escenas en que utiliza los pies, para tareas complicadas como fumar un cigarro o tocar la guitarra necesitó de un doble, un hombre manco de verdad llamado Paul Dismute que doblaba sus pies oculto siempre bajo el atrezzo o los ropajes de Chaney. Pero no sólo la interpretación de Lon Chaney es destacable, una jovencísima y bellísima Joan Crawford, que había debutado en Hollywood apenas dos años antes, hace una gran interpretación de un personaje como es el de Nanon, que es más complicado y tenebroso de lo que parece en un principio.

Una maravillosa película repleta de cinismo, encanto lúgubre casi irreal y con un aire canalla irrepetible. “Garras humanas”, una obra insólita, un cuento macabro para adultos. Quien quiera sumergirse en los primeros tiempos del cine quedará sorprendido al comprobar que no es ingenuo, anticuado o previsible como solemos pensar con ignorancia y suficiencia, desde los inicios ya se abordaron todo tipo de temas y enfoques atrevidos o rebeldes, ellos fueron realmente los precursores.
Juan Marey
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11 de junio de 2009
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, menudo recital, damas y caballeros.
Qué obra tan rabiosamente romántica, enfermizamente apasionada, y qué bella, la madre que parió al Frigopie, qué bella. Qué desparrame de entrañas tan memorable el de Lon Chaney, uno ama con él, sufre con él y enloquece con él. Y qué grande también su diminuto compinche, ofreciendo siempre el contrapunto realista a los desvaríos románticos de Alonzo. Qué personaje, Alonzo. El momento en que, aturdido de amor y confuso por los acontecimientos, se lleva un pie a los ojos, conteniendo su dolor, es una de las secuencias más preñadas de mágia que me he echado a la retina. Por favor, Lon, por favor. Y toda la película es un placer para los sentidos. En la mayoría de las secuencias en las que aparece Crawford, más bella que nunca, por cierto, se puede ver la "película", literalmente, y crea la sensación de estar contemplando un lienzo en movimiento. Puede que sea algo anecdótico, e incluso involuntario, pero me ha parecido verdaderamente bello. He permanecido embriagado los fugaces y memorables 50 minutos que dura la función. Sólo he forzado un poco el gesto en su indeseable final, que hubiera deseado más dañiño, más oscuro. Pero también ha influido que contaba con que quedaban 15 minutos de película más, y ese The End, consideraciones a parte, me ha dolido, por inesperado, por repentino.
Pero cuatro pulgares arriba, damas y caballeros.
Cuatro pulgares arriba.
Peter Gabriel 77
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2 de diciembre de 2010
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espléndido mediometraje de Tod Browning en el se aprecia el valor seminal de su obra maestra “La parada de los monstruos”. Si es una cinta de culto del cine mudo, no es porque sí, y es que pocas veces se ha dado un cuento tan siniestro y bien construido como éste. Todo ello gracias a la acertadísima dirección de Browning, maestro hacedor de fábulas macabras, a la cual se le suma y apuntala una interpretación icónica de Boris Karloff; que clama al cielo lo que tendría que prepararse para un papel tan exigente a nivel tanto físico como emocional.

Un circo madrileño alberga entre sus filas a un enigmático manco, Alonzo, que maneja con insólita habilidad sus pies como lanzador de cuchillos. Él resta prendado de la belleza de Nanon, con la que comparte sus actuaciones; una muchacha con fobia a los brazos de los hombres. ¿Parecen la pareja perfecta, verdad? Pero también Malabar, el forzudo del lugar, está enamorado de la misma mujer. Alonzo, que oculta oscuros secretos inconfesables, obsesionado con ser el único hombre para ella, llegará a extremos inconcebibles con tal de poder pasar el resto de sus días con su amada.

Aún hoy día, tras más de 80 años de su estreno, “Garras humanas” no ha perdido un ápice de fuerza y contundencia, de poder impactante. A mí me recorrió por la espina dorsal más de un escalofrío, no tanto por lo mostrado, sino por las retorcidas implicaciones de lo que sucede en pantalla. Esa locura de amor que devora todo a su paso, el sacrificio devastador y fútil, la terrible venganza… Un modélico recital de horror y demencia que no se olvida fácilmente.

Y es que el cine de Browning posee una perenne consistencia en sus imágenes que pocos autores de terror han alcanzado. Pasan las décadas y ahí sigue, imperturbable, el poder estremecedor de su aciaga obra, custodiada bajo la desquiciada mirada de Boris Karloff, cuya siniestra carcajada vaga inexorable por los confines de la eternidad, aterrando a cuantos osen escucharla.
RandolphCarter
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21 de junio de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin llegar al nivel de su posterior "Freaks (La parada de los monstruos)" -ver crítica-, Browning ya nos adelantó su obsesión por lo diferente y por lo excepcional en este singular drama romántico con tintes macabros, ambientado, como la citada, en el peculiar mundo del circo. Esta vez, sin embargo, las simpatías del director no se decantan por el fenómeno de feria, transformado aquí, merced a la algo afectada interpretación de Chaney, en un siniestro y enloquecido asesino. Pero como nada es completamente blanco o negro en las historias de este original pionero, Browning no puede menos que justificar las acciones de su malvado protagonista por la influencia de una pasión desbordante y de un amor como pocas veces se ha visto en pantalla, llevado hasta su último extremo.

El paso del tiempo no ha sido del todo clemente con esta espeluznante historia de amor, diluyendo gran parte de su potencial inicial, aunque su deterioro puede circunscribirse casi únicamente al apartado interpretativo. Por lo demás, no puede negarse que nos hallamos ante una obra realmente original y atrayente, que merece un visionado por todo cinéfilo que se precie.
Fali
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3 de septiembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hecho con miradas en primer plano que hablan en cada fotograma, esta magnífica muestra de cine mudo está ordenada por la pauta de un guión muy eficaz y por una dirección certera (T. Browning) que invita a los personajes a definirse con solvencia.
Y credibilidad.
Entre todos una presencia destaca.
J. Crawford, a sus veintitrés años, se enfrenta a un papel complejo y ambivalente del que sale airosa con nota alta porque daba la impresión de que la pantalla se había creado para ella.
¿Una presencia?
Dos presencias. El casi eterno L. Chaney no queda a la zaga porque borda su papel y encandila con la magia de la interpretación.

Película para mantener en la memoria y revisar de vez en cuando porque está llena de detalles de gran cine.
ABSENTA
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