Hoy me he animado a ver "El guateque" de nuevo. He de decir que, cuando llevaba 50 minutos me estaba preguntando qué le había visto yo a esta película para haberle puesto un 7 hace un lustro, cuando la vi por última vez. Los 55 años transcurridos desde su rodaje no han tratado demasiado bien a esta comedia, y me parecía estar viendo un episodio alargado y no demasiado conseguido de Mr. Bean (que el personaje de Atkinson bebe de Bakshi me parece evidente).

Sin embargo, a partir de ahí, la cosa mejora. La locura entra por la puerta con los rusos, y el sentido común, viendo que nadie le estaba haciendo mucho caso, aprovecha para saltar por la ventana. Ya no vale la pena preguntarse por qué ese personaje hace tal cosa, ni intentar encontrarle explicación a nada: es un disparate in crescendo donde todo está permitido.

De todas formas, aunque la sensación final es positiva, no es más que una comedia amable y física, de traspiés y torpezas, y, aunque me ha provocado una sonrisa permanente, apenas he soltado una o dos risas (iba a poner carcajadas, pero ni eso), en esas escenas cuando, tras el enésimo tropiezo, el personaje de Sellers aparece al fondo del plano, poniendo tierra de por medio entre él y su último desastre.

Voy a ser caritativo y le voy a mantener el 7.

¿Se imaginan lo que tiene que ser ver, por ejemplo, "El padrino", sin conocer la película, ajeno a listas y a críticas? ¿O "2001, una odisea del espacio" sin saber nada de la trama, ni de Kubrick, del rodaje, de su significado? ¿U "Ordet, sin verse influenciado, para bien o para mal, por la opinión que otros puedan tener sobre el cine de Dreyer?

Me encanta ver películas clásicas con mi hijo, porque, a través de sus ojos, intento acercarme al Cine sin influencias externas, sentir y disfrutar (o aburrirme) lo mismo que él, poniéndome en su piel de cinéfilo novato. Verlo reír con "La vida de Brian" o "¡Qué ruina de función!", abrir los ojos como platos y flipar ante "Funny Games" o (¡¡¡ay!!!) soportar a duras penas "¡Qué bello es vivir!" o "Cinema Paradiso".

Así que, intentando llegar incontaminado, he decidido acercarme a cierto cine del que apenas tengo noticias, no leer las tramas ni saber nada de los directores, y mejor aún si no cuenta con el número de votos suficientes como para que me aparezca la nota en filmaffinity. De esta manera llegué hasta este cortometraje: virgen, con la mente abierta a descubrir lo mejor o lo peor.

Mala suerte, fue lo peor. Baste decir que si esto fuera el proyecto de fin de curso de unos alumnos de E.S.O., me avergonzaría por ellos. Pero no: es el sexto trabajo de un respetado director portugués que después sería premiado en Venecia por dos de sus películas. Vale, pues no digo que no, pero aquí no se ven los mimbres de esa excelsa filmografía. O puede que sí estén, en cuyo caso prefiero permanecer ignorante a la obra de este señor.

Pero, bueno, esta es sólo mi opinión. Con mi voto, el cortometraje alcanzó el número suficiente como para mostrar la nota media, y pude comprobar que la mitad de las personas que han visto este engendro le han puesto un 6 o un 7. Anda, mira tú. A lo mejor tendría que darle otra oportunidad, a ver qué innegables virtudes se me han pasado por alto...

Va a ser que no.

Una muy, muy floja película de asesino en serie, siguiendo la estela de tantas otras, con un aire ochentero que es más un lastre que un incentivo para verla. Aburrida, con un guion absurdo y penoso y unas actuaciones que rozan el ridículo, nada se salva en este sinsentido que ni inquieta, ni entretiene ni hay por donde cogerlo.

Una pérdida de tiempo.

Que ni el título ni los géneros os lleven a engaño. A día de hoy, filmaffinity define esta película como "Aventuras" (va a ser que no) y "Acción" (poca: los últimos diez minutos); drama sí que hay, pero suavizado todo por el tratamiento que el director da a sus personajes y al relato.

Nos hallamos ante una sorprendente "road movie" japonesa de mediados del siglo pasado, rodada con un estilo más cercano al cine occidental que al de su país de origen. Una comedia amable sobre un grupo de viajeros que comparten su camino, sus alegrías y sus pequeñas y grandes miserias, desbordando un optimismo vital que va inundando el metraje de forma paulatina e imparable, pese a las desgracias que afectan a algunos de los protagonistas. Cierto que el final puede dejarnos un regusto algo amargo, pero el director y los guionistas ya se encargan de que terminemos la película con una sonrisa en los labios.

Una idea subyace durante toda la trama, y es que los méritos y deméritos de una persona dependen de ella misma y de sus actos, no de su condición o extracción social. Puede parecer evidente, pero no lo era en una sociedad como la que se muestra en la cinta, y es la defensa de esta forma de pensar la que precipita los hechos y nos lleva a un desenlace que da sentido al título de la película.

En definitiva, una muy agradable y recomendable sorpresa.

Un dramón de padre y muy señor mío, más de cuatro horas y media de sufrimiento desmedido, de pasiones desbordadas y calenturas incestuosas, en una película que se hace pesada, plúmbea, eterna... Y el caso es que el señor Gance tiene una obra maestra de casi cuatro horas, "Napoleón", rodada cuatro años después, con lo que la decepción ha sido aún mayor.

Repetitiva, lenta, reiterativa, con todos los defectos inherentes al cine mudo de la época, la cinta se salva por los aspectos técnicos y alguna chispa de genialidad que, en sus interminables 273 minutos, destaca como una antorcha en mitad de una noche tenebrosa, pero sin la fuerza suficiente para iluminar un metraje interminable y un guion cuya sutileza es comparable a la rueda... de un molino.