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Estados Unidos Estados Unidos · Bon Temps (Louisiana)
Voto de RandolphCarter:
8
Drama. Terror Alonzo es una de las atracciones del circo gitano de Zanzi. Aunque es manco, arroja hábilmente con los pies cuchillos contra Nanon, la bella hija de Zanzi. A la joven no le gusta que los hombres la manoseen, en especial Malabar, el hombre forzudo. Por eso se siente muy a gusto con Alonzo, pero éste no es quien dice ser. (FILMAFFINITY)
2 de diciembre de 2010
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espléndido mediometraje de Tod Browning en el se aprecia el valor seminal de su obra maestra “La parada de los monstruos”. Si es una cinta de culto del cine mudo, no es porque sí, y es que pocas veces se ha dado un cuento tan siniestro y bien construido como éste. Todo ello gracias a la acertadísima dirección de Browning, maestro hacedor de fábulas macabras, a la cual se le suma y apuntala una interpretación icónica de Boris Karloff; que clama al cielo lo que tendría que prepararse para un papel tan exigente a nivel tanto físico como emocional.

Un circo madrileño alberga entre sus filas a un enigmático manco, Alonzo, que maneja con insólita habilidad sus pies como lanzador de cuchillos. Él resta prendado de la belleza de Nanon, con la que comparte sus actuaciones; una muchacha con fobia a los brazos de los hombres. ¿Parecen la pareja perfecta, verdad? Pero también Malabar, el forzudo del lugar, está enamorado de la misma mujer. Alonzo, que oculta oscuros secretos inconfesables, obsesionado con ser el único hombre para ella, llegará a extremos inconcebibles con tal de poder pasar el resto de sus días con su amada.

Aún hoy día, tras más de 80 años de su estreno, “Garras humanas” no ha perdido un ápice de fuerza y contundencia, de poder impactante. A mí me recorrió por la espina dorsal más de un escalofrío, no tanto por lo mostrado, sino por las retorcidas implicaciones de lo que sucede en pantalla. Esa locura de amor que devora todo a su paso, el sacrificio devastador y fútil, la terrible venganza… Un modélico recital de horror y demencia que no se olvida fácilmente.

Y es que el cine de Browning posee una perenne consistencia en sus imágenes que pocos autores de terror han alcanzado. Pasan las décadas y ahí sigue, imperturbable, el poder estremecedor de su aciaga obra, custodiada bajo la desquiciada mirada de Boris Karloff, cuya siniestra carcajada vaga inexorable por los confines de la eternidad, aterrando a cuantos osen escucharla.
RandolphCarter
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