Pastel de pera con lavanda

Louise, 37 años, viuda con dos hijos, trata de salir adelante con la comercialización de los productos de sus tierras (en el departamento francés de Drôme, en la región de Ródano-Alpes) , frutas, hierbas, así como los derivados de su labor de apicultora. Desde la muerte de su marido le resulta todo ello más difícil, su economía no va bien y el banco aprieta. Un día atropella accidentalmente a un hombre, Pierre, o es este quien atropella al vehículo de Louise, que resulta ser bastante extraño y, además, se entromete de manera plena en su vida.

Comedia romántica escrita (aunque inspirado en libros de Daniel Tammet y Josef Schovanec) y dirigida por Éric Besnard, clásica de este género, pero con la salvedad de que en esta ocasión el chico es autista (síndrome de Asperger).

Resulta curioso observar que, generalmente, cuando estamos ante una película de este estilo consideramos que asistimos a la narración de un cuento, pensamos que todo lo que se nos muestra no puede llegar a ser real; algo que no hacemos ante la visión de un drama, por complejo que este sea, en ese caso sí podemos pensar que lo que ocurre en la pantalla nos puede suceder a nosotros; para mí que, o bien la vida nos trata muy mal a la mayoría, o que somos demasiado fatalistas. El caso es que este filme se ve con mucho agrado y ternura; se dirá, por más de uno, que es algo muy almibarado, que el final no es creíble; pero nadie dudará que uno queda después de asistir a la proyección de esta historia mejor de lo que estaba cuando se dispuso a verla. Al amor, es una comedia romántica, claro, pero también asistimos al buen tratamiento que se hace de la bondad, de la naturaleza (maravillosa la fotografía de Philipe Guilbert, con su desbordante luz y resalte de colores) y, finalmente, de la comprensión del diferente.

Y todo lo anterior acompañado con un buen trabajo de dirección e interpretativo.

Sin duda, esta película busca repetir la fórmula de UN MÉDICO EN LA CAMPIÑA, LA FAMILIA BÉLIER o alguna que otra película francesa que transcurre entre bucólicos olivos, frutales, vida campestre, personajes auténticos con un punto estrafalario. Algo que hemos visto en los últimos años muchas veces y en muchas ocasiones con resultados magníficos para el espectador. Pero aquí no funciona la fórmula del todo. Da sensación de impostado, de algo que no está sucediendo de forma natural. La casa, los personajes, el pueblo, todo, incluso diálogos y situaciones, nos recuerdan que estamos viendo una película, que todo es ficción, que todo es mentira. Y esa no es la idea, ¿verdad?

Irreprochabe obra en lo técnico que no me aporta nada nuevo. “Pastel de pera con lavanda” es la una previsible historia francesa sobre una viuda empresaria a la que se le presenta el amor cuando ya nadie se lo esperaba. Un amor complicado, con síndrome Asperger de por medio, pero amor al fin y al cabo, tratado con bastante dulzura y mucha superficialidad.

Con mucha poesía y floritura narrativa y mucha potencia visual, la película juega la baza de la fotografía con los paisajes y la campiña francesa para contar lo de siempre, donde sucede lo de siempre, que acaba como siempre y de la manera de siempre. Probablemente, hasta sean los actores franceses de siempre, aunque no los conozco lo suficiente para asegurarlo.

Como reclamo turístico está bien, ha conseguido que a lo mejor organice un viaje para pasar un fin de semana en La Provenza. Pero no conseguirá que la vuelva a ver ni que la recomiende.

Es destacable la normalidad con la que la película trata una situación muy especial, de esas que requieren mucho cuidado y atención. Esta forma de abordar la personalidad de alguien con este problema siempre resulta complicado por el punto de vista que se elija, pero “Pastel de pera con lavanda” elige una naturalidad y una mirada muy objetivas sobre este síndrome. Besnard es capaz de arrojar algo de luz gracias a una buena fotografía, todo sin prejuicios.

Este moderno cuento tiene, sobre todo, muchas buenas intenciones y un atractivo ecosistema en el que desarrollar su argumento con facilidad. Toda esa poética tan presente durante su duración destaca en la sensibilidad del protagonista masculino, un Lavernhe al que le falta carisma y personalidad para llevar la carga dramática necesaria. Su actuación, así como la de Efira se quedan cortas y resultan insuficientes. Su sencillez y su falta de aristas hacen que se eche de menos algo más de profundidad en la historia.

En general todos los personajes están poco desarrollados porque la película se interesa más por ese bonito envoltorio con esas nubes, flores y postres caseros que por un tratamiento dramático de la historia a pesar de que también tiene un trasfondo social que le da cierto empaque. Todo ese buen rollo que quiere transmitir se queda vacío de contenido.

En definitiva la película basa su esfuerzo en contagiar una forma de ver la vida con optimismo, ofreciendo sin esperar nada a cambio desde un punto de vista de una persona mucho más sensible de lo habitual, y lo hace sin tomar partido aunque finalmente todo sea tan previsible como en cualquier comedia romántica que se precie, todo ello plagado de mensajes positivos.

Que puedo decir al respecto, Virginie Efira enamora, si les gusta ver una peli en pareja, pasar un buen rato y que tu pareja te mire satisfecha al terminar, verla. Me gustan las pelis francesas porque se cocinan a fuego lento como la comida sana que está ahora de moda...