Los amantes del Pont-Neuf

Irreverente película sobre la categoría humana; Leos Carax nos muestra en esta cinta un territorio cargado de emociones que no te dejaran indiferente.


Se nos muestran imagenes crudas y dolorosas, que forman parte del espectro "urbanita" actual.
Personas desamparadas y solitarias deambulan por la calle con la única esperanza de sobrevivir; individuos cuyas sensaciones y sentimientos florecen constantemente ante los obstáculos de la existencia.

Es interesante la conexión que se consigue con la ciudad de París, y más concretamente con el maravilloso "Pont neuf".

Brillante actuación de la magnífica Juliette Binoche, que nos demuestra su portentoso talento con una intervención sobrenatural, y Mr. Denis Lavant actor reconocido en Francia que consigue bordar un papel muy complicado.

Dura, intensa, conmovedora. Patéticos personajes, insoportable vida (complicada de digerir por un espectador sensible). Escenas desgarradoras y amargas, sin concesiones al optimismo o a la esperanza. Y sin embargo, hay secuencias que derrochan vitalidad, como si se exaltase el desprecio de la vida "normal".
La historia de amor de estos dos seres destrozados por la autodestrucción y la renuncia está brillantemente narrada, con secuencias verdaderamente magistrales, un estupendo guión (se habla lo imprescindible), y un ritmo asombroso, al hilo de una banda sonora y un montaje espectaculares. Original, emocionante, iconoclasta y brillante.

Los amantes del Pont-Neuf es una historia desquiciada sobre dos (anti) amantes cargada de un surrealismo y poesía que se imbrican en el realismo, consiguiendo un relato que de no ser por su propia lógica bamboleante parecería víctima de una inercia y un sin sentido. Pero la fortaleza física o emocional de los personajes y la belleza bretoniana de la que está cargada la cinta consiguen mantener a flote y llevarla río abajo hacia una desembocadura amable.
Los protagonistas encarnan deliciosamente a unos personajes perdidos, dolidos, inestables pero también absolutamente intensos, trasunto de Pierrot y Marianne (Pierrot le fou. Jean Luc Godard) como aventureros de la indigencia. Tanto Lavant como Binoche, aunque esta última se lleva la palma en intensidad y fuerza.
Me interesará completar la filmografía de Carax de aquí en adelante.

Vivir un sueño de pesadilla. Entregarse a la magia en mundos tenebrosos. Leos Carax narra un cuento de amor imposible, donde el capricho del destino regala vidas.

Vagabundos en París danzando con la libertad que da un exceso de vino. Durmiendo gracias a la ayuda de ampollas que remedian el trastorno del sueño. Vagabundos anhelando vidas pasadas, deseando redimir culpas de antaño. Y entre ellos, uno que descubre el amor.

La desdicha que te guía se abre paso entre asfalto y hormigón. El muro frío que ampara al artista deja dormir a la persona. Refugio de desolación por la pena de no sentirse realizado. Que desgracia quedarse ciego si solo se mira con los ojos. Este cuento de imposibles nos dice que del frío suelo de asfalto nacerá nuestro lazarillo para mirar más allá del corazón.

El egoísmo del que ama lo hace ruin, pero no menos amante. Los miedos que no temía lo destrozan sin piedad. Mejor vivir acompañado en la desdicha que asolado por la pérdida del amado.

El mundo es feo y sucio si la lente no palpita. Se puede ser rico sin cajas de hojalata repletas de dinero. Se puede esquiar en un río hasta arriba de alcohol. Se puede brillar más que cualquier fuego de artificio. Y es que, se puede vivir más que cualquiera si el capricho del destino lo considera.

Una preciosa historia de un puente que fue testigo y también cómplice de que más allá de las ganas de morir hay vida.

Una gran película. Poderosa como un sentimiento a contracorriente. Recomendable para aquellos que disfruten del drama interno y la flagelación sentimental. Robusta en su estructura y delicada en la construcción de personajes. Imperdonable no verla.

Escapa del estereotipo millones de veces visto en Hollywood, no es el típico producto yankee que vende felicidad a través de sus millones de registros con esas parejas que se meten en problemas estúpidos y que responden a la etiqueta soporífera de comedia romántica. Ellos son vagabundos, sin techo, por las razones que sean, demoledoramente imperfectos, de carácter enfermizo, imprevisibles también, rodeados de mugre y suciedad, caóticos, dañados por el alcohol. Hacer una lista de sus taras sería un trabajo interminable, él no es guapo, ya ves, lo más importante en el cine yankee... y ella, que sí es guapa, sólo lo podemos averiguar cuando deja de vivir en la calle y lo va a buscar a la cárcel. Una maravilla.

Porque resulta que se quieren, porque resulta que las diferencias entre la comedia romántica y "Los amantes del Pont-Neuff" son infinitas. Hay un momento muy oportuno en el que ella le propone beber, pero no para ser viejos le dice, ella quiere beber para verle sonreír. Luego vendrán las escenas criticadas de la lancha en el río, qué le vamos a hacer, licencias del realizador...

Siempre he tenido claro que si el amor duele es porque es amor de verdad, porque ha de hacer daño, y si es epidérmico vámonos de ahí, el lugar en el que hay pasión, gritos y locura, hay amor de verdad. Por eso me convence "Los amantes del Pont-Neuf", porque él es terriblemente egoísta y ella está como un cencerro. No producen demasiadas simpatías y sin embargo los prefiero a ellos millones de veces antes que la pretty woman y los demás maniquís de más allá.