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American Honey

Drama Star (Sasha Lane), una chica adolescente, deja a su disfuncional familia para unirse a un equipo de venta de suscripciones de revistas, que recorre, vendiendo puerta a puerta, el mediooeste estadounidense. Rápidamente se siente a gusto en ese grupo de jóvenes, al que también pertenece Jake (Shia LeBeouf), y adopta su estilo de vida, entre veladas bañadas en alcohol, pequeños delitos e historias de amor…
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
2 de agosto de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi 3 horas de película en la que realmente no pasa nada pero aún y así consigue engancharte completamente para que sigas viéndola, y eso sinceramente no es nada fácil. No hay que esperar una gran historia sino dejarse llevar por sus personajes y situaciones y se conseguirán unas casi 3 horas de entretenimiento.
kakalito
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13 de octubre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resultan curiosas las contrapuestas críticas de los medios. Y muy significativo que, justamente, las de los medios norteamericanos valoren de forma positiva el film. La película es un buen retrato de cómo es la vida en la sociedad norteamericana y cuán diversa, en el sentido más amplio, dependiendo del entorno en el que te toque nacer y crecer.
Maite
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29 de junio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En AMERICAN HONEY, Star (Sasha Lane), una chica de 18 años, acepta la propuesta de Peter Pan (Shia LaBeouf) y se une a Los Niños Perdidos, un grupo de jóvenes, vástagos marginados y abandonados del capitalismo como ella, para recorrer el país en una VAN vendiendo revistas bajo el patronazgo de una Tinkerbell muy particular (Riley Keough, nieta de Elvis y musa del cine independiente).

Ese viaje sin rumbo le permite vivir una adolescencia que (podemos presumir por la vida que abandona) antes no pudo vivir, rodeada de música, alcohol y personas afines que terminan convirtiéndose en amigos y amores, contenida y acompañada en el escaso espacio del vehículo que los lleva a Nunca Jamás. Un Nunca Jamás que en esta ocasión no es una isla fantástica, sino un Estados Unidos camaleónico de realidades sociales y económicas, completamente diferentes por cada lugar que transitan y a las que deberán adaptar su discurso de venta si quieren lograr su difícil objetivo comercial.

Si bien compré desde el inicio y me resultó totalmente inmersiva, sin sentir su larga duración y destacando el uso de la música y su fotografía casi cuadrada y saturada, AMERICAN HONEY no será recomendable para todos. A la película de la directora Andrea Arnold no le faltarán las acusaciones de ser una en la que "no pasa nada", aunque esté contando varias cosas y la protagonista cambié respecto a quién fue al comienzo del camino y termine, hacia el final y como le sucedía a Wendy en PETER PAN, aceptando su madurez y sumergiéndose en las aguas de la adultez, observando desde lejos a ese grupo humano al que, en un primer momento, ella se acercó tímidamente.
Tiago Limardo
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8 de agosto de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como no escribí una crítica en su día acerca de ella ahora me veo obligado a hacer memoria con tal de enumerar todas las razones, causas y detalles por las que encontré tan mala,- de eso sí que me acuerdo bien,- esta película.

Ya el prólogo muy desagradable. Supuesto realismo, minuciosa descripción gráfica de la miseria, un reportaje de muy seca dirección. El salto a lo directamente pretencioso se produce a la hora de poner forma y voz a los moradores de esas condiciones tan precarias. Lo flojo se convierte en repulsivo debido a unos ingredientes que no abandonarán en ningún momento el metraje. Estos son actitudes carentes de toda lógica (cuando no directamente imbéciles)de todos los personajes (exceptuando un poco a Shia LaBeouf) así como el muy condescendiente enfoque que Arnold proyecta constantemente sobre los necios personajes por los que parece sentir simpatía, como animandonos a solidarizarnos con ellos. La clave parece estar en que como son unos aprendices en esta vida tienen derecho a equivocarse, pero cosas como la evolución, aunque sea de cualquier tipo, que llega tras la consecuencia, aprendizaje y posterior reflexión no llegan, como no en vano apunta más de un crítico especializado al referirse a este monótono pseudo-drama juvenil. Se podrá aludir al dramatismo social más panfletario, alegando que al no tener recursos para formarse son así y por ello hay que aceptarlos como son, pese a ser un grupo de impresentables todos ellos, directamente improductivos y con ninguna virtud revelada. El realismo de Arnold flojea, porque en su estricta narración de acontecimientos no incorpora detalles psicológicos de ningún tipo que nos conduzcan a la repercusión que tienen en la conciencia de los personajes los errados episodios de sus vidas, lo más interesante y jugoso de una crónica tan desmoralizadora. Imagino que habrá encontrado mucho más oportuno revelar todo el conjunto a través del objetivo 'indie', miradas infinitas a atmósferas coloridas, temas musicales de moda, la 'esencia' de lo cool, esa que es la más soñadora y librepensadora está conseguida, que luego no haya nada sobre lo que pensar eso ya es otra cosa. Generar reflexiones (de cualquier tipo)siempre es más difícil. Con la exageración tremendista y una arbitrariedad insultante a la hora de desarrollar personajes (ningún motivo, explicación, introspección, nada de nada) se tiene lo suficiente para crear un golpe de impacto cada cierto tiempo. A base de estirar la estulticia de los personajes hacia la estupidez extrema, de límites inauditos del mayor borrego, y de dar suspense a lo demasiado obvio creo que hay querer ser tonto para dejarse caer en ese intento tan incompetente de pretender inferir en las emociones de uno. Me refiero a una escena que tiene lugar pasadas las dos horas de filmación en la que Riley Keough, la coordinadora que ya todos tienen claro que es más mala que JR con un dolor de muelas, les pone un tema musical especialmente pegadizo a varias chicas (entre las que se encuentra la protagonista), nada más detener el vehículo antes de disponerlas a vender. Se baja con ellas a bailar al ritmo de la canción, luego inmediatamente se vuelve a subir y se marcha de manera brusca. La decepción se apodera de las caras de las chicas, que se ven sorprendidas en medio de una danza especialmente sentida. ¡Que cruel es la vida, ¿verdad?, pretende decir la película. ¿Qué era lo que esperaban?, es mi pregunta. ¿En serio pensaban que iban a estar bailando en vez de vender, que era para lo que las habían llevado allí? Conocen a la coordinadora, una tipa fría y tremendamente falsa que disfruta al estar escupiendote en la cara que tiene más poder que tú de la manera más arrogante y repugnante posible. Una persona en la que siempre se verá personificada la antítesis de 'estilo' y 'clase' por mucha riqueza que posea. Saben que es de esa clase de personas que las entregaría a todas ellas al verdugo más despiadado a cambio de un paquete de tabaco, una vez que ya no les sirvan de nada. Porque no estamos en el minuto 15, sino en el 135 ¿DE QUÉ DEMONIOS SE SORPRENDEN? Andrea Arnold, venga usted para acá y expliquemelo, por favor.

Personajes. Un horror. Ninguna conversación interesante. Los de la furgoneta son todos subnormales por imperativo. LaBeouf tiene alguna neurona más, que proviene de su innato encanto de bohemio trilero chuloplayas, rasgo que le permite ganarse la vida más rápido que al resto. También es el más mayor, el más libre e independiente, vuelve y se va cuando le da la gana, parece estar exento de toda norma que condiciona al resto. Una especie de McMurphy que además fornica con la más malosa (en este sentido es él el que genera un control sobre ella, aunque solo sea a base de haberse ganado una simpatía, -que en este caso en la aplicación más estricta de la palabra ya supone un privilegio-) y que, como no, se granjea la simpatía de todos. Como iba diciendo el resto de los 'vendedores' son gilipollas perdidos. Son pobres, vale, yo también. Hay veces que yo también me siento muy solo y muy incomprendido en este mundo pero no tengo a nadie de Star Wars por un Dios. Apáticos cabezas huecas que no llegan ni a simpáticos, ni su fugaz compañía en la pantalla, a hacerse siquier amena. De hecho su lejanía e impersonalidad me llevan a asociarlos a frustrados aspirantes a 'Crystal', la vacía coordinadora.

Curioso es que la cerrada Star, -llamada así por una estrella que tiene tatuada,-(no, si está claro que esta es una película hipster) no entable contacto con ningún miembro más retraído de la banda, luego su personalidad tampoco me resulta de demasiado agrado, digamos que por exceso de impulsividad y bravuconería en momentos en los que sería más conveniente adoptar otra actitud, y en otros por garrula (véase el poco tacto que tuvo con los pocos que fueron amables con ella).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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18 de enero de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manteniendo el enfoque espontáneo, la cadencia silenciosa y la mirada subjetiva de sus protagonistas femeninas que ya había en Red Road, Fish Tank y sus Cumbres Borrascosas, Andrea Arnold hace su primera incursión en el cine americano sin desvirtuar su estilo, ni en las temáticas que su filmografía, ya en tan solo cuatro películas, le definen, ni en la pátina que su cámara, la inherente dispersión de sus historias, o la clase de ritmo que sus películas respiran.

Puede que ya existan antecedentes a la clase de cine e historias que Andrea Arnold genera, más en el vasto paisaje americano, aquel en el que interminables autopistas, campos de cultivo, y centros comerciales, parecen ser el centro y el final del mundo al mismo tiempo. Son los ambientes de las películas de Kelly Reinhardt, otra de las escasas miradas femeninas sobre estos páramos (Meek's Cutoff, Wendy and Lucy, Certain Women), el cine más arriesgado de Gus Van Sant (Paranoid Park, Mi Idaho Privado, Mala Noche, Elephant), poblados por los personajes de creadores como Harmony Korine (Gummo, Spring Breakers), o los de los mejores testamentos de Larry Clark (Kids, Ken Park, Bully).

No hay juicio, ni carga moral en esta road movie de la juventud desclasada y del retrato de la generación (millenial) perdida. Tampoco una gran crítica social o institucional hacia el vacío y el nihilismo que esta generación afronta, porque en sus personajes no hay una verdadera reflexión, y al colocarse la propia directora en el punto de vista de sus protagonistas, accede a ese constante uso del tiempo y el espacio que no cesa de avanzar pero para no cambiar en nada. American Honey es un viaje a ninguna parte, sin grandes revelaciones o acontecimientos, porque las vidas de sus protagonistas así se han construido. Y la comprensión casi antropológica que Arnold tiene y enseña de ese grupo y su estilo de vida es lo que resta cualquier arrebato aleccionador a su trama, por mucho que sus protagonistas se pasen ese viaje, el de la vida, drogados con cualquier sustancia, y por mucho que ese viaje, el de sus vidas, sea caldo de cultivo de muchas posibles delincuencias.

No hay nada arbitrario en la captación espontánea de los protagonistas y los espacios que recorre esta película. La interminable selección musical, que siempre emerge de dentro del plano, define a sus protagonistas tanto como sus frases dispersas o el estilo de su ropa. La mayoría del reparto está integrado por 'actores' no profesionales (que Arnold reclutó en parques, centros comerciales o parkings del medio oeste); su protagonista Sasha Lane es de un magnetismo que no puede describirse, y es los ojos constante de una película narrada a través de su mirada. Su interpretación y su personaje, lleno de decisiones ambiguas, cuando no directamente inmorales, es sin embargo producto de un tiempo, el que abarca la película, en el que el afecto, la motivación, la pasión, o la madurez, funcionan bajo otros códigos (y que da lugar a escenas tan excepcionales como el punto de inflexión de la escena inicial con sus familiares, los hermosos encuentros sexuales que vive, o ese nuevo bautismo hacia el final de la película). Shia LaBeouf, como cabeza de cartel entre estos desconocidos, demuestra otra vez que es mucho más que el provocador oficial de Hollywood: también es un intérprete capaz de camuflarse en el código más absolutamente naturalista de esta historia, y por lo tanto, un actor impresionante.

Por supuesto que en un análisis crítico de American Honey, el contexto en el que se sitúa la película convierte a esta en una especie de herida abierta. American Honey habla de esa América que parece minoritaria pero que es en realidad la de la gran mayoría: la América desconectada y deshumanizada, sin cultura y sin dirección, dentro o fuera de las urbanizaciones que sus protagonistas recorren; habla de las distintas clases de vida que el dinero puede comprar, y de la desesperanza de un nuevo estrato de pobreza que ni siquiera es capaz de reflexionar sobre su propio estado. Pero American Honey es más cine simbólico que social, y eso, junto con las decisiones de casting y de tratamiento estético que toma Arnold, es lo que convierte este viaje en algo extraordinario y melancólico, en un recorrido por las trincheras que la voraz sociedad capitalista crea en la primera línea de su propia guerra.
jaly
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