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Nadie vive

Terror. Thriller Catorce estudiantes aparecen brutalmente asesinados, y la escena del crimen no ofrece ninguna pista del paradero de la que podría ser la única superviviente, una joven llamada Emma. Meses después, unos bandidos asaltan el coche de una joven pareja, y en él descubren a la asustada Emma. Frotándose las manos ante la perspectiva de la cuantiosa recompensa por el “rescate”, no tendrán en cuenta que aquellos que parecían su presa son, en ... [+]
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
25 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de serie B sobre asesinos peligrosos que se cruzan con tintes de gore. Mucha sangre en una trama tan previsible como poco probable.

Luke Evans cambia de registro y pasa héroe de las películas de EL Hobbit a villano psicópata, en realidad esta película fue anterior a la trilogía de Peter Jackson. Este polifacético actor podría interpretar perfectamente una película sobre la vida de Luis Enrique (el hijo de Amunike), por su parecido físico.
En esta película interpreta a un tipo siniestro y despiadado, como nuestro seleccionador nacional.

La historia es truculenta y la interpretaciones de los secundarios son malas. Da más asco que miedo y como otras películas gore, resulta un poco cómica. Recuerdo que Braindead: tu madre se ha comido a mi perro era una chorrada de guión con litros de sangre.
La trama se parece un poco a las películas de Predator, pero sin extraterrestres y con menos presupuesto, cazador que mata a otros cazadores, es muy poco original, pero el personaje protagonista y su relación con las mujeres de su vida, es impactante por su rareza.
pikuet
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22 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay que fiarse de las apariencias, porque engañan, te traicionan y porque cuando crees que lo tienes todo controlado, cuando crees que ningún milímetro de la realidad escapa a tu imponente dominio, todo se derrumba, irremisiblemente.

Reflexión que podría resumirse de una manera: estar en el lugar menos adecuado, en el momento menos oportuno y siendo presa de la creencia menos correcta. Y también que resume a la perfección la esencia de la película que nos ocupa, obra y creación del natural de Osaka Ryuhei Kitamura, quien allá por 2.012 ya llevaba seis años afincado en EE.UU. siguiendo los pasos de algunos de sus coetáneos, caso de Hideo Nakata o Takashi Shimizu (y más recientemente Sion Sono), que como él fueron a probar suerte en los lejanos estudios norteamericanos.
Sin embargo, del mismo modo que los anteriores nombrados, no la hallaría, y la prueba fue la pésima respuesta que obtuvo su debut en el continente, "El Vagón de la Muerte", que lejos quedaba de aquellos, sus primeros y más efectivos trabajos, con los que tanto reconocimiento logró. Aunque una cosa es cierta: Kitamura, como Koreeda, Aoyama o (Kiyoshi) Kurosawa, posee un estilo y personalidad propios, y los que somos sus fans siempre hemos aplaudido su decisión de mantenerse fiel a ellos, sin tener en cuenta las malas consecuencias de cara a la crítica o la taquilla. Sí, aquel fracaso le apartó de la cámara por cuatro años, pero el director vuelve pleno de energía.

Y lo hace con "Nadie Vive", nueva producción independiente cuyo guión viene firmado por el desconocido David Cohen y que, para deleite de los amantes de su cine, viene cargada de todos sus reconocibles elementos y temas. El film ya arranca desde el puro frenesí, a carrera limpia en un bosque, peligroso entorno natural donde la chica que rauda lo atraviesa irá pinchándose, clavándose cristales, golpeándose y muchos otros accidentes que la llevan a quedar colgada de un árbol como si del pobre animal de una despiadada cacería se tratase. El nipón establece así el ritmo, la atmósfera y la violencia que habrá de desarrollarse en el futuro.
Pero el tono varía por un momento al centrarse en una pareja de turistas que viaja por carretera hacia un indefinido destino; este tramo de la historia resulta extraño y se halla bajo un cierto aire de incomodidad y agobio, ante todo por la dominante presencia que ese misterioso personaje masculino ejerce sobre la muchacha, sumisa y distante, que le acompaña, y por un caso de asesinato y secuestro que continuamente se retransmite en televisión. Nueva vuelta de tuerca, y si antes teníamos dos protagonistas ahora es un grupo de delincuentes; no hay que ser un gran experto para saber que todos estos personajes cruzarán sus vidas, y que de ese encuentro no podrá suceder nada bueno...

Y así es, no sucede, pues resulta que los caminos del destino son inescrutables. Estos delincuentes de tres al cuarto, perfectamente definidos como irascibles paletos que muy expertos se pretenden, verán su suerte hecha pedazos cuando la pareja a la que han secuestrado, sólo sobreviviendo el hombre, se revuelva contra ellos en un ejercicio de venganza y persecución que trasciende todos los límites de la brutalidad, descubriéndose las verdades bajo las apariencias como los cuerpos de las víctimas de atrocidades pasadas ocultas en el maletero de los vehículos.
Lo consiguiente es previsible. En este juego de muerte sólo hay un maestro de ceremonias, un homicida profesional que no esconde su condición de sádico e inteligente psicópata (y que se jacta de ello orgulloso); al contrario de los asesinos de los "slashers" de los '80 no lleva máscaras ni disfraces, ni necesita guardar las apariencias como el protagonista de "La Lección del Mal" (dirigida por Takashi Miike el mismo año y con la que se comparten no pocos puntos). Este asesino es el álter-ego de Kitamura, pues al igual que él no precisa de esconder sus intenciones, las de arrastrarnos sin piedad a un duelo de extrema severidad donde la ilógica de su lógica logra situarse por encima de la coherencia.

El director sabe qué cartas tiene, son de doble filo pero las lanza sin importarle; ninguno de sus personajes logra captar nuestra simpatía por mucho que lo intente la historia, somos cómplices de su visión implacable pues poco nos importa que alguien viva o muera, y su pretensión no va más allá de atraparnos en un ambiente abrasivo y brindarnos un festival cuajado de acción sin freno, sangre a raudales y humor negro en el que lo mejor es dejarse llevar por el frenesí destructivo e intentar disfrutarlo, todo en la mejor tradición del género, al que rinde un sentido tributo durante el desfase de la matanza.
El entorno donde se concentra la violencia no difiere mucho del que se proponía en "Asalto a la Comisaría del Distrito 13", "La Última Casa a la Izquierda" o "Perros de Paja", clásicos cuyas sombras planean sobre el film, mientras son visibles las huellas de Alexandre Aja, Tarantino (impagable la referencia a "Reservoir Dogs") o la locura "exploitation" de Rodríguez y Miike. "Nadie Vive" afronta sin vergüenza el ser simplemente un "horror survival" cuyas uñas se hunden en las vísceras del "grindhouse" más sucio, delirante y viscoso que podemos imaginar. Luke Evans destaca por encima del resto del plantel (del que me cuesta señalar a alguien más) gracias a su imponente presencia, carisma y premeditada ambigüedad.

Una salvaje y moralmente reprochable propuesta que aterroriza, deja exhausto y divierte con la misma eficacia pese a los inmensos agujeros que acumula su argumento (en los que uno podría meterse e hibernar).
Por desgracia la imparable carnicería de Kitamura volvió a no ser del agrado de muchos, y su obra se estampó con fuerza en la taquilla, provocando (¿hay alguna otra explicación?) que éste volviese a emigrar a su tierra para acometer un proyecto un tanto extraño: llevar el icónico manga "Lupin" a imagen real.
Chris Jiménez
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18 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Nadie vive" es una loquísima fusión de ideas, en clave de sinvergüenza serie B, que marcha de la "Perros de paja" (1971) de Peckinpah al slasher puro y duro pasando entre medias por el survival y hasta por el actioner más demente. Una mezcla que me ha sorprendido y hasta gustado, dentro de lo que cabe —y hasta fuera—.
Este descerebrado híbrido de Ryhuei Kitamura empieza como una versión serie B de la obra antes mencionada de Sam Peckinpah. A partir de ahí, y tras un buen y desconcertante plot twist que funciona más si no conoces mucho de la sinopsis, el bueno de Kitamura degenera el asunto en una suerte de desquiciado survival con un Luke Evans en plan actioner demente, para luego acabar el asunto en plan slasher. Una confluencia de ideas locas que orquestan un producto de serie B al que le voy a tener gran afecto.
A ver, dentro de su locura en "Nadie vive" hay decisiones de guion que pasan la aduana muy por los pelos. Pero supongo que va incluido dentro del paquete toda vez aceptas la demencia general del lote. Un combo de géneros y estilos al que no le falta gore, dicho quede.
En definitiva, demasiado tiempo ha permanecido oculto este subproducto llamado "Nadie vive" que merece ascender a producto.
Isaac Paskual
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28 de abril de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película en la que el mayor spoiler el título. ¡Hasta el apuntador, oye!

Más allá de eso, la trama ofrece una propuesta original e interesante, llena de acción y escenas no aptas para todos los estómagos.

A destacar el papel de Luke Evans, a medio camino entre Rambo y un James Bond guaperas, y Adelaide Clemens, haciendo un papel con el que se gana al espectador desde el primer momento.

Si buscas una peli de acción sencilla pero original, ésta puede ser una opción.
Pazuzu92
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21 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que incluyendo referencias directas a clásicos de culto o adoptando un estilo narrativo decididamente retro, Nadie Vive evoca nostalgia recreando parte de eso que se conoce como espíritu fílmico ochentero. Así, el protagonista, pese a su psicopatía, intenta parecerse a los antihéroes socarrones de nuestra infancia. El grupo de delincuentes locales desprende un risible halo de torpeza. El gore ha sido creado con efectos especiales tradicionales. Y la espectacular America Olivo aporta la imprescindible ración de tetas.
Si a esto sumamos la vibrante energía que transmite esa eficaz dirección de Kitamura (cuya única pega consiste en haber rodado las escenas de acción con planos demasiado breves como para distinguir con claridad lo que sucede), nos parecerá estar viajando hacia el pasado.

Aunque no sólo de nostalgia vive este título. El giro al final del primer acto resulta tan sorprendente que nos llevará en volandas hasta bien avanzado el metraje y contribuirá a que la película comience a ganarse nuestro corazoncito. La fotografía, con su predominio de tonos amarillo-anaranjados, verdosos y marrones, complementa muy bien la siempre inquietante estampa de los neblinosos humedales de Louisiana. Mientras que las suaves texturas ambient, en ocasiones matizadas por delicadas melodías de piano, que integran la banda sonora realzan con sutil elegancia las emociones reproducidas en pantalla.
Pero lo mejor de Nadie Vive son sus ganas de tomarse casi siempre a cachondeo. Los diálogos, amén de intentar ser ingeniosos, rezuman un tufillo calculadamente hortera. Esos breves atisbos temáticos acerca de la inexplicable atracción que poseen entre el público cierto tipo de psicópatas, redondean el aire kitsch de la obra. Y la extrema exageración con que se trata la violencia termina de convertir el filme en una experiencia divertidísima, siempre y cuando seáis amantes del humor negro. De hecho, la escena más memorable, aquella en que el protagonista emerge de cierto escondrijo, resume muy bien el tono de la obra: en sus mejores momentos, Nadie Vive impresiona, repugna y da ganas de reír a carcajadas.

Desgraciadamente, Kitamura falla en cuanto a mantener este tono durante los escasos 80 minutos que dura el filme, por lo que éste va desinflándose según avanza. Así, uno llega a la última media hora cansado de tanta frase recargada y tanto chiste fácil, pues los diálogos carecen del ingenio suficiente como para mantener nuestra indulgencia. Al mismo tiempo, la película se pierde entre tanto giro argumental. Con cada cambio de papeles entre víctima y verdugo, el producto se debilita más y más. Y ni siquiera los elementos gore ofrecen una vía de disfrute alternativa, ya que no resultan en absoluto innovadores, ni su calidad es demasiado elevada.
Aún así, el mayor problema de Nadie Vive reside en sus dos personajes centrales y también en los actores que los interpretan. El conductor anónimo habla demasiado, y revela sus recovecos mentales con demasiada franqueza, como para coger con garantías el manto del típico psicópata ochentero. Además, a Luke Evans le faltan toneladas de carisma para acercarse siquiera a John Ryder, así que remitirlo a Hannibal Lecter o a Keyser Söze, como pretende hacer el fallido desenlace de la cinta, constituye un sacrilegio imperdonable.
Mientras que Flynn, el individuo supuestamente más inestable y peligroso de su banda, está construido con demasiada precipitación como para profesarle la menor sombra de miedo. Derek Magyar, por su parte, es incapaz de insuflar a su trabajo la intensidad necesaria para hacer del personaje un villano sólido. Y sin un antagonista a la altura, es imposible crear suspense o tensión.

Claro que, pensándolo bien, tal vez no se trate de carisma, ni de intensidad. Tal vez lo que nos falte para mitificar este título sea el cerebro, justo detrás de los ojos, del jovencito que fuimos hace tres o cuatro lustros.

Más en http://ciruelasdeultratumba.tumblr.com
CiruelasDeUltratumba
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