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Un método peligroso

Drama Una poderosa historia de descubrimiento sexual e intelectual basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta relación entre el joven psiquiatra Carl Jung (Michael Fassbender), su mentor Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Sabina Spielrein (Keira Knightley). A este trío se añade Otto Gross (Vincent Cassel), un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. (FILMAFFINITY)
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Críticas 165
Críticas ordenadas por utilidad
4 de diciembre de 2011
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre es de agradecer que se realicen películas biográficas sobre personajes que han marcado un antes y un después en la historia. En este caso, David Cronenberg (“Promesas del este“, 2007) basándose en la obra teatral de Christopher Hampton titulada “The Talking Cure”, realiza el film del que hablaremos: “A Dangerous Method”.

La historia acontece los hechos que vivió Carl Jung (Michael Fassbender) durante finales del siglo XIX y principios del XX con el que fuera su amigo y mentor Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y la primera paciente de Jung, Sabina Speilrein (Keira Knightley). Época en la que la intelectualidad estaba en su máxima época de auge, y en la que se discutían maneras diferentes de ver cómo el psicoanálisis puede cambiar a un paciente. Este será sólo el punto de partida de este triángulo.

Cronenberg cuenta para la ocasión con un magnífico reparto del cual sobresale del resto Michael Fassbender (“Centurion“, 2010) en el papel de Carl Jung. Fassbender interpreta a un médico psiquiatra que se convertirá en una de las figuras claves del psicoanálisis, al haber curado a su primera paciente con los métodos de Freud. Aún así, Jung discrepaba de su teoría en que la causa de la represión se hallara en traumas sexuales. Gran interpretación de Fassbender, quien deja claro una vez más con este film que ya es uno de los grandes actores a tener en cuenta. Prueba de ello son ni más ni menos los seis films (incluido un cortometraje) que ha rodado en 2011. En el otro frente está Viggo Mortensen (“Alatriste“, 2006), quien da vida a Sigmund Freud, padre del psicoanálisis que entablará amistad con Jung llegando a convertirse en su discípulo.

Destaco la caracterización de Mortensen en el papel de Freud por encima del resto porque la verdad, el parecido es asombroso. Poco que decir también sobre el actor estadounidense con ciudadanía argentina que no se sepa ya. Keira Knightley (“Orgullo y prejuicio“, 2005) encarna a la rusa Sabina Speilrein, una paciente con histeria que será tratada por Carl Jung. Buena interpretación de Knightley que en principio puede parecer un poco sobreactuada por como desencaja la mandíbula, pero que pasados los minutos el espectador se habitúa a su interpretación sin problema. Por último, Vincent Cassel (“Cisne negro“, 2010), da vida a Otto Gross, un prematuro discípulo disidente cuya aparición en el film será breve pero intensa, ya que indirectamente ayudará a que Carl Jung vea las cosas desde otra perspectiva rompiendo las barreras de la moralidad.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
SCuenca
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6 de diciembre de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película tiene como trasfondo la relación personal y epistolar que Freud y Jung mantuvieron a lo largo de su vida, desde sus comienzos hasta la ruptura total de la misma debida a diferencias intelectuales irreconciliables. Ser capaces de seguir la historia sin que el hecho de no entender algunos de los diálogos (por resultar excesivamente técnicos para los no versados en el tema, que somos muchos) nos lleve por el camino del aburrimiento, exige intentar comprender el concepto clave: PSICOANÁLISIS.

El psicoanálisis, o estudio del alma, busca revelar el inconsciente de los individuos para encontrar en él la respuesta a sus traumas e inhibiciones. Precisamente es en el acotamiento del concepto INCONSCIENTE donde radican las diferencias entre Freud y Jung: Para el primero, el inconsciente existía gracias a la conciencia y únicamente contenía lo que ésta reprimía, es decir, solo restos o desechos de la actividad consciente, siempre relacionados con el sexo. Sin embargo Jung veía el inconsciente como una potente fuerza creativa, totalmente independiente y autónoma, con capacidad para expresarse y desarrollarse sin que las acciones conscientes la delimiten o condicionen. Defendía que el origen de muchos de los trastornos mentales estaba fuera del individuo, por lo que estudio las conexiones de los mismos con la religión, la sociología y la antropología.

David Cronenberg nos presenta una película en la que se aleja de la violencia física protagonista de sus dos anteriores filmes, “Una historia de violencia” y “Promesas del Este”, para, recurriendo una vez más a Viggo Mortensen, contarnos una historia a la que algunos acusan de mostrar escenas plagadas de una sexualidad brutal y enfermiza que, parece ser, resultan difícil de contemplar para las mentes pacatas que por desgracia tanto abundan.

La historia de Jung y Sabina, que tiene algo de “Síndrome de Estocolmo”, es la de una curación mental y una mutua admiración intelectual. Una terapia en la que médico y paciente se dejan arrastrar por el descubrimiento de una sexualidad sin ningún tipo de represión, algo que, al tiempo que los libera y los ayuda a conocerse mejor, acaba separándolos.

La película contrapone a la perfección la relación asexuada, pulcra y ordenada, tan burguesa, que mantiene con su esposa, con la relación desbordada, intensa y perturbadora que mantiene con Sabina. Tanto Keira Knightley como Michael Fassbender realizan una interpretación soberbia, y logran crear un clima de tensión sexual que traspasa la pantalla. No por breve menos intenso, destaca el papel de Vincent Cassel, impecable personificación del libertino.

Después de ver la película he indagado algo sobre los tres personajes principales y me entristeció saber que Sabina Spielrein, que se convirtió en una reputada psicoanalista, fue fusilada en 1941, junto a sus hijas y cientos de hebreos más, en su ciudad natal Rostov, por las fuerzas nazis que ocuparon la Rusia de Stalin.
MAFALDA
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30 de mayo de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los trayectos en cine no han de ser horizontales, de izquierda a derecha, sino verticales, de fuera hacia dentro. Y esto es lo que Cronenberg nos viene demostrando en los últimos años, en sus últimos trabajos: “Una historia de violencia”, “Promesas del Este”… entre otras; pudiendo ser este “método peligroso” la punta más vista del iceberg que el director canadiense había empezado a explorar en sus más tempranas películas.
Si bien parece que nos contradecimos en nuestra introducción, el lector sabrá ciertamente que no es así, pues se puede decir que Cronenberg en su cine siempre ha explotado como línea temática común la idea naturalista de una verdad reprimida, fundamental del ser humano, que se revela a través de la mutación de la carne, lo cual desemboca en su reconocible formalismo.
La novedad este nuevo trabajo consiste en dejar atrás sus famosas mutaciones para ofrecernos a un Cronenberg que toma la contención por bandera (¿será la madurez?), ajustándose a un guión de perfecto acabado literario y de narrativa fluida, ofreciéndonos personajes que funcionan por sí mismo y no por el halo fantástico del “mito”.
Podemos decir, que nos encontramos ante la confirmación de sus trabajos anteriores pero ahora las verdades elementales de los personajes mutan y se expresan a través de la palabra (ese gran monstruo que duerme en nuestro intelecto), los cuerpos de los personajes no cambian –de forma literal- pero las ideas evolucionan a gran velocidad. Estos veloces cambios son acompañados por acompasados cambios visuales: saltos en el tiempo, aparición súbita de personajes que cambian el parecer de los otros, diálogos epistolares, etc.
Ésta es la principal virtud del film: mostrarnos a un David Cronenberg que se empezaba a atisbar pero no acaba de florecer. Un punto en contra será que muchos de los seguidores acérrimos de sus icónicas transformaciones seguramente las echen en falta, aunque éstas han sido suplidas por una gran carga de perversidad en pro de la historia: el psicoanálisis ya es un tema bastante perverso, ¿no creéis?
De esta manera, si esperáis ir al cine a ver al Cronenberg más formalista, el de las mutaciones locas, os recomiendo que vayáis a ver otra película; pues ahora la mutación es a nivel intelectual y no física, aunque verdaderamente vale la pena ir ver el “buen saber hacer” del director canadiense que nos ofrece una perfecta combinación de lo biográfico, influencias románticas y su propio “método”. Todo en un delicado y pulcro estilo que no hace más que darle un tono sentido y liviano; una aparente virtud que puede convertirse en su mayor limitación debido a la falta de irritación en el espectador: la marca que nos hará recordar el film posteriormente.
Juan
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27 de junio de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película encierra muchas claves del cine de David Cronenberg expresadas anteriormente en “La mosca”, “Crash”, “Una historia violenta”, “Promesas del Este”, entre otras cintas del director canadiense. Solo tomando como referencia estos trabajos podemos concluir que con “Crash” tiene en común, a diferente nivel de intensidad en la puesta en escena, la exploración de las fuentes primarias de los sentimientos humanos, es decir, los instintos animales representados en este caso por la excitación sexual frente a estímulos violentos sufrido en carne propia; con “La mosca” y “Una historia violenta” el afloramiento de la verdadera personalidad de hombres que salen de su crisálida física y moral y con “Promesas del este” el legado que un padre le quiere transmitir a su hijo, dentro de una relación paterno filial no biológica que se produce dentro de un grupo cerrado entre el líder y un sucesor potencial mucho más joven.
Pero “Un método peligroso” es una cinta más compleja que la simple confirmación del sello de autor. Es un extracto biográfico sobre la conflictiva relación de Sigmund Freud y Carl Jung en la que tercia una paciente ilustrada que luego se convierte en colega y que llega a ser amante de uno de ellos, un tema indudablemente complicado de llevar a escena. Al respecto, Cronenberg evita, al máximo, filmar la sordidez y el drama cotidiano de los locos en el manicomio para concentrarse en los despachos de los psiquiatras y en los paseos al aire libre donde se desarrolla no tanto el “cura del habla” del modelo freudiano sino una dialéctica donde se invierten los roles y los pacientes, incluido el pervertido Otto Gross, se convierten en doctores quedando en estas circunstancias el personaje de Jung, por ejemplo, en evidencia de sufrir más alienación producto de las convenciones morales, acrecentadas por un sentimiento de culpa en relación a su vida conyugal, lo que trae como consecuencias, cual terapia eficaz, primero, que acceda a los requerimientos amorosos de Sabina Spielrein y , segundo, que de ser un seguidor aplicado de Freud se convierta en un psiquiatra pragmático que cuestiona el supuesto origen sexual de casi todas las aflicciones psicológicas saliendo a relucir, por otro lado, su espíritu innovador lo que incluye su vocación por las ciencias ocultas que su padre intelectual detesta porque en el fondo ve amenazado su liderazgo. La actitud de Freud es análoga al del Jefe de la mafia rusa de “Promesas del este”, incluso le envía a un discípulo descarriado encarnado por Vincent Cassell , solo que esta vez se trata de una comunidad de psiquiatras judíos que se ven amenazados por el entorno político y social de la época.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GUSTAVO
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4 de diciembre de 2011
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha dado la impresión de que David Cronenberg ha decidido con “Un método peligroso” homenajear al mundo del psicoanálisis en el que posiblemente él también crea. Y me parece no sólo bien, sino que honesto. Lo que no acabo de entender es que, más que academicista (término que no es peyorativo pero que muchos en esta ocasión lo utilizan contra Cronenberg con ese fin), haya optado por la pulcritud más gélida despojada de los ambientes malsanos o de una inquietud latente, atmósferas habituales en sus películas. Cromáticamente incluso creo que es una de las más luminosas de su director, con sus constantes argumentales habituales, pero más que provocar sensaciones, en esta ocasión ha resultado más didáctica que otra cosa para los más profanos y, como un claro homenaje para los más entendidos, espero. Y todo en ella es correcto, desde su ambientación a sus actuaciones, aunque la más floja quizás resulte Keira Knightley, y eso que hace una de sus mejores interpretaciones para lo que nos tiene habituados, pero el guión no termina de desarrollar su atrayente personaje, dando prioridad a los protagonistas masculinos.
Es de agradecer que un director opte por un cine más verbal que visual. La mayoría de los directores actuales temen los diálogos, no saben articular un texto como en antaño hicieran Joseph L. Mankiewicz, William Wyler o Richard Brooks entre otros, quizás porque no sean tan lectores o estén desvinculados del teatro, que es de donde procede la propuesta del guionista, Christopher Hampton.
Quizás como resultado quede una película desangelada, que no distante, donde Cronenberg no nos deja ni la más mínima mella al acabar de verla y eso sí que nos resulta llamativo.
Espero que para la siguiente, y aunque vaya a ser una multinacional su distribuidora, siga siendo el autor al que habitualmente nos tiene acostumbrados. Y, por cierto, algo mínimo que me ha chirriado han sido los rótulos finales donde relatan eso de “qué fue de los protagonistas”. Me temo que es algo anacrónico y más adecuado para un telefilme que se base en una “true story” que para una película supuestamente seria. Si hubiera sido necesario el guionista debió contarlo y sino, para los tiempos que corren, quien quiera informarse que recurra a Internet, pero concluir así una película en pleno siglo XXI me parece una gran falta de imaginación, o al menos impropio de su director.
Maggie Smee
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