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España España · TOLEDO
Críticas de MAFALDA
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Críticas 151
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
13 de diciembre de 2015
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pelo rizado, mirada directa, ademanes pausados…. Si algo podemos decir de ese Tom, “ni un seductor Mañara, ni un Bradomín ha sido, ya conocemos su torpe aliño indumentario”, en palabras de Machado, es que se trata de un hombre “en el buen sentido de la palabra, bueno”. Incluso en su papel del asesino a sueldo Michael Sullivan en la fantástica “Camino a la perdición”, de Sam Mendes, cine negro del mejor, su parte buena acaba imponiéndose a la mala cuando a la lealtad inquebrantable que profesa a su jefe antepone, sin dudarlo, su papel de padre.

La historia está basada en hechos reales.

Años 50. El mundo dividido en dos bloques. Guerra Fría. A James Donovan, abogado especializado en seguros, le encargan representar a un espía ruso capturado en suelo americano. Confundido con la propuesta pronto le aclaran que, haga lo que haga, el detenido será declarado culpable por lo que su trabajo únicamente consistirá en demostrarle al mundo que en Estados Unidos hasta el hombre más despreciable tiene derecho a contar con una buena defensa. Pero su firme creencia en la ley y la justicia, su perseverancia y su resistencia al desaliento, que le harán ganarse el odio de sus compatriotas por no entender ni compartir su empeño, terminarán convirtiéndolo en negociador de la CIA para un intercambio de prisioneros con la U.R.S.S.

Tom Hanks no empezó a contar como actor hasta 1993, año en el que rodó “Philadelphia” a las órdenes de Jonathan Demme y su papel de Andrew Beckett, un homosexual enfermo de SIDA, le hizo ganar su primer Oscar. El segundo le llegó al año siguiente por “Forrest Gump”, de Robert Zemeckis, donde el enorme corazón de Tom ya se dejó sentir en todo su intensidad: “la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”.

Gracias a la franqueza con la que interpreta Hanks humaniza a sus personajes de tal manera que siempre consigue traspasar la pantalla y empatizar con el espectador. ¡El tío cae bien!

A esa cualidad tan suya le debemos que, durante los ciento treinta y cinco minutos que dura, “El puente de los espías” (en la que no hay carreras, explosiones, ni tiros) esquive al aburrimiento, mantenga la tensión y emocione.

Con música de Thomas Newman (“Revolutionary Road”, “American Beauty”, “Skyfall”), Ethan y Joel Coen en el guión, Tom Hanks como protagonista y Steven Spielberg (en una de sus obras comprometidas y serias) como Máster Chef, era imposible que no saliera un plato digno de un cinco estrellas Michelin.

Atmosferas muy logradas para transmitir formas opuestas de entender el mundo.

Gente normal, con sus miedos e inseguridades, que clama en silencio: nunca fuimos héroes.

Película sin estridencias, casi circunspecta.

Poco apasionada, pero muy apasionante.

Cine con un halo de cotidianidad y tristeza.

Cine clásico.

¡Buen cine!
MAFALDA
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10
26 de noviembre de 2015
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ya casi he olvidado el sabor del miedo. Hubo un tiempo en que oír gritos nocturnos hubiera congelado mis sentidos, y mi piel se habría emblanquecido con cualquier historia de terror. Ya estoy saciado de atrocidades. El horror, tan familiar para mis criminales pensamientos, ya no me sobresalta”.

Cuando una película tiene tanta fuerza visual que, pase lo que pase a tu alrededor, te resulta imposible despegar los ojos de la pantalla, intentar resumirla con palabras se hace harto difícil.

“La cabecera es la mejor que he visto en mi vida. Un prodigio estético. Una sucesión de impresionantes imágenes superpuestas que cuentan por sí mismas la historia. Una fotografía inquietante, sórdida, atrayente, acompañada de las voces de Brett y Rennie Sparks, The Handsome Family, que parecen sacados directamente de la serie, autores de “Lejos de cualquier camino”.

El párrafo que les acabo de reproducir corresponde a la reseña que escribí hace tiempo para la Revista Calibre 38, dedicada al género criminal, de “True Detective” cuya fotografía ayudó a convertirla en una serie de culto. ¿Por qué les cuento esto? pues porque el responsable de esa fotografía es el australiano Adam Arkapaw, el mismo a quien tenemos que agradecer el magnetismo visual que desborda este impresionante “Macbeth”.

Justin Kurzel (director australiano del que no había oído hablar hasta hoy) adapta esta tragedia shakesperiana sin sentirse en absoluto amilanado por el hecho de que tres de los grandes antes que él (Orson Welles, Roman Polanski y Akiro Kurosawa) la hubieran llevado al cine. No he visto las otras, pero les aseguro que esta es magnifica.

Michael Fassbender, que con “12 años de esclavitud”, “Jane Eyre” o la impresionante “Shame” ha demostrado con creces ser el mejor actor masculino del panorama actual, nos da una clase magistral sobre el significado de la palabra tragedia. Es tal la intensidad de su interpretación que tu desasosiego aumenta al mismo ritmo que su locura… pero tu congoja y tristeza continúan haciéndolo una vez acabada la película.

Seducido por las promesas de gloria y triunfo de las fatídicas, brujas que aparecen y desaparecen entre la niebla, asistimos a la angustiosa transformación de un hombre bueno y leal en un monstruo. Solo con sus ojos, sin apenas diálogo, Fassbender nos hace testigos de la muerte de todo aquello que hace humano al hombre a manos de la ambición; de la paulatina degradación del alma. Un retrato del oprobio, la ignominia y la vileza, tan soberbio, tanto, que Oscar Wilde no hubiera dudado en reclamar su autoría.

“¡Mi mente está llena de escorpiones, amor mío!”, clama Macbeth, y las lagrimas que acompañan ese grito nos convierten en compañeros inseparables de su dolor. Porque si algo logran actor y director con esta representación es que, por sanguinario y cruel que se torne el diabólico príncipe, jamás te plantees dejarlo solo en su largo y tortuoso camino hacia la destrucción. Con la piel erizada, compartes su desvarío, compartes su tormento y, llegado el momento de su muerte, lloras por él.

A su Lady Macbeth (¡impresionante Marion Cotillard!), la amante, la esposa, la compañera. Cómplice en el crimen (“¿Cuál fue la bestia que te hizo proponerme todo esto? Eras un hombre cuando te atrevías y más hombre serías, mucho más, si fueses aún más de lo que eras. Yo he dado mi leche y sé cuán tierno es amar al ser que se amamanta; pues bien, en ese instante en que te mira sonriendo habría arrancado mi pezón de sus blandas encías y machacado su cabeza si lo hubiese jurado como lo juraste tú”), y decidida a que él no desfallezca (“lo que está hecho, no puede deshacerse”), compartirá su aciago destino: “Hemos herido la serpiente pero no le hemos dado muerte; volverá a revivir y a ser la misma; que la maquina del mundo se descuartice, que cielo y tierra sufran antes que comer con miedo y que dormir con la aflicción de estos horrendos sueños que nos agitan en la noche; mejor estar con los que han muerto, a quienes para obtener la paz a la paz enviamos, que dormir con la mente atormentada en un delirio que no para”.

Una dirección sorprendente, una fotografía impactante, unas interpretaciones de Oscar y una TRAGEDIA, con mayúsculas, que te encoge el corazón y te remueve las entrañas.

Mi gratitud a la organización del CIBRA, 7º Festival del cine y la palabra, por habernos dado la oportunidad a los toledanos de disfrutar del preestreno (en el resto de España se estrena el 25 de diciembre) de ésta que, para mí, es sin duda la mejor película de 2015.

(Crítica publicada en el DCLM y en el Porvenir de CLM).
MAFALDA
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5
6 de noviembre de 2015
66 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
No seré yo quien, premios incluidos (Concha de Plata al Mejor Actor, compartida, para Ricardo Darín y Javier Cámara en la 63 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián), contradiga a público y crítica cuando cuentan, y no cesan, las excelencias de "Truman". Independientemente de cuál haya sido mi experiencia con ella, nada más lejos de mi ánimo que tratar de convencer a nadie de que es una mala película. Al contrario, creo que hay que verla porque estoy segura de que, dependiendo de la propia experiencia vital, a unos conmoverá sobremanera mientras que a otros, como me ha ocurrido a mí, puede que les deje indiferente.

Julián (un actor argentino que vive en nuestro país) y Tomás (matemático en Canadá) son dos amigos de la infancia que, a propósito de la enfermedad del primero y tras años sin verse, se reencuentran en España para pasar cuatro días juntos en los que rememorar viejos tiempos y formalizar su despedida.

Con esa halagüeña premisa, lo primero que me chirría es el empeño colectivo en catalogar esta película como comedia dramática, comedia intimista o comedia a secas. Hay algún momento que yo encuentro surrealista (como preguntarle al veterinario de qué manera se puede ayudar a un perro a afrontar la pérdida de su amo), hay simpáticos desayunos en barras de clásicos cafés de ciudad y, a ritmo de viejas canciones que te hacen añorar los años de la dulce y despreocupada juventud, hay noches de farra y colegueo en acogedores locales de ese Madrid que nunca duerme. Pero diversión y risa…

Están ellos, los dos protagonistas de la historia: un Javier tan contenido, tanto, que Ricardo, sin apenas esforzarse, prácticamente lo borra de los planos que comparten. Porque si algo destaca en Darín, porteña y ronca voz aparte, son sus maravillosos ojos: tiene una manera de mirar tan sugerente, tan intensa, tan rica en emociones y matices que no puedes evitar preguntarte si en la vida real alguien te ha mirado así.

Pero no es suficiente.

¿Qué cuál es el problema?

Considero que "Truman" es un drama naíf sobre la enfermedad y la muerte que yo, sencillamente, no me creí.

Sin apenas lagrimas que te impidan ver las estrellas, hay un enfermo terminal que nunca flaquea, el amigo de siempre al que no ves nunca pero que acude a darte el último adiós, una ex mujer enrollada dispuesta a ayudar cuando hace falta, un viajecito a Ámsterdam para visitar al muchachote que está de Erasmus y que sabe que su padre se muere pero finge no saberlo, un perro con nombre muy literario en busca de un nuevo hogar, cogorzas que terminan durmiendo con las manos entrelazadas y una prima cuyas quejas y reproches (todos vienen o van y solo ella permanece fija y fiel al lado del enfermo) son el único bocado de realidad en esta cinta que peca, para mi gusto, de exceso de buenrrollismo.

¡Considero que este Truman necesita más de un Capote para resultar convincente!

¿Quieren credibilidad?

Así es la muerte: "Vivía deprisa como un mecanismo de reloj que se estropea, franqueaba al galope las edades que no le era concedido alcanzar en el tiempo, y durante las últimas veinticuatro horas se convirtió en un anciano. La debilidad de su corazón le producía una hinchazón en el rostro, lo que daba la impresión a Hans Castorp de que la muerte debía ser, por lo menos, un esfuerzo muy penoso, a pesar de que Joachim, gracias a los frecuentes eclipses de su conciencia, no parecía darse cuenta. (…) Más de una vez dijo cosas de doble sentido. Parecía saber y no saber. (…) Luego su actitud se hizo distante, severa, inabordable, incluso incivil; no se dejaba impresionar por ninguna ficción ni por ningún paliativo, ni contestaba; miraba ante él con aire ausente. A las seis de la tarde manifestó una manía chocante. Con la mano derecha, cuya muñeca se hallaba más ceñida por un pequeño brazalete, se frotó repetidas veces la región de la cadera, elevando un poco la mano y luego arrastrándola hacía él, sobre la colcha, con un gesto de rascar, como si atrajese o recogiese algo. A las siete murió. (…) Los ojos giraron, la inconsciente tensión de sus facciones desapareció, la penosa hinchazón de los labios se desvaneció rápidamente, y el mudo rostro de nuestro Joachim recobró la belleza de una juventud viril. Todo había terminado".

Así es la pena: "(…) Fue Hans Castorp quien, con la yema del anular, cerró los párpados de aquel que ya no tenía respiración ni movimiento, y fue él quien unió suavemente sus manos sobre la colcha. Luego Hans Castorp lloró, dejó resbalar sobre sus mejillas las lágrimas que habían quemado al oficial de la marina inglesa, ese líquido claro que mana en todas partes del mundo tan abundante, tan amargamente y a toda hora, hasta el punto de que se ha dado al valle terrestre un nombre poético que recuerda ese producto alcalino y salado de las glándulas, que el trastorno nervioso de un dolor que nos traspasa tanto el dolor físico como el moral arranca a nuestro cuerpo".

Así lo dejó escrito para las generaciones venideras Thomas Mann.

¡Muy duro, lo sé!
MAFALDA
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8
26 de octubre de 2015
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Con permiso de Stanley, Ridley Scott sigue siendo (perdón por la expresión) "el puto amo" en esto de la ciencia ficción. Cuando eres el director de "Blade Runner" y "Alien", dos de las películas que reputados científicos (fervor del público aparte) han mencionado en más de una ocasión como destacadas e incluso inspiradoras para sus respectivas áreas de estudio, es difícil desbancarte del primer puesto en este género

No obstante hasta los mejores patinan de vez en cuando, baste recordar ese “Prometheus” que nos regaló en 2012 y que, siempre a mi juicio claro está, podría habernos ahorrado. En esa ocasión Ridley se centró tanto en la impresionante puesta en escena, con paisajes y atmósferas de enorme poderío visual, que se olvidó del contenido. El resultado fue algo así como un regalo que te cautiva por su envoltorio colorido y original pero que, cuando abres, está vacío. Ni siquiera supo aprovechar el potencial de los actores. Si, como propuse en su día, hubiera reprogramado a David, robot interpretado por Michael Fassbender, como “unidad de placer" (unhmmm), al igual que la replicante a la que interpreta Sean Young en "Blade Runner", la película hubiera sido un éxito, sobre todo entre el público femenino, porque gracias a la maravillosa “Shame” a todas nos consta que para ese menester a Fassbender méritos le sobran.

Con “The Martian” Ridley, que no ceja en su empeño de trasladarnos a mundos futuros, esta vez nos conduce hasta el planeta rojo a quien presta su imagen carmesí el espectacular Wadi Rum, un valle desértico al sur de Jordania. Durante una misión tripulada a Marte, Mark Watney, astronauta y botánico, tras una fuerte tormenta es abandonado por su compañeros que lo creen muerto. Solo, con escasos recursos, debe sobreponerse a la desesperación y recurrir a toda su fortaleza mental, inteligencia e ingenio para tratar de sobrevivir a la espera de un rescate.

Nos enfrentamos a la peripecia vital de este naufrago espacial que carga sobre sus hombros el grueso del metraje de la película con la difícil tarea de mantener la atención del público con su casi única presencia. ¡Y lo consigue, vaya si lo consigue! Pese a estar arropado desde Huston (ese lugar al que, ya saben, siempre se llama cuando tenemos un problema) y otros lugares del mundo por un eficaz elenco de actores (Jessica Chastain, Kate Mara, Chiwetel Ejiofor o Sean Bean), es la presencia y el buen hacer de Matt Damon lo que consigue que durante casi dos horas y media, te rías, te emociones, y hasta bailes, con una maravillosa película que aúna ciencia, aventura, humor, sentimiento y espectáculo, de una manera perfectamente sincronizada, todo ello al ritmo de clásicos irrepetibles de la música disco como “Hot Stuff” de Donna Summer, “Waterloo” de Abba o “I Will Survive” de Gloria Gaynor, una de mis canciones favoritas.

Puede que, en ocasiones, les parezca que peca de un exceso de optimismo difícil de justificar cuando crees que el mundo te ha olvidado y que tu destino, como el de todos, es la muerte pero antes de lo que te tocaba. Yo supongo que una característica que se debe tener en cuenta en la selección de los futuros astronautas es su capacidad de resistencia tanto física como mental; igualmente supongo que parte fundamental de su adiestramiento será el comprender y asumir que existe el riesgo de no regresar a la Tierra. Si damos eso por supuesto, el proceder lógico es, como afirma el protagonista, no pensar y dedicar todas tus energías a ir resolviendo, uno a uno, los problemas que se te vayan planteando. Además, ¡que coño!, tampoco viene mal unas dosis de esperanza y confianza en la condición humana ¿no les parece?

La película sin aturdir al personal con un exceso de teorías o conceptos astronómicos, matemáticos o físicos (aprende Christopher Nolan) resulta instructiva pero, sobre todo, resulta muy entretenida.

Y es que si hay algo que nunca, nunca, olvida Ridley Scott cuando rueda ciencia ficción es la importancia del factor humano.... por eso en sus películas hasta los robots tienen alma:

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
MAFALDA
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3
18 de septiembre de 2015
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corría el año 1964 cuando Anacleto (mi nombre es Cleto, Ana Cleto), el más elegante espía patrio, salía por primera vez de su anonimato y se dejaba ver en la revista “Pulgarcito”.

Moreno, pelo negro, flequillo rebelde incluido, nariz alargada, impecablemente vestido, nunca sin su pajarita. En lugar de vodka Martini “agitado, no revuelto”, un sempiterno cigarrillo en la boca que no le abandona ni en sus peores momentos.

Enfrente el malvado Vázquez, alter ego de Manuel Vázquez Gallego el creador del personaje, empeñado en hacérselas pasar canutas a nuestro 004 (le falta mucho para ascender a 007), ya sea en mitad del desierto o en el Baix Empordà.

Tras años sin saber de él, nuestro agente reaparece, peinando canas, para trasladar de celda a su archienemigo a quien encerró hace 30 años. Vázquez, gracias a un cutre plan y unos esbirros más cutres aún, logra escapar jurando vengarse de Anacleto & Son.

Así, de golpe y porrazo, Adolfo, un treintañero pelín vago, sin ambición, que nunca encuentra el momento para sacarse el carnet de conducir, se entera de que su padre, a quien siempre ha visto como un cabrón butifarrero en realidad es un cabrón, sí, pero espía. Sin apenas tiempo para asumirlo, la masía familiar se convierte en un campo de tiro donde disparas, aunque no apuntes, o te disparan. Se forma tremendo cisco en Casa Tarradellas y es entonces cuando se supone que se desata la acción delirante, las situaciones cómicas, descacharrantes… pero no se escucha ni una sola risa en la enorme sala. ¡Mala señal!

Todo parece forzado. Te sientes empujado hacia una carcajada que nunca llega a producirse. Gags gastados, chistes fáciles, actores a los que estamos hartos de ver hasta en la sopa (como Eduardo Gómez Manzano) en papeles repetitivos y una acción que transcurre siempre a medio gas. Ni siquiera la vena cómica de Quim Gutiérrez (que la tiene) ni cómo le sienta el esmoquin (que le sienta de maravilla) son suficientes para salvar la situación. Falta guión, guión y guión.

La película es simplona, nada cachonda, floja, muy floja, y no puedo entender cómo, a diferencia de “Un día perfecto”, de León de Aranoa, el común de los críticos parece considerarla algo digno de ver.

Sigo pensando que en España nos pierde el empeño en seguir haciendo comedietas, sin pizca de gracia, que lo único que consiguen es zancadillear el trabajo que desde otros géneros, como el de terror o el thriller policiaco, están haciendo diferentes directores para devolver a nuestro cine el reconocimiento que merece y que nunca debería haber perdido.

Lo único que mereció la pena fue que, entre la insoportable cantidad de anuncios que nos colocaron al principio (¡luego dicen que cada vez va menos gente al cine!), pudimos verle a él, al inigualable, al guapísimo, al autentico 007, es decir Daniel Craig, en el tráiler de “Spectre”, la vigesimocuarta película de James Bond, dirigida nuevamente por Sam Mendes.

¡Esa sí que no pienso perdérmela!
MAFALDA
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