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La vida inesperada

Comedia. Drama. Romance Juanito es un actor que fue a Nueva York a triunfar. Los años han pasado, no ha conseguido el éxito que esperaba, y ahora se gana la vida trabajando en lo que puede. Un día llega a visitarle su primo, aparentemente un triunfador que tiene ‘todo lo que uno espera tener’. Sin embargo, la convivencia entre ambos irá descubriendo la realidad que hay detrás de cada uno de ellos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
3 de mayo de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inesperado tropiezo es el que vas a encontrar, decepción engañosa que no ayuda a apreciar la grandeza de lo manisfestado!!! Porque vas buscando una comedia divertida, momentos de humor y diversión desanfadado y, sin embargo, encuentras una historia humana, tierna y cálida, de mucho sentimiento e ilusión, amor a raudales que busca cobijo en un disponible corazón que salga a su encuentro; supervivencia por la vida soñada, coraje del riesgo de vivir, valentía de perseguir tus sueños, honestidad de afrontar lo que la existencia te da, resistencia y dureza ante lo hallado, comprensión y valor ante lo inesperado, imtimidad suave y exquisita, sinceridad manifiesta en un relato pausado y lento, de gran expresividad afectiva, fuertes emociones ante la elección de una realidad acorde a la felicidad deseada. Cuidado con lo que deseas no se haga realidad, cuidado de lo que huyes no te vaya a encontrar!!!; serenidad ante el hallazgo más importante de tu vida, franqueza de rechazar una realidad inexistente, ensoñación amarga que no aporta la felicidad deseada. Dos expresivas y contundentes interpretaciones -excelente, una vez más, Javier Cámara- para un relato que, a pesar de su emotividad y esencia sensitiva -o quizás por ello-, alma humana revelada sin filtro alguno, no acaba de tener el ritmo deseado, resulta perezosa y poco efectiva, falta de movimientos más productivos y diálogos más amenos que enganchen al espectador de forma continua y no con un intermitente ir y volver que no satisface completamente. Con la burrada de traducir la parte inglesa -negando todo encanto a la manifestación de las emociones de los personajes- te encuentras ante el dilema de admitir la sensibilidad y emotividad del filme visionado pero, a la vez, no ser lo deseado ni lo buscado, ínfima eficacia y mínima eficiencia ante una historia que merece mejor valoración; un reconocimiento consciente -racionalmente pensado y construido- pero una pérdida emocional inevitablemente sentida, dictadora sentencia de un alma que no siente ni se emociona lo que debería; difícil exprimir la riqueza y abundancia de su contenido dada la sorpresa inicial del encuentro repentino, dada la inesperada vida relatada. Buena fotografía urbana

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
lourdes lulu lou
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3 de junio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida inesperada, segundo largo de Jorge Torregrossa, con guión de Elvira Lindo, deja mejor sabor de boca de lo que nos temíamos. Para esta historia de dos primos que se reencuentran en la ciudad de las oportunidades por excelencia, Nueva York, centrada en remarcar las bondades del individuo y en hacer hincapié en la tragedia personal que puede suponer madurar de golpe y porrazo y entender que aquello por lo que tanto luchabas jamás llegará a ser un sueño hecho realidad, Torregrossa parece haberse chutado de lo mejorcito de la comedia dramática norteamericana, con Frank Capra como referente espiritual y el clasicismo de Rob Reiner y Nora Ephron como probeta donde operar. La mezcla les sale bastante bien a Lindo y Torregrossa, significando para ambos La vida inesperada un cambio de signo bastante elocuente de la madurez y la experiencia adquiridos, proporcionando al espectador un producto de sólido andamiaje, sin costuras, perfectamente equilibrado en su mezcla de comedia y drama, que genera una película verdaderamente amable y deliciosa, tan apta para la taquilla como podría serlo cualquier producción norteamericana de la misma índole, a las que ésta tiene poco que envidiar, en su factura y su puesta en escena, principalmente, por no hablar de la magnífica música compuesta por Lucio Godoy y Federico Jusid, pero también en el alcance de su sensiblera narración.

El problema en La vida inesperada es que no logra superar a sus bien reconocibles referentes y puede ser tildado de una copia españolizada de la típica comedia edulcorada y con moraleja hecha en Hollywood. Eso es porque, si bien Torregrossa y Lindo han absorvido de una forma bastante precisa y ejemplar todas las virtudes de ese género en sí mismo, también han dejado colarse en su criatura sus más acérrimos defectos. A La vida inesperada le falta algo de acidez, un punto de mala uva o, simplemente, costumbrismo que la ubique como una película de identidad claramente española y no por ser patriota, sino porque a lo largo de su metraje el humor que mejor le funciona a la cinta es precisamente el más autóctono (el personaje de la madre a la que da vida, en permanente videoconferencia, una enorme Gloria Muñoz). En La vida inesperada se desperdicia mucho el juego que podría haber dado la relación de opuestos de los dos protagonistas, que podría haber generado una especie de homenaje a otra grande de la comedia americana, La extraña pareja (The Odd Couple) (1968), de Gene Saks, y se peca además de ofrecer una visión absolutamente ilustrativa y, por momentos, idealizada de la vida de un extranjero en la capital del mundo, por mucho que las penurias de la misma se dialoguen a menudo entre los personajes. A su favor, de nuevo, La vida inesperada obsequia dos encantadoras interpretaciones de su pareja protagonista, un conmovedor Javier Cámara y un modélico Raúl Arévalo, además de permitir a Carmen Ruiz lucirse a gusto en un papel francamente mágico. Eso, y un cameo de nada menos que Maribel Verdú.
Juanma
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11 de abril de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta Jorge Torregrossa (al que hasta ahora, no conocía) y la guionista Elvira Lindo, crean una comedia dramática y a la vez agridulce como la vida misma, una película interesante por su humanidad y sencillez. Lindo vuelve después de un tiempo alejada del cine, con ese toque tan especial que le ha caracterizado a la hora de captar con humor e inteligencia las pulsiones del momento en que vivimos. Por su parte, Torregrossa filma con precisión y ternura la grisácea vida cotidiana de dos españoles en Nueva York, ciudad por supuesto, inspiradora de todo tipo de historias. En esta ocasión, dos primos que se reencuentran para convivir durante un mes en un mini apartamento de la "gran manzana".

“La vida inesperada” recoge en imágenes las inseguridades y tensiones vitales que recorren a una serie de personajes en crisis en un mundo que parece desmoronarse a su alrededor y le aporta una sensibilidad diferente a la hora de acercarse a ellos y a sus miserias cotidianas, desde la idiosincrasia hispana, pero introduciendo influencias de la comedia norteamericana de raigambre clásica, no en vano, el cineasta y la guionista han vivido bastante tiempo en la ciudad de los rascacielos. De este modo mezclan la visión cosmopolita e imponente de la ciudad que nunca duerme con las tribulaciones de dos parias que intentan sobrevivir como pueden.

Uno de ellos es Juanito (un Javier Cámara excelente) que se trasladó allí buscando una oportunidad como actor. Muchos sueños por cumplir y gran empeño en alcanzarlos, mientras malvive en el teatro amateur y otros trabajos poco gratificantes, inasequible al desaliento, alberga la esperanza de que le llegue su ocasión. Por otro lado, su primo Jorge de Alicante (impecable Raúl Arévalo) un tipo de éxito profesional y personal, busca el apoyo de Juanito para abrirse a nuevos horizontes. Ambos totalmente diferentes pero en el fondo, se admiran y se envidian en silencio. Y de ahí surge la relación que ocupa el grueso de la trama, un estimulante choque, entre diferentes visiones y expectativas de encarar un incierto futuro.

Una película muy digna y amena con dos actores soberbios que lo bordan, perfectamente compenetrados tanto en los momentos cómicos como en los momentos más oscuros. Un film que reflexiona sobre los miedos más profundos a no alcanzar los objetivos propuestos, al compromiso, a hacerse mayor y dejar atrás una juventud en la que todavía todo era posible, a perder las posibilidades que te ofrece el destino, a desconocer cómo encarar los reveses y los retos, y lo más importante, a tomar decisiones.
Antonio Morales
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27 de abril de 2014
14 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de esas películas que te terminan poniendo de mal humor, porque no concibes que nadie del equipo que ha perpetrado este bodrio haya tenido un ramalazo de sentido común y haya dicho: parad, parad, que esto no hay quien lo vea.

Desde luego, a no ser que te apetezca hacer algún favor a la industria del cine en España, lo cierto es que hay pocas perspectivas ya de entrada para acercarte a verla a una sala. El argumento no llama demasiado la atención, y efectivamente así se desarrolla: dos primos (se pasan el rato llamándose "primo" el uno al otro) uno supuestamente triunfador (?) y el otro buenrrollista pelmazo, coinciden unos días en la casa en Nueva York de este último. Y ahí, en la convivencia, salen los fantasmillas y realidades de ambos. Bueno, bah. Tampoco es demasiado excitante.

Sin embargo lo peor viene cuando intervienen los roles femeninos. Historias sin ningún atractivo, actrices carentes de solvencia (horrible la sonrisa conejil de Carmen Ruiz, o la cara bobalicona de la tal Tammy) finales tontos y hasta doblaje que no encaja... Eso sí nada incomparable al estomagante Cámara, cuyo personaje ya de por sí es el clásico plasta que pretende sentar cátedra hasta cuando se dirige al WC, pero él lo dota de una mayor pedantería, si es que cabe. Vamos, infumable. Quizá lo único que se salva es alguna conversación con la madre por la webcam.

Deberían pagar por tener el cuajo de entregar casi dos horas de la vida en contemplar semejante coñazo.
Francie
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9 de noviembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que este drama tragicómico o comedia dramática, como queráis, tenga mucho que ver con la famosa canción de Concha Piquer dedicada a todos los emigrantes, a no ser porque tienen en común la ciudad de Nueva York y unas almas que han quedado divididas, almas que, si alguna vez sintieron el espejismo de la plenitud, ésta se rompió en pedazos y cada fragmento estaría condenado a jurar lealtad a un bando distinto. Con lo cual ya nunca pertenecerían por entero a ningún lugar. Esta manía que tenemos de poner fronteras en tantos sentidos convierte a muchos en apátridas no sólo geográficos.
Y también viene un poco a cuento el título porque es curioso que dos primos que de niños jugaban juntos necesiten cruzar el charco y alejarse miles de kilómetros para encontrarse otra vez y comenzar el proceso de reconocerse de verdad. En tierra extraña. Tan lejos de sus madres, de los roces (buenos y malos) familiares, de los prejuicios del que no ve lo que tiene delante precisamente por eso, por tenerlo justo delante. El tiempo y la distancia te dan perspectiva, te permiten ver lo que antes no veías con la cortedad de vista que nos caracteriza. Y es que cuando pasas todos los días rutinariamente por la misma calle dejas de fijarte en ella; tienes que marcharte para volver a evocarla en todos sus detalles, pararte a mirarla con ojos nuevos.
Por otro lado, el salto generacional es muy pronunciado entre las madres nacidas poco después de la Guerra Civil y los hijos nacidos en los setenta. Pero algo que deben de tener en común casi todas las madres del mundo será lo de creer a pies juntillas que sus propios hijos son mejores que el resto de la humanidad. Les encanta presumir entre ellas y se envidian secretamente las unas a las otras, aunque no lo admitirían ni a un pie de la tumba.
Y entre tanto sus niños, que ya han crecido lo suficiente para haber huido de ese modelo idealizado en el que la mayoría jamás ha encajado, marchan a trancas y a barrancas en esta época de crisis, con esa presión que a partir de cierta edad se cierne como un nubarrón, anunciando que ya llega el momento de tener un trabajo estable, hipoteca o alquiler, alguien con quien casarse, hijos antes de que se pase el arroz y lo típico de cuando uno entra en la edad en la que de pequeño se creía que ya todo estaría encarrilado. Pero qué va. Nuestra generación de los setenta y ochenta sigue dando tumbos.
Juanito tenía un sueño, quería ser actor, no ser vendedor como su padre. Por eso se fue a Nueva York. El reclamo de Broadway destellaría como un faro en la oscuridad que Juanito no llegó a alcanzar por más que remara. Así que tuvo que resignarse a ser otro pluriempleado anónimo que paga un riñón por vivir en una ratonera con escalera de incendios.
Él, que planea sobre un fracaso que aún no acepta, siempre ha envidiado a su primo, el que se mudó a Alicante y que encontró un buen empleo y se ha prometido con su novia, su primo que tiene la cabeza sobre los hombros y es de esos tíos con suerte a los que da ganas de abofetear de pura injusticia.
El primo viene a Nueva York, a restregarle su buena estrella por los morros, piensa Juanito. Pero nada más lejos de la realidad. Porque el primo le va a dar una lección de cariño, humildad y buena voluntad. Porque es tan cierto lo de que uno se obceca con el bulo de que otros viven mejor, que son más felices, que viven más aventuras, que tienen más agallas, en suma, que el jardín del vecino es más verde que el nuestro.
Porque no imaginarías que alguien podría admirarte cuando eres un pobre diablo con la lengua fuera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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