Los amantes de Montparnasse

Gran película, algo idealizada, pero no mucho, sobre los últimos años de Modigliani. La realidad fue aún más trágica.
La ambientación, la interpretación de todos, pero principalmente de Gerard Philipe -un grande hoy muy olvidado- la complacencia en los cuadros, únicos, del pintor, hacen de esto una delicia continua. Los primeros planos son excelentes, poniendo al espectador ante la angustia de Modigliani, una mezcla de su afán de pureza de arte y sus vicios.
Una invitación a revisitar el cine francés de los cincuenta, cuando se hicieron muchas cosas buenas luego algo oscurecidas, sin razón, por la "nouvelle vague" que, salvo algunas cosas muy buenas, abundó en un cine pretencioso y bastante artificial.

En el año 1958, Jacques Becker (1906-1960) ofreció al cine "Los amantes de Montparnasse", venía de rodar "París, bajos fondos" (1952), o la carismática "Las aventuras de Arsenio Lupín" (1957). Antes de iniciarse en el cine, fue tentado por la tradición paterna como administrador, más tarde como actor, ni una ni la otra cosa le llenaba tanto como su afán por visualizar la agudeza social, su entorno y el tratamiento cinematográfico de los personajes y de su conjunto.

Fue al conocer a Jean Renoir y poder trabajar a su lado como ayudante de dirección, lo que definitivamente le encauzó al mundo de la dirección. En su forma de hacer cine de estilo libre y de realismo social, trabajaron con él actores como Jean Gabin, Simone Signoret, o Fernandel. Jean Becker dejó para la historia del cine una más que interesante propuesta cinematográfica.

Casualidad o no, los actores Gérard Philipe (Amadeo Modigliani) y Lilli Palmer (Beatrice Hastings) ambos con un largo bagaje interpretativo en el teatro y de solida formación, asumieron y se complementaron en los roles de displicencia y perdedor compulsivo él; de "mecenas" y suministradora de pequeños vicios humanos ella. Lino Ventura (Morel) es el malvado y calculador marchante mensajero del desastre que augura su rol.

El amplio elenco de intérpretes, entre otros: Arlette Poirier (Lulú), Robert Ripa (Marcel) o François Jove (comisario) completan una bohemia enmarcada en la ensoñación de la creación artística entre vasos de vino, chulos, consentidas, perdedores, eternos buscadores de fama y fracasados supervivientes sociales en el barrio más colorido, multicultural y polifacético de París, Montparnasse, donde a pesar de los numerosos contratiempos se procura no perder la alegría de vivir.

El blanco y el negro ayudan a la dramatización de una historia plagada de irrealizables deseos adornada con el destino fatal que al parecer es lo que en este tipo de narraciones justifican su existencia y donde dos destacados personajes: Lila Kedrova (Anna Zborowsky) y Anouk Aimée (Jeanne Hébuterne), un personaje creíble, carismático y compasivo entorno al cual se desarrollan los acontecimientos que le llevará a conseguir metas y propósitos buscados por ella y por Modigliani, donde a pesar de las mentiras y los indolentes intereses del marchante, este, siempre supo ver al artista.

Excelente biopic de Jacques Becker sobre el pintor Amedeo Modigliani, ahondando en la dificultosa vida de los artistas incomprendidos en el París de principios del siglo XX, concretamente en el bohemio barrio de Montparnasse.

"Modi", como le llaman en su círculo íntimo, es un pintor que malvive en un desordenado cuartucho del que su mejor amigo, marchante de arte, se encarga del alquiler. El artista francés es presentado como un hombre de excesos, indisciplinado e inestable, en ocasiones violento y alcohólico, que encuentra en una rica inglesa una mujer que le pague sus facturas y le proporcione opio. Para poder sobrevivir intentará malvender sus cuadros, muchas veces sin éxito alguno, ahogándose en el alcohol para evadirse de su monótona y penosa trayectoria. Su vida consiste en emborracharse de bar en bar sin ningún tipo de objetivo, esperando que otros le paguen las deudas que va dejando por el camino. Un día conocerá en una academia a Jeanne, una joven burguesa de la que se enamora perdidamente y que a partir de ese momento le hará replantearse su vida, intentándose alejar de esa vida desenfrenada que llevaba hasta la fecha, aunque finalmente la miseria y el hambre se apoderan de su trastocada mente.

El filme del cineasta galo es honesto, pero tremendamente pesimista, dejando en el espectador una sensación amarga. Con este trágica obra cinematográfica, Becker trata de mostrarnos la imperiosa necesidad del artista de ser comprendido en la vida, buscándole un sentido a su pobre existencia. En la película percibimos un mayor interés por enseñar la parte más sombría del genio, el drama personal del artista, mostrándonos sus momentos más angustiosos y violentos, y prácticamente no vemos representada la obra de Modigliani. El director francés hace gala de una sobria puesta en escena, firmando uno de los finales más crueles de la historia de cine, con un Lino Ventura que interpreta a un carroñero comprador de cuadros.

El autor de "Le trou" demuestra una vez más por qué merece estar sin lugar a dudas entre los grandes del cine francés.

Ya se ha dicho mucho sobre este clásico y seré breve: una de las películas más hermosas y duras que haya visto jamás. La trama es una absoluta tragedia y una comedia a partes iguales, tal como lo fue la vida de Modigliani.

Con unas actuaciones estupendas, una fotografía, dirección y música excelentes, estamos ante una película con una inmensa carga de sentimentalismo y emociones encontradas. Los personajes están muy bien construidos, en especial el personaje de Amedeo Modigliani, interpretado magistralmente por el galán Gérard Philipe, que desde el primer minuto irradia un aura de malditismo y fracaso propio de la historia de vida del pintor. Anouk Aimée y Lili Palmer están espectaculares en sus roles, sumando a la trama dos personajes tan interesantes y complejos como el primero.

El Paris de los años 19 y 20 está muy bien retratado. Los cafés, los salones de arte, los bares, la música, los espacios de sociabilidad intelectual, el ambiente bohemio de una sociedad que salía de la Gran Guerra y disfrutaba de la modernidad imperante, son otros de los aspectos que hacen de esta cinta una obra imprescindible para los amantes de los locos años 20

Para el recuerdo la penosa escena (que todos sabemos cual es) de un Modigliani sumamente humano, desgraciadamente resignado a vivir en una época y sociedad que no le comprenden. Y esa secuencia final, con una expresiva e ingenua Jeanne (Anouk Aimée) soñando despierta, es propia de un filme de terror. Durísima.

Corre el alcohol a orillas del Sena cuando comienza el siglo XX y en París una pléyade de artistas -pintores, escritores, etc.- pero también de vividores y de pintamonas dirimen sus cuitas cotidianas como si la vida fuera un escenario.
Si la desmitificación debe ser el primer paso para comprender la obra de arte, J. Becker utiliza el metraje para intentarlo y en ese propósito aflora un trasfondo oscuro que el cineasta maneja con excelente criterio narrativo.
Las escenas son vigorosas, el excelente trabajo del elenco les confiere fuerza interior, el dramatismo se personifica tanto en los gestos como en los ademanes y la descripción psicológica de los personajes ajusta los perfiles de una película intensa y sentida.
También la ambientación resulta magnífica y la banda sonora envuelve cada giro de la acción con la magia de su pentagrama.