The Pelayos

Estupefactos es como se tienen que haber quedado los auténticos Pelayos después de ver esta película. Y es que no se parece en NADA al libro que escribieron y que recomiendo desde aquí porque aparte de divertido, te descubre muchas cosas del mundo del juego y de los casinos. Casinos en los que no debe haber entrado el director de esta película en su vida, porque es lamentable el modo en que retrata el ambiente de un casino.

Al cine español le falta mesura. O le entran complejos y se queda corto o se pasa de hortera como en esta “The Pelayos”, intentando dar un ambiente yanqui a una historia manifiestamente cañí con una familia de jugadores que intenta hacer saltar la banca del casino de Torrelodones. Y es que sin los medios adecuados la cosa se queda en una parodia de “Ocean’s Eleven” tan descarada que debió suponer todo un esfuerzo no llamarla “Los once del océano” y quedarse en un lamentable “The Pelayos”. Olé el buen gusto, similar a poner pegatinas a un ataúd o poner una Nancy legionaria encima de la Mona Lisa.

Hay quien alaba la estética “oscura y elegante” de la película. De acuerdo que lo mejor es el ambiente sórdido de los casinos españoles de hace veinte años junto con la historia (no demasiado original, cierto) de unos aventureros que quieren hacer fortuna derrotando a la banca, pero yo creo que esa estética es más fruto de la necesidad de tapar carencias porque de noche los gatos son pardos que de una virtud. Y es que los Pelayos hace aguas con unas interpretaciones de baja calidad que la falta de luz no puede enmascarar. Circula por ahí la creencia de que Lluis Homar, que es buen actor, es tan camaleónico como para interpretar cualquier papel de cualquier índole. Mentira, ni es tan bueno como nos quieren hacer creer ni, lo que es peor, como le quieren hacer creer a él. Daniel Bruhl también es un buen actor pero se le quiere presentar innecesariamente como un galán con problemas familiares y amorosos con una china en un papel delirante que no podría resolver ni Jack Nicholson. Miguel Angel Silvestre es muy mal actor, pero que muy malo, y un mal actor interpretando a un chico de pocas luces parece peor y más tonto de lo que es. Blanca Suárez, muy guapa, cuando no sale desnuda es igual de mala actriz que el Duque y el resto de comparsas son iguales de malos. Tan solo Eduard Fernández está a la altura de un papel aceptable.

Sumemos a esto unos diálogos arrítmicos, unos sketches sin gracia y una historia basada en hechos reales pero contada como si fuese cien por cien inventada. Con todo esto “The Pelayos” se queda en un intento de hacer “cine-español-que-no-parece-español” que degenera hacia la “españolada-cutre-imitación” contada con poca iluminación (película oscura y elegante, orque no se distingue nada). Decepción por lo cuatro costados. Para el que quiera ver una película española de timos, "Los que tocan el piano" le da mil vueltas en todos los aspectos (guión, interpretación, complicidad) y a plena luz del día.

Nuevo intento de la industria española por hacer cine comercial estilo Hollywood, y nuevo fracaso estrepitoso. Si bien la historia en que se basa la cinta es interesante y novedosa en el panorama patrio, un guión lamentable y unas actuaciones patéticas de los interpretes principales hace que todo se vaya a pique, por no hablar de una puesta en escena rácana y cutre. Si quieres hacer una peli lujosa sobre casinos que no parezca que estás rodando en el bar de la esquina de tu casa.

Por si no fuera poco, ciertos matices de los personajes chirrían mucho, en especial los de Daniel Brühl (que sí es buen actor, como bien ha demostrado en Eva, Salvador o Goodbye, Lenin'), un personaje muy mal definido que acaba dando pena con su sombrero y su traje barato. Brühl demuestra una falta de carisma tremenda para ser el personaje principal en un film de estas características. O personajes como la china, que no sabemos muy bien que pintan en la peli.

Lo que podría haber sido una cinta comercial la mar de entretenida, se queda en un intento fallido más del cine español por parecerse a Hollywood, quedándose en lo típico del cine patrio, amoríos sin interés, y escenas con el prota buenorro sin camiseta. Es una lástima que buenos actores como Lluís Homar pierdan el tiempo en éstas memeces. Pero por lo que me da más pena es por Eduard Cortés, el director de la magnífica 'La vida de nadie', que parece confirmar que aquello sólo fue un golpe de suerte.

Lo mejor: El topless de Blanca Suárez.
Lo peor: El guión y la mayoría de los actores, en espcial Daniel Brühl.

Las comparaciones son odiosas sí, pero no puedo evitar hacerlas en estos casos en los que se hacen este tipo de productos en nuestro país, Los Pelayo es una familia de “guay” en la que encarna el papel de George Clooney el pésimo actor Daniel Brühl que su deber es hacer de “jefe” y responsable de que la familia juegue bien, un Miguel Ángel Silvestre que su única función es lucir abdominales y haciendo de tipo duro y seductor, así como el resto de elenco que protagoniza un espectáculo dantesco, de Ocean´s Eleven a la española con fallos de guión, final muy predecible y actores pésimos. La película pasó desapercibida y no es para menos.

Por si alguien tenía curiosidad de cómo sería un Ocean's Eleven a la española, Eduard Cortés nos trae The Pelayos, la crónica de una familia que consiguió desbancar varios casinos legalmente adivinando el secreto matemático que esconde el azar de la ruleta rusa. Una película firmada por un director irregular, capaz de defender dramas bastante sólidos como La vida de nadie y Otros días vendrán y a su vez disfrazar sin éxito una rareza como Ingrid de cine de autor experimental. La megalomanía del patriarca de la saga Pelayo se parece muchísimo a la de su director, que para su película parece haber tomado como referentes el Casino de Scorsese.

El problema es que The Pelayos se debate en todo momento entre la película que es y la que quiere ser. Hay una intención por seguir unas formas norteamericanas, con un montaje efectivo y la recreación acertada de un tiempo pasado entrañable en su apuesta por lo retro (aunque los jugadores apuestan con euros, no con pesetas: Cortés nos acerca un contexto visual, que no histórico, algo que resta veracidad a la trama). Y por otra parte, sus conexiones con la comedia española cazurra de personajes estúpidos pero con suerte es más que evidente, como si la película quisiese a toda costa ser un producto local y taquillero (tras ganar en la sala de juegos, la familia come bocadillos de chistorra en un curioso ejercicio por aunar lo elegante con lo cutre). Obviamente las tensiones entre lo cañí y lo internacional acaban por descompensar The Pelayos, si bien causa cierta gracia ver como la impecable construcción del director del casino como 'malo' de la ficción (Eduard Fernández, lo más 'Scorsese' del film) se rompe minutos después con el humor andaluz del personaje de Vicente Romero.

En The Pelayos hay sexo, como sospechábamos Miguel Ángel Silvestre corretea sin camiseta, y aún así se nota que The Pelayos es la variación de una fórmula; no una ruptura, pero sí un ligero cambio con más empaque técnico y de mayor vistosidad. Por mucho que se empeñe The Pelayos en ser una película espectacular cuenta con el presupuesto que cuenta, y se debe a una tradición 'tipical spanish' de la que no puede escapar. Al menos The Pelayos ofrece hora y media larga de diversión, además de un grupo disparatado cuya gesta tiene todavía más magnetismo en tiempos de crisis, tan vinculada a Casino como a Atraco a las tres.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities