Gummo

Como ha dicho el autor de unos de los anteriores comentarios, no causa ninguna sensación, pese a la crudeza que puede llegar a reprensentar aquella realidad. Pero basémonos en que el cine no sólo es capaz de producir sensaciones sino también de dar un buen regalo a la vista y al oído en este caso, y esta película lo hace. A mí no se hace nada aburrida ya que está tratada como si fuese un estupendo documental y que además aporta una visión diferente con el uso de diferentes cámaras, como por ejemplo una cámara de mano, pareciendo así a veces un vídeo casero, lo que hace que haya cierta espontaneidad y parece (no sé si será) que algunas de las personas que aparecen no actuan sino que interpretan sus propias vidas.
Como ya he dicho, un buen regalo para la vista y recomendable para aquellos que buscan algo diferente en el cine o que quieran empezar a adentrarse en el mundo del cine independiente o experimental.

La película “Gummo” parece ser, a primera vista, un conjunto bodrio de elementos, situaciones, personajes, excesos y abusos cuya “belleza” recae en lo esperpéntico (si así lo quiere tomar el espectador) y que posee una línea argumental sumamente floja y etérea. Estos elementos hacen que la película sea catalagoda como “independiente” y “experimental”, por lo que espontáneamente salen a la luz detractores que comienzan a generar sus análisis fílmicos cuya base es intentar meterse en la fenomenología del pensamiento y de la personalidad del director que analizar la obra en sí.
Si observamos la película quitándonos estos estereotipos de los que se ha hecho fama el cine experimental y juvenil, la obra se disfruta y es rica semióticamente. A mí por lo menos me dejó a pensar para rato, pues me situé en los contextos que refleja la historia, los cuales tristemente existen y desatan actitudes como las que observamos en la “narración”.
Estéticamente, la película es bella pues el manejo técnico de las tomas se aprecia a veces bien planeado y logra darle ese “toque” extra al contenido y atmósfera pesimista que se plantea en la película.
Lejos de hablar sobre el cine en general de Harmony Korine y su persona, veamos la película desde un segundo plano, aquel donde se hace un análisis semántico en base a las imágenes lanzadas y cuya simbología son producto del espectador no del cineasta

Este trabajo trata de las peripecias de: "el hijo" de Pete Townshend con pelo de culo de pollo y "el hijo" alelado de Keith Moon; un par de hermanas, rubias platino, con tendencias venéreas; una adolescente con no menos retardo mental que los dos anteriores y con no menos excentricidades que la pareja femenina ya citada; un enclenque con orejas de conejo; una población gatuna en peligro de extinción.
Lo que valoro de "Gummo" es el momento en que fue publicada. La dédaca de los noventa del s. XX es la del llamado "Milagro americano": crecimiento económico sostenido sin apenas incremento de la inflación, decían. Creo que no es menester comentar mucho más al respecto. Retrato de una sociedad fallida que se hizo explícito (para los pocos incrédulos que quedaban) escasos años más tarde.
Vuelvo a la película en sí. Maldita manía de asociar el género musical Metal con la cochambrería, la irracionalidad y la mugrosidad. Qué poca originalidad la de hacer continuas referencias a Slayer, Dio, etc. y utilizar en la banda sonora a grupos como Burzum, Absu, Brujería, Mortician... Desde luego que, en ese sentido, Korine no ha subvertido una mierda. Por otro lado, no acabo de encontrar la supuesta complejidad de "Gummo". Yuxtaposión de escenas fundamentada en una única idea: mostrar al público cómo está realmente el patio en la nación que en ese momento se alza como el ejemplo que las demás deben seguir. El argumento es ése. ¿Es correcto el método empleado en la narración? Opino que es el más simple y facilón, porque, ya casi finalizado el s.XX, relativizar el método narrativo clásico o tradicional del Cine, por así decirlo, no tiene valor alguno. En 1997 se ha relativizado todo a nivel cultural partiendo de la disciplina antropológica decimonónica, con la vasta colaboración de una ingente cantidad de intelectuales franceses, por cierto. Es más, ya se ha convertido en práctica habitual. Por ello no puedo compartir las críticas onanistas que ensalzan esta película en ese sentido. Es una soberana memez autocomplaciente. Actualmente hay muchos Antístenes y muchos Diógenes de Sínope en este mundo; no vamos a cascárnosla porque aparezca otro, de 23 años, en la sociedad más ejemplar del mundo y en el 2012.
A modo de conclusión, recomiendo que todo el mundo la vea, pero habiendo evitado, en la medida de lo posible, leer demasiadas criticas y comentarios sobre ella, para obviar prejuicio, miedos y exaltaciones felacionales injustificadas. Si puede ser, sin haber leido ninguna. Tampoco la mía, por tanto, recomendación baldía.

Sin un trazo argumental a seguir, el debutante Harmony Korine, guionista de “Kids” (1993), polémico film dirigido por Larry Clark en 1992, nos narra las consecuencias posteriores de un tornado en un pueblo de la América profunda. Y, en efecto, en Xenia (Ohio) no parece surgir ni un brote de esperanza entre las decenas de jóvenes sin futuro, suicidas, ni asimismo en sus padres (representados por unos progenitores igual de suicidas y borrachos, incapaces de asimilar lo que les ha deparado el destino).

No es un film como para tomarse al pie de la letra. Tal vez necesita más de un visionado para intentar comprender a dónde quiere llevarnos su joven director; es decir, el vivir cada día de los jovenzuelos al límite de la delincuencia y la crueldad que pululan por éste arrasado país de Oz. Como una generación perdida que lo ha perdido todo y viven bajo el síndrome de Diógenes; los botes de cola y cazando gatos vagabundos por las calle para ganarse unos pocos dólares a la salida de los restaurantes chinos.

Por esa razón éste paseo por Xenia se debert tener en cuenta más allá de su aparente “friquismo”, ya que nos familiarizamos con unos personajes rozando la marginalidad pero que intentan vivir a su aire… Hay que partir de la sinopsis de Tummler (Nick Sutton) y Salomon (Jacob Reynolds) los dos adolescentes que corretean con su bicicleta en busca de lindos gatitos y son testimonios de la aparente vida tranquila entre los jóvenes conflictivos de su edad… Pero reina en “Gummo” una plácida anarquía que se rige, entre otros personajes una rubia de teñido industrial interpretada por Chloë Sevigny, por lo testimonial de un reparto secundado por la indiferencia y el descontento.

Vale la pena valorar ésta pequeña obra maestra de lo inclasificable que Korine radicalizaría un par de años más tarde con “Julien Donkey –Boy” (1997).

Después de ver "Gummo" lo primero que puede pensarse es que el director de la película, el "enfant terrible" Harmony Korine, debe estar considerado en su país como el peor embajador del que podrían echar mano; el terror de las agencias de viaje.

Nunca he viajado a USA pero siempre he pensado que en caso de que lo hiciera y a poco que me alejara de una gran ciudad y me introdujera en la llamada América profunda iba a tropezar con poblaciones como la mostrada en "Gummo", con no pocos disfuncionales por sus aceras, pero no del estilo ni en la generosa cantidad como aparecen aquí. Por otra parte, parece requisito indispensable en ese cajón de sastre en que se ha convertido al cine independiente, el contar entre sus actores con algún que otro desconocido (o la mayoría como en el presente caso) para reducir costes y, de paso, que todo el mundo tenga, al menos, esos cinco minutos de gloria prometidos por Warhol; como también hacer de sus protagonistas personajes marginales en buena medida o ambas cosas al mismo tiempo.

El hecho de que "Gummo" sólo muestre personas en cualquier sentido aisladas y desarraigadas y que se ignore la mínima calidad técnica, tampoco quiere decir que no tenga una estructura lo suficientemente sólida. Desde la introducción en voz en off hasta el plano fijo de la última y breve secuencia de la película, se mantiene una coherencia en su -es un suponer- discurso. El círculo acaba de cerrarse y deja dentro, sin posibilidad de escape, a todos y cada uno sus protagonistas. Quizás lo más triste de todo es que es difícil sentir alguna simpatía especial por alguno de sus personajes. Lejos de paternalismos o fáciles compasiones son presentados (bien es de agradecer) como seres muy individualizados y dotados, sino de fuerte, sí de la suficiente personalidad como para ir tirando, aún sin plantearse ninguna otra cuestión. Nada que ver con la proximidad y picaresca de aquellos entrañables "ragazzi di vita" del cine de Pasolini, para entendernos.

A mi entender, la historia en general resulta demasiado inverosímil y sólo puede observarse desde una manifiesta (elogiable o no, ya es otra cuestión) voluntad de provocación más que de una crítica a los entresijos de un sistema social. Más revulsiva me parece la sempiterna imagen fílmica de la bandera de las barras y estrellas en la mayoría de los porches de las casas de poblaciones como la presentada en la película y de la que, curiosamente, no recuerdo haber visto ninguna en ésta. Puestos a continuar con absurdos acertijos, añado uno propio: ¿por qué es tan difícil encontrar gatos en Xenia (Ohio)?... ...porque acaba de pasar un tornado llamado Harmony.