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El discreto encanto de la burguesía

Comedia. Drama Don Rafael Costa, embajador de Miranda, y el matrimonio Thévenot están invitados a cenar en casa del matrimonio Sénechal, pero a causa de un malentendido tienen que ir a un restaurante. Cuando llegan, no pueden cenar porque el dueño del lugar ha muerto. A partir de ese momento, las reuniones de este selecto grupo de burgueses se verán siempre interrumpidas por las circunstancias más extrañas, algunas reales y otras fruto de su imaginación. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 50
Críticas ordenadas por utilidad
8 de abril de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La insatisfacción: la imposibilidad esta vez de rematar una cena decente, de culminar en las debidas condiciones un buen polvo, la incapacidad inherente de pasar de los prolegómenos en cualquier materia......; en fin, esa maldición que pesa sobre la burguesía (según Buñuel) y que convierte toda su vida en un constante "coitus interruptus", rezuma en esta obra del maño inmortal.

Y no puedes estar más de acuerdo con el maestro cuando, pasados cuarenta años desde su estreno, su retrato ha pasado de surrealista (si alguna vez lo fue) a hiperrealista. Esos señores huecos que pasean aburridos buscando, nadie sabe qué; que se perfuman con lo que ellos llaman "buenos modales" e "hipocresía"; que gustan del acercamiento de eclesiásticos y militares con pedigrí y se adaptan camaleónicamente a cualquier sistema político, convirtiéndose de inmediato en garantes progresistas o en "demócratas de toda la vida".... Esos señores, decía, siguen aquí y como mucho han cambiado de atuendo, porque ya no se llevan los trajes chaqueta del embajador de Miranda, o las faldas entalladas de la distinguida señora de Séchenal. Siguen aquí, posiblemente tan insatisfechos como aquellos, pero más hinchados, si cabe; moviéndose con elegancia entre valijas diplomáticas y platillos de cocaína, negocios inmobiliarios, listas políticas y bodas de catedral. Continúan, como garrapatas encima de los ciudadanos que les envidian, e incluso confían en ellos; pero la condena de Buñuel sigue en pie: "vagaréis infelices, como un asno tras una zanahoria y, ya que no hay justicia para vosotros, sufriréis la incomodidad de las pesadillas"
Sinhué
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6 de mayo de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es extraño que las dos películas más conocidas y más accesibles de Luis Buñuel (Un perro andaluz y El discreto encanto de la burguesía) también sean las dos más ambiguas y resistente a la interpretación. Realizadas en los dos extremos de la carrera de Buñuel, cuando el director se acento temporalmente en Francia. Estas películas no podría ser más diferente estéticamente, pero sin embargo, ambas son obras maestras surrealistas que están claramente concebidas como golpes a la convención de la clase media. En contraste con la aparente aleatoriedad de "Un perro andaluz", "el discreto encanto de la burguesía" al menos tiene una apariencia de estructura sobre la misma, pero esto no significa necesariamente que su significado sea más fácil de adivinar, podremos ver esta película cincuenta veces y cada vez hacer una lectura diferente.

Un tema que corre a través de gran parte de la obra de Luis Buñuel, en particular en sus películas posteriores, es la interpretación de las convenciones burguesas como un bloqueador de la libertad individual. Los protagonistas de las películas de Buñuel se retratan a menudo como prisioneros de su entorno social, y esto es quizás más evidente en "El discreto encanto de la burguesía". Aquí, seis amigos de clase media (y un obispo muy peculiar) no sólo parecen estar encadenados entre sí y obligados a repetir el mismo ritual de una fiesta interrumpida hasta el infinito, pero realmente parece como si estuvieran encerrados en una burbuja, una que encoge progresivamente en el curso de la película. Así son estos discípulos de la conformidad que viven con las reglas no escritas de la etiqueta burguesa, reglas que convierten en ajeno las cosas extrañas que suceden a su alrededor. En lugar de mostrar sorpresa (una reacción natural cuando un pelotón de soldados irrumpe en su casa y exige refrescos), se limitan a repetir los mismos gestos anodinos y trivialidades sin sentido, como si fueran autómatas sin alma con un repertorio muy limitado de expresión. Evidentemente, la discreción es la mejor parte de gentileza del burgués.

La fusión perfecta de los sueños y la realidad es fundamental para "El discreto encanto de la burguesía", acentuando tanto su opacidad y su oscuro humor, cada vez más extravagantes. Hay por lo menos cinco secuencias de sueños señalizados en esta película. La película consiste en una serie de episodios (algunos reales, otros no) en la que los personajes fracasan constantemente a la hora de lograr la satisfacción de sus deseos. Cada vez que se sientan a comer juntos el acto se interrumpe, los intentos de hacer el amor se ven frustrados de manera similar por los visitantes inesperados, incluso un esfuerzo para conseguir una bebida en un café está condenado al fracaso. Cada uno de estos episodios juega a favor de una manera onírica, que nos muestra el deseo que nunca se cumplió.

Una interpretación de la película es que está haciendo una declaración sobre la naturaleza característicamente estéril de la existencia de la clase media. Buñuel parece estar dando a entender que las restricciones de la conformidad burguesa son tan rígidos, por lo que la limitación de que cualquier persona que se suscribe a ellas está inevitablemente condenado a vivir una vida sin color o significado. Normalidad burguesa tiene su propia tiranía que es tan degradante como el fascismo que llevó a Buñuel al exilio en 1930. Las personas dejan de ser personas, se convierten en máquinas sin alma. Conservan un vestigio de deseo carnal, pero han perdido los medios para saciar este deseo. Esto podría explicar uno de los motivos recurrentes centrales de la película, el grupo de amigos burgueses caminando tranquilamente por un camino sin fin en el medio de la nada. Ellos no saben de dónde vienen; no saben a dónde van. Ellos sólo siguen deambulando, buscando una existencia como zombies huecos que ha dejado de tener sentido o propósito, una muerte en vida.
rmarting
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16 de abril de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Me gustan las armas y el tiro”, confesaba el director Luis Buñuel, en su agradable y corrosiva autobiografía “Mi último suspiro”. Y su afición por el tiro al blanco no se limitaba a disparar, con una escopeta o un revólver, a una botella o a un círculo ubicado a la distancia. Creo yo, que su preferencia la tenía por disparar toda suerte de dardos corrosivos contra los tres estamentos sociales que le causaban más gracia, y al mismo tiempo, los mayores fastidios: la burguesía, los militares y el clero.

Pero, tengo la impresión, de que con los miembros más sensatos y progresistas de estos estamentos, pasa como con los pastusos de mi país: aprendieron a reírse de los chistes que se mofan de sus impertinencias. Y siento esto porque, lo que hace Buñuel no tiene afrecho, es fino, refinado, y acude a la inteligencia del espectador para que mastique muy despacio lo que fluye de su onírica y corrosiva imaginación.

Lo que sí se toma muy en serio nuestro querido Buñuel, es el deprimente papel de una representativa parte de aquella dominante tríada, que, en vez de dar, arrebata; en vez de contribuir al mejor ser de la humanidad, la empobrece moralmente; y en vez de servir, saca partida cuando le es posible. Y eso le dolió hasta su último suspiro. Por eso, del primero hasta el último de sus filmes, arremetió contra ellos, quizás para atacarlos, pero pienso, que su mayor esperanza era despertarlos. Porque matando a alguien uno lo libera, pero despertándolo lo compromete. Esto, Buñuel lo comprendía sin duda, porque nunca mató a nadie, y si alguna vez le apuntó, fue con sus incisivas palabras o sus afiladas imágenes. Porque, el verdadero y enriquecedor juego de la vida, es persuadir al otro para que entre en nuestra causa. Eliminarlo porque no lo hace, será siempre un acto de la peor torpeza, porque todo eliminado pasa con los suyos a la causa del opositor.

“EL DISCRETO ENCANTO DE LA BURGUESÍA” es intencionadamente un filme discreto, pero contiene suficiente picardía, mofa, onirismo y “encantadores personajes”, como para que uno se lo goce sin dificultad alguna. Está plagado de tríadas: tres hombres y tres mujeres protagonistas, tres estamentos en sorna, tres caminatas por una calle sin rumbo fijo, tres voces acalladas por los ruidos externos -como en “My Little Chickadee” de Eddie Cline o en “El Reloj” de Vincente Minnelli-, tres sueños de los "insignes" varones… Y de sus protagonistas, emana la corrupción, la hipocresía y la refinada crueldad, cuando ya las moscas se están parando en sus platos.

Fernando Rey, Stéphane Audran, Dephine Seyrig y Julien Bertheau, son los intérpretes que lucen con mayor relieve, y este último nos deja para la eterna memoria, aquella impresionante imagen de la confesión y el castigo tomados por su propia mano.

“El surrealismo era un movimiento poético, revolucionario y moral”. Así definía Buñuel el memorable grupo de intelectuales y artistas al que perteneciera. Estamos de acuerdo... y también era inmortal, porque habrá desaparecido, pero va a ser recordado in sæcula sæculorum.
Luis Guillermo Cardona
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4 de agosto de 2016
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda una de las obras maestras del cine mundial, cuyo argumento retrata con brillantez la falta de profundidad intelectual y moral de un grupo de burgueses, que, por motivos totalmente surrealistas, ven truncada cada cena para la que deciden quedar.

La trata del surrealismo es inigualable, para crear situaciones que metaforizan, de una forma excelente, el vacío que existe tras la aparente suntuosidad. Lo que Haneke nos presenta como patológico (Funny Games, Caché), aparece en Buñuel como desnudo, tras darnos cuenta del telón, a través del cual presenciamos la mentira. Buñuel consigue despedazar a la clase burguesa como si se tratara de una estructura, que escondiera tras su estabilidad material su falta de espiritualidad, su falta de humanidad. Es exactamente esa, hablando desde la filosofía de Adorno, la razón instrumental sobre la que se baña el Estado burgués, que bajo medios racionales aparece su final irracionalidad (corrupción, tráfico de drogas...).
lloryo
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6 de abril de 2023
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Digamos que toda obra cinematográfica quiere contarme algo, ya sea profundo, ligero o a medias. Luego lo que distingue la obra maestra de la vulgar o la intermedia radica en tres factores: el calado del mensaje, su forma de transmitirlo y la inteligencia a la hora de argumentarlo. Este último requisito es fundamental y sin embargo parece totalmente olvidado. Pongamos un ejemplo. Imaginad que yo, como director, pienso que el hombre nunca llegó a la Luna y que todo fue un montaje del gobierno norteamericano. El asunto tiene cierto interés y a lo mejor soy un verdadero artista con la cámara con lo que técnicamente mi película es impecable. Ahora bien, ¿cómo sostengo mi tesis? Hete aquí el problema. Si soy incapaz de argumentarlo, si no soy realista en mi análisis, si no aporto pruebas y razones he fracasado por completo. No basta con sacar a un pirado diciendo que el hombre nunca ha llegado a la Luna. Eso no demuestra nada salvo mi propia creencia. Y la obra entonces se desmorona porque no convence, ni hace pensar, ni nada.

Pues bien, esto es exactamente lo que sucede con "El discreto encanto de la burguesía", uno de los últimos trabajos de Luis Buñuel y de los más alabados, en tanto que logró ganar el Oscar a la mejor película en lengua extranjera. En ella, Buñuel nos quiere contar que la burguesía es una clase ociosa, frívola, vacía, inmoral, corrupta, despótica, que usa a su favor a la Iglesia y al Ejército, y que se encuentra perdida. Vamos, lo peor de lo peor. La tesis es disparatada para todos, salvo si eres comunista, como lo fue Buñuel, o sucedáneos, pero voy a admitirla siempre y cuando me la sepas razonar. Pero, ¿qué hace nuestro rojo director? Pues un grotesco ataque gratuito lleno de los mismos clichés para ridiculizar a burguesía, iglesia y ejército en bloque, sin ninguna base ni fundamento, simplemente chorradas que no prueban nada. Ahora bien, para los comunistas, para los que están ya convencidos de esta idea tan maniquea esa agresión la convierte ya en obra maestra. Para el resto, es sólo una tontería, aburrida, vieja y superflua, escudada en un surrealismo vano.
Reaccionario
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