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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Comedia. Drama Don Rafael Costa, embajador de Miranda, y el matrimonio Thévenot están invitados a cenar en casa del matrimonio Sénechal, pero a causa de un malentendido tienen que ir a un restaurante. Cuando llegan, no pueden cenar porque el dueño del lugar ha muerto. A partir de ese momento, las reuniones de este selecto grupo de burgueses se verán siempre interrumpidas por las circunstancias más extrañas, algunas reales y otras fruto de su imaginación. (FILMAFFINITY) [+]
16 de abril de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Me gustan las armas y el tiro”, confesaba el director Luis Buñuel, en su agradable y corrosiva autobiografía “Mi último suspiro”. Y su afición por el tiro al blanco no se limitaba a disparar, con una escopeta o un revólver, a una botella o a un círculo ubicado a la distancia. Creo yo, que su preferencia la tenía por disparar toda suerte de dardos corrosivos contra los tres estamentos sociales que le causaban más gracia, y al mismo tiempo, los mayores fastidios: la burguesía, los militares y el clero.

Pero, tengo la impresión, de que con los miembros más sensatos y progresistas de estos estamentos, pasa como con los pastusos de mi país: aprendieron a reírse de los chistes que se mofan de sus impertinencias. Y siento esto porque, lo que hace Buñuel no tiene afrecho, es fino, refinado, y acude a la inteligencia del espectador para que mastique muy despacio lo que fluye de su onírica y corrosiva imaginación.

Lo que sí se toma muy en serio nuestro querido Buñuel, es el deprimente papel de una representativa parte de aquella dominante tríada, que, en vez de dar, arrebata; en vez de contribuir al mejor ser de la humanidad, la empobrece moralmente; y en vez de servir, saca partida cuando le es posible. Y eso le dolió hasta su último suspiro. Por eso, del primero hasta el último de sus filmes, arremetió contra ellos, quizás para atacarlos, pero pienso, que su mayor esperanza era despertarlos. Porque matando a alguien uno lo libera, pero despertándolo lo compromete. Esto, Buñuel lo comprendía sin duda, porque nunca mató a nadie, y si alguna vez le apuntó, fue con sus incisivas palabras o sus afiladas imágenes. Porque, el verdadero y enriquecedor juego de la vida, es persuadir al otro para que entre en nuestra causa. Eliminarlo porque no lo hace, será siempre un acto de la peor torpeza, porque todo eliminado pasa con los suyos a la causa del opositor.

“EL DISCRETO ENCANTO DE LA BURGUESÍA” es intencionadamente un filme discreto, pero contiene suficiente picardía, mofa, onirismo y “encantadores personajes”, como para que uno se lo goce sin dificultad alguna. Está plagado de tríadas: tres hombres y tres mujeres protagonistas, tres estamentos en sorna, tres caminatas por una calle sin rumbo fijo, tres voces acalladas por los ruidos externos -como en “My Little Chickadee” de Eddie Cline o en “El Reloj” de Vincente Minnelli-, tres sueños de los "insignes" varones… Y de sus protagonistas, emana la corrupción, la hipocresía y la refinada crueldad, cuando ya las moscas se están parando en sus platos.

Fernando Rey, Stéphane Audran, Dephine Seyrig y Julien Bertheau, son los intérpretes que lucen con mayor relieve, y este último nos deja para la eterna memoria, aquella impresionante imagen de la confesión y el castigo tomados por su propia mano.

“El surrealismo era un movimiento poético, revolucionario y moral”. Así definía Buñuel el memorable grupo de intelectuales y artistas al que perteneciera. Estamos de acuerdo... y también era inmortal, porque habrá desaparecido, pero va a ser recordado in sæcula sæculorum.
Luis Guillermo Cardona
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