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El ilusionista

Animación. Drama Cuenta la historia de un viejo mago que trata de no defraudar a una niña convencida de que sus trucos de magia son reales. Segunda película del director de "Bienvenidos a Belleville", basada en un guión de Jacques Tati que nunca fue producido. (FILMAFFINITY)
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
25 de octubre de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy bonita visualmente y ciertamente interesante me ha resultado este homenaje a Tatí. El problema es que no se aleja del homenaje. Está más que claro que el mago es el propio Tatí con su pantalón que deja ver los calcetines haciendo de "Mi tío" una vez más, pero... aunque la remembranza está bastante lograda en cuanto a gestos y actitudes no trasciende mucho más del mero hecho formal. Es decir, este personaje animado nos recuerda a Tatí pero más bien su cáscara, su presencia física. Me pregunto cómo habrá visto esta película alguien que no vio jamás al artista (puntualmente en "Mi tío"). Personalmente no pude ver esta propuesta animada sin imaginarme constantemente al Tatí de carne y hueso, en como lo habría hecho, cuales habrían sido sus gestos, etc. Al personaje animado entonces le añadí lo que mi imaginación reclamaba y sí, formalmente algo se le parece y no está mal. ¿Pero y si no supiera nada de nada? Creo que han hecho un interesante trabajo, bellísimo pero el mayor problema es que incurrieron en la fantasía de "resucitar a Tatí" con este personaje que se le parece bastante "físicamente". Lo más atractivo es entonces nuestra nostalgia, nuestro recuerdo de otras películas. No está mal, pero creo que la película carece de autonomía, es decir, fuera de la imitación qué nos queda? Las actuaciones de los personajes animados decididamente no son tan buenas como los personajes de carne y hueso lo hicieran en su día en las verdaderas películas de Tatí. Parece que fueran rotoscopia, o en todo caso es evidente que hubo referencia humana y sí los movimientos son creíbles y fluidos pero... FALTA ACTUACIÓN. Buen intento pero como película de animación el medio está algo desaprovechado en pos de cierto realismo que la hace estática y como película de Jacques Tatí le falta mucho de esa "escencia invisible" de sutileza que animaba sus filmes.
Javiota
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5 de marzo de 2011
12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es lo único que se me viene a la cabeza. Junto con la estética animada más exquisita de la actualidad, con un ritmo suave y delicado, Chomet ha hecho una de las mejores películas del año. Es sin lugar a dudas hermosa.

No puedo hacer una crítica, por que creo que no tiene sentido, o no podría hacerlo justa. Deben verla. Yo lo recomiendo, al menos.

A las que no le gustaron las Trillizas, deben saber que esta tiene el mismo tono, pero su nivel es mucho menos trascendente que esta, que alcanza cuotas insospechadas. Repito, hermosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kubrickkurosawa
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21 de octubre de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de empezar quisiera decir que no conecto del todo con el cine de Sylvain Chomet. Aunque tiene aspectos que me gustan ni el estilo gráfico utilizado- deudor de una época de Disney, los años sesenta, que no es mi favorita- ni el humor ni el drama de sus dos filmes me llegan o me entusiasman totalmente.

En segundo lugar creo que o bien es necesario saber mucho sobre la vida de Tati o el homenaje que brinda a su persona y su obra con este filme no parece del todo imbuído de su espíritu.

Dicho esto, El ilusionista me pareció una buena película. Pasa de las modas y las concesiones. Es un filme de animación que ante todo es un filme. Claramente dirigido a adultos, a pesar de que en general no tenga nada que no puedan ver los niños. Lejos del histrionismo, del ritmo alocado o de las bromas para todos los targets de las cintas americanas. A su ritmo, que tampoco resulta tan aburrido.

Cierto que el humor es sutil y que en general es menos gracioso y frecuentemente no tan ingenioso como el de los filmes de Tati, pero tampoco me parece que sea tan simple como algún otro comentario señala. Cierto que el drama no acaba de llenar porque parezca que no se acaba de profundizar en los personajes.

Pero que alguien haga hoy una película de animación en dos dimensiones casi muda y logre contar una historia y que algún pequeño momento destile cierta poesía ya es un gran logro. Estoy de acuerdo en que la conclusión del filme no es esperanzadora ni apropiada si se toma como moraleja, pero no creo que lo sea. No se quiere transmitir el mensaje de que eso es lo adecuado, sino el de que los cómicos y los magos del pasado no tienen lugar en la vida actual. En ese sentido creo que la historia principal hubiera sido suficiente. Para remarcarlo se recurre a tragedias secundarias un poco lúgubres que posiblemente no se hubieran visto en un filme de Tati. Pero bueno, tampoco es algo tan raro. También Chaplin o Jerry Lewis acercaron su comicidad hacia la tragedia en alguna ocasión.

Dentro del estilo que he mencionado antes, y que no es mi favorito (prefiero el Disney de los cuarenta y cincuenta, de lejos), la animación es absolutamente intachable y el perfecto acabado manual me impresiona más que el de cualquier cinta animada por ordenador (aunque haya algún plano en el que se ayuden claramente de esta herramienta).

Para mi es exagerado hablar de obra maestra, pero su tono me parece más coherente que el de Bienvenidos a Belleville. Aquella contenía ramalazos de comedia loca hilarantes insertados en un conjunto irregular, en el que las piezas del puzzle tenían poco que ver entre sí. Algunas escenas me gustaron más que todo El ilusionista, pero en su totalidad me convence más su nuevo filme.

Recomendable si queremos que la animación deje de considerarse un género. Espero que alguien de el siguiente paso y haga un filme animado que, además de ser adulto, guste a una cierta mayoría, sin tener que ser por ello descaradamente comercial.
Cartoonnetwork
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25 de octubre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ganarse la vida creando ilusiones puede ser descorazonador, más aún en los tiempos que corren. Pero los que juegan a intentarlo corren el riesgo de ilusionarnos, y Chomet lo consigue con esta delicia.

En su corta carrera como director, nos deslumbra con unas formas que resultan antiguas. La actualidad a la que se somete el cine constantemente borra ciertas características que podrían permanecer por más tiempo o, al menos, podríamos disfrutarlas con mayor intensidad. Por ello que me duele cuando traen a colación el nombre de Miyakazi como referencia absoluta de la magnificencia animada. No tenía nada en contra de los estereotipos que nos llegan de oriente, aunque considere que se sobrevaloran sobremanera. Pero cuando se producen cosas mejores y lo único que los críticos llegan a balbucear es una comparación con sus mediáticas referencias, me doy cinco segundos para respirar, maldigo en sánscrito y hebreo (o eso creo) y me lanzo a escribir para defender la belleza del antiguo y ahora decrépito continente.

Los detalles que en Europa hemos (o han) sido capaces de crear y alimentar, de manifestar y mantener, son entendidos por todo ser humano en este planeta, pero desde el epicentro del arte tardamos en aceptar y disfrutar de las maravillas del hogar, en ocasiones, por supuesto. Y digo esto porque desde Francia, país vecino donde podríamos recabar innumerables ejemplos de creaciones artísticas, nos llegan títulos aparentemente corrientes que desbordan la gran mayoría de la industria cinematográfica, pero que por alguna extraña razón obviamos y no queremos premiar ni publicitar. Bueno, pues sigan otorgando galardones a los nipones mientras hagan lo mismo una y otra vez, pero no dejen de ver las maravillosas escenas de Chomet.

Lo que sucede en esta película es el trajín de la vida ambulante que mantiene un ilusionista, actuando allí donde le pagan y sobreviviendo sin raíces que poder estabilizar. Haciendo lo que mejor sabe hacer, lo único tal vez, se gana la vida produciendo sueños en aquellos que le observan, aunque sean pocos, muy pocos.
Una jovencita decide embarcarse con él en su permanente viaje y él trata de no defraudarla y procurarle los mejores caprichos. Atendida como una modesta princesa, ella vive sus mejores momentos junto a él. Pero cada uno ha de seguir su camino y el esfuerzo por no romper los sueños resulta agotador. Los recursos escasean y uno no puede creerse sus propios trucos si quiere seguir vivo.

Lo que mejor hace Chomet es mostrarnos unas imágenes de sublime belleza. La lluvia en un país como Escocia, retratado con una fidelidad que transporta. Interiores con aroma hogareño. Luces que van y vienen. Delicadeza y resignación en los personajes. Tabernas de obreros donde la atmósfera es palpable. Detalles y más detalles inundan cada plano para no descuidar la sensación de realismo. Hay pocos personajes, aunque muchos caracteres, y ellos no están igual de definidos en textura, sino en sus acciones. Y muchos de los segundos aparecen graciosos, descarados, vivos.

En un segundo plano, y me refiero al cronológico, nos damos cuenta de que la relación entre el ilusionista y la jovencita no se distingue mucho de la de un tío y su sobrina. Y es que la sombra de Jacques Tati se desvela con el paso de los minutos. El guión es adaptado, pero no pierde esa esencia francesa de la paciencia, de la acción pausada por los sentimientos encontrados. Ese drama francés y, ¿por qué no? europeo también que no depende de los diálogos en exclusiva y se sirve de una complicidad con la audiencia. Todo queda clarísimo, sin ambigüedades quiero decir, en todo momento, y todo acontece como podríamos imaginar por el peso de la vida cotidiana que tenemos por maestra. Pero cada momento se vive con placer por la dolorosa sensación del tiempo que corre. Por saber que ciertas cosas han de romperse, o deben suceder así para que funcionen, aunque duela.

Un guión bien intencionado que produce amor y sensibilidad. Que nos acaricia, nos arropa y abraza durante unos segundos para apreciar su aliento y sentirnos seguros por una vez en esta modernidad veloz y devaluada. Es un pequeño viaje a ese momento en el que nada malo puede ocurrir, más que vivir. Donde, aun tropezando con malas personas, nada puede corrompernos. Me acuerdo muy bien de esa estrofa en la canción: "La tristeza aquí no tiene lugar, cuando lo triste es vivir".

Finalmente, llega al clímax con el recuerdo de Tati en un cine urbano al que entra por equivocación nuestro protagonista, algo le hace recapacitar y se desarrolla la acción más bonita con apenas 4 palabras. Las nombro más adelante para no ejercitar ese desagradable spoiler que tantos emulan.
Y las imágenes también crecen, cuando parecía imposible. Podría recomendar esta película sólo por la secuencia de la ciudad a vista de pájaro a pocos minutos del final. Preciosa.

Desde aquí lanzo la invitación para endulzarse y amargarse junto a esta preciosidad, esta deliciosa y breve película de animación. El camino no termina, y seguimos en pie.

Cierro con una estrofa de otra canción que me viene a la memoria: "Que no sea todo mentira, o en su defecto no lo parezca".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Javier Moreno
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20 de julio de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
L'illusionniste es una cinta por la que fácilmente el espectador se puede dejar engatusar. Una sensual y refinada primera mirada hace que ésta se introduzca en lo más profundo del público y llegue a sus corazones a través de su elaborada imagen. Es cierto que las ilustraciones de la película reflejan perfectamente el gran trabajo que ha supuesto realizar el film, y desde luego, cumplen las expectativas. Una imagen embaucadora, melancólica y con una pizca de vintage es la responsable del éxito de esta película, y es que L'illusionniste es una historia dramática y bonita, que obviamente acompañada por tal imagen resulta una combinación perfecta, porque por muy dramático que sea el cuento, si va acompañado de unas bonitas ilustraciones, mejor.

Ciertamente, la ilustración es la clave pues la película sin ésta no sería nada. Esta historia se sitúa entre un cuento para niños y un cuento para adultos, tal como está narrada. Se queda a mitad de camino y lo malo de esto es la dificultad para encajar con un público, pues al final a ambos, tanto a niños como a adultos, se sienten un poco desplazados al ver la película y esto se puede traducir en la perdida de cierta atención e interés, así como su minusvaloración. Desde el comienzo de la película, quería saber más y más, hasta cierto punto en el que lo único que deseaba es que acabase.

Esto último podría ser meramente descriptivo como un adjetivo más de la película. No obstante, mi negativa viene de la mano del sentimentalismo de la película, en detrimento de su intención artística. Una película para ser excelente tiene que tener muy en cuenta los elementos artísticos de los que se sirve la cinematografía; jugar con ellos, experimentar y crear una sensación artística de conjunto, una intención del autor para expresar algo más allá de lo que los diálogos nos cuentan. Puede ocurrir que en la búsqueda de este mensaje, el autor confunda la expresión de uno o varios sentimientos u emociones con el uso de los sentimientos para apelar directamente a la sensibilidad del público. Esto es, en otras palabras, buscar sentimientos fáciles, muy evidentes, que se filtran sin dificultad en las entrañas del espectador, es entonces cuando en ese momento de debilidad por una sobredosis sentimental, la historia ataca al espectador y éste rendido ante tal drama, no le queda otra que dejarse llevar. Para el público común puede resultar muy difícil diferenciar entre lo que es la intención artística de una película y el excesivo uso de lo sentimental. En mi opinión esto es lo que hace L'illusionniste, a través de una triste historia se abre paso en el espectador y llega al corazón de éste utilizando como herramientas un conjunto nostálgico formado por la banda sonora y la imagen. Es por esto que L'illusionniste a primeras tiene tan buenas críticas, pues es un drama muy melancólico, sensible y nostálgico condimentado con cierta influencia vintage, siempre muy resultona. Sin embargo, el análisis crítico tras varios visionados de la película, una vez que el corazón ya es inmune a esta historia, nos conducirá a la conclusión de que no es una película excelente, sino que es una película bonita y refinada. Chomet ha dado con una formula muy taquillera, lo que resulta muy difícil para la industria cinematográfica europea, pero más allá de esto, se queda en una película cuya intención artística es reducida al trazo de unas ilustraciones muy elegantes, pero que nada tienen que ver con el proceso de creación del cine, es decir, es un mérito artístico por separado como pieza pictórica.

En menos palabras, la apelación continua a la lágrima o risa del espectador más la dificultad para encajar con un público objetivo son los ejes de mi crítica. Por otro lado, he de alabar a los estudios que han realizado las ilustraciones, pues han hecho de esta historia un éxito. Asimismo, se ha de reconocer ante Chomet que ha sabido dirigir esta pieza para formar un excepcional conjunto nostálgico ante el cual, incluso yo, caí rendido. Este conjunto está formado con la ya alabada imagen, así como con la banda sonora, formada por melodías de antaño, que recuerdan los tiempos más elegantes de esa Europa industrial. Por esto, L'illusionniste podría haber optado a más, pero se quedó a mitad de camino. Personalmente me quito el sombreo ante el mensaje que Chomet intenta trasladarnos sobre la pérdida de la ilusión unida al proceso de madurez, y lo hace precisamente creando una gran ilusión cuasi muda, esta película con un poco menos de azúcar podría haber sido grandiosa. Achaco este exceso de azúcar a la falta de definición del público al que dirige la película, pues parece ser que ese extra de dulce se añade con la intención de degustar igualmente al público más infantil. No obstante, esto lo dejo en el aire pues es algo que no sé. Por eso invito a Chomet a que deje un poco de lado la búsqueda de lágrimas y risas, y se concentre en la fuerza de la ilusión que tiene el cine para crear inolvidables cuentos.
Alverto Sánchez
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