Prueba de vida

Maltratada película por la crítica la que nos traía el siempre correcto y cumplidor Taylor Hackford en el año 2000, con un Russell Crowe que bebía las mieles del éxito después de "Gladiator" y una Meg Ryan que intentaba desligarse un poco de sus habituales papeles de chica dulce de comedia romántica tipo "Algo para recordar".

Filmada mayoritariamente en Quito, el equipo de rodaje tuvo que vérselas con todo tipo de obstáculos, desde manifestaciones hasta riadas, así que el rodaje no fue precisamente un camino de rosas, con unos extras ecuatorianos queriendo cobrar el sueldo americano pero teniendo que conformarse con el de su país.

Russell Crowe se ve cómodo en su papel de mediador intentado llegar a un acuerdo con los secuestradores de un ingeniero americano por parte de las guerrillas de un país centroamericano. Ese americano no es otro que David Morse, quien siempre deja una actuación más que decente. La mujer del empresario es Meg Ryan, bastante floja en comparación con sus compañeros, no está muy motivada y creo que no se le dan bien este tipo de papeles, creo que es algo limitada en ese sentido. El morbo de la película radicó, en su momento, en los rumores de que la Ryan, casada por aquel entonces con el actor Dennis Quaid, tuvo un apasionado romance con su compañero Crowe que provocó que el matrimonio acabara separándose al año siguiente. Por su parte, Pamela Reed está totalmente desaprovechada al igual que David Caruso.

Entretenida, algo larga para lo que cuenta, con buenas localizaciones y escenas de acción, con un atractivo Russell Crowe y una apática Meg Ryan. Se deja ver.
Un saludo,
Tess

Hollywood siempre tiene su misma especie de diversidad de películas. Siempre van a sorprendernos (claro, a su manera). Esta vez nos traen una cinta que entra en una de las tantas categorías que este gran imperio ha creado, casi de casualidad: la cinta en Latinoamérica con súper actores y una enorme cantidad de caca mandada vía aérea a nuestro gran continente. Siempre teniendo en cuenta que esta es su especialidad, como no. Y también sabiendo que existen actores (que van justo al costado de la caca, casi incluyéndose) relativamente calificados como para películas que tengan de esto, y de todo. Actores con sobresaltos, con buenas películas, con malas películas. Actores que tienen de todo en sus carreras muy irregulares.

Con todo eso nos llega "Proof of Live", cinta que se realiza en su mayoridad en la selva ecuatoriana y que esta compuesta por una gran idea, que se queda ahí, volando sin más, sin ayuda y sin nada. Completamente muerta. Una idea que tiene para dar mucho pero que se hunde, y se va hundiendo en la larga espera que nos deja la película (por demás larga). ¿Impactante? No. ¿Interesante? Puede ser, aunque me inclino más aún por denominar a esta una cinta regular, teniendo como único punto interesante las inclusiones de buenos actores latinoamericanos como son Flora Martínez, Pietro Sibille, Aristóteles Picho y Miguel Iza, que vuelan con propiedad en una cinta que les da alas cortas, muy cortas, como clarificando la soberbia de Russell Crowe por encima de la actuación Latinoamérica, en lo que fallan enormemente. Y esto no es un resentimiento a la patria (o al continente), sino una aclaración veraz, porque no fue Crowe en toda la película superior a lo que hicieron esos "pequeños" (y pequeños para un mundo gigante como Hollywood) actores en minúsculas partes de la cinta.

Y como ya dije una pésima interpretación de Russell Crowe, que se signa a un pésimo guión, se entierra en el erróneo papel de héroe, y se pierde en la selva, preguntando si estuvo bien que se presente en esta película cuando su carrera estaba entre dos grandes cintas como son "Gladiator" o "A beautiful mind". Además de Crowe, lo de Meg Ryan es patético. Comenzando porque se la pasa llorando toda la cinta y siguiendo porque no es el tipo de actriz que debe interpretar a una llorona esposa que le miente a su marido y trata de ser la bella de la cinta. Una equivocación su papel, y una equivocación total la película, que ni el correcto Taylor Hackford, ni los grandes paisajes de nuestra bella Sudamérica, ni la participación de buenos actores sudamericanos puedes levantar a esta horrible idea malograda por Hollywood.

Cualquier cosa menos acción. Al tiempo que trata de ganar consistencia poniendo personajes en escena, se va desvaneciendo ingenuamente la tensión de los primeros momentos.
Diálogos superficiales, miserable ambientación (el lugar en donde viven los raptores se parece a un campamento Orc), más que una negociación lo que se vé es a un montón de gente inteligente tonta jugando al teléfono descompuesto.
De yapa políticamente incorrecto, hay que tener más cuidado cuando se pone en pantalla enemigos que en la realidad no son tal como se muestran, si es que existen.
En fin, la película comienza con serias pretensiones, pero decae por peso propio.

Al que le interese el chusmerío, lo único trascendente del film es el affaire entre los dos protagonistas.

Solo una vez en mi vida me he dormida en un cine.........
Y el honor lo tiene esta película.
Era tan lenta, tan aburrida que no puede por menos que quedarme sopa en el hombro de por aquel entonces mi novio, y el pobre de él tuvo que soportar acabar de ver la película sin mover un musculo para no molestarme. Luego se lo agradecí y me case con él.
Puede que haga trampa comentando una película que no he acabado de visionar, pero estoy segura que lo que me faltó por ver no era mucho mejor.
En definitiva un bodrio.

Un drama de secuestros y negociadores con una Meg Ryan perdidísima por culpa, o de su actuación, o de su propio personaje, poco delimitado y con una extrañísima relación con el personaje interpretado por Russell Crowe, héroe de turno que prácticamente se liga a la damisela en el peor contexto posible.

En su día no tuvo mucha repercusión, pero a día de hoy ha quedado relegada a la media tarde de cualquier canal que se atreva a ponerla, especialmente por esa duración superior a las dos horas que garantiza rellenar huecos ante días de programaciones poco inspiradas.

Sorprende el bajón que supone esta película en la filmografía de un resolutivo Taylor Hackford. No es una película horrible, pero sí una que ha envejecido un tanto regular.