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El turismo es un gran invento

Comedia Un alcalde decide convertir un pequeño pueblo de Aragón en un gran centro turístico para promover así su desarrollo. Los focos de atracción serían las frutas y un castillo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
22 de junio de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como amante de la cultura española me encontraba debatiendo con alguien acerca de los tintes "jazzísticos" de la banda sonora, en concreto ese "badabadaba" que suena en una de las escenas con Soria y Lopez Vazques en el público.

Yo decía que suena a una especie de Bossanova, mientras que me discutían que era una samba.
¿Alguien puede definir un poco este estilo?
Gracias.

La película, ¡desternillante!
MUY recomendable.
En concreto, adoro estas películas porque, además de ser una cómica que hoy no se destila (sin tacos, ni cosas que dicen hoy en día que a mi, particularmente, no me hacen ninguna gracia) se centran mucho en mostrar los PAISAJES de los lugares en que se rodó, y a mí me fascina la naturaleza y conocer nuevos lugares.
Eso hoy en día tampoco se ve de esta forma tan entrañable.
Yesenia Syl
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11 de marzo de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las primeras imágenes de "El Turismo es un gran Invento", que parecen extraídas de un documental del NODO, reflejan la realidad de un país que se ha abierto al Mundo, y que permite la entrada de otras naciones.
Esta situación determina una nueva etapa para nuestra España, que posee algo que los demás no parecen tener.

La bendita costa, y también muchas ganas de recibir a las más diversas culturas; el "boom" económico, la prosperidad, van también de la mano de las migraciones masivas desde el campo a las ciudades, y todos desean mudarse a regiones más cálidas. Seguramente no hubo directores que mejor supieron reflejar este periodo de cambio tan esencial (al menos dentro de la comedia) como Mariano Ozores, Fernando Merino y el presente Pedro Lazaga, genio del costumbrismo que también vivía un buen momento al haberse aliado con el actor y director teatral Paco Martínez Soria. Después de "¿Qué Hacemos con los Hijos?" se reúnen para otra historia escrita por el dúo Vicente Coello/Pedro Masó, centrada por entero en el fenómeno del turismo.
Y aquí el nativo de Zaragoza vuelve a encarnar a un paleto preclaro cuyas miras van más allá de la de sus congéneres. Benito no es más que otro señor que se ha percatado de que todo está avanzando menos en Valdemorillo del Moncayo; y esto no es arrojarse al disparate, pues ese debía ser el clima de hastío y soledad que se respiraba en las villas del interior de España al ver a sus jóvenes marchar a las capitales y playas, ahora más pobladas que nunca. Por fortuna Lazaga, apoyado en un guión afilado y descacharrante, lo enfoca todo desde el humor; mientras tanto a Soria no le tiembla el pulso para interpretar una vez más a ese hombrecito de clase baja, inocentón y noble, que por fuerza de coraje se convierte en benefactor de toda una comunidad, esta vez de un pueblo entero.

La jovencita Pilar quiere dejar cuanto antes el agujero mohoso en el que se ha transformado su hogar, al tiempo que Benito, alimentado de ilusiones, marcha junto al secretario Basilio (ese López Vázquez al que tanto nos gusta ver de débil tontorrón) en peregrinaje a la costa para tomar buena nota del estilo moderno y las nuevas costumbres que allí se viven e imitarlas a favor del progreso; las esposas, matriarcas rancias y tradicionales, creen que eso del progreso trae libertad, y con la libertad no llega otra cosa salvo el libertinaje. Y yo apuesto, sin haber vivido en aquella época, que esto pasaba tal que así (podríamos calificar a este film y similares de neorrealismo costumbrista ibérico y quedarnos tan a gusto).
Lo siguiente tiende un poco al disparate, otro poco a la cuchufleta y socarronería, y a la risa por la ignorancia y la tendencia del mujerío "landista", con Soria en una versión en color y de playa de "La Ciudad no es para Mí" y simbolizando el asombro del español cateto por los lujos y el exotismo costero, y que tan rápido como puede toma contacto con esa nueva y liberal cultura de la que desea empaparse, quitándose las telarañas de la tradición y la sobriedad, mezclarse entre lo moderno que trae el bendito progreso y olvidar los terribles tiempos de la posguerra.

La reacción, por supuesto, al retornar a la frialdad de la villa, es de rechazo y también incredulidad (máxime cuando han estado gastando a punta pala el dinero del pobre Marcial); con una nueva marcha a la capital Lazaga oscurece (todo lo que puede) el tono. Hace de las gentes de pueblo pobres ingenuos a quienes nadie quiere escuchar, embaucados por falsas esperanzas (¡¿pero cómo se va a llevar una playa al interior de Aragón?!) y que al final lo único que les queda es ver cómo las últimas luces encarnadas en sus hijos e hijas se van con ellos a otra parte; de terminar así esto podría haber sido una pequeña obra maestra de su género, pero el director prefiere optar por la ilusión.
Que aterrice de repente el grupo musical de mozas extranjeras trayendo la felicidad a los lugareños es un gesto, además de absurdo, cuando menos deprimente; parece tratarse de un sueño colectivo, que todos viven debido a las promesas del protagonista, forzándoles a cambiar sus perspectivas, incluso con el retorno del ex-novio de Pilar y recibiendo Benito una carta de Madrid. ¿Pero que pasa después? No vemos a ningún ministro, ni tampoco edificios nuevos...sin embargo los habitantes festejan contentos por su anhelo (como los de "Bienvenido, mr. Marshall", que tanto celebraban la llegada de los americanos para absolutamente nada).

Así que ahí les dejamos, henchidos de alegría, cuando lo más seguro es que la bonita Pilar acabe emigrando a Barcelona unos días después y todos terminen muriéndose de pena en las tascas y los rincones de siempre, esperando la llegada de alguna empresa que compre los terrenos y derribe el pueblo para construir fábricas o campos de golf. Para Lazaga, y en aquella época, esto sería impensable de mostrar, pero esa es la sensación tan amarga que a uno se le queda, pese a querer aparentar lo contrario.
Por ello nos quedamos con la risa y la ilusión. Al fin y al cabo esta película, como el cine a la cual pertenece, es un escaparate para tratar desde la comedia más sana y pura posible, asuntos reales, graves y muy importantes sobre nuestra sociedad, y vale para que recordemos a los maravillosos secundarios que acompañan a Soria y López Vázquez, en especial la arisca María Luisa Ponte, un Antonio Ozores perfecto en su papel de obsesionado por el sexo femenino y el inolvidable Rafel Somoza, con su característico desparpajo, dicción pausada y voz de cazalla.
Chris Jiménez
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23 de noviembre de 2013
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recomiendo muchísimo verla. Dejando aparte que algunas críticas digan que no es bonita o que le falta esto y aquello. Yo creo que es muy bonita y todo calidad. Es una lección para la gente que busca trabajo en estos tiempos de crisis o para aquellos emprendedores que quieren montar un negocio. Esta película nos enseña que hay que creer en lo que quieres conseguir pese a quien pese y a pesar de las dificultades. Hay que ser cabezones y disciplinados en aquello que queremos conseguir. Aunque parezcan imposibles. Toda una lección para aquellas personas que quieran empezar un negocio.
tubularesa
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20 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como cualquier película dirigida por Pedro Lazaga y protagonizada Paco Martínez Soria posee ese toque sesentero-setentero bastante inadecuado a la vista del periodo en que vivimos. Sin embargo, creo que la cinta, dando una opinión arriesgada ya que no soy contemporáneo de la época que se representa, es un pasatiempos más que recomendable, ya que hay que tener en cuenta la dificultad de adaptación de dos "pueblerinos" en la ciudad, y es cierto que con sus virtudes y defectos, nos muestran cómo de escaso era el bagaje cultural de la época en relación a lo que nos encontramos en nuestro tiempo.
En cualquier caso, tenemos que tener en cuenta esa admirable, quizás repetitiva melodía, a juego con el tono divertido en todo momento de la cinta, que pierde fuelle conforme avanzan los minutos, pero que cala hondo en su conjunto. Y esto es posible por el buen reparto actoral, como siempre no falla el desparpajo de un alcalde tronchante. Además complementado con Vázquez, ambos rodeados de unos secundarios más flojos, nos lleva a degustar un producto que no es sino, un perfecto regalo para conocer algunas pinceladas, de como sería el choque cultural entre la ciudad y el campo, lo diferente que era la vida entre ambos sitios percibiéndose la sensación de encanto al ver cómo eran estos pueblos y la importancia dada al turismo por numerosos lugares de nuestra geografía.
Para terminar repetir las actuaciones, y es que siempre acabo defendiendo estas películas entretenidas al 100%. Sin ser un cine apasionante, no es un mal invento y resulta un pasatiempos genial. Un 6 alto.
.
neptum
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24 de diciembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mismo tópico de siempre que a duras penas logra entretener una tarde de domingo.

La tijera de la censura lo más quieta posible, el turismo es algo sagrado y justo en los años de temporada alta del género.
Después de las mareantes tomas con zoom en los créditos iniciales y el eterno ¨paraba raba¨ de García Abril que penetra en lo profundo del cerebro durante todo el film, hay que reconocer que se de deja ver con buenos toques de humor del muy buen reparto del que dispone.

Indispensable eso así para los amantes de este género de enredo torero.
Juan Jesús Ucha
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