Días salvajes

Es la historia de un joven criado por una prostituta que ha envejecido y por más que él le insiste no quiere decirle quién es su verdadera madre. El tipo es un "guapo", vago y mujeriego, pero las mujeres que lo llegan a conocer sexualmente se vuelven locas de amor por él.

Película de atmósfera sudorosa, ocre, pesimista, de gente derrotada por la vida incluso en plena juventud.

Película que si se puede pasar sin ella, no es imprescindible.

Se nota que son los comienzos de Wong Kar-Wai, en concreto su segunda película. Todo empieza a fluir como el titulo de su primera película, las cámaras lentas aprovechando los momentos mas "sensibles" de la historia, siempre acompañadas de música latina no muy reciente la verdad. Se empieza a percibir su gusto y su pasión por el vestuario, como trata de exponer la figura de la mujer de la forma mas bella posible, aunque por estos tiempos se notaba que aun no lo tenia demasiado dominado. Respecto a la película en cuestión una historia de búsqueda y de mal de amores, exhibiendo como siempre dos tipos de hombres completamente distintos; la figura del "cabrón" y la del buen hombre sensible y bueno con las mujeres. También hace distinciones con el sexo femenino en el mismo orden que con el hombre, la que es un poco "salida" y la mas enamoradiza y que siempre le acaban tratando mal, ya que se enamora del hombre equivocado en varias ocasiones. Sin duda no es de lo mejor de este director pero se nota que empezaba a ir por buen camino, película compleja en su fondo y llena de sentimientos, pero un tanto vacía en los aspectos técnicos, que son mejorables. Si algún seguidor como yo de Wong Kar-Wai no la ha visto todavía se la recomiendo sin dudarlo.

Days of being wild es un paso más en la filmografía de Wong Kar-Wai donde apreciar cómo su estilo autoral va tomado poso.

Al igual que su protagonista, el director sigue buscando su lugar, su voz propia. Con una trama algo dispersa donde ya ganan protagonismo las emociones, por encima de la acción, asistimos a la construcción de las señas de identidad del cine de Wong Kar-Wai: Esa lluvia que acompaña la soledad de los personajes, esa elegante utilización de la música y el slow-motion, esos diálogos mínimos cargados de subtexto, una cuidada fotografía de su colaborador Christopher Doyle, también marca de la casa, a partir de este film...

En definitiva, una obra necesaria, en el proceso de refinamiento del cine de su director, que años después nos regalaría obras maestras como Happy Together (1997) y In the mood for love (2000).

A uno le asalta la duda si le proponen asistir a un ciclo de cine hongkonés, sí, hay grandes películas de países exóticos pero también abundan las incomprensibles e infumables.
Con este título tan sugerente se debería pensar en una cinta de acción, policiaca o negra. No señor, la cosa transcurre entre el culebrón "Tu no eres mi hijo, eres adoptado", un castigador de mujeres con cierta misoginia, un par de novietas entregadísimas al tipo duro que las castiga y un policía que quiere ser marino.
No es más cierto que el manejo de la cámara es espléndido, con encuadres poéticos consiguiendo esa atmósfera de calor húmedo, sordidez y opresión de los espacios reducidos además de un vestuario bien elegido que nos transporta a los años sesenta, no obstante la historia falla, la base de un argumento sólido no se logra, los personajes son auténticos clichés de poses artificiosas, el diálogo minimalista no ayuda y los ataques de cine de autor del tal Wong Kar-Wai no se entienden.
Ya se barruntaba en el 90, año de estreno de Días salvajes, que el traspaso de la colonia británica a la dictadura China, por cierto ¿se hubiera producido ese traspaso, por mucho tratado escrito y por tanto sujeto a interpretación, a otro país con una dictadura en el poder si no fuera el gigante Chino? no auguraba un horizonte de felicidad y el tiempo ha confirmado que días pasados fueron mejores, como el paso del tiempo tampoco ha sentado bien a Días salvajes.

El amor es un juego en el que, a veces, algunos jugadores apuestan con vehemencia e ilusión todo lo que tienen mientras que otros sin interés especial en ganar ni tampoco en jugar prefieren tan solo hacer trampas.

Entonces el aparente equilibrio inicial se rompe y quien lo dio todo, siente caer a un vacío perpetuo, quedando finalmente atrapado en la tela de araña de su propia desesperación mientras que la araña que una vez le amo se mueve de forma parsimoniosa en busca de una nueva presa.

Wong Kar-Wai hace una inmersión al corazón de algunos amantes que viven su experiencia inicialmente feliz pero en todo caso a diferentes velocidades, el ritmo pausado, las imágenes contemplativas, el sonido familiar y permanente de la lluvia salpicando a la vez el pavimento y las ilusiones rotas, se complementan a la perfección con una música romántica y clásica que nos recuerda que el delirio de una pasión y el sufrimiento de un abandono son, respectivamente, las teclas blancas y negras del mismo piano.