Las aventuras de Priscilla, reina del desierto

Si algo no se le puede negar a Priscilla, es su vena “buenrollista”. Si bien el toque dramático carece de cierta intensidad como en, por ejemplo, 'Hedwig and the angry inch'; entre vestidos coloristas y música de ABBA (de los que no soy muy devoto pero, aún así, se ven bien integradas en la trama) no es de extrañar que al finalizar la película más de uno se encuentre con la sonrisa tonta en su cara, siempre y cuando tengamos la mente abierta y no seamos como los retrógrados que huyen de todo lo que 'huele' a gay por miedo a que se les contagie algo.

Stephan Elliott, con un presupuesto más bien escaso y apenas días de rodaje (tengo entendido que ni llegan a treinta) se sacó de la manga una cinta indie muy querida por gran parte de sus espectadores que la han elevado al status de 'culto'.
Una road movie que funciona por lo que funcionan la mayoría de este subgénero: personajes carismáticos que importa su devenir al espectador. Y si, además, existe química entre ellos, como es el caso, el éxito está asegurado.
Aparte de esta gran baza, el vestuario (ganador del Oscar) imprime la gracia y colorido necesario que junto a los hermosos paisajes desérticos de Australia conforman la buena fotografía de Brian J. Breheny.
No hay que olvidarse de Priscilla, ese autobús lavanda que bien se siente tan acogedor como un hogar, el mismo que guarece a Bernadette, Mitzi y Felicia en su gran aventura hacia Alice Springs.

En definitiva, un viaje vivaz y entrañable hacia el/la 'Show star' que llevamos dentro.

Fue todo um bombazo en taquilla y para ello tiene una explicación de lo más lógica. En la década de los noventa ver a unos hombres de Drag Queens como se enfrentan a una sociedad conservadora con su fantástica vestimenta a base de plumas, lentejuelas, brillos y plataformas no es muy común. Además acompañados por una banda sonora y una coreografía excepcional. Fue un film que rompió moldes, divirtió y abrió la mente de la gente a deshinibirse. sus intérpretes de verdad lo bordan , pues parecían auténticos gays.

Priscilla es una delirante road-movie sin precedentes en la historia del cine, el viaje de unas drag-queens por el desierto de Norteamérica. La ambientación es acertada así como el tema, el ritmo, las actuaciones, todo... cine muy de los 90.

Priscilla tiene ritmo, encanto, magia, emoción, pulso, ingenio, etc.

¿La frivolidad hecha filosofía o la filosofía hecha frivolidad? Sea como sea, Priscilla deslumbra, ella es la reina de todos los desiertos.

Más allá de que Priscilla sea una película mejor o peor (es bastante correcta aunque nada espectacular en ningún aspecto), que sea entretenida (lo es), que su música sea encantadora (lo es) o que sus tres protagonistas estén soberbios (Terence Stamp, Hugo Weaving y Guy Pearce forman unos de los tríos más extraños y brillantes del cine moderno), sin duda Priscilla es una película especial por su impacto. Sin duda es una de las cintas que más ha hecho por la normalización de la homosexualidad, la denuncia de la homofobia y la demostración de que lo importante es la persona, sea cual sea su aspecto o su sexualidad. Así, los problemas de Bernadette, Tick y Adam nos resultan cercanos, porque son los de cualquier hijo de vecino.
Muy disfrutable y sobre todo con un hermoso mensaje.

Lo mejor: Su trío protagonista y su canto en favor de la libertad.
Lo peor: No pasa de ser una propuesta entretenida para echar la tarde.

Es una de esas películas que cada cierto tiempo apetece revisionar. Tiene momentos muy divertidos pero con un trasfondo dramático, producto de la personalidad de los tres protagonistas; todos ellos huyen para dejar atras sus conflictos más personales.
La banda sonora es estupenda, así como el colorido del vestuario que contrasta con la aridez del desierto en el que se desarrolla gran parte de la acción. Y solo por ver a ese Terence Stamp caracterizado de transexual merece la pena ver esta película.