Diana

En una aventura fílmica arriesgada a lo menos, “Diana” (2013) se revela como una cinta biográfica compleja de abordar y de juzgar no sólo en parámetros cinéfilos, si no porque se basa en un personaje arraigado como pocos en la cultura pop mundial y vinculada al desatado fenómeno de la prensa rosa.

Aunque al principio cuesta mucho dar calce a Naomi Watts como la princesa Diana, es parte del mérito o del acostumbramiento del espectador que al cabo de al menos media hora se nos olvide los detalles y pasemos a ver la historia en sí y no quedarnos en el ruido que nos hace la representación de la actriz como la fallecida figura de la realeza.

Este escollo no menor, sin duda es una de las grandes contras del film donde para muchos, simplemente la barrera inicial es más que suficiente para negarle la sal y el agua a la historia, que no deja de ser desconocida, al menos para la gente a este lado del globo, ya que se trata de tiempos donde Internet ni los medios digitales no tenían el impacto de mediatez que tienen hoy.

Los dogmas del guión en sí y el casting ligado al enfoque que pretende la película son sus principales contras. A favor se puede argumentar que si bien es un film algo confuso, pretende no ser una narración lineal sino una revelación de que el verdadero romance de sus últimos años de vida, para Lady Di no fue Dodi Al Fayed, sino otro por muchos desconocido.

Es una pena que la película sabiendo que entra en un terreno hóstil y delicado, no se defina ni encuentre un norte hacia el cual apuntar. Especialmente en momentos donde todos parecen extraviados, desde la propia protagonista hasta el espectador.

Sin duda una película a lo más regular, que no cabe duda pudo ser mejor explotada en otro formato.

Recomendación:
Regular. Peca de ingenua al arriesgar mucho de forma prometedora y cosechar poco. :(

Tampoco me parece que esta película sea tan mala como dice la crítica (en su mayor parte). Es sosa, eso sí, pero sospecho que la malograda princesa también lo era, y bastante. De modo que al menos en eso- si tengo razón- la película es un fiel retrato del personaje. Por otra parte, tengo que confesar que me metí en el cine acompañando a mi madre, pues nunca me ha interesado demasiado la peripecia vital de la pobre Diana. Me cae simpática, pero la cosa no pasa de ahí, y siempre me asombrará la admiración de alguna gente por ella. Cierto que como promotora de causas humanitarias seguramente hizo bastante, pero en fin, sin quitarle méritos, nunca me he tomado muy en serio la entrega de la celebrities a las causas nobles. Desconfiado que es uno.
Ahora me doy cuenta de que estoy hablando de Diana la princesa, y no de Diana, la película, pero es que de ninguna de las dos cosas tengo mucho que decir, la verdad.
Como ignoraba por completo la historia de amor que se cuenta aquí, la película hasta cierto punto me sorprendió. Por otra parte, técnicamente no es ninguna cosa del otro mundo, pero resulta pasable. La interpretación de Naomi Watts, también lo es, aunque a ratos me pareció algo forzada, como si la actriz no terminara de hacer suyo el personaje, pero dudo que un guión como éste le permitiera demasiadas alegrías.
Me olvidaba: a mi madre le encantó...

Ni siquiera tan enorme actriz como Naomi puede sacar adelante semejante embrollo horripilante. Aburrida hasta la exasperación, absolutamente tontilla y con una falta de respeto a la gran Princesa del Pueblo, me sirvió para dormir como un angelito.

Qué decir de la triste y pobre historia de esta princesita del pueblo venida a menos!!! De todo su sufrimiento y melancolía!!! Siento el comienzo tan sarcástico pero, no soy una fanática del mundo del corazón ni de este personaje en concreto; ver este film fue directamente para comentarlo, ninguna otra motivación. Centrándome en la película, lo único que se puede decir objetivamente es que es correcta, que cumple bien con lo que supuestamente se ha querido mostrar por parte de su director y guionista; hablo de dirección, fotografía, realización, diálogos... un adecuado y muy limitado trabajo. Respecto Naomi Watts, esta genial actriz no consigue, en ningún momento, penetrar en la celebridad, hacértela recordar ni engullirte mínimamente en su esencia; no es capaz de darle calor ni espíritu a una historia que parece más bien una fábula infantil para niñas que quieren ser princesas ( un "Candy Candy" británico). Lo único sorprendente y algo llamativo, para aquellos que no somos entendidos, es descubrir la otra historia de amor, aquella que no fue tan pública ni tan aleccionada. El resto..., uf! Si te gusta la figura pública y todo lo que la rodeaba, te gustará lo que se cuenta de ella, disfrutarás; para el resto..., paciencia..., tampoco te aburres tanto, no? Es un decir!!!

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Tampoco es que me interese demasiado la vida de la monarquía inglesa, pero tenía cierto morbo por ver la película. Más que nada, porque Naomi Watts me parece una actriz excelente y por qué no decirlo, por la sorpresa que me llevé al ver la transformación física de la protagonista en el cartel de la película. Todo ello con el marchamo de Oliver Hirschbiegel, un cineasta sólido que nos ha ofrecido la brillante teleserie "Los Borgia" y que también realizó la fascinante "El Hundimiento". Pero todas estas expectativas se vinieron abajo cuando me encontré con una de las películas más sosas, poco interesantes y aburridas que he visto en mucho tiempo. Y no es por el personaje, sino simplemente por la inesperada pobreza narrativa y argumental de la película.

Se supone que la princesa Diana de Gales lo tenía todo en la vida para ser feliz, pero esa supuesta perfección no era más que una máscara para ocultar la profunda desdicha de un personaje en constante búsqueda de su identidad. Eso es lo que precisamente esperaba encontrarme, la lucha de alguien para conseguir su propia identidad, su propio lugar en el mundo... y en vez de eso me encuentro con una nada creíble relación sentimental entre la mujer más famosa del mundo y un cirujano paquistaní, el acoso mediático que sufrieron ambos en su romance, el tira y afloja de Diana para volver a conseguirlo dándole celos con un millonario... vamos, lo que ya conocíamos hasta el hartazgo.

Normalmente las biografías suelen ser por definición aburridas. Y lo suelen ser por un motivo evidente: por muy fascinantes que sean las vidas reales de los personajes más importantes, hay momentos de aburrimiento, de "normalidad", que es precisamente lo que no interesa en una película; es además una trampa mortal, porque si los eliminas del guión, estás traicionando a la historia. Y si no los eliminas, aburres al público. Por eso tenía cierta esperanza, ya que narrar los últimos días en la vida de Hitler -como hizo este director en "El hundimiento"- no es tarea fácil. Parecía entonces que era el idóneo director para llevar a la gran pantalla la supuesta apasionante vida de Diana, con sus luces y lo que es más importante, con sus sombras. Pero aquí de luces pocas y de sombra (o más bien, de oscuridad) todo.

Algo que también me ha resultado insultante es que me han engañado como a un chino con la transformación física de Naomi Watts, que no ha sido tal: han cogido un programa de retoque de imagen, han hecho un peinado, han copiado un gesto... y han hecho un cartel. Fin. Hasta ahí todo el parecido con el personaje real y la actriz que la interpreta. Bueno, eso y que las dos son rubias, porque lo demás no resulta nada creíble. Cualquier actriz habría sido más parecida en cuanto a expresión, movimiento, gesticulación... hasta en ropa y peluquería vamos. Lo cual me hace creer que Hirschbiegel ha resbalado hasta el fondo con Naomi Watts a la hora de dirigirla, y no deja de parecerme sorprendente cuando ha encajado perfectamente a Jeremy Irons como el Papa Borgia y a Bruno Ganz como Hitler. Claro que también deberíamos recordar su infame "remake" de "La invasión de los ladrones de cuerpos", con probablemente las dos peores interpretaciones que Daniel Craig y Nicole Kidman hayan hecho jamás en sus respectivas carreras.

Poco más hay que decir de un film de clara vocación televisiva, con muy poco fuelle, que aburre casi desde el principio y que no tiene casi interés ni siquiera para los aficionados a la prensa rosa (o amarilla, según se mire).