Silencio en la nieve

No he leido la novela en la que se basa el filme, pero advierto fácilmente ciertas similitudes entre esta historia y la narrada en "El nombre de la Rosa", a la que recuerda poderosamente. Así tenemos una trama policíaca para descubrir una serie de asesinatos rituales; la historia se sitúa en un campamento de soldados españoles de la División Azul, hombres aislados en un entorno hostil, como el Monasterio de la novela de Eco, y al igual que áquella o que la adaptación fílmica de Annaud, los investigadores son dos miembros del campamento sobre los que pesan dudas en su lealtad, al igual que Guillermo de Baskerville y Adso. También tenemos varios sospechosos, algunos muy peculiares, relaciones sexuales con las civiles, homosexualidad, cartas misteriosas, claves, extraños ritos y una especie de inquisición. Situaciones que recuerdan a la inmortal película de Annaud.

Silencio en la nieve disfruta, por tanto, de un muy buen guión, con la suficiente complejidad que te obliga a estar pendiente del filme. No aburre. La sucesión de eventos, en cascada, impide que puedas atar cabos rápido. Seguir la película es un gustazo, ya que no ves que es lo siguiente que va a ocurrir. Y ese es su principal acierto. La sorpresa.

En cuanto a la realización, a mí me ha parecido solvente, muy alejado del cine español del tipo bélico. Nada que ver, por ejemplo, con el filme Silencio roto, que protagonizó Botto, y que describia las andanzas de los maquis. Herrero es un gran conocedor del cine de género. Su película Desvío al paraíso me sigue deslumbrando y Silencio en la nieve constituye una rara avis del cine español. Nada tiene que envidiar al de Annaud. Apoyado en una gran escenografía, un magnífico vestuario, unos actores para mí muy convincentes y en una elegante banda sonora, Herrero firma una película que supone un antes y un después en el cine español. Podría figurar en la cinematografía francesa, la británica o la estadounidense; trasciende de los débitos, tics, tópicos y defectos del cine español, para proponer una obra valiente e innovadora.

No es otra película más sobre la Guerra Civil. Es otra cosa. Es un excelente filme. ¡Chapeau, Don Gerardo!

No hay ninguna posibilidad de salvar esta película.

El tema tiene potencial, algo que debemos probablemente a la novela (que no he leído).

Los actores tienen algunos buenos momentos, los personajes, en algunos momentos puntuales, logran falsificar con cierta solvencia a sus originales, personajes perdidos en la galaxia del cine americano.

Hay una o dos, puede que hasta tres secuencias durante las cuales uno logra olvidarse de que está en un cine, pero son una verdadera excepción. El resto de la película uno está pensando dónde ha visto u oído una secuencia igual, de dónde han plagiado ese diálogo, o en que thriller americano vio por última vez ese dramático giro argumental.

Snif.

Es imposible entregarse, meterse en una película que es una mala falsificación de otras tropecientas mil.

Para empeorar las cosas, no está bien dirigida. Hay un par de clímax de guión que la dirección de Herrero, despistadísima, convierte en verdaderos galimatías. Véase la secuencia entre alemanes y españoles, apuntándose los unos a los otros (¡qué cosa tan mal filmada!), o el acorralamiento al asesino en un viejo monasterio (una escena desconcertante). Esta película, a ratos, parece un avión pilotado por un miope sin gafas.

Con películas como ésta, uno se da cuenta de lo difícil que es hacer cine.

Lo siento, es probablemente la peor frase que se puede decir de una película. Pero aquí, encaja.

No es muy complicado llegar a la conclusión de que los responsables de esta película no tienen talento. Tienen un cierto grado de saberhacer. Conocen un elemental ABC de la narrativa cinematográfica. Podrán haber hecho algo más o menos bueno alguna vez en su carrera. Podrán haber conseguido, en alguna rara ocasión, liberarse lo suficiente para dejar que fluya su propia inspiración, su propia personalidad para parir alguna cosilla, por pequeña que sea. Pero "Silencio en la nieve" son noventa minutos irrelevantes, y sin duda sus responsables son plenamente conscientes de ello, porque algo de cine tienen que saber, porque algo de dignidad deben de tener.

Con estas reflexiones, llegamos a una conclusión inapelable, incontestable, impepinable... y es que una película, una novela, una obra... , no es otra cosa que un acto de libertad. Y este no es el caso.

Año 1943. En el frente de Rusia nuestra División Azul hace sus pinitos justo en el momento en que las tropas rusas avanzan como una apisonadora. Se producen una serie de asesinatos dentro de la División y aparecen los muertos con inscripciones producidas por cortes en el pecho... “mira que te mira Dios”... “mira que te está mirando”... Encargan la investigación de los mismos a uno de los soldados, un tal Andrade (Juan Diego Botto) antiguo policía en España que comienza a unir todos los cabos llegando a la conclusión que son producto de masones aunque sin descartar la hipótesis de que se trate de agentes pro-soviéticos infiltrados.

El juego de la violeta (la ruleta rusa, también protagonista en la película) representa una serie de situaciones muy llamativas y desagradables, interesantes pero una auténtica pesadez, por la cantidad de tiempo y por la repetición de las escenas que llegan a ser una auténtica plasta. En el conjunto, varias lagunas sin aliciente que llevarse a la boca, escenas repetitivas, buen actor el Sargento (Carmelo Gómez), buenos exteriores, pero en general una película de Rebajas de Enero que pasará a mejor vida tras finalizar la temporada de invierno.

Lo mejor, aparte de los 4 euros de palomitas ingeridos en la sombra, la dirección artística. Lo peor, los efectos especiales, en especial las bombas que explotaban y ni se movía ni la tierra, dando la impresión de ser bombas fétidas.

En fin, que a pesar de ser una película narrada con un firme pulso, consigue ser relativamente rentable por su carácter de primicia de la Historia y por el interés de una trama criminal basada en la venganza y de las traiciones.

Esta es una de ésas típicas películas que, sin estrenarse, deberían de haber pasado directamente a las estanterías de los videoclubs, suponiendo que éstos existieran todavía.

Desde luego, hay que estar o desbordado por la ilusión o completamente indiferente (hago lo que me déis, me da igual), para atreverse a hacer una película sobre la excelente novela de Ignacio del Valle "El tiempo de los emperadores extraños."

Y es que no sé que habrá pasado con Herrero que, sin un céntimo para explotar la vertiente espectacular de la obra (habría que haber visto lo que habrían hecho por ahí fuera con ella, excluyendo la mogigatería estándar hollywoodiense, claro), o sin ganas de, aunque sólo sea, "imitar" la atmósfera de éste thriller policíaco oscuro, que fluye en medio del infierno, "fabrica" una película claramente artificial, puro cartón-piedra que no consigue en absoluto poner en ambiente al espectador, alejándole con un empellón apático de ésa picelada rojinegra sobre papel blanco que constituye el espíritu de la novela que se ha propuesto (y conseguido) machacar.

En resumen cine hecho sin ganas que parece una obra de teatro con exteriores, especialmente creada para televisión.

La película es una investigación policíaca en plena II G.M. y más en concreto en el marco de los divisionarios españoles que fueron a pelear a Rusia junto a los nazis contra el comunismo. La trama es interesante y cautiva, pero en verdad que las escenas de los bombardeos están tan mal montados que parecen de broma más que en serio. Juan Diego Botto, una pregunta, ¿de dónde sacaste al tipo encargado de preparar y hacer las explosiones a los márgenes de la carretera cuando va el camión en marcha?, ¿de una caseta de tiro de feria o de una cuadrilla de especialistas en dar medio gato por rabo de liebre? Solo esas escenas echar por tierra al filme entero y lo degeneran.