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Yojimbo (El mercenario)

Acción. Drama En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un samurái llega a un poblado, donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por el control del territorio. Muy pronto el recién llegado da muestras de ser un guerrero invencible, por lo que los jefes de las dos bandas intentan contratar sus servicios. (FILMAFFINITY)
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Críticas 73
Críticas ordenadas por utilidad
27 de noviembre de 2007
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionado me dejó este gran film de Kurosawa por varios motivos, especialmente por qué siendo Japonés es un auténtico Western tanto por la trama como por la estructura narrativa y por la figura del personaje principal.
La fotografía es simplemente impecable y capta excelentemente la atmósfera sombría del film.
La parte final es una de las mejores de la historia del cine.
Mifune esta auténtico y soberbio en su interpretación al igual que el resto del elenco.
Un saludo, Efelson.
efelson
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21 de abril de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La precisa sencillez de un maestro

Hace años, oía a un profesor alabar el cine de Akira Kurosawa diciendo que era un consumado especialista en la creación de arquetipos -tipos de imágenes, narraciones y personajes con un contenido universal- sin caer en lo estereotipado. Encontré esa distinción insustancial, y aquello que merecía su alabanza me pareció motivo de menosprecio: mostraba la incapacidad de expresar los problemas y la verdadera realidad de la individualidad humana. Los años pasaron, y obras maestras como Rashomon o Los siete samuráis me obligaron a reconocer el maravilloso dominio cinematográfico de Kurosawa, su profundo conocimiento del ser humano y su amor por sus venturas y desventuras. Finalmente, he visto Yojimbo. Y la lectura, aquí y allá, de comentarios de espectadores mofándose del maniqueísmo de los personajes me ha llevado a la memoria las palabras de aquel profesor, con quien ya no puedo sino estar de acuerdo. Pues lo que puede parecer simple, unidimensional, toma poéticamente forma de metáfora, y se engarza coherente y significativamente, en ocasiones de forma muy sutil, en una totalidad riquísima -Chéjov estaría feliz al ver esa pistola.

La feria de los cadáveres

¿Qué quiere contar, en todo caso, Yojimbo? El nacimiento de la Modernidad. O, al menos, la interpretación que Kurosawa quiere mostrarnos en el pequeño escenario que al inicio del film se encuentra el protagonista: a mediados de siglo XIX, los poderosos señores feudales han sido sustituidos por mercaderes, antaño la más baja estofa social, que compiten sanguinariamente entre ellos por la supremacía; a su alrededor, codo a codo con toda clase de indeseables, jugadores ("el olor de la sangre atrae a los perros hambrientos"), se agolpan samuráis que han perdido su señor, obligados a convertirse en sus subalternos, matones a sueldo despojados de toda aureola anterior; los campesinos han perdido su centralidad en la producción, y la nueva generación, aburrida, ahogada por la humilde rutina del campo, se marcha a la ciudad seducida por la oportunidad, por la perspectiva de dinero fácil, incluso si tal hecho puede costarle la vida; y la burocracia política, de altas esferas o de medio pelo, no duda en hacer la vista gorda ante todo lo que ocurre cuando le conviene. En definitiva, nadie se rige ya por los códigos éticos del pasado: el honor, la fidelidad, la honradez, la justicia desaparecieron, y ante ellos se erige el nuevo, único valor dominante: el dinero. Y en tal situación no caben dudas, nadie puede mostrar ni una pizca de humanidad: todo escrúpulo lleva a la muerte.

Es sabido que la intención de Kurosawa en 1961, en todo caso, iba más allá de realizar un muestrario de lo pretérito. Pretendía, al contrario, ejercer una mirada crítica -en la que juega un papel importante el humor, la ironía- sobre el Japón de su propio tiempo. Aquellos años en que, tras la ruina de la II Guerra Mundial, la nación fundamentaba su particular Milagro económico en una subjetividad ya totalmente al servicio del capital, y la corrupción -de la que participaba y se alimentaba la yakuza, hija de esa nueva clase subalterna y bastarda de samuráis- se hacía estructural. De hecho, ¿acaso no es posible considerar las relaciones de los dos mercaderes de la película, con su creciente reclutamiento de hombres y siempre al borde de la destrucción mutua, como una representación de la Guerra fría? ¿Y, más allá, aunque Kurosawa ya no esté con nosotros, no apunta la historia también a los terribles conflictos de nuestros días?

Sanjuro y la apertura de la naturaleza humana

Tras este planteamiento, falta por resolver una cuestión todavía: ¿quién es Sanjuro? ¿qué papel juega en la película? De inicio, se nos presenta como una figura misteriosa, que parece planear asesinar a los mercaderes y apropiarse de sus riquezas sin que sepamos cómo. Se diría que su carácter misterioso reside, precisamente, en el hecho de que sabe esconder sus cartas como el mejor jugador. En este sentido, el crítico Rogert Ebert le vio representar al "hombre moderno", imprevisible para los mercaderes al creer que se comporta, como un samurái de antes. Sin embargo, yo creo que para los mercaderes la relación se basa en otro supuesto: el de que todo es intercambiable, todo puede ser manipulado; y que sí llegan a considerar la posibilidad de ser traicionados por Sanjuro -toda traición es razonable en su contexto. En verdad, lo que les pierde es no poder concebir ya otro modo de existir.

Pues Sanjuro no es un samurái a la vieja usanza, alguien, como Dersu Uzala, incapaz de penetrar en el mundo moderno; pero tampoco, meramente, un "hombre moderno", ni siquiera uno más hábil y calculador que los demás. Sanjuro es alguien que conoce el funcionamiento y el poder del dinero, pero que no vive cegado por el afán de conseguirlo; es alguien con quien se puede charlar, reír y compartir tranquilamente un bol de arroz y una botella de sake; en quien se puede confiar, si se hace con honestidad; alguien valiente, que lucha a muerte con quien trata malignamente de asesinarle, y que arriesga su vida por quien es inocente o bondadoso. Sanjuro es alguien que se sitúa en cierto modo por encima de la modernidad, del mundo de los mercaderes; como el soldado Svejk de la gran obra de Jaroslav Hasek, es más que un jugador en el círculo de la manipulación. Es misterioso porque no está encerrado en una sola dimensión, sino que en cada momento se nos muestra en proceso de elegirse. En última instancia, Sanjuro expresa la apertura de la naturaleza humana, su potencialidad indestructible, que nunca es reducible -aunque pueda degradarse- a un sistema fijo y siempre puede superar lo dado.

A casi 60 años del estreno de la película, sin la explosión de la Guerra fría pero quizás más que nunca al borde del colapso, Sanjuro nos advierte: podemos llevar la avaricia y la dominación hasta el final -"morir como hemos vivido", tal y como dice, con lástima y hastío-, o tomar otra dirección en la encrucijada.
Joe K
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2 de septiembre de 2013
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película de Akira nos sitúa en una aldea donde, dos bandas de samuráis enfrentadas, luchan por el dominio del pueblo. En esta guisa, llega un samurái muy listo y muy diestro con la espada que decide ayudar a los pueblerinos a deshacerse de los malvados para que vivan en paz, no sé muy bien a cuento de qué, porque es bueno por naturaleza, supongo.

No es fácil criticar al director del que se dice es el más influyente en la historia de Asia pero intentaré ser objetivo en base a mi criterio:

Para empezar, cabe destacar la capacidad para contar historias del director nipón, logra brillantes escenas con una facilidad pasmosa y su ambientación de la época feudal japonesa no deja de asombrarme, son sus mejores bazas sin duda. El problema es que la linea que separa, en este caso, la grandeza del ridículo es muy fina, así, al igual que nos encontramos unas escenas, a mi gusto, muy interesantes, vemos otras tantas donde, casi nos pareciera, estar frente a una película de los hermanos Marx.

Podemos decir sin miedo que la película de Akira inspira claramente el cine western, por ejemplo, con escenas donde los enemigos se caracterizan por su tardanza a la hora de acabar con el duelo mortal, alargando el fatal desenlace varios minutos con el objeto de crear la máxima tensión posible; en éstas, mientras los rivales se miran fijamente con cara de pocos amigos se escucha una banda sonora horrorosamente elegida que oscila entre la música oriental japonesa y una composición de Ennio Morricone, la fusión, en mi opinión, no resulta agradable al oído.

Por último, decir que la película posee una gran fotografía y planos para el recuerdo, además, Kurosawa tiene el extraño poder de hacer querer ver sus películas sin saber muy bien por qué.

En definitiva, las comparaciones son odiosas pero esta película me parece está un escalón por debajo de su obra maestra "Los siete samuráis".

[6/10]
ajesus
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12 de agosto de 2008
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sanjuro es un mercenario que llega a un pueblo, para ofrecer sus servicios a uno de los dos bandos enfrentados, Seibei y Ushi-Tora.
Sanjuro es un tipo muy listo, y le va el juego, el juego de pasar de un bando a otro, de ver las monedas en su saca, y si es posible sacar el máximo provecho a costa de servir a uno de los dos bandos.
Toshirô Mifune dibuja y remarca con ese carácter tosco, duro y serio, un mercenario con escrúpulos, quizá con cierto código de honor que le puede hacer vulnerable en una situación tan peligrosa, en cierto momento en el que deja de ser un antihéroe, en medio de los bandos que luchan por el poder del pueblo.
El carácter y su carismática voz. Rasgos que fue mostrando a lo largo de su carrera junto al maestro responsable de esta y otras grandes obras; Akira Kurosawa.
el cine de Akira Kurosawa sin el gran Mifune, ya sea a caballo perdido en un bosque pero encontrando su destino (Trono de sangre) o segando vidas con la rapidez que dota a su kantana en cada movimiento, junto a un grupo de samuráis (Los siete samuráis), no se viviría con la misma intensidad, no se entendería de la misma forma.
Aquí Mifune tiene todo el protagonismo.
Por eso y por otras razones esta es mi preferida de todas las de Akira Kurosawa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JVMarq
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3 de octubre de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su estructura se trata de un auténtico western ambientado en el Japón feudal y en el que el héroe es un samurai. Kurosawa nunca negó lo mucho que le gustaban las películas de John Ford y sin duda más de una película del director americano pasaron por la mente del director japonés al realizar “Yojimbo (El mercenario)”. Por su parte Jhon Ford se interesó por Kurosawa y estuvo en alguno de sus rodajes nada más terminar la segunda guerra mundial. Hay muchas similitudes entre las películas de ambos directores, pero nunca nadie, ni siquiera los críticos estadounidenses, y mira que lo han intentado, ha denunciado por plagio al japonés y, por supuesto, tampoco al contrario. Sin embargo a Sergio Leone, Kurosawa y la productora japonesa Toho le denunciaron por plagio en su película “Por un puñado de dolares” ante la Federación Internacional de Productores. Y algo de verdad habría en esa denuncia de plagio pues la productora de la película italiana fue condenada a pagar a Kurosawa el 15% de la recaudación mundial de “Por un puñado…” Pero lo que nos importa es el valor artístico de “Yojimbo”. Como siempre la posición de la cámara y sus estudiados movimientos, tanto en interiores como en exteriores, nos hacen ver el sello de un maestro del cine. El arranque de la película con la sobreimpresión de los títulos en la espalda de Toshiro Mifune mientras avanza a un pueblo aparentemente vacío, y los planos del perro que lleva una mano humana en su boca, son puro cine. Y los duelos entre las bandas, así como las peleas entre los protagonistas, están resueltas colocando a los personajes, sean muchos o unos pocos, de manera que se mueven de forma rítmica y en su espacio, como si fuera un musical. El trabajo de Toshiro Mifune es extraordinario y nadie podrá dudar de su interpretación después de verle como Sanjuro, un samurai pendenciero, sarcástico, mentiroso y con un enorme corazón.
Pp Ferrer S
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