Haz click aquí para copiar la URL
España España · Sabadell
Voto de Joe K:
8
Acción. Drama En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un samurái llega a un poblado, donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por el control del territorio. Muy pronto el recién llegado da muestras de ser un guerrero invencible, por lo que los jefes de las dos bandas intentan contratar sus servicios. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La precisa sencillez de un maestro

Hace años, oía a un profesor alabar el cine de Akira Kurosawa diciendo que era un consumado especialista en la creación de arquetipos -tipos de imágenes, narraciones y personajes con un contenido universal- sin caer en lo estereotipado. Encontré esa distinción insustancial, y aquello que merecía su alabanza me pareció motivo de menosprecio: mostraba la incapacidad de expresar los problemas y la verdadera realidad de la individualidad humana. Los años pasaron, y obras maestras como Rashomon o Los siete samuráis me obligaron a reconocer el maravilloso dominio cinematográfico de Kurosawa, su profundo conocimiento del ser humano y su amor por sus venturas y desventuras. Finalmente, he visto Yojimbo. Y la lectura, aquí y allá, de comentarios de espectadores mofándose del maniqueísmo de los personajes me ha llevado a la memoria las palabras de aquel profesor, con quien ya no puedo sino estar de acuerdo. Pues lo que puede parecer simple, unidimensional, toma poéticamente forma de metáfora, y se engarza coherente y significativamente, en ocasiones de forma muy sutil, en una totalidad riquísima -Chéjov estaría feliz al ver esa pistola.

La feria de los cadáveres

¿Qué quiere contar, en todo caso, Yojimbo? El nacimiento de la Modernidad. O, al menos, la interpretación que Kurosawa quiere mostrarnos en el pequeño escenario que al inicio del film se encuentra el protagonista: a mediados de siglo XIX, los poderosos señores feudales han sido sustituidos por mercaderes, antaño la más baja estofa social, que compiten sanguinariamente entre ellos por la supremacía; a su alrededor, codo a codo con toda clase de indeseables, jugadores ("el olor de la sangre atrae a los perros hambrientos"), se agolpan samuráis que han perdido su señor, obligados a convertirse en sus subalternos, matones a sueldo despojados de toda aureola anterior; los campesinos han perdido su centralidad en la producción, y la nueva generación, aburrida, ahogada por la humilde rutina del campo, se marcha a la ciudad seducida por la oportunidad, por la perspectiva de dinero fácil, incluso si tal hecho puede costarle la vida; y la burocracia política, de altas esferas o de medio pelo, no duda en hacer la vista gorda ante todo lo que ocurre cuando le conviene. En definitiva, nadie se rige ya por los códigos éticos del pasado: el honor, la fidelidad, la honradez, la justicia desaparecieron, y ante ellos se erige el nuevo, único valor dominante: el dinero. Y en tal situación no caben dudas, nadie puede mostrar ni una pizca de humanidad: todo escrúpulo lleva a la muerte.

Es sabido que la intención de Kurosawa en 1961, en todo caso, iba más allá de realizar un muestrario de lo pretérito. Pretendía, al contrario, ejercer una mirada crítica -en la que juega un papel importante el humor, la ironía- sobre el Japón de su propio tiempo. Aquellos años en que, tras la ruina de la II Guerra Mundial, la nación fundamentaba su particular Milagro económico en una subjetividad ya totalmente al servicio del capital, y la corrupción -de la que participaba y se alimentaba la yakuza, hija de esa nueva clase subalterna y bastarda de samuráis- se hacía estructural. De hecho, ¿acaso no es posible considerar las relaciones de los dos mercaderes de la película, con su creciente reclutamiento de hombres y siempre al borde de la destrucción mutua, como una representación de la Guerra fría? ¿Y, más allá, aunque Kurosawa ya no esté con nosotros, no apunta la historia también a los terribles conflictos de nuestros días?

Sanjuro y la apertura de la naturaleza humana

Tras este planteamiento, falta por resolver una cuestión todavía: ¿quién es Sanjuro? ¿qué papel juega en la película? De inicio, se nos presenta como una figura misteriosa, que parece planear asesinar a los mercaderes y apropiarse de sus riquezas sin que sepamos cómo. Se diría que su carácter misterioso reside, precisamente, en el hecho de que sabe esconder sus cartas como el mejor jugador. En este sentido, el crítico Rogert Ebert le vio representar al "hombre moderno", imprevisible para los mercaderes al creer que se comporta, como un samurái de antes. Sin embargo, yo creo que para los mercaderes la relación se basa en otro supuesto: el de que todo es intercambiable, todo puede ser manipulado; y que sí llegan a considerar la posibilidad de ser traicionados por Sanjuro -toda traición es razonable en su contexto. En verdad, lo que les pierde es no poder concebir ya otro modo de existir.

Pues Sanjuro no es un samurái a la vieja usanza, alguien, como Dersu Uzala, incapaz de penetrar en el mundo moderno; pero tampoco, meramente, un "hombre moderno", ni siquiera uno más hábil y calculador que los demás. Sanjuro es alguien que conoce el funcionamiento y el poder del dinero, pero que no vive cegado por el afán de conseguirlo; es alguien con quien se puede charlar, reír y compartir tranquilamente un bol de arroz y una botella de sake; en quien se puede confiar, si se hace con honestidad; alguien valiente, que lucha a muerte con quien trata malignamente de asesinarle, y que arriesga su vida por quien es inocente o bondadoso. Sanjuro es alguien que se sitúa en cierto modo por encima de la modernidad, del mundo de los mercaderes; como el soldado Svejk de la gran obra de Jaroslav Hasek, es más que un jugador en el círculo de la manipulación. Es misterioso porque no está encerrado en una sola dimensión, sino que en cada momento se nos muestra en proceso de elegirse. En última instancia, Sanjuro expresa la apertura de la naturaleza humana, su potencialidad indestructible, que nunca es reducible -aunque pueda degradarse- a un sistema fijo y siempre puede superar lo dado.

A casi 60 años del estreno de la película, sin la explosión de la Guerra fría pero quizás más que nunca al borde del colapso, Sanjuro nos advierte: podemos llevar la avaricia y la dominación hasta el final -"morir como hemos vivido", tal y como dice, con lástima y hastío-, o tomar otra dirección en la encrucijada.
Joe K
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow