Tamaño natural

Personalísimo trabajo del maestro Berlanga, que no se parece a (casi) nada del resto de su filmografía.
Fue un trabajo que se empeñó en realizar pese a opiniones desfavorables desde muchos grupos.
Y para poder filmarla tuvo que coproducirla con Francia a Italia.

El resultado es una rareza que viéndola mucho tiempo después (casi cincuenta años) se me aparece como un canto triste y desangelado a la incomunicación humana, a la soledad existencia por mor de deseos humanos sexuales que no encuentran satisfacción cotidiana y debe intentar encontrarse en una muñeca que le satisfaga en todos sus deseos.
Sin embargo, este es un mundo implacable donde la sociedad no ve con buenos ojos dichos deseos y los castra como puede.

Berlanga narra su historia de forma más bien irregular, con momentos de rara intensidad dramática con otros donde el humor, a veces grotesco, otras con fina ironía y otras, como las de la parte final de la cinta, costumbristas.

A veces satisface en sus propuestas y otras creo que se queda a medio camino de lo que quiere expresar, pero nadie le puede echar en cara al maestro que no haya sido libre para exponer y mostrar su alma.
Indudablemente es para gustos pero hay que verla libre de prejuicios.

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“Tamaño natural” es una “rara avis” en la filmografía de Luis García Berlanga. En primer lugar, porque se trata de un drama y no de una comedia; en segundo, porque se desarrolla en París y no en nuestro Estado; en tercero, porque es hija de su tiempo, el comienzo de los años 70, y la necesidad de trascendencia y de provocación sexual era imperativa en aquel momento histórico cultural y cinematográfico; por último, porque se trata del Berlanga más curioso, el que pretende imitar el drama surrealista de Luis Buñuel, de quien “Tamaño natural” es heredera directa y confesa.

Es obvio que la cinta ha envejecido mal y que muchas de sus perspectivas son imposibles de sostener en la actualidad, pero también lo es que, como estudio del mal que produce la soledad no buscada en el ser humano, no tiene precio. Porque se trata de la historia de un odontólogo de éxito que vive y tiene su consulta en París, está casado pero inmerso en una insatisfactoria relación abierta y que decide canalizar su deseo sexual y afectivo en una muñeca de tamaño natural que encarga en Japón.

A partir de ahí, el dentista va a centrar su vida alrededor de la muñeca como fórmula para salir de una sociedad y un matrimonio que le asfixian. Las situaciones irán ganando en surrealismo, la provocación irá tomando las riendas del metraje y el aroma a Bertolucci (su conexión con “El último tango en París” es innegable) y Buñuel lo acaban impregnando todo.

Estilísticamente, está también lejos de la norma del cine berlanguiano, por cuanto todo está rodado en primeros planos y con muy pocos personajes ante la cámara y, cuando en la parte final aparece la muchedumbre propia de su filmografía, no lo hace a través de sus característicos y trabajados planos secuencia, lo cual no deja de resultar llamativo.

Tampoco es fácilmente reconocible el guión coescrito con Rafael Azcona, porque ambos juegan a ser lo que no son y se parapetan tras la interesante partitura original de Maurice Jarre y una grandiosa interpretación de Michel Piccoli, que sostiene un personaje al que resulta difícil otorgar credibilidad.

Infravalorada y magistral fábula sobre la soledad y la incomunicación del hombre planteada desde una perspectiva buñueliana en la que el erotómano Luis García Berlanga se desenvuelve a la perfección para ofrecer un rico muestrario de obsesiones fetichistas, fantasías surrealistas, lujuria sexual, celos posesivos, pasiones enfermizas, infidelidad, traición y muerte, todo ello plasmado en la chocante relación de un dentista de mediana edad y aparente felicidad con una muñeca hinchable que encarga por correo a Japón.

Una insólita situación de la que se trasluce (al margen de una importante patología mental) la tristeza, la frustración y la soledad de un hombre fracasado tanto en su matrimonio como en sus relaciones con las mujeres en general, lo cual le lleva a abandonarlo todo y a recluirse con la única compañía de su nueva e inerte compañera, un objeto pasivo que en principio puede manejar a su antojo y que sin embargo y a pesar de su lógico desinterés, acabará arrastrando a su amante de carne y hueso a la destrucción.

El tono apesadumbrado y melancólico que rodea al personaje central está sensacionalmente conseguido por Berlanga en colaboración con sus co-guionistas Azcona y Jean-Claude Carriere (habitual colaborador de Luis Buñuel en su filmografía francesa), un tono taciturno que sin embargo no desdeña el perspicaz humor y la causticidad habituales del cine berlanguiano, que sirven en este caso para envolver con un manto de trágico patetismo a esta excelente alegoría sobre el lado oscuro del ser humano.

Película de Berlanga que le quedó bastante flojita, y que ni tan siquiera parece de él: más bien una película típica europea de la época, pero peor. Desde poco después del principio ya empieza a aburrir, y se queda en una insípida historia sobre un tío y una muñeca. Hacia el final hay algún brote del Sr. Berlanga, sobre todo en las escenas donde aparecen el gran Manuel Alexandre, Agustín González y algún otro de los de siempre. Genial -a la vez que avergonzante- la imagen que da de los españoles: esos rateros de los que no te puedes fiar. Como le dice Alexandre a Piccoli en las últimas escenas del filme: "los españoles tenemos sentido del honor", a lo que éste último responde "y un cuerno". Lo dicho: lo mejor, las escenas con los españolitos; lo peor: el resto.

LO MEJOR: Muy turbia, no se corta nada en mostrar o sugerir lo más perverso. Fetichista a tope. Escenas muy locas e incómodas. Exclusiva, muy pocos se han atrevido a grabar algo tan inquietante. Bien rematada.

LO PEOR: Incomodísima, fea y soez. Demasiado afán por tocar muchos fetichismos en una sola cinta. Menos argumento que una porno.