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El repostero de Berlín

Drama En Berlín, Oren, un ingeniero constructor israelí, se encapricha del pastelero Thomas. El romance ni siquiera parece haber empezado cuando Thomas descubre que Oren ha muerto en un accidente de coche en Jerusalén. Thomas viaja allí sin saber exactamente qué es lo que está buscando. Descubre que la mujer de Oren, Anat, es propietaria de un café, y esta le ofrece a Thomas un empleo de lo más básico, consistente en limpiar y fregar cacharros. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
24 de octubre de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia de trama escueta, pero en absoluto simple, sobre dos hombres cuyas vidas que se cruzan.
Los personajes, bien construidos e interpretados con la sencillez y profundidad requerida por la historia; consiguen alejarnos de un genero donde resulta sencillo caer en lo más evidente y fácil.

Aunque la narrativa mantiene un desarrollo lineal, su ritmo sosegado no supone un lastre. Las secuencias correctamente encadenadas, permiten que nos reencontremos con un cine de relevancia, a través de imágenes rodeadas por elementos que reflejan el descubrimiento de la fragilidad, el encuentro con la liberación; dentro de esa sutil línea, que en ocasiones no diferencia lo poético de ese abismo existencial que frecuentemente nos arrastra.
LEUGIM
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17 de septiembre de 2018
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Thomas es pastelero en Berlín y mantiene una relación homosexual con Oren, un ejecutivo de una empresa israelí que viaja constantemente a aquella ciudad. Sorpresivamente, Oren fallece en una accidente en Jerusalén. Thomas se siente atraído por el misterio de esa muerte y viaja hacia aquel lugar en busca de respuestas.
Con un guión construido minuciosamente con una precisión casi hithcockiana que bien podríamos decir que hace recordar muy libremente a La Sospecha, aquel extraordinario film del maestro que data de 1941, protagonizada por Cary Grant y Joan Fontaine, el israelí Ofir Raúl Grazier escribe un guión notable que desde el comienzo mismo de la estadia de Thomas en Jerusalén establece una incógnita que interroga sobre qué ha pasado con aquellos prejuicios sobre el ser alemán y el nazismo.
La respuesta es simple. El film habla de otra cosa, y está regido por un profundo humanismo. Thomas está elaborando un duelo y necesita compartirlo con alguien, pero también se siente atraído por la curiosidad de saber algo más sobre quien fue su amante y por eso, comenzará a trabajar en el bar kosher de la viuda de Oren. Es entonces cuando esas dos personas comenzarán a compartir silenciosamente un duelo. En esa convivencia concentrada en la atención del bar, la ex esposa y el ex amante, entablarán una simbiosis que irá más allá de la de patrón / empleado dando lugar a mutuas sospechas que irán tornando en apasionante una trama que elige a la rutina diaria como su medio de desarrollo.
Opera prima de Grazier, un graduado del Sapir College de Sderot, estamos ante un largometraje notable y arriesgado, que genera mucho interés en su visión. Su debut es muy auspicioso porque su film resulta de una madurez infrecuente en una ópera prima. Mantiene un interés permanente en su obra que describe sentimientos amorosos y de soledad con gran precisión, a la vez que va trabaja un suspenso creciente sobre los caminos que van tomando sus protagonistas manteniendo al film entre el drama y la comedia costumbrista sin perder nunca el equilibrio del relato.
Pero lo logros no terminan allí. Grazier habla también de una relación homosexual entre un alemán y un judío. Habla con libertad de un alemán que viaja a Jerusalén, una ciudad dividida por las religiones, en busca de respuestas. Sus personajes están moviéndose siempre hacia el futuro. En El Pastelero de Berlín el pasado pareciera ser cosa absolutamente superada y solo el mantenimiento de tradiciones como la comida kosher parecen tener sentido para personas como el hermano de Anat, que hace denodados esfuerzos por mantener el carácter religioso del bar de su hermana, mostrando paradójicamente, una personalidad con rasgos de cierta intolerancia.
En el final, así como Oren se trasladaba periódicamente para ir a la oficina alemana de su multinacional en Jerusalén, será ahora otro de los personajes el que se traslada a aquel país en busca de respuesta. Lo notable del caso es que tales repuestas están relacionadas con un pasado inmediato y no con un pasado histórico como el del holocausto. En este sentido, el film muestra una actitud totalmente proactiva hacia la superación de las diferencias y los prejuicios que durante muchos años hicieron que el retorno a su país de un judío alemán fuera poco menos que imposible.
Ya hace unos meses Juan José Sola estrenaba El Último Traje, donde su personaje volvía en busca de su pasado interrumpido violentamente por la guerra, y sobre todo en busca de sus raíces. Hacia el final, ocurre algo parecido. La protagonista, no duda en viajar hacia aquel país en busca de las respuestas que necesita. Todo esto habla de una apertura muy amplia del cine israelí, del interés de sus temáticas, de su falta de prejuicios para encarar temas urticantes.
Película muy recomendable, muy actual e interesante, no hace otra cosa que confirmar el excelente momento que atraviesa la cinematografía israelí, de la que no solo da cuentas el cine sino también la televisión a través de las notables series y miniseries que se han podido ver a lo largo de estos últimos años.
Charly Barny
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22 de junio de 2018
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
cada una de las expresiones de Thomas refleja sus estados de ánimo y hasta se puede predecir lo que pasa por su cabeza. Me ha sorprendido la calidad de expresión que logra el artísta en cada uno de sus momentos, incluso cuando calla y observa como única respuesta. Buen trabajo también del director que logró la personificación de un ser muy tierno.
Antártico69
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23 de septiembre de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El repostero de Berlín" es la cinta debut del cineasta israelí Ofir Raul Graizer, encargado tanto de la dirección de la misma, como del guión. En esta co-producción entre Alemania e Israel, el personaje central es Thomas (Tim Kalkhof), un repostero que reside en Berlín, y trabaja en una cafetería y pastelería de la cual es el encargado de la producción. El ingeniero israelí Oren (Roy Miller), en uno de sus tantos viajes de índole laboral por la ciudad alemana, conoce el negocio de Thomas, por quien sentirá un atractivo que desembocará en un romance, mientras mantiene estable su vida de familia con su esposa e hijo en Jerusalem. Tras uno de estos encuentros, Oren fallece en un accidente, pero Thomas tarda un tiempo en enterarse. Sin tener muy claro su destino, el joven repostero decide viajar hacia la ciudad de su amante, y descubre que su mujer Anat (Sarah Adler) es propietaria de un café con cierta orientación kosher, lo que lo lleva a ofrecerse como empleado del mismo. Tras obtener un puesto más relacionado a limpieza y tareas varias, no tardará en presentarsele la oportunidad de demostrar sus habilidades culinarias, lo que en un principio significará un problema, pero terminará por ser la razón que impulse el negocio de Anat. Esto igual progresivamente molestará a Moti (Zohar Shtrauss), el hermano de Oren, quien quiere mantener las costumbres kosher en la comida que se prepara y vende en dicho lugar.

"El repostero de Berlín" se presenta como una cinta dramática que pone en perspectiva la concepción sobre el amor, y en algún punto la obsesión, así como determinadas búsquedas personales. Graizer no termina de dejar en claro cual es el objetivo de Thomas en acercarse a la que fuera la familia de Oren, e involucrarse con los mismos, pero existe una representación simbólica muy marcada, que se configura con el imaginario que el joven repostero tiene de su amante, y que tiene que ver con una proximidad a este, pese a que Oren ya no forme parte del mundo de los vivos. También podemos evidenciar una crítica hacía marcados ideales que giran en torno a profesar una determinada religión, sin detenernos a observar que no todos tenemos la misma mirada, ni las mismas intenciones sobre lo mismo; aquí la persona perjudicada recae en el personaje de Anat, quién manifiesta no tener un interés sobre las costumbres de la comunidad. Hay un muy elaborado trabajo en las construcción de los personajes, y sus formas de relacionarse, que van desde su concepción, hasta el desarrollo de las actuaciones centrales. Tanto esto, como todo lo referido a puesta en escena y fotografía, envuelve al espectador en una historia de amor, que va más allá de una cuestión de géneros, sino con elementos que giran alrededor más de temática referidas a una incertidumbres, determinados temores, y el significado intrínseco del amor. Ayudan también algunos paisajes, que tienen que ver con las ciudades de Berlín y Jerusalem, como escenarios principales del relato, y cierta lírica, que por momentos colorea esta interesante y recomendable película.
Manuel Esteban
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18 de agosto de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La actitud neutral del director hace que la amalgama de situaciones intensas y desgarradoras fluyan con la naturalidad del que ve la vida pasar. Muestra Ofir Raul Graizer con cierto costumbrismo ese toque de cine culinario que tenemos en nuestras mentes, esa mezcla de intensidad, sentimiento y tremendismo que solo la erótica de los fogones sabe sacar a un personaje. Pero al final la cinta no se centra en sus peculiaridades gastronómicas, sino que extrae las relaciones personales a relucir de una forma sencilla. Sexualidad, religión, pasión, mundo laboral, política... personajes insertados en un contexto, en una comunidad, que ve aflorar la antitética sinrazón de las almas que en un momento lo pueden llegar a tener todo y que su ausencia hace que los caminos vayan por derroteros nunca pensados, ni imaginados, ni, al final, esperados por el espectador.
Bolseiro
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