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El tambor de hojalata

Drama El día de su tercer cumpleaños es una fecha determinante en la vida de Oskar. No sólo es el día en que toma la decisión de dejar de crecer, sino que recibe su primer tambor de hojalata, objeto que le acompañará el resto de su vida. Basada en la famosa novela homónima del escritor y premio Nobel de literatura Günter Grass. (FILMAFFINITY)
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
14 de septiembre de 2010
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué va?:

Un niño de tres años decide dejar de crecer, y en lugar de hacerlo dejando el Cola Cao como todo el mundo se pone a aporrear un tambor mientras ante sus ojos los mayores se afanan en cumplir sus quehaceres guerramundialísticos de cada día.

Crítica:

Me aburre Schlondorff, me aburre Gunter, me aburre Grass, y me aburre mayormente toda la película en sí. Para realismo mágico me sigo quedando con Macondo y para ver a un tío que no crece nunca y se pasa el día tocando el tambor me quedo con Manolo el del bombo y su sincera y casi pueril afición a la roja. Es cierto que el doblaje tampoco ayuda mucho, pero no creo que escuchar alemán a estas alturas me vaya a hacer cambiar de opinión. De lo más coñazo que he visto últimamente, antes me comería tres kilos de pescado del que se zampa la madre de la criatura que verla otra vez, si la hace un español diríamos que es una basura pero es alemana, y claro, ese contexto de la segunda guerra mundial, el nazismo y los uniformes y tal molan y sientan muy bien, ¡pues yo la mando a galeras a hacer compañía a Aguirre, la cólera de Dios!.

Insufrible.
triforme
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28 de febrero de 2011
16 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de leer unas cuántas críticas aquí expuestas, y siempre partiendo del punto de que las respeto todas, debo concluir dos cosas: O no hemos visto la misma película o soy yo la que tiene un problema muy grave. Un 10? En serio? Vayamos por partes.
Esta película la vimos durante la carrera en un horario poco afortunado para el alumno al que le gustaba salir de juerga los jueves y tenía clase los viernes a las 9 de la mañana. Supongo que fue la conjunción de ambos factores, pero la verdad es que verla me dio un ascazo del copón.
Ese niño/enano/engendro que parece el resultado del aborto entre un hobbit y un ornitorrinco transexual me insuflaba ganas de matar. Fue la primera vez que vi con buenos ojos el infanticidio, en serio. Siempre con el puto tambor, dale que te pego, con ese soniquete retumbando en mi cabeza necesitada de sueño. Y sus gritos!! Deja de gritar, pequeño terrorista!!! Aaaah, lo matoooo!!! (pausa para respirar). Vale, ya puedo seguir.
No quiero desvelar detalles del argumento (para eso tengo el spoiler), pero es que prefiero no recordar demasiado lo que supuso esa película para mi cerebro. Tal vez sea una obra maestra, tal vez el libro de Günter Grass haya ganado el Nobel, tal vez Filmaffinity la haya puntuado con un 7. No me importa. Es horrible, despreciable y asquerosa en muchas ocasiones. No la quiero ni regalada, qué digo, ni bajada del Emule.
Tal vez muchos de vosotros, sobre todo a los que sí os gustó, os estéis rasgando las vestiduras y estaréis preparando vuestras armas para venir a buscarme allí donde esté y descerrajarme un tiro entre ceja y ceja. Pero os lo advierto: Tengo un tambor de hojalata y no dudaré en usarlo!!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lalachan
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30 de enero de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El alemán Volker Schlöndorff pertenece a esa ilustre galería de cineastas europeos que durante los años 60 y 70, revitalizaron el panorama cinematográfico del viejo continente, entre sus mejores obras se encuentra “El tambor de hojalata”, ganadora del Oscar extranjero y vencedora en Cannes junto a “Apocalypse Now” de Francis Ford Coppola en 1979. Adaptación de la novela homónima del premio Nobel Günter Grass en la que recrea los tiempos convulsos previos a la llegada del nazismo al poder, la mediocridad de una sociedad pequeño burguesa vista a través de la mirada de Oskar, un niño alemán que al cumplir los tres años se niega a seguir creciendo, tras regalarle sus padres el tambor que da título al film.

Posiblemente no se trate de un film magnífico como se proclamó en su época pero tampoco es, ni mucho menos, una obra que deba caer en el olvido por más que buena parte de sus méritos sean patrimonio del texto original del escritor Grass y adaptador Jean-Claude Carriére. Sin embargo más de 30 años después de su estreno, la película es ingeniosa e incluso brillante a todos los niveles, tanto en lo que se refiere a su exposición de los hechos – una metáfora sobre la historia de la Alemania de mediados del siglo XX narrada desde el insólito punto de vista de un adulto con cuerpo de niño – el cineasta presume de un sentido de la imagen, no exento de inesperados toques de ironía al que hay que reconocer su mérito.

“El tambor de hojalata” conserva a día de hoy como principal atractivo, un ingenioso juego estético que se desarrolla a dos niveles. Por un lado, el ingenio del escritor, las peripecias de Oskar, pequeño en estatura pero grande en intelecto y capacidad reflexiva se desarrollan sobre el telón de fondo histórico en pleno proceso de cambios sociales y políticos. Por otro lado, el ingenio del cineasta, una digresión sobre la evolución estética del cinematógrafo. Consistente en el divertido prólogo del film, en el que se nos detalla el pintoresco origen de la familia de Oskar, está rodado con la estética que retrotrae la del cine mudo. No es casual que el parto de Oskar, personaje bajo cuyo punto de vista se desarrolla el relato, esté visualizado en plano subjetivo, del mismo modo que los momentos más relevantes de su existencia se encuentren subrayados, bajo el signo de lo fílmico.

Las manifestaciones recuerdan al cine de Leni Riefensthal, y a medida que Oskar se integra en la “troupe” del espectáculo de los enanos, las imágenes se tiñen de la fantasía del universo de Fellini. Tampoco es casual, ese grito agudo liberador de la rabia que siente en ocasiones Oskar, capaz de destrozar todos los cristales y vidrios cercanos, están emparentados seguramente como una metáfora de la irrupción del cine sonoro que acabó destrozando el cine anterior silente que habíamos conocido. Todo ello dota al film de una peculiar atmósfera, poética e indescriptible, que se ve reforzada por pequeños apuntes surrealistas que contribuyen a una obra muy estimable.
Antonio Morales
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28 de junio de 2011
28 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Bennent es un engendro que jamás debió nacer; además se parece en forma alrmante a Anthony Hopkins y ese detalle ya me enferma. La película es un sinfín de situaciones estúpidas y asquerosas protagonizadas por este bicharraco hediondo y repugnante. El tambor de hojalata es vulgar, idiota, vacía, pedante; una mierda en realidad. Admiro a todo ser viviente capaz de encontrar en esta garcha algo digno de apreciar.
Black Floyd
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23 de noviembre de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para que entre bien "El tambor de hojalata", y sólo me refiero a la película, es imprescindible sentir un mínimo afecto hacia el niño que desde su tercer cumpleaños se niega a crecer. No hablaré de Günter Grass y su literatura, ni de su participación de jovenzuelo en las azañas nazis de la época, para mí la historia de esta familia en la ciudad de Danzig, vecina de Polonia, tiene que ver con las imágenes que Volker Schlöndorff ofreció en 1979 y cuya polémica arrastra desde entonces. Como digo, si ese niño Oskar no cae bien, la película fracasa irremediablemente. El repaso que se hace a través del niño de la historia de Alemania en esa primera parte del siglo XX resulta original porque se realiza a través de su protagonismo, a través del elemento mágico y misterioso de un hecho a lo Peter Pan pero sin su gracia.

Hay muchas películas que retratan ese pedazo de historia crucial para Europa, no sólo para Alemania, pero ninguna a través de un crío que está obsesionado con un tambor, siempre el mismo, y que cuando no entiende algo o le invade una libido incontrolable se dedica a gritar y romper cristales, vidrios o cosas parecidas. La originalidad de "El tambor de hojalata" se fundamenta en el niño y para mí produce de todo menos simpatía o apego. Ese niño no me seduce, no me gana, todo lo contrario, me repele, y así es difícil, es imposible que la película me convenza. No tiene nada que ver pero que se parezca a Anthony Hopkins tampoco le ayuda...

Hay hechos que se narran de forma ejemplar, hay cosas que me han gustado con independencia del niño, de ahí que mi nota no sea un descalabro absoluto, de manera que las anguilas que salen de la cabeza de caballo en lugar de asquearme pienso que supone una imagen elogiosa por su potencia visual. Que la madre se atiborre de pescado crudo es, por lo menos, impactante, por no hablar de ese final (spoiler, lógicamente) Sin embargo la inaudita gira circense por París no me ha parecido buena idea, para mí está fuera de lugar.

En definitiva buen repaso por la historia de Alemania, buen repaso por los problemas sexuales de una familia (tal vez la sociedad entera) que lo acaba condicionando todo, la felicidad, la estabilidad familiar, el presente y el futuro. Parecerá burdo, pero por entre las piernas de la mujer alemana se suceden las mil y unas razones que derivan en los hechos de "El tambor de hojalata" Y ello incluye a un niño muy mal parido...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luisito
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