Aladdin

Todos los fans de la película de 1992 la estábamos deseando. Aún recuerdo cuando fui con mi padre a ver la peli de dibujos al cine. Tendría apenas 6 o 7 años y como estaba tan lleno el cine tuvimos que ver la peli en primerísima fila. Qué espectáculo!
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Sin duda la película de dibujos es tremendamente especial. Sus canciones. El encanto y agilidad de los personajes sentó precedente. No habia habido una peli como ésta antes. Tras las ñoñerias de Blancanieves y toda la tropa aparece esta gamberrada con un genio apoteosico que parece el Mortadelo de Disney.
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Y ahora con esta moda de El libro de la selva, Dumbo, Bella y Bestia...llega Aladdin. ¿Podrá estar a la altura?
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El director es Guy Ritchie. El exmarido de Madonna. Que la verdad tiene alguna peli maja pero no es tampoco (bajo mi punto de vista) la creme de la creme.
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Tibia adaptación de imagen real del clásico de los 90, otra muesca en la explotación de la mina de obras animadas del catálogo Disney; y que pase la siguiente.
Repitiendo la fórmula que le ha salido bien, trabajo encargado y realizado por un cineasta de éxito (Ritchie) en horas bajas, que abandona su estilo personal por cobrar un suculento talonario.
Sin embargo, algo es destacable, los números musicales no están nada mal, y el carisma de Will Smith es suficiente como para no caer en el ridículo de hacer de genio azulado. La película se salva, no es tan desastrosa como podría haber sido.
Por otro lado, el resto del elenco, los sosos y anodinos protagonistas empequeñecen un trabajo al que saca a flote la nostalgia por la emocionante cinta original. Aventura de corporación.

No tenía ni 20 años cuando allá por 1992 acudí al cine a ver el estreno de la película en dibujos animados y lo cierto es que me divertí muchísimo, siempre me han gustado las historias de oriente, de Alí Babá y los magos y hechiceros de la época.

Y la historia tenía de todo, dibujos, animación, amor, hechizos, poder, envidias, pero sobretodo tenía...un genio. Un genio que lo hacía todo más grande, más entretenido, más gracioso, vamos, el personaje principal. La versión de 2019 es muy parecida a aquella de 1992, no he visto esas ganas por mostrarnos algo realmente novedoso, con algunos cambios eso si, se ha limitado a mostrarnos más de lo mismo, pero de forma real, donde sus protagonistas en lugar de dibujos animados, son personajes reales.

La peli no es mala, ni aburre, al contrario, es bastante entretenida, pero, pero, pero, esperaba mucho más. Los actores están muy bien, muy logradas las caracterizaciones para ser lo más parecidos a los dibujos animados y en especial el personaje de Will Smith es quien le pone la guinda al postre, pero se queda muy por debajo de aquel que me fascinó hace casi tres décadas.

Poco más me queda por decir, a los peques les podrá gustar más o menos, pero a los adultos al menos, les asegurará un rato bastante entretenido.

Las comparaciones son odiosas y era muy difícil lograr un remake a la altura de la original. Creo que en este caso los errores son de bulto:

Dos personajes carismáticos y graciosos como Abu e Iago tienen una importancia residual.

Aladdin es representado como un imbecil descolocado en lugar de como un pícaro durante gran parte de la película.

Y por último y para mi lo más grave: la elección del actor de Jafar, absolutamente vergonzoso.

Lo mejor del remake es el humor y el carisma de Will Smith como genio y las coreografías, adaptadas a estos tiempos.

Remake con actores reales del largometraje animado estrenado en 1992 (véase spoiler 1), cuya calidad e interpretaciones lo elevaron casi al instante a obra de culto. La nueva versión incluye algunos cambios, ora por razones que solo Disney sabrá, ora para reírle las gracias a la ideología de género. Por ello, y dejando aparte el festín de CGI, espectacular como ya mandan los cánones, la principal novedad de este trabajo son sus actores, por lo que toca mirarlos de cerca. Y casi mejor no hacerlo.

De primeras, los únicos salvables son Will Smith y Naomi Scott. El primero hace suya la película por causa de su carisma. También es verdad que su personaje ya concentraba mucha atención en el 92 gracias a su histrionismo desatado y, puesto que eso no ha cambiado, se han juntado el hambre con las ganas de comer. Vamos, que Smith es quien salva la película con su campechanía hiperactiva, aunque no esté entre lo mejor de su currículo.

Naomi Scott, por su parte, hace lo que puede. No es que la londinense brille, pero hay que reconocer que, comparada con el resto del elenco, hasta parece que actúa. A ello hay que sumar su exótica belleza, aunque estaría ciego quien no viese el trabajo de chapa y pintura que lleva encima (véase spoiler 2).

Lo malo viene ahora, porque con Mena Massoud (Aladdin) y Marwan Kenzari (Jafar) habría que tener unas palabras aparte. El primero no consigue igualar la personalidad del Aladdin animado. El suyo, apagado y falto de chispa, daña la película, por lo que no hay manera de empatizar con él. Y eso, en un personaje que da nombre a la historia, es para ponerse serio con la gente de casting. ¡Que la broma ha costado $183 millones!

Por otro lado está ese dolor de huevos para la vista que es Marwan Kenzari, cuya parálisis facial y mirada pétrea son la prueba de que se equivocó de profesión. Es, con diferencia, el más desastroso de los actores que se han dejado caer por la película. De verdad, que alguien encuentre el móvil de los de casting, que hay que llamarlos.

La película, además, sangra por varias heridas debido a su doblaje al castellano. Así, asignarle a Kenzari la voz de Fernando Cabrera fue un error. Primero, por la juventud de la misma; segundo, porque está tan fuertemente asociada a Sheldon Cooper, que a poco que uno mira hacia otro lado se imagina al físico en la película. Ni pizca de maldad en su voz. Y luego está el problema de la sincronía cuando Aladdin y Jasmine cantan (recuerde, es un musical), pues hay un serio problema con los labios.

Comprendo que doblar voces es una tarea muy difícil. Y hacerlo cantando tiene que ser extremo. Pero creo que en España el doblaje es una actividad lo bastante veterana y con unos profesionales lo suficientemente curtidos como para que en el 2019 pasen estas cosas. Agradezco mucho el esfuerzo sobresaliente hecho por David García LLop y de Nieves García, pero es cantoso (véase spoiler 3).

Podríamos citar también la criba de personalidad que se ha hecho con algunos personajes no humanos, como la alfombra voladora, Abu (el mono) y Yago (el loro de Jafar), todos ellos bastante más protagónicos e interesantes en el largometraje del 92. Aquí son poco más que atrezzo o, si acaso, recursos para salvar la situación. Apuesto que nadie los recordará.

En general, estamos ante una versión inferior de una película animada rodada con actores reales. Su taquilla de $1050 millones lo mismo ha sido un pelín generosa para lo que han acabado ofreciendo, aunque su rentabilidad ha superado a casi todos los trabajos de "Star Wars" rodados hasta la fecha por Disney (véase spoiler 4). La Kennedy tiene que aprender.

¿Y Guy Ritchie? Pues dicen que estaba por ahí, dirigiendo, pero lo mismo hasta era mentira. Porque aquí Ritchie ha hecho lo que hacen todos los que trabajan para Disney: agachar la cabeza, poner el culo en pompeta y decir "Sí, wuana". Quien no, es despedido.

En resumen, versión modificada del largometraje animado de 1992, que a su vez ya era una adaptación muy libre del cuento de "Las mil y una noches". No es mala, pero no le hace sombra a su predecesora. Le quitas a Smith, y este sombrajo se queda sin su único punto de apoyo estable.