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Ladrón de bicicletas

Drama En la Roma de la posguerra, Antonio, un obrero en paro, consigue un sencillo trabajo pegando carteles a condición de que posea una bicicleta. De ese modo, a duras penas consigue comprarse una, pero en su primer día de trabajo se la roban. Es así como comienza toda la aventura de Antonio junto con su hijo Bruno por recuperar su bicicleta mientras su esposa María espera en casa junto con su otro hijo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 200
Críticas ordenadas por utilidad
25 de abril de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la impotencia, sino la fealdad.
Rara vez la desgracia viene sola, pero nos encantaría que no tuviera por qué quedarse más.
Y, sin embargo, son demasiadas veces las que no sólo es inevitable, sino que encima a ojos de los demás se hace poco importante, o incluso justificable.

‘Ladrón de Bicicletas’ es la historia de un hombre al margen de la sociedad.
No en el sentido tradicional de la expresión, atendiendo a su clase social, a su dinero o a su situación familiar.
Sino de un modo más profundo, íntimo incluso, por el cual Antonio Ricci vive en una precariedad laboral que le hace perfectamente intercambiable a ojos de todos los demás, y aparte amenaza su posición siendo guardián de la estabilidad familiar.
Un padre de familia debe estar dispuesto a todo, nunca descansar, con tal de que su mujer e hijo puedan vivir con cierta dignidad.

Por suerte, la familia no es una calle de un solo sentido: por eso su mujer María sugiere empeñar las sábanas buenas con tal de comprar una bicicleta, imprescindible en el trabajo municipal de cartelería que Antonio acaba de adquirir, en uno de esos actos de amor desinteresado que sólo se muestran de verdad cuando aprieta la necesidad.
Todo es perfecto, todo saldrá bien, la familia sale unida ante la adversidad… y entonces les roban (nos roban) todo eso, cuando un muchacho toma la bicicleta, llevándose el símbolo de esa prosperidad.
Es terrorífica esa expansión inabarcable del espacio, casi agresiva, donde lo que hasta entonces había sido una plaza se convierte en un vasto territorio en el que cualquier persona se perdería.
De repente, se ha esfumado una idea de normalidad a la que agarrarse, y lo peor es que la desgracia ha venido desde dónde siempre llega y nunca se la espera, desde cualquier parte.

La búsqueda posterior sucede entre enormes edificios de ladrillo que parecen encoger y arrinconar a Antonio y su hijo Bruno, como si estuvieran siempre superados por circunstancias que no acaban de asimilar, fingiendo una normalidad que ya se largó, y va desapareciendo cada vez más a medida que no aparece bicicleta ni ladrón al que acusar.
Ahí es cuando se vuelve verdaderamente insoportable la fealdad: la de artesanos iracundos o simples transeúntes que no tienen tiempo para un triste infeliz que se dejó robar, y responden sólo ante la policía porque les trae sin cuidado su dignidad.
Bendita mirada inocente de Bruno, que sigue pensando en términos de bien y mal, sin plantearse en ningún momento que para su padre está en juego algo más. La bofetada de Antonio a su hijo, y posterior comida reconciliadora de ambos, tiene mucho de impulso aunque trate de disfrazarlo de autoridad: sólo hace falta prestar atención a sus parlamentos desordenados y nerviosos para darse cuenta de que está intentando recomponerse, y no tiene ni idea de por dónde empezar.

Antonio, sin darse cuenta, ha descendido a ese nivel de necesidad que le hace emborracharse junto a un niño, o pedir consejo a la vidente que su mujer visitaba religiosamente, aunque en su momento lo tachara de inutilidad.
Cualquier refugio es bueno, antes que enfrentar reproches y miradas que la dignidad de un padre de familia nunca debería soportar.

El problema es que esta nunca fue una historia de bien y mal, pese a que Bruno estuviera convencido de ello, pese a que Antonio, sin quererlo, siguiera pensando que existe una justicia absoluta asignando a cada maldad su dueño.
A veces las tragedias suceden, cuando menos se esperan, cuando más necesario era que no sucedieran.
Y existe una identidad comunal entre la gente, que no atiende al bien y al mal, y muy al contrario, dicta su propia moralidad.

Antonio tuvo la mala suerte de encontrarse solo entre la fealdad de la multitud.
Pero lo peor, lo más doloroso, es que no le quedó otra que jugar con unas reglas que nadie le había preguntado.
Por lo que sus lágrimas finales no son de rabia o tristeza: sino las de un hombre que, tras rebajar su dignidad, se da cuenta de que nada a contracorriente, y hace mucho que le han ganado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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27 de febrero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vista con 14 años en uno de esos programas legendarios de La Clave. Digo esto para que el lector y la lectora consideren el shock que me produjo esta película antigua en blanco y negro. Solo experimenté tal sentimiento abrumador con La Guerra de las Galaxias. Sí, lo sé, paradójico.

A un hombre le roban la bicicleta. Se pone a buscarla. Le acompaña su hijo. Desde los griegos, nos han contado historias de búsqueda: el grial, el vellocino de oro, el hogar. A veces acaban bien, otras mal. Pero siempre transforman al protagonista.

Aquí un hombre busca una bicicleta. Pero la bicicleta es la excusa para mostrarnos una sociedad despiadada, unos funcionarios irresponsables, donde el bien y el mal combaten en el campo de batalla del proletariado romano. Todo ello narrado con esa dirección que no se nota, esas interpretaciones sobrias como un cátaro y esa fotografía seca y distante como un pariente lejano.

Una historia descarnada, triste que al menos habría que ver una vez en la vida. Animarsus.
jbm1966
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21 de junio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta una película imprescindible, un monumento cinematográfico que marca un antes y un después en el lenguaje utilizado por el cine para narrar historias.

Su importancia es la que es por considerarla la película fundacional del neorrealismo pero, alejándonos de esta consideración que ya por sí sola justifica su inclusión entre las grandes obras del cine, estamos ante una historia conmovedora, perfectamente narrada, con actores tan espontáneos y a la vez tan sólidos que engrandecen un guión preñado de diálogos coloquiales y al mismo tiempo muy elaborados.

La Italia de posguerra, en concreto una Roma de hambre, precaria y casi miserable, queda aquí perfectamente retratada. Nos recuerda a obras nuestras de la magnitud de SURCOS o BIENVENIDO MR. MARSHALL, en las que el cine es capaz de retratar personajes pero a la vez darnos también un visión global, descarnada y precisa, de una sociedad completa.

Seguir las desdichas de este trabajador en paro que necesita su bicicleta para aspirar a trabajar resulta angustioso. La búsqueda, junto con su hijo (inolvidable Enzo Staiola) de la bicicleta robada por una ciudad llena de pícaros, ladrones y buscavidas es todo un viaje en el que la ansiedad, la ternura, la angustia y el cariño se suceden en los espectadores que siguen el periplo de padre e hijo.

Inolvidable.
melchorin
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18 de septiembre de 2006
11 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena visión de la crisis italiana y el desempleo de aquella época. De Sica consigue, mediante unos actores desconocidos, que el público se vea reflejado en la dramática historia de Antonio y su hijo Bruno (excelentes caracterizaciones). El pulso narrativo también es una buena baza de este film ya que consigue mantener un buen ritmo del metraje. Lo único menor del mismo es que la historia podía haber dado mucho más de si (aunque los últimos 15 minutos finales sean magistrales).
nuevacarne
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3 de abril de 2009
10 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encantaron las primeras 3 críticas pues dan datos muy interesantes. Ya por el DVD me había enterado que se trataba de actores naturales, teniendo ésto en cuenta son brillantes las actuaciones en especial de los dos protagonistas. El chico emite una ternura única. El hombre nos traspasa bastante de su tragedia vital.
Para la época se trataba de todo un acontecimiento, con escenarios naturales, muy bien mostrados a pesar de las dificultades, me parece que el director a través del entorno nos hace vivir el desasociego que es la constante en casi todo el film
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
chemivar
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