Haz click aquí para copiar la URL

Esquilache

Drama Madrid, Domingo de Ramos de 1766. Cuando el Marqués de Esquilache (Fernán-Gómez) llega a su residencia, la Casa de las Siete Chimeneas, todavía se oyen por las calles los gritos de ¡Muera Esquilache!. Tras comprobar horrorizado los efectos del saqueo a que ha sido sometida su casa, el ministro italiano de Carlos III (1759-1788), acompañado de Fernanda (Ángela Molina) se dirige al Palacio Real al tiempo que evoca sus entrevistas con el ... [+]
<< 1 2 3 >>
Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
8 de enero de 2007
16 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de los últimos y dificilísimos días del ministro italiano Esquilache (Fernán Gómez) en la corte de Carlos V servida por un solvente equipo técnico-artístico y en un formato entre el medio cinematográfico y el directamente televisivo.
Hay una buena reconstrucción histórica de hechos y personajes, así como un sólido trabajo actoral pero "Esquilache" es una correcta película sin alma, una inocua adaptación del original de Buero Vallejo, "Un soñador para un pueblo", con el hálito teatral, además, bien presente. Lo dicho, pues: una película tan aceptable como olvidable, tan correcta como inmune a cualquier consideración más allá de su aterciopelada factura que no molestaría a nadie, ni siquiera al propio Esquilache, si levantara la cabeza y viera de nuevo las revueltas populares contra su persona y política.
kafka
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
24 de octubre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creíble, bien hilvanada, concreta, seductora y oportuna cinta de carácter histórico que centra su atención en los aledaños del famoso motín.
Para unos salvador y para otros villano, la figura del marqués proporciona a F.F. Gómez la oportunidad de lucirse en una soberbia interpretación en la que le acompañan a muy alto nivel A. Molina y A. Marsillach.

Acerca de los hechos históricos que se narran, su comentario no corresponde a este lugar pero desde el punto de vista cinematográfico, que es el que ahora importa, hay que reseñar sin dilación su gran valor artístico gracias a su pulquérrima dirección, a su cuidado sentido dramático, a su fluidez narrativa, a su sentido de la proporción escénica y, sobre todo, a su capacidad para cautivar al espectador e inducirle a no permanecer en la superficie de la anécdota.

El cine se escribe con caligrafía de sentido artístico pero también con perspectiva crítica.
ABSENTA
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
12 de abril de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película tiene lo que tiene una película de época buenos decorados, vestuario, maquillaje a veces..... Pero a veces no es lo suficiente hay que tener una buena dirección de actores.Saber hacía donde va. Y un buen montaje. Bueno esto funciona a medias. Y esta película muy bien ambientada no pasa de un pequeño film sin interés únicamente Concha Velasco toda una dama del cine y Adolfo Marsillah parece querer destacar sobre el conjunto.
Orson_Welles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
24 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aparece en los títulos: La peli se basa en la obra de teatro de Buero Vallejo “Un soñador para un pueblo” título que ya dice mucho de por donde va. Es de notar que en esta pieza teatral descarga mucha responsabilidad al “pueblo” y se la endosa a la nobleza y clero, algo bastante lógico.

Por otro lado, el motín fue una acción más madrileña que española en su conjunto. Luchas por el poder, quejas, conspiraciones… habría por todos los lugares, pero el motín en si mismo, fue un asunto madrileño, con su pueblo pobre pasando muchas dificultades, influido por lo que se decía en los púlpitos de cierta iglesias de la capital, sin olvidar el odio a “la guardia Valona”
A esto se junta mucho descontento por la subida de los precios de los alimentos (en gran parte por malas cosechas), el asunto de las mulas -y muleros- requisadas para el transporte de granos, los celos, envidias o animadversión contra los jesuitas; y finalmente la obligación de cambiar de modo de vestir, evitando las capas, embozos y sombreros que tapaban completamente las caras. Siendo esto último lo que encendió la mecha.

Carlos III, antes de rey de España, fue rey de Napoles y rey de Sicilia. Llegó a Madrid muy bien “entrenado” para las labores de gobierno. Con él se trajo a dos ministros y un arquitecto italianos, personas de espíritu reformador.
El marqués de Esquilace, fue una especie de superministro (incluyendo la Hacienda) que entraba en la categoría de “ilustrado” lo mismo que el propio rey Carlos III, con todo lo que eso significaba en la orientación política.

En el cuadro de Goya, "El motin de Esquilache" la figura principal es el franciscano padre Yecla. Tanto puede estar predicando como incitando.

Los excelentes diálogos y presentación de los personajes se apoyan en la obra de Buero.
La mayoría, sino todos los actores, interpretan muy bien sus papeles, con la suerte de que vocalizan a la perfección.
Hábilmente refleja el tema de la soledad del poder de los gobernantes. La tragedia de no poder confiar en tus colaboradores (estamos hablando de ministros, mayordomos, secretarios... de trato constante y cercano, con los que se convive día a día) sin ser el tema principal, da hábiles puntadas, que hacen ganar a la película en calidad narrativa.

No tergiversa hechos históricos para conseguir emociones o intrigas añadidas, ni tampoco para ahorrarse dificultades al filmar acontecimientos que necesitan decorados, extras, carruajes y caballos, ropas de la época.

Se abusa un poco de la técnica del “Flash Back”
Sal Paradise
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
27 de noviembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
402/24(26/11/21) Drama histórico español del que esperaba mucho más de lo que termina ofreciendo, pues creía sería un retrato esmerado de un tiempo u lugar, y me encuentro con algo recatado y frugal, denota parquedad de medios, por mucho que se haya rodado en un gran palacio (Palacio Real de Madrid), o tenga un gran vestuario, donde lo que se trata se hace desde una supina superficialidad, relativizando el motín (Esquilache), a un asunto de no llevar capa y prohibir el sombrero gacho. Es un fresco aséptico sobre un personaje de la España del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III (que pasó a la historia como el gran reformador que construyó un nuevo Madrid, mientras su ministro de Hacienda, Esquilache sufrió la ira del pueblo por esas reformas), y lo que llevó al Motín de Esquilache en 1766, donde cierto sector de la población se rebeló contra las leyes establecidas por el Marqués de Esquilache (Fernando Fernán Gómez), basándose en la obra teatral “Un soñador para un pueblo”, de Antonio Buero Vallejo.

Dirección a cabo de la cordobesa Josefina Molina, con guión propio y de Joaquín Oristrell, desarrollando su relato a través de la estructura de los recuerdos fragmentados de un protagonista Esquilache que desde su ancianidad en el lecho de muerte rememora cuando fue ministro de Carlos III y tuvo revueltas por sus leyes de modernizar España, esto deriva en un film episódico visto a través de flash-backs, proyectando la hostilidad que provocaba su figura, como extranjero y como propulsor de leyes que iban en contra del costumbrismo hispano, en lo que se dio en llamar el nepotismo ilustrado, o ‘Todo por el pueblo, sin el pueblo’, el marco artístico llamado ‘lustración’ caracterizado e inspirado por ideas de razón y libertad. Tocando el tema de la soledad del poder, los principios morales incorruptibles, el sentido delo justo, la lucha contra lo establecido, las medidas impopulares, seguramente una alegoría para extrapolar al momento de la España ochentera, donde el país estaba gobernado por el socialista Felipe González y las medidas impopulares eran contestadas con huelgas (generales), y esta cinta producida entre otros por RTVE podría ser un arma contra los hostiles al felipismo. Pero esto me queda en algo liviano y sin fuerza dramática, sin chispa, todo plano, sin intensidad dramática, film que termina haciéndose estirado, y llegando sin fuelle a su tramo final, donde tampoco es que sea esta conclusión a moverte a emoción alguna.

Solo cabe destacar un fenomenal elenco interpretativo, que va desde el majestuoso Fernando Fernán Gómez como el carismático protagonista, Leopoldo Gregorio, marqués de Esquilache (Messina, 23 de diciembre de 1699 - Venecia, 15 de septiembre de 1785), estadista italiano actuó como ministro de Carlos III de España, Adolfo Marsillach como un brillante Carlos III de España, Amparo Rivelles como una formidable Isabel de Farnesio (manteneidno un gran duelo con Fernán Gómez), José Luis López Vázquez como un buen (aunque algo desaprovechado) Antonio Campos; Ángela Molina como una notable criada Fernanda (objeto del deseo del protagonista), Alberto Closas como un agrio Duque de Villasanta, Concha Velasco como una retorcida Pastora Patermo (esposa de Esquilache, con el que mantiene algún buen enfrentamiento en sus disputas conyugales); También por mencionar algo más, tiene una buena cinematografía de Juan Amorós (“Libertarias”), claramente inspirándose en las pinturas del SXVIII para componer algunas tomas que evocan a lienzos; También apreciable la música del maestro José Nieto (“Amanece que no es poco”), evocando en su melodía a la época.

La película se rodó en el Palacio Real de Madrid, lo que no se había logrado desde los años cincuenta, por lo que se tuvo que negociar mucho con Patrimonio Nacional. Se ve por ejemplo muy bien la escalera principal de entrada al Palacio, cuando Esquilache llega para refugiarse con Fernanda, en una escena donde la directora usa dos planos para abarcarla casi completamente hasta su bóveda.

La destitución y destierro del Marqués de Esquilache tras el motín tiene base histórica (se produjo el 19 de abril de 1766), aunque se desconoce la razón exacta de dicho destierro. La película está ambientada en la época de Carlos III, fue el principal impulsor del absolutismo ilustrado, también conocido como despotismo ilustrado y absolutismo benevolente, es una forma de monarquía absoluta o despotismo inspirado en la Ilustración. Como muchos monarcas ilustrados europeos abrazan la racionalidad. La mayoría de los monarcas ilustrados fomentaron la educación y permitieron la tolerancia religiosa, la libertad de expresión y el derecho a poseer propiedad privada. Carlos III, rey de España de 1759 a 1788, buscó rescatar a su imperio de la decadencia mediante reformas ambiciosas como debilitar la Iglesia y sus monasterios, promover la ciencia y la investigación universitaria, facilitar el comercio y la modernización de la agricultura y evitar la guerra. Carlos III había sido introducido a la reforma por su mentor en Sicilia, Bernardo Tanucci. Aunque Tanucci se quedó en las Dos Sicilias para asesorar al hijo de Carlos, el rey Fernando I de las Dos Sicilias, ya que los dos tronos no podían unirse como consecuencia del tratado, Carlos llevó consigo un cuadro de reformadores italianos que vieron potencial en la burocracia española para la modernización...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow