Lone Star

No sorprende que esta película haya adquirido fama con el tiempo. Tiene un ritmo pausado, una atmósfera extraña y se aleja completamente de lo que podría esperarse de una historia de frontera. No hay por tanto narcotraficantes ni cuerpos decapitados, ni un odio mutuo: en Lone Star hay espaldas mojadas, melancolía, ocasiones perdidas y fantasmas que surgen a destiempo del desierto. Sayles acierta de pleno con el tono intimista, así como con el casting (magníficos todos, desde Cooper a McConaughey), pero sí puede objetarse que, dentro de todas las tramas abiertas, hay alguna que no lleva a ninguna parte y solo añade metraje al conjunto. También está especialmente bien como testimonio de todos esos pueblos que conforman la vecindad de los EEUU y México, destinados a entenderse, a odiarse y a amarse. En definitiva, gran mezcla de thriller policíaco e historia de amor desesperada.

Cuando la raya del desierto está ahí, amenazante, las cosas suceden como en las tormentas secas, en las que no tiene lugar la purificación. La vida en la frontera es un cúmulo de historias sin resolver, un laberinto de sentimientos sepultados bajo un metro de polvo, un lugar que esconde secretos que nadie sabe ya si pertenecen al mundo de los sueños recordados o de los recuerdos soñados, un baúl que nadie quiere abrir con la excusa de que alguien se llevó la llave..... La vida en la frontera tiene códigos, a veces indescifrables, que todos guardan celosamente, con dolor, como guardarían un alambre de espino bajo la camisa.

El sur de los USA, lo sabemos sobre todo por sus películas, es un hábitat idóneo para las nidificaciones del mal; allí eclosionan hasta los huevos abandonados y Lone Star es una buena prueba de esta aseveración que John Sayles ha sabido muy bien poner en imágenes.
Las familias sureñas, cuenta, tienen algo de sagas malditas, salpicadas siempre por escabrosos pasados que mejor no remover; pero la catarsis sólo se consigue expulsando lo indigerible y el nuevo sheriff está empeñado en hacer vomitar, si es preciso, al pueblo entero.

No se pierdan la presentación, el nudo y sobre todo el desenlace de esta intrigante y ponderada historia.

Cuando veo el cine que puebla la cartelera actual, me colma la desesperanza. El cine «con posibles» anda lleno de mensajes planos y simplistas. Preocupado por satisfacer una falsa idea de superioridad moral e ideológica que apesta. El cine de compromiso político y social peca de los mismos errores que el enemigo al que trata de combatir. Sufre de soberbia, ceguera y autocomplacencia. Por eso necesito cada vez más recurrir a obras que se hicieron en un pasado, cercano o lejano, cuando el canon no se despreciaba y los tiempos eran igual o más convulsos que los de hoy en día. Sin ir más allá de mediados de los 90 nos podemos encontrar con Lone Star, película del irregular John Sayles, que en esta ocasión demostró su buen hacer tanto en la dirección como en el guión, trayéndonos un drama fronterizo que no ha envejecido con el paso del tiempo. Estamos hablando del año 1996. Las grandes producciones del momento tenían pegada. Misión imposible, El paciente inglés, Una jaula de grillos, Sleepers. Títulos que son tan solo una muestra de la buena forma que tenía el gran cine comercial de la aquellos años. Formidables historias de acción, dramas potentes, comedias desternillantes, denuncia social. Hollywood gastaba millones y los productos satisfacían tanto a la crítica como al público. Muy por debajo de esos grandes presupuestos se encontraba Lone Star, cuyo presupuesto era tan solo de 5 millones de dólares. Y con actores que habitualmente eran secundarios, como Chris Cooper y Elizabeth Peña,en los papeles protagonistas. o con viejas glorias como Kris Kristofferson y jóvenes promesas como Matthew McConaughey. Pero sin ninguna gran estrella, tan solo oficio. Artesanía cinematográfica pura y dura. El film cuenta con una combinación de géneros muy potente: western fronterizo con tintes de cine negro, aderezado con toques de drama y unas gotas de crítica social. Con estos ingredientes podría haber sido un completo mejunje pero John Sayles fue capaz de sacar un producto de calidad superior.
La película comienza con el hallazgo de un cadáver en el campo de tiro de un cuartel militar a las afueras de un pequeño pueblo fronterizo en el estado de Texas. Todas las pruebas apuntan a que el cuerpo es el de un antiguo sheriff de la ciudad recordado por su corrupción, su baja estofa y su gatillo fácil. La investigación llega a manos del actual responsable de la autoridad policial, hijo del que dicen fue el mejor sheriff de la ciudad. Sus pesquisas serán el desencadenante de una historia llena de secretos inconfesables y mentiras. A su vez seremos testigos de varias historias que nos llevarán del presente al pasado de algunos de los habitantes y que se encuentran intrincadas con la trama central. Todo un espectáculo de capacidad narrativa que, hoy en día, con la incapacidad reinante para contar historias, daría para una serie de varias temporadas. Historias grandes y pequeñas mezcladas sin ningún artificio. Un uso del flashback de escuadra y cartabón: como herramienta narrativa al servicio del guión y no para marear y engañar al espectador. La crónica es completamente sincera en su propuesta y va desgranando los acontecimientos poco a poco pero sin pausa, sin flaquear en ningún momento. Una delicia para los amantes del séptimo arte, que dirían los viejos cinéfilos.
En la cuestión actoral todos y cada uno de los intérpretes están a un nivel que raya la excelencia gracias a su extrema naturalidad, aunque siendo esta una película pequeña lo que parece sencillo y fácil es en el fondo complejo y lleno de matices. Aun así, el guión y la dirección son el auténtico valor de la cinta, ya que están plagados de detalles, que nos hablan desde de la situación socioeconómica de la época hasta del conflicto histórico del enorme estado de Texas, uno de los más complejos y variados culturalmente hablando de todos los Estados Unidos.Todo esto en tan solo dos horas de metraje que satisfacen completamente mi más profunda necesidad de evadirme de esta época ambigua y pantanosa que nos ha tocado vivir.

Esta película es ante todo, sorprendente. Comienza con un misterio, y toda ella se desarrollará alrededor de éste. Al principio me pareció una soberana estupidez, un delito de tres al cuarto que sucede en un pueblucho de Texas entre 'Ninguna Parte y Nada en Especial', pero a medida que se desarrolla la trama nos encontramos con unos entresijos familiares muy propios de una muy buena película de suspense. Lo mejor de todo, el final, creo que nadie esperaba que la historia se desarrollase así y diese ese giro argumental. Merece la pena verla.

Nos encontramos en una zona cercana a la frontera. En el condado se mezclan mexicanos, sajones, indios, negros y una mezcla de todo un poco por los hijos que han nacido fruto de los encuentros pluriculturales.

La historia nos sitúa en el presente (tomando que el presente es 1996 cuando se hizo la película) con un sheriff que imparte la ley con la pesada losa de la leyenda de su padre sobre los hombros. Y es que el sheriff Buddy dejó tal huella que le van a innagurar una placa en su nombre. Sustituyó a Wade, un sheriff que ejercía de brazo de la ley a base de balas, exigiendo sobornos y con en general, un regimen de terror. Pese al paso de las décadas, no encontrarás a nadie que no tiemble aún y maldiga su nombre, al igual que no encontrarás a nadie que diga nada malo de Buddy.

Como en toda leyenda, no es oro todo lo que reluce y siempre son los más cercanos (la familia y en este caso su hijo) los que saben como era en la intimidad. Aparece el cadáver del odiado sheriff Walde y el sheriff actual inicia una investigación con su padre como principal sospechoso, cosa que él mismo desea que fuera cierta para aliviar un poco la losa de su legado y para hacer ver que no era un ser tan divino como todos dicen.

La película nos adentra en un viaje al pasado durante la investigación a modo de flashbacks con diversos personajes contando su relación con uno y otro sheriff en la época y las horas que precedieron a la desaparición de uno y por consecuencia, el nombramiento del otro. Una cinta de historias entrelazadas que como es normal y más en un pueblo pequeño, todas acaban teniendo relación de un modo u otro.

El film te engancha desde el inicio y te convierte en uno más del condado y de los sucesos que te está contando, dando relevancia y trabajándose que muestres interés por cada una de las historias secundarias que abarca. Personas dañadas por falta de cariño paternal, amores de infancia rotos que vuelven a encontrarse, tensiones nacidas por la mezcla de unas culturas y razas, hasta hace poco enfrentadas y con heridas no subsanadas y en general un entramado de personajes y circunstancias más que interesantes que te ofrecen un visionado idem.

Si tuviera que ponerle algún "pero" sería algún toque excesivamente "telenovelesco" o que alguna subtrama como la del coronel negro no tenga el mismo interés ni relevancia que el resto, pero en general estamos ante una película notable que pese a tener caras conocidas en el reparto y nominaciones a premios importantes, servidor desconocía de su existencia y ha descubierto un nuevo director del que explorar su filmografía.

Para finalizar decir que pese a su duración no se hace nada larga, de hecho es muy amena y para que nadie vaya con perspectivas equivocadas, no es la típica película de adivinar quién es el asesino sino que más bien es un drama de escarbar en el pasado y conflictos interpersonales.

Nota: 7'2

En twitter: @er_calderilla