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Canción de cuna

Drama Cuando a las puertas de un convento de clausura aparece un cesto con una niña dentro, las monjas sienten despertar su instinto maternal. La superiora y el médico del pueblo, que es el único hombre autorizado a entrar allí, llegan a un acuerdo: él adoptará a la niña, pero se la entregará a las monjas para que la eduquen. (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
1 de agosto de 2014
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que se cumplen 20 años de esta película de Garci, resulta curioso comparar este film pausado y reflexivo con la evolución en el lenguaje del cine actual y la sociedad en que vivimos, huérfana de algunos valores morales y espirituales, en opinión de un creyente aunque no muy practicante, me ha parecido oportuno volver a ver y escribir sobre esta obra basada en la pieza teatral de Gregorio Martinez Sierra (en realidad escrita por su esposa María Lejárrega), cuya materia y modos tocaron la fibra sensible de varias generaciones de espectadores desde los años treinta. La de Garci es la quinta adaptación para la pantalla, una historia de buenos y blancos sentimientos que el cineasta con su estilo personal, encuentra dignos de explorar.

Una historia sencilla que no simple, que atesora valores universales, en torno a un convento de monjas de clausura en algún lugar de la ancha Castilla a finales del Siglo XIX. Una niña-bebé entregada a las dominicas, adoptada por ellas junto a un médico agnóstico que pasea su soledad y su desamor entre los muros del convento cuidando la salud de las religiosas. A priori, la entidad narrativa en cuestión se desvela mínima y casi reducida a la pura esencialidad: la presentación de los personajes, la tímida pero bella sugerencia de una relación amorosa imposible y callada entre el médico y la superiora, el hallazgo y la adopción del bebé, y una gran elipsis central que cubre 18 años de vida y crecimiento de la niña.

Hay un esfuerzo de rigor en la planificación de las miradas, los silencios, con planos fijos desde una distancia pudorosa, que va buscando abrigar y potenciar la emoción renunciando explícitamente a todo subrayado, inyectando densidad a una atmósfera que la puesta en escena cultiva con una coherencia imperturbable. Esa distancia no es sólo visual, sino que también incumbe al registro dramático que impregna la película. Dotada de una fotografía primorosa que capta la luz de Zurbarán, que es en el fondo, la luz interior del alma. Su cuidada ambientación y la pléyade de actores fabulosos con los que cuenta Garci, le otorgan al film gran solidez, destacando el personaje tierno y socarrón del doctor que encarna un soberbio Alfredo Landa.

Poderosamente emotiva, de gran hondura sicológica, “Canción de cuna” es una película de mujeres que no pueden ser madres que proyecta su mirada sobre la feminidad, sobre amores imposibles, sobre la soledad y la pérdida de seres queridos, donde los hábitos no pueden ocultar el alma de mujer. Una película serena que transmite vitalidad y ganas de vivir, cercana al corazón, austera y contenida, que busca la fe, pues la fe es un componente esencial en la vida. Próxima al universo de Dreyer y Bergman, cineastas que siempre exploran los rincones del alma, una película inalterable al paso del tiempo que busca el misterio de la naturaleza humana.
Antonio Morales
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28 de marzo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente lo he dicho ya en alguna crítica anterior: mi relación con el cine de Garci es de amor-odio. Me gustó en su momento "Asignatura pendiente" (ahora me sigue fascinando Fiorella, pero algunos diálogos me parecen de un moralismo insoportable) y me interesa Garci como divulgador y amante del cine. El esquema de su primera película se fue repitiendo en las siguientes, con historias de amor más o menos felices, para desembocar en un "Crack" en que se da el gustazo de echar fuera toda su pasión cinéfila hollywoodiense, con un Alfredo Landa haciendo de Bogart poniendo mucha voluntad, aunque sin convencer. Y luego viene esta "Canción de cuna", con Landa haciendo de médico descreído y tierno. La historia que cuenta la película es mínima: la de Marcelino Pan y Vino, pero en niña. Y, eso sí, la luz está muy cuidada, y la fotografía es muy bonita, y las monjas muy bien vestidas, con esos hábitos blancos o negros, según corresponda, con esas tocas almidonadas tan de época. Bonita música, buenos sentimientos, una actuación muy comedida del mujerío. Y un Landa que sobreactúa, por contra, un montón. Los diálogos son excesivamente prolijos -una constante en Garci- y tremendamente tópicos y grandilocuentes. Lo más original de la historia es que hay una elipsis de casi veinte años en medio. Y aquí aparece la Verdú en todo su esplendor adolescente, repipi y excesivo. Y ya con novio, un Carmelo Gómez soseras como él solo, y con la voz doblada. En fin, todo muy bonito eso sí. No se puede negar que la película es preciosa y que las monjas salen muy guapas en esa escena en que se abren las ventanas. En fin, volveré a ver a Garci, es mi sino.
Fuman2
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29 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comentamos hoy la incursión en el cine de temática religiosa que el genial director español José Luis Garci realizó a mediados de los 90. Recuerdo haber ido a verla al Cine como un joven de 19 años (reconozco que el reclamo de Maribel Verdú fue importante a la hora de comprar la entrada, aunque sinceramente su actuación es de lo más flojo de la película) y quedé impresionado por la belleza de la fotografía de Manuel Rojas y la profundidad de los diálogos, que te transportaban a un mundo casi idílico y lleno de ternura femenina. Posteriormente descubrí que la historia está basada en una obra de teatro de Gregorio Martínez Sierra. Con el paso de los años he tenido la gran suerte de conocer a algunas monjas de clausura, y puedo afirmar sin miedo a equivocarme y como testigo privilegiado (casi como el entrañable personaje de Alfredo Landa, el doctor Don José) que Garci estuvo muy bien asesorado y captó a la perfección el ambiente de un convento, al menos en lo que yo he percibido.

Leyendo las críticas sobre la película uno puede llegar a confundirse. Algunos la plasman casi como una obra maestra del séptimo arte y otros como una especie de bazofia con moralina. Creo que a la hora de realizar una crítica cinematográfica hay que ser más serios, y no dejarse llevar por los prejuicios, ni a favor ni en contra, que uno pueda tener acerca de la temática religiosa que aborda el film. Tengo la sensación de que muchas personas valoran el conjunto de la obra según su posición creyente-agnóstica-atea, lo cual en cualquiera de los tres casos no ayuda a ser objetivo con este tipo de películas. Como muestra un botón: el film fue ganador -entre otros- de cinco premios Goya y dos del Festival de Montreal. Si fuera tan mala como algunos críticos opinan no creo que se hubiera hecho acreedora de estos galardones. Si por el contrario fuera la quintaesencia del celuloide habría ganado un Óscar o al menos haber estado nominada, cosa que tampoco sucedió. Por lo tanto, en el término medio está la virtud, como decía Aristóteles.

El argumento parte de la adopción por parte de las religiosas de un convento dominico (a través de la figura del médico) de una niña abandonada a las puertas del mismo. Este hecho da pie a que conozcamos la interioridad del lugar, con el día a día y las tensiones, alegrías, miedos, preocupaciones... de una comunidad de religiosas del s. XIX. El reparto está encabezado por Fiorella Faltoyano (Madre Teresa), Amparo Larrañaga (Sor Marcela) Virginia Mataix (la maestra de novicias), y la bonachona madre Tornera interpretada por María Luisa Ponte.

Los temas espirituales que plantea el film son interesantísimos, apunto algunos:

- Los diálogos entre la maestra de novicias y las aspirantes a monjas no tienen desperdicio, dejándonos entrever una época estricta en la disciplina de los conventos, en los que los espejos eran signo de vanidad y la obediencia la regla máxima a cumplir.

- El enamoramiento (los coqueteos entre Don José y la Madre Teresa son tan sutiles como cargados de nostalgia) tiene sin embargo cabida entre Teresa (Maribel Verdú) y el joven interpretado por Carmelo Gómez. Hay por ello una diferenciación entre un amor que te lleva a consagrar la vida a Dios y otro amor de pareja, ambos legítimos pero incompatibles, cuestión esta que provoca dolor en quien se siente llamado a compartir ambos amores. Esta tensión interna queda muy bien reflejada y tratada con mucho tacto en la trama. Valga como prueba esta frase de Don José, una mezcla de comicidad y amargura para justificar su soltería: “En este mundo ¿con quién se puede caer en la tentación del matrimonio si todas la muchachas bonitas se han venido al convento?”

- Otros temas como el instinto maternal de las religiosas, la ternura y la delicadeza que impregnan sus vidas, la entrega a Dios y a los demás desde el aislamiento, el silencio y la oración... tienen todos ellos cabida en unos diálogos cortos pero cargados de profundidad. La repetida frase en diferentes contextos "Saber mirar es saber amar" me parece en este sentido cargada de un mensaje vital.

- El síndrome del "nido vacío" que sufren muchos matrimonios cuando los hijos abandonan la casa también se hace presente en un ambiente donde esto no debería ocurrir, pero la ausencia de "la niña" hace estragos en el remanso de paz que debería ser el convento, dejando un poso de amargura difícil de llenar.

Para transmitir todo ello hay elementos muy interesantes. La reja como separadora de dos mundos distintos y antagónicos juega un papel importante. También el juego de luces y sombras que percibimos dentro del convento dejan entrever las alegrías y tristezas que se suceden en esa "burbuja microcósmica conventual" donde la vida parece detenida pero el tiempo avanza inexorablemente. Un mundo donde la contemplación de lo sagrado ocupa un lugar preeminente pero las preocupaciones mundanas logran introducirse entre las rendijas de las puertas y ventanas.

Lo dicho, una película para disfrutarla, para "saber mirarla" y "saber amar" el mundo interior que refleja. No pasará a la historia del Cine como un imprescindible, pero merece la pena un visionado reposado de la cinta.

Jaime Salado de la Riva
Crítica para Reflexiones cristianas: https://creoendios.blogspot.com/
jaime salado
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29 de mayo de 2023
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Pues una de las dos películas de José Luis Garci, junto con "La herida luminosa", que no había visto.
En su tiempo, y dados los comentarios, críticas leídas y que sus argumentos no me llamaban la atención, decidí no verlas y ver otras.
Vista ahora, en mayo de 2023, debo decir que no me ha "llenado" pero la he visto bien, a pesar de su evidente (buscada) sensiblería y sentimentalismo a raudales.
Pero observo que, primero, técnicamente es hermosa, bella visualmente y segundo, en cuanto a la historia, muy sencilla, claramente narrada, aunque en lo que a mi respecta, algo sosa.
No me ha enganchado pero la he visto con respeto y no me ha aburrido pese a pensar que se podría haber aligerado en minutaje un poco.
Muy bien Alfredo Landa, Fiorella Faltoyano (las escenas con los dos juntos son, de largo, las mejores y más emotivas), María Luisa Ponte y Amparo Larrañaga.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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18 de junio de 2023
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Una película muy difícil de hacer, tremendamente compleja, con unos diálogos recluidos en su contenido y en su contexto, un convento de clausura a finales de siglo XIX en Castilla.
Qué cosa más bonita de película. Qué amor se siente al ver cómo se miran el médico y la reverenda madre.
Una niña en un convento de monjas de clausura puede ser, de hecho es, una revolución en toda regla. Es algo inverosímil, pero funciona
El cine de Garci me llega profundamente, no sé cuál es la razón, pero todas sus películas son preciosas, llenas de dulzura, amor, sensibilidad y verdaderos sentimientos. Una delicia. Con ese constante repetir una canción, una nana en este caso, para enmarcar las tomas, la película y su contenido.
Las actrices son: Fiorella Faltoyano, Amparo Larrañaga, María Massip, Maribel Verdú, Virginia Mataix, Diana Peñalver, María Luisa Ponte. Los actores son: Carmelo Gómez y el gran Alfredo Landa.
ÁAD
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