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Día de lluvia en Nueva York

Romance. Comedia Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) son una joven pareja enamorada de universitarios que se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard (Liev Schreiber), que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su parte, Gatsby también conocerá a una joven, ... [+]
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Críticas 135
Críticas ordenadas por utilidad
29 de octubre de 2019
32 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he dicho que Woody Allen es mi director favorito (aún creo que lo es..). Lo he defendido a capa y espada pese a todos los escándalos que le han rodeado a lo largo de los años, no en cuanto a su vida personal o su propia persona, sino su cine, que es lo único que me interesa de él, lo demás me importa un pepino. El arte, al fin y al cabo, es solo (a parte de otras muchas cosas) una expresión y/o extensión del artista, pero no necesariamente de la persona que hay tras el artista.

Pues bien, hoy he repudiado a este director, jamás pensé que llegaría ese momento, pero así es.

He disfrutado de todas sus obras, algunas de ellas las considero como las mejores películas que he visto en mi vida, que no es poca cosa. Pero hasta aquí he llegado por "consentir" a este artista y su interminable narcisismo. No es algo nuevo, hay que reconocerlo, el cine de Allen siempre ha sido su forma de proclamar "lo guay que es con sus referencias culturales a tutiplén y sus chistes sobre judíos neuróticos".

Lo que me repatea de esta obra es el insulto que supone; hacía el espectador (o su intelecto), a la sociedad (y su concepto del amor, entre otras virtudes y/o defectos), y en especial hacia las mujeres (que tampoco es algo nuevo en el cine del "Neoyorquino"). El personaje de Elle Fanning es la perfecta caricaturización de "Rubia de pueblo, mona y tonta", la Barbie de turno. Por el contrario, tenemos al personaje masculino (que no es otra cosa que un alter-super-ego del mismísimo Woody Allen), "el lobo de ciudad", presumiendo de que se las puede arreglar en una urbe de las características de Nueva York por su ingenio y talante (además de carisma y otras muchas cosas más que él "cree" poseer). Con tocar el piano las deja a todas loquitas.. Venga Woody, no te las des tanto, dudo mucho que hubieses sobrevivido 2 segundos en una calle cualquiera de Harlem, el Bronx u otro distrito donde no hayan hoteles de 5 estrellas con "bares de piano" y toda esa vida "intelectual" (AKA lujosa) de la que siempre se ha rodeado el susodicho. Me cuesta mucho creer siquiera que Allen haya vivido "realmente" en Nueva York, a parte de en esos lujosos hoteles, los alrededores de Central Park y al resguardo de sus amigos de la jet set. Para él Nueva York es maravillosa, yo si estuviera en su mismo estatus también lo creería, de verdad.


A pesar de todo esto, hay que reconocer que la película es como cualquier otra película de Woody, pero pasada por agua, diluida, atragantada en lo retrógrado (Woody prefiere definirlo como "nostalgia" en esta cinta), en conclusión; un diluvio de la misma lluvia que siempre ha inundado su cine, pero sin la novedad (desde hace décadas ya), con el olor característico del cartón mojado y las reiteraciones propias de alguien de la tercera edad. En definitiva; Empieza a cansar lo que el abuelo Allen tiene que decir y/o aportar al cine a esta alturas de su vida.
Troll
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15 de octubre de 2019
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresiona su flamante filmografía, un Woody Allen con el que muy pocos pueden competir, alguien que lleva 50 años en la primera línea del séptimo arte, que en el peor de los casos dispone de unas 10 películas memorables, algunas con una mesa más que reservada en la historia del cine. Un cine que sigue siendo fluido, como "Día de lluvia en New York", que progresa con la plasticidad y naturalidad de sus mejores obras, como si estuviera hecha en tiempo real.

Pero Allen, al contrario que su protagonista en la original "La rosa Púrpura del Cairo”, en lugar de salir de la pantalla para tomar contacto con la vida real, se mete dentro del celuloide manteniéndose en contacto sólo con el mundo de ficción, con sus propias películas. Aquí asistimos por enésima vez a los reproches en una pareja por una infidelidad, que resultan ser idénticos a los de sus primeras obras, como si en las relaciones de pareja nada hubiera cambiado en los últimos 40 años. Una vez más el director habla del cine, del arte, con unos diálogos recargados de continuas referencias culturales, pero que cada vez parecen más ajenos a sus personajes, como si estos fueran los muñecos de un ventrílocuo que habla y piensa por ellos. Además, su cine es cada vez más triste, más oscuro, sus personajes más negativos, por más que intente mantener un tono ligero, incluso optimista, como ocurre en esta cinta.

Lejos de criticar a los pseudo intelectuales de New York, su esnobismo, la hipocresía con la que se conducen sus élites, como hace verbalmente su personaje principal, la película acaba por ensalzarlos (ver spoilers). Rebelde contra qué, le pregunta al protagonista su madre, una mujer que representa el fariseísmo y la rigidez de la alta sociedad (y con la que no acaba de congeniar). De tu pretenciosa idoneidad, le responde. Y todo después de una referencia al rebelde de Hollywood por excelencia, al Robert Mitchum de "Retorno al pasado" (de Jacques Tourneur). ¿Cómo se puede siquiera comparar la rebeldía de Mitchum, tanto en su vida real como en sus películas, con la de un joven que personifica el elitismo más clasista por más que esté disfrazado de contestatario? En "Retorno al pasado", ante alguien que le reprocha al personaje de Mitchum su mutismo, éste le responde: " nadie ha aprendido mucho escuchándose a si mismo." No es mala reflexión para un Woddy Allen que lleva demasiados años escuchándose e imitándose a sí mismo, de lo que sin duda se resiente cada vez más su obra.

Desde hace 20 años es un cineasta minoritario en su país (así lo certifican las pírricas recaudaciones de la práctica totalidad de sus películas), donde ya no conecta ni con los jóvenes ni con los adultos ajenos al singular mundo de New York, que son la inmensa mayoría, pero todavía conecta con el cine existencialista europeo, más intelectual, menos físico. Aquí recauda más, al menos lo suficiente para poder seguir rodando una nueva película cada año, y sigue gozando del reconocimiento de la crítica. Ojalá pueda seguir así porque todavía atesora talento y, aunque muy de tarde en tarde, factura buenas películas.

A mi me pasa con él lo mismo que a muchos de los protagonistas de sus grandes obras, que echaban de menos a sus ex parejas precisamente porque ya no estaban con ellas. Ya no veo todas sus películas, porque cuanto menos veo al Woody Allen del siglo XXI más me sigue gustando el gran Woody Allen del siglo XX.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
East
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13 de octubre de 2019
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay días en los que querría vivir en una película de Woody Allen. El sábado fui al cine a ver su última película y al salir miré con cansancio al cielo, pues solo quería que lloviera. Solo quería que una chica fuera a por un taxi, yo cogiera el mismo, cruzáramos miradas, sonriéramos y sin más, nos perdiéramos en la ciudad. Al salir ya no quería ser una persona, porque la realidad es demasiado dura y en la ficción tú puedes modelarla. Vivir con una banda sonora para mitigar el sonido de los cláxones y de las sirenas de las ambulancias, tocar en el piano una canción de Jazz triste y saber que aunque la felicidad no está hecha para nosotros, que la única certeza es la muerte y que eso nos causa muchas dudas, hay motivos para sonreír, hay motivos por los que vivir como Potato Head Blues.
Hay días en los que querría haber sido Woody Allen, haber sido cómico, guionista de televisión, cineasta y escritor. Solo tengo 22 años y cada día que pasa siento el peso de que Woody Allen sigue lejos, pero demasiado cerca cuando hace una película. No todas son buenas, pero todas son de Woody Allen, un genio con gafas que mira la vida de otro modo.
Hay días en los que la lluvia no moja, solamente sana.
Martini
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8 de octubre de 2019
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos días tuve la oportunidad de ver la nueva cinta de Woody Allen, Día de lluvia en Nueva York. No me senté en la butaca con ninguna expectativa previa; mi conocimiento de la filmografía de Allen no es ni de lejos la que quisiera. Vi hace unos años Annie Hall y me dejó más bien fría, y de sus clásicos reconozco que he visto pocos. Sin embargo, me gustó mucho Match Point, y más recientemente, me enamoré absolutamente de su Midnight in Paris. Sí, ya se que debería pegarle un buen repaso al director, pero por ahora soy una profana. Lo positivo es que no tengo una predisposición especialmente positiva o negativa a la hora de empezar a ver una cinta suya, dado que tampoco conozco tanto y, por otro lado, de lo poco que he visto he tenido opiniones dispares.

Día de lluvia en Nueva York está protagonizada por dos de los actores jóvenes (cuasi adolescentes aún) más sonados de los últimos años: Timothée Chalamet y Elle Fanning. Pero, como suelen ser las películas de Woody Allen (por lo que he visto y me cuentan), está además plagada de personajes secundarios que sirven, prioritariamente, como baldosas en los caminos de los protagonistas. El elenco suma nombres, como Selena Gómez (sorprendentemente acertada), Jude Law (siempre cómodo), Liev Schreiber, Diego Luna, Kelly Rohrbach o Cherry Jones. Sin embargo, el peso completo lo lleva la pareja protagonista, que ofrece unas interpretaciones estudiadas y, a la vez, llenas de naturalidad.

La historia comienza cuando a Ashleigh (Elle Fanning) le ofrecen entrevistar a su director de cine preferido (Liev Schreiber). Ella y su pareja, Gatsby (Timothée Chalamet), unos universitarios de clase alta, deciden aprovechar el obligado viaje a Manhattan para hacer una escapada romántica por la gran ciudad, que es el hogar de Gatsby y que Ashleigh apenas conoce. Planifican paseos en carruaje, visitas al MoMa y cenas en restaurantes gourmet pero, por avatares del destino, el fin de semana se les va complicando.

Lo interesante de la historia es el paralelismo entre el día de Gatsby y el de Ashleigh. Cada uno se lleva una mitad de la película, queriendo estar juntos pero viéndose continuamente separados. A medida que avanza se hace más obvio que la comunicación es difícil entre ellos, literal y figuradamente, y que la vida les empuja en direcciones diferentes. A ella le suceden las situaciones más locas y bizarras, mientras él trata de hacer tiempo esperándola y se topa con viejos conocidos y con familiares (deseados e indeseados). El fino hilo que les une se va rasgando hasta que uno se pregunta si realmente están tan enamorados como dicen estar.

Timothée Chalamet está en su salsa. Su personaje es una especie de Woody Allen veinteañero: carismático, judío, parlanchín, neurótico e intelectual. El papel le va como un guante, y se nota que está claramente cómodo. Chalamet reluce en los papeles protagonistas, como aquí o en Call me by your name, mucho más que en los secundarios, como Lady Bird. La cámara le adora, y él lo aprovecha. Su Gatsby es neoyorkino hasta la médula, un poco viejo por dentro, y su arco de personaje conforma un bonito viaje de descubrimiento personal, romántico y familiar.

Por su parte, Elle Fanning está arrebatadora. Su Ashleigh parece, a primera vista, como un rayo de sol: encantadora, inocente y entusiasta. Fanning utiliza muy bien sus expresiones faciales y su forma de moverse para remarcar el espíritu infantil del personaje, en contraposición con la vejez que se intuye en Gatsby. Su arco pasa por dejar de ser una niña, expuesta a la voracidad de Nueva Yrok y sus hombres, que la adoran. El despertar del deseo se refleja como un descubrimiento de su propio poder sexual latente, pero remarca sin lugar a dudas que el paso le lleva de la inocencia a la simple ingenuidad, sin llegar a crecer realmente como persona.

La cinta en sí es una canción de amor a Nueva York, a sus callejuelas, parques y museos. Es un elemento esencial de la película, ya que, en su forma más básica, trata de mostrarnos dos de las maneras de enfrentarse a la ciudad y lo que representa: el cinismo y el candor, que después de un día entero se cambian de tornas y se transforman en sabiduría y desengaño, respectivamente.

La simetría entre los dos personajes y sus tramas le otorga una estructura sólida narrativamente. El ritmo nunca decae, ya que el film no comete el error de rellenar metraje innecesariamente y se ajusta a unos sanos 92 minutos que le bastan y le sobran. A nivel técnico la película cumple sin inventar la rueda. La dirección es correcta, la fotografía y la banda sonora funcionales. Nada llamativo, ni para mal, ni, desgraciadamente, para bien.

En resumen, sin ser nada del otro mundo, Día de lluvia en Nueva York resulta un refrescante y modesto soplo de aire fresco en una cartelera saturada de películas largas y, a veces, demasiado ambiciosas. Su simplicidad es lo que le aporta encanto, sin renunciar a diálogos inteligentes y al humor clásico del director. No le cambiará la vida a nadie, pero hay formas mucho peores de pasar una hora y media que viendo a estos dos jóvenes deambular por la Gran Manzana.

Sencilla y sin grandes pretensiones, no deslumbrará pero entretiene.

(Más críticas en la web: iwantthefiction.wordpress.com)
Lidya Descals
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13 de octubre de 2019
32 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Día de lluvia en Nueva York es una delicia. Dentro de la obra de Allen, una película que sorprende por su fondo optimista y donde late la alegría. La película genera sonrisa (en algunas ocasiones alguna carcajada). Y esto ocurre por que, a mi modo de ver, Allen trata muy bien por un lado a los espectadores, y, por otro a los personajes que forman parte de la historia. Este cuidado forma parte del espíritu de la obra de Allen, porque sabe que una película puede ser una forma de ver la realidad, bien en su faceta trágica o alegre ("Melinda y Melinda" o "Poderosa Afrodita") o como escape de la realidad ("La Rosa Púrpura del Cairo") Me parece muy sorprendente el paralelismo entre este maravillosa película con la declaración de amor al cine de Tarantino (Érase una vez Hollywood) cuando el público, o lo que sea, dan la espalda al cine que conocimos.

Día de Lluvia en Nueva York es cine en mayúsculas. Y donde Allen nos muestra una preciosa historia de amor (de varios amores) a través de la peripecia de dos jóvenes universitarios (que poco se conocen a si mismos, y respectivamente: esta es la base de la comedia) y se adentran - cada uno por su cuenta (como "A Roma con Amor") - en dos "odiseas" personales que les permite aprender de ellos mismos y del mundo. Y está Nueva York, no de forma épica como "Manhattan" sino expresándose en sus calles, parques, museos, rincones, apartamentos de lujo (Allen siempre es Upper End). Esta forma de presentar a Nueva York me recuerda a "Everyone says I love you", "Hanna y sus Hermanas" o "Maridos y Mujeres"

Y no voy a contar mucho mas. Allen retrata a estos personajes de forma tierna, amable, en sus situaciones y en los diálogos (es una película que además de verse debe escucharse, y de forma encarecida, en su versión original) Por ello todos están tan bien, en particular las actrices, que desde los papeles protagonistas de Fanning o Gomez (que están arrebatadoras) como los breves papeles de la madre y de la "acompañante de lujo" (uun personaje que Allen trata siempre muy bien en sus películas, ("Poderosa Afrodita", "Descomponiendo a Harry")
Allen además tiene espacio para lanzar puyas muy contundentes al periodismo y al mundo del cine (como hizo en "Delitos y Faltas" también. La amabilidad no está reñida con la contundencia

En ocasiones se busca el "alter ego" de Allen en sus películas. En esta ocasión T. Chalamet. Ese papel de joven inseguro, jugador ("Toma el dinero y corre"), amante del jazz, intelectual y amante de Nueva York. Creo que Allen se expresa a través de todos sus personajes. También hay parte de Allen en el director de cine en crisis, en el productor o en los personajes femeninos que pueblan esta película. Allen es un artista muy hábil y experto que nos muestra su mundo y como él ve el mundo, a través de sus personajes. Y en mi opinión veo a Allen en todas las situaciones (claro que algunas me recuerdan otras de sus obras) pero siempre con algo nuevo que contar.

Para disfrutar de esta película no hace falta haber visto casi todo el cine de Allen (como es mi caso) Y donde siempre se produce el debate sobre lo "mayor" o "menor" que una película de este genio puede ser. Esto da igual. Cada uno tiene su lista.

Día de Lluvia en Nueva York es una delicia con mayúsculas para personas de deseen ver una historia emotiva, juguetona, humorística y entrañable de esa cosa que llamamos cine.
maverik63
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