Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Lidya Descals
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de octubre de 2019
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos días tuve la oportunidad de ver la nueva cinta de Woody Allen, Día de lluvia en Nueva York. No me senté en la butaca con ninguna expectativa previa; mi conocimiento de la filmografía de Allen no es ni de lejos la que quisiera. Vi hace unos años Annie Hall y me dejó más bien fría, y de sus clásicos reconozco que he visto pocos. Sin embargo, me gustó mucho Match Point, y más recientemente, me enamoré absolutamente de su Midnight in Paris. Sí, ya se que debería pegarle un buen repaso al director, pero por ahora soy una profana. Lo positivo es que no tengo una predisposición especialmente positiva o negativa a la hora de empezar a ver una cinta suya, dado que tampoco conozco tanto y, por otro lado, de lo poco que he visto he tenido opiniones dispares.

Día de lluvia en Nueva York está protagonizada por dos de los actores jóvenes (cuasi adolescentes aún) más sonados de los últimos años: Timothée Chalamet y Elle Fanning. Pero, como suelen ser las películas de Woody Allen (por lo que he visto y me cuentan), está además plagada de personajes secundarios que sirven, prioritariamente, como baldosas en los caminos de los protagonistas. El elenco suma nombres, como Selena Gómez (sorprendentemente acertada), Jude Law (siempre cómodo), Liev Schreiber, Diego Luna, Kelly Rohrbach o Cherry Jones. Sin embargo, el peso completo lo lleva la pareja protagonista, que ofrece unas interpretaciones estudiadas y, a la vez, llenas de naturalidad.

La historia comienza cuando a Ashleigh (Elle Fanning) le ofrecen entrevistar a su director de cine preferido (Liev Schreiber). Ella y su pareja, Gatsby (Timothée Chalamet), unos universitarios de clase alta, deciden aprovechar el obligado viaje a Manhattan para hacer una escapada romántica por la gran ciudad, que es el hogar de Gatsby y que Ashleigh apenas conoce. Planifican paseos en carruaje, visitas al MoMa y cenas en restaurantes gourmet pero, por avatares del destino, el fin de semana se les va complicando.

Lo interesante de la historia es el paralelismo entre el día de Gatsby y el de Ashleigh. Cada uno se lleva una mitad de la película, queriendo estar juntos pero viéndose continuamente separados. A medida que avanza se hace más obvio que la comunicación es difícil entre ellos, literal y figuradamente, y que la vida les empuja en direcciones diferentes. A ella le suceden las situaciones más locas y bizarras, mientras él trata de hacer tiempo esperándola y se topa con viejos conocidos y con familiares (deseados e indeseados). El fino hilo que les une se va rasgando hasta que uno se pregunta si realmente están tan enamorados como dicen estar.

Timothée Chalamet está en su salsa. Su personaje es una especie de Woody Allen veinteañero: carismático, judío, parlanchín, neurótico e intelectual. El papel le va como un guante, y se nota que está claramente cómodo. Chalamet reluce en los papeles protagonistas, como aquí o en Call me by your name, mucho más que en los secundarios, como Lady Bird. La cámara le adora, y él lo aprovecha. Su Gatsby es neoyorkino hasta la médula, un poco viejo por dentro, y su arco de personaje conforma un bonito viaje de descubrimiento personal, romántico y familiar.

Por su parte, Elle Fanning está arrebatadora. Su Ashleigh parece, a primera vista, como un rayo de sol: encantadora, inocente y entusiasta. Fanning utiliza muy bien sus expresiones faciales y su forma de moverse para remarcar el espíritu infantil del personaje, en contraposición con la vejez que se intuye en Gatsby. Su arco pasa por dejar de ser una niña, expuesta a la voracidad de Nueva Yrok y sus hombres, que la adoran. El despertar del deseo se refleja como un descubrimiento de su propio poder sexual latente, pero remarca sin lugar a dudas que el paso le lleva de la inocencia a la simple ingenuidad, sin llegar a crecer realmente como persona.

La cinta en sí es una canción de amor a Nueva York, a sus callejuelas, parques y museos. Es un elemento esencial de la película, ya que, en su forma más básica, trata de mostrarnos dos de las maneras de enfrentarse a la ciudad y lo que representa: el cinismo y el candor, que después de un día entero se cambian de tornas y se transforman en sabiduría y desengaño, respectivamente.

La simetría entre los dos personajes y sus tramas le otorga una estructura sólida narrativamente. El ritmo nunca decae, ya que el film no comete el error de rellenar metraje innecesariamente y se ajusta a unos sanos 92 minutos que le bastan y le sobran. A nivel técnico la película cumple sin inventar la rueda. La dirección es correcta, la fotografía y la banda sonora funcionales. Nada llamativo, ni para mal, ni, desgraciadamente, para bien.

En resumen, sin ser nada del otro mundo, Día de lluvia en Nueva York resulta un refrescante y modesto soplo de aire fresco en una cartelera saturada de películas largas y, a veces, demasiado ambiciosas. Su simplicidad es lo que le aporta encanto, sin renunciar a diálogos inteligentes y al humor clásico del director. No le cambiará la vida a nadie, pero hay formas mucho peores de pasar una hora y media que viendo a estos dos jóvenes deambular por la Gran Manzana.

Sencilla y sin grandes pretensiones, no deslumbrará pero entretiene.

(Más críticas en la web: iwantthefiction.wordpress.com)
Lidya Descals
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
1 de octubre de 2019
29 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joker es una buena película. Sí, está notablemente bien dirigida. Sí, tiene un aspecto técnico impecable, un uso de la iluminación muy acertado y un diseño de producción cuidado y atento. Y sí, por supuesto que Joaquin Phoenix está monumental. Su Joker es diferente de todos los anteriores, sus manerismos, su forma de mirar son propias y dota al personaje de un carisma muy apropiado, y no podemos olvidarnos de que, al ser este un Joker mucho más intimista y dramático, el peso que lleva el actor es mucho más grande que el que tuvieron ninguno de los anteriores, siempre secundarios y nunca protagonistas. Es decir, que todo lo que pensáis que os vais a encontrar al entrar al cine lo vais a ver. Está ahí. No hay sorpresas. Pero no es esto de lo que quiero hablar.

He salido de la película un tanto contrariada. El personaje protagonista resulta fascinante mientras lo miras. Pero cuando todo acaba y tratas de pensar en el filme como un todo... ¿en qué ha quedado? Creo que la indiferencia repentina que me ha sobrevenido me ha sorprendido hasta a mí misma. Al salir y comentar la película con un amigo, no tenía mucho que decir. Porque, más allá de todos los fuegos artificiales, cuando esperas a que las ondas del agua dejen de distorsionar el fondo y te asomas... no hay nada. No hay nada en el fondo de Joker.

Lejos de transmitir un mensaje, Warner Bros se ha inclinado por transmitirlos todos. Joker quiere hablar de todo un poco y acaba no diciendo nada. Quiere tratar muchos temas: la pobreza, los trastornos mentales, la soledad, la violencia, la comedia, la sociedad, el acoso, y un larguísimo etcétera. Pero no se moja en ninguno. ¿Criminalizar al enfermo o victimizar al asesino? ¿Cual sería más polémica? Bueno, ¿por qué no hacer las dos? Cualquiera que sea tu ideología, puedes encontrar razones para amar u odiar esta película, argumentos en favor y en contra de casi cualquier tema tratado, motivos para ofenderte si eso es lo que buscas. Le vale al fascista y le vale al comunista, le vale a la feminista y al incel, le vale al rico y al pobre, al blanco, al negro y también al gris.

Hubiera sido fantástico que pudiéramos empatizar con ese Arthur del principio, y así establecer el mensaje desde su perspectiva, pero no tardamos en distanciarnos de él y de su dolor porque la vida le trata tan, pero tan mal, que es casi imposible identificarse con su situación. La mayoría de nosotros tenemos problemas, sí, pero no tantos tienen todos los problemas posibles que se pueden tener al mismo tiempo, que es lo que le pasa a él, sin tener además ni una sola cosa positiva en la vida. El resultado es una desensibilización a su tragedia personal, ya que resulta difícil tomarse en serio tanto melodrama. También hubiera sido maravilloso poder ver su ascenso (o caída, según se mire) con la lejanía que nos produce el puro mal, el caos deshumanizado que representaba el Joker de Heath Ledger, pero de nuevo, tampoco podemos porque la película no nos deja olvidar que este Arthur es una criatura enferma que merece mucho más nuestra lástima que nuestro odio.

Del mismo modo, si entramos a reflexionar sobre lo que el filme tiene que decir de los trastornos mentales, que es un tema prominente, tampoco nos queda claro cual es el mensaje. Arthur tiene problemas para desenvolverse socialmente, se le intuyen atisbos de esquizofrenia, megalomanía, una depresión de caballo y la ya mencionada enfermedad de la risa. La sensación del espectador es de urgencia porque alguien se ocupe de él pronto, que le proporcionen ayuda, que le alivien tanto como sea posible ese dolor lacerante. Pero el sistema se desentiende de él. ¿Y qué estamos impulsados a pensar nosotros? ¿Que la culpa de que se convierta en el asesino que acaba siendo es del sistema que no le ha ayudado? ¿Que era inevitable que esos trastornos le llevasen al camino que toma? Entonces, Joker no es un villano, es una víctima. ¿O será que debemos pensar que sus problemas eran un síntoma del mal anidaba en él desde el principio? La película no se decide, y por lo tanto nosotros tampoco. Alguien cerrado de mente puede argumentar que la película muestra cómo debemos encerrar a la gente con depresión en guetos antes de que nos asesinen a todos. Alguien completamente diferente puede argumentar que la película muestra que las enfermedades mentales siguen siendo un tema demasiado descuidado en nuestra sociedad. Ninguno de los dos se equivocaría. No se sabe si condena la violencia o la ensalza. Nada es bueno ni nada es malo, las cosas, en este Joker, simplemente son.

Y creo que entiendo por qué esta película está tan cuidadosamente exenta de mensajes. Es una manera de contentar a todo el mundo. Cualquiera puede sacar de esta película el mensaje que más le apetezca. Joker es un trozo de barro que no se parece a nada ni tiene forma aún, pero en las manos del espectador puede convertirse en cualquier cosa. ¡Y qué facil es salir contento cuando el mensaje lo has puesto tú! Cuando has oído lo que querías oir. Y así ha sido: la crítica la ha puesto por las nubes.

Podría argumentarse que una película no está obligada a tener un mensaje moral para ser buena, y estoy totalmente de acuerdo. Pero es que este Joker se presenta como una obra con fondo político y social, y quiere llevarse esos méritos sin arriesgarse a no gustar. Y este Joker apesta al feminismo vacío de Disney, cuando lo que la habría hecho grande es una visión de autor que sostuviera un mensaje real. Su negativa a posicionarse sobre ninguno de los temas que aborda la debilita profundamente, y resulta especialmente flagrante si tenemos en cuenta el personaje que nos ocupa, un icono cultural tan importante como el Joker, a través del cual se pueden explorar tantos conceptos y filosofías.

¿Merece la pena verla? Claro. ¿Es inolvidable? No. Y podría haberlo sido.
Joker es para todos nosotros, y por consiguiente, no es para nadie.

(Podéis ver la crítica completa en mi web: https://iwantthefiction.wordpress.com)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lidya Descals
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow