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El monstruo de los tiempos remotos

Ciencia ficción. Terror Tras un experimento nuclear, un deshielo provoca la vuelta a la vida de un dinosaurio, que sembrará el pánico entre la población. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
3 de abril de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vi esta película por primera vez en tv era un niño y me entusiasmó. Naturalmente ahora ya no me entusiasma ni mucho menos, pero dentro de lo que cabe me parece una películilla bastante digna y hasta entrañable. Esta claro que el paso del tiempo es especialmente implacable con el género cinematográfico de la ciencia ficción mas que con ningún otro, pero esta película sabe mantener un poco la dignidad y llevar bastante bien el argumento del monstruo revivido sin llegar a resultar ridícula en el planteamiento de la historia. Otra cosa son sus obsoletos efectos especiales (recuerdo que ya entonces, cuando la vi de pequeño, cantaban un poco). Pero bueno, siempre es un placer ver un monstruo prehistórico destruir una ciudad...aunque ambos sean de juguete.
Dexter
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8 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
152/04(04/06/23) Desequilibrada muestra de una de las pioneras en el cine de monstruos, la primera en lo que se refiere a los que surgen de la paranoia de la Guerra Fría y su derivada al miedo a la Era Atómica. Y es que la película tiene su atractivo y fascinación en los geniales efectos visuales creados por el mago Ray Harryhausen (había estado trabajando durante años con Willis O'Brien, creador de King Kong; este fue su primer crédito en este campo, luego aclamado en sus trabajos de culto en las películas “El séptimo viaje de Sinbad” de 1958, “Jason y los argonautas” de 1963 y “El viaje dorado de Sinbad” 1973), siendo épico en su creación de ese monstruo antediluviano, Rhedosaurus, antecedente notorio del popular Godzilla (estrenado en cine este bicho japonés un año después de este), cada una de sus apariciones son sensacionales, por supuesto poniendo el filtro del año 1952, lejos de los CGI actuales, aquí brilla el estilo rudimentario de maquetas y stop-motion, ello para secuencias esplendidas como es el ataque del monstruo a un barco, el ataque a un faro, y por supuesto en el rush final su entrada cual elefante en cacharrería en Nueva York (ello con la ingeniosa excusade que allí se encontraron restos de estos dynos), con ese fenomenal clímax final en el parque de atracciones de Coney Island, jugando hábilmente con las transparencias estando el monstruo en medio de la montaña rusa, cual si estuviera enjaulado siendo atracción de feria. Ray creó un método para el stop-motion entre escenarios realistas, moviéndose con una fluidez asombrosa para su tiempo, destrozando barcos, devorando a incautos, destrozando coches, como destruye con realismo el faro, cómo reacciona a los proyectiles que le lanza. Haciendo que el verdadero protagonista fuera el gran Dyno, y todo lo demás sea un apósito. En su debe se le puede achacar como parece cambiar de tamaño para cada escena en comparación con otros elementos que todos tenemos en mente (esto ya es algo que también pasaba con el otro monstruo con el que Ray trabajó, el mencionado King Kong).

La historia se refiere a un dinosaurio, el Rhedosaurus, liberado de su estado de hibernación congelado por una prueba de bomba atómica en el Círculo Polar Ártico. La bestia comienza a abrir un camino de destrucción a medida que viaja hacia el sur, y finalmente llega a sus antiguos lugares de desove, incluyen la ciudad de Nueva York.

Pero ni mucho menos es redonda, pues falla en una historia de fondo más plana que la pantalla de un ordenador, muy sosa, con personajes sin alma, que me importan entre el zero y la nada lo que les pase. Dirige en su debut el ucraniano Eugène Lourié, antiguo director artístico en la primera de las tres pelis que hizo sobre monstruos, el guion de Lou Morheim, y Fred Freiberger, se basaba libremente en el cuento de Ray Bradbury (“Fahrenheit 451” y “Crónicas marcianas”) de 1951 "The Fog Horn", que se publicó en The Saturday Evening Post, historia breve contiene una pieza de imágenes en la que un monstruo prehistórico confunde la señal de advertencia de un faro con una llamada de apareamiento, escena aparece en “The Beast from 20,000 Fathoms” desprovista de significado sexual y es la única conexión entre el cuento y la película. Con lo que el nombre del célebre autor es tomado como reclamo comercial para las carteleras. Creó un cliché de elementos para el sub género serie b (producción de la Warner con 200,000 $) de monstruos atómicos surgidos en los 50 al albor del mencionado temor nuclear, con una estructura inicial de cuasi-doc, alabando los medios de los que dispone bien el ejército USA o su policía, con un monstruo que al principio no se ve, tarda en aparecer diáfanamente, prima el escepticismo ante los que dicen haberlo visto, se deja caer a un científico muy mayor que de solemnidad a sus argumentos y que nos guie en el comportamiento del bicho, para en última instancia hacer acto de presencia arrollador, la mayor parte de veces en una gran ciudad, y con esto escenas de rostros aterrorizados, todo adornado por personajes acartonados, y si es posible un (risible e innecesario) romance (aquí una tontería), una plantilla ajada como he dicho.

A esto se atiene esta cinta. Tiene un comienzo lento y dubitativo, demasiado estirado en idas y venidas de gente que dice haber visto al bicho deshelado. Hay unas vistosas escenas (repito, poner el filtro del año) del supuesto Ártico (el film de 1951 “El enigma de otro mundo” tiene similitudes con este, una es el elemento del escenario helado) con pruebas nucleares, hay una gran avalancha de hielo, ello en un inicio de thriller interesante, pero luego vira. Pasamos minutos y minutos con la sub trama de un soldado que dice haber visto al monstruo y que nadie le cree, se topa con la incredulidad de todos, hasta que comienza a atar cabos con algunos ataques marinos, lo que le lleva a asociarse con un paleontólogo. Este tramo resulta denso, reiterativo, y sin un carácter fuerte que nos haga empatizar con los roles, simples estereotipos lisos, en una trama plúmbea, sin chispa alguna, cada vez que sale de pantalla el bicho hay un bajón. Desembocando esto, con un encaje de bolillos, orgánicamente cogido por los pelos, en que una campana sub marina será bajada en alta mar (porque en ese punto determinado? Pues porque sí!), y el paleontólogo y un ,militar bajaran para investigar, cuando solo pueden pasar dos cosas, lo más normal es que no encuentren algo, pero si lo encuentran el peligro es de muy alto riesgo, no compensa. Entonces, en esta bajada tenemos una escena sin sentido en la trama, una batalla encarnizada entre un tiburón y un gran pulpo, al parecer una filmación real, encarnizada y muy violenta, pero que nada tiene que ver con la trama. Al final aparece la Bestia, y la reacción del paleontólogo es de traca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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28 de marzo de 2015
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Obra que se inserta en el género de películas de ciencia ficción de los 50 centradas en las críticas sobre el uso de la energía nuclear. En este caso, la amenaza atómica se halla representada por un dinosaurio que llega a la ciudad destruyendo edificios y causando víctimas a su paso. Pero no todo el argumento gira en torno a tales destrozos, sino que los personajes se debaten entre creer o no a los que aseguran la existencia del monstruo. Es decir, de forma figurada se reflexiona entre los que creen en las amenazas y efectos perniciosos de las experiencias atómicas y los que no. Sin embargo, algunas escenas se alargan demasiado o no se profundiza lo suficiente. En eso es superado por THEM. Afortunadamente, la mayor y más continua intervención del monstruo sólo tiene lugar en la fase final.

Los efectos especiales son modestos y podemos valorar como irregular la inserción del dinosaurio en las imágenes. Más que nada en comparación con otras películas posteriores de monstruos gigantes como Tarántula. Pero evidentemente no es lo mismo hacerlo con un muñeco que con un insecto. De cualquier forma, ese defecto se perdona teniendo en cuenta los recursos limitados de la época y el bajo presupuesto.

Pese a su formato modesto, no es para nada una mala película. Qué menos que ser calificada como interesante. Puede valorarse como una de las pioneras en el terreno de los monstruos gigantes con el debido respeto al rey King Kong. Al año siguiente los japoneses estrenaron la primera de Godzilla y para muchos el origen de su aún abierta saga puede encontrarse aquí mismo.
Rawlico
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21 de mayo de 2019
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En mi opinión es una película bastante irregular, puesto que el interés de la trama se ciñe a las escenas en las que aparece el dinosaurio resucitado por la explosión nuclear. Lo demás resulta mucho más flojo.

Por otro lado, se trata de un film que debe su fama, su prestigio y su aureola a los efectos especiales de Ray Harryhausen, que dio vida al monstruo con una profesionalidad artesana digna de elogio, y a su carácter pionero, pues a este largometraje le siguieron otros muchos con animales gigantes que sembraban el pánico colectivo, tanto en el cine estadounidense como en el japonés. Ahora bien, el invasor lo es por la acción del hombre y por una errónea utilización de la tecnología: se juega con los miedos y la fascinación de la época con respecto a la energía nuclear y su manifestación más popular, la bomba atómica.
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Pedro Triguero_Lizana
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31 de agosto de 2022
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Y si les digo que no está tan mal, que hasta lo pasé bien en su última parte y que incluso no me reí demasiado, seguro que no me creerán. Pero si además les digo que aunque llegó dos décadas tarde, tras el inigualable, inimitable, inverosímil, King Kong, fue el primer lagarto, reptil, ovíparo gigante, o Godzilla, ya que se adelantó en un año a de su archiconocido primo nipón, que atacó Nueva york, nueve lustros antes de que lo hiciese su tataranieta, en el Godzilla de Matthew Broderick. Esto querrán comprobarlo, y harán bien, pero entonces, esto, creerán, y así quizá crean si les digo; que los efectos especiales son bastante buenos, lógicamente a base de transparencias, maquetas y plastilina, pero la verdad que este monstruo familia de los saurios –no me pregunten de que especie, ni hagan que tal nombre les deletree– les quedó bastante chulo, dando muy bien en la escena del faro y en la que cruzó el puente de Brooklyn, demostró que poseía tablas.

Por otro lado, desgraciadamente, es lo único que se puede destacar en ella, ya que narrativamente deja bastante que desear, con una trama que nunca llega a interesarnos, y lo único que nos mantiene ante la pantalla son las estelares apariciones de la criatura. Interpretativamente es una película casi deplorable, es cierto que es una serie B y que los actores son muy secundarios, y la estrella de este subgénero, Kenneth Tobey, en esta ocasión sólo está, y poco aporta. Para rematar esta cuestión y esta reseña, les puedo decir que con creces, el verdadero protagonista y sin duda quien realizó la mejor actuación, fue “el monstruo que vino a cenar desde de los tiempos remotos”.

Y como último apunte, no quería dejar pasar, el hacer referencia, al episodio en el que vemos una denodada lucha entre un pulpo y un tiburón, una escena que fue filmada de la realidad. Y que, aunque seguramente fuese obtenida en un acuario, no deja de ser sumamente interesante, sobre todo para los entusiastas de la vida subacuática, incluso a pesar de la limitación que, en este caso, supone el blanco y negro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Plácido Eldel Motocarro
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