El ministerio del miedo

No es la obra que me esperaba, pero aun así hay que destacar la fuerza de determinadas escenas donde la fotografía y los decorados son geniales. Ray Milland por aquella época hizo dos obras maestras de la talla de Días Sin Huella y Crimen Perfecto. Y esta película del maestro Fritz Lang no lo es menos.

Con una intriga que crece desde los primeros minutos y una serie de elementos clave, se desenvuelve la trama en plena Segunda Guerra Mundial en la ciudad de Londres. La atmósfera lúgubre y pantanosa denotan la inquietud y el misterio en una época maldita a causa del régimen nazi.

Por último destacar la posible e inevitable carcajada antes de aparecer el rótulo THE END.

En la histórica entrevista que Bogdanovich realizó a Fritz Lang, el propio director austriaco despreció abiertamente esta película, aduciendo que la Paramount había destrozado el guión y que por motivos contractuales le fue imposible rechazar el proyecto. Pese a un excesivo celo autocrítico, Lang no se equivocó demasiado: El ministerio del miedo es, sin ningún resquicio de duda, el filme más mediocre de toda su carrera. Basada en una novela del impagable Graham Greene, esta intriga de espías se desarrolla en los días de la Segunda Guerra Mundial, y posee un argumento de lo más inverosímil y rocambolesco. Pese a las numerosas carencias de su trama, el buen hacer de su director supo dotar al filme de una elegancia visual y un encanto dignos del mejor maestro.

Una de las películas más discretas que he visto hasta la fecha de Fritz Lang.

La estética fantasmagórica tan característica de este genio en mucha parte de su obra es muy apreciable, desde luego, y cuando Ray Milland está en pantalla es casi imposible retirar la vista, pero este hitchcockiano guión, quizá demasiado retorcido, no me encandiló en exceso.

Esperaba bastante más, la verdad.

Curiosamente, al propio Fritz tampoco le entusiasma.

Un “thriller” brillante y lleno de ambiente, un “thriller” magnífico, una obra de engaño y contraengaño, una pesadilla puesta en pantalla que sorprende por sus giros y por la tensión que genera. La película nos sitúa en Londres durante los años de la guerra, y en ella vemos a un estupendo Ray Milland que se ve envuelto en una complicada trama de espionaje en la que un pastel será el centro de la discordia.

Decía Fritz Lang que Hollywood le obligó a hacer la película sin modificar una palabra, y que su intención no era esa, pero por suerte, el experimento le salió bien. Puede que "El ministerio del miedo" con las modificaciones hubiese sido mejor, pero sea lo que sea, nos encontramos ante una película estupenda con grandes dosis de acción y misterio.

Sobresaliente fotografía de Henry Sharp, sobre todo en los momentos de penumbra y oscuridad, y como siempre magistral dirección de Fritz Lang, en una obra que merece su recuperación y situarse en un escalón alto dentro de las películas de suspense.

Hacía ya rato que no se me daba un embrollo de espionaje tan bien construido como el de ésta película. “North by Northwest”, “The Third Man” y “Double Indemnity”, se me vinieron a la memoria. Excelentes tramas que para el espectador representan asombro, admiración, y complacencia con las brillantes marañas que los autores van tejiendo y sus protagonistas desenredando, para que podamos, ellos y nosotros, llegar a un final complaciente y feliz.

La habilidad maquiavélica de ciertas mentes se pone al servicio de intensos complots, planeados y contemplados hasta en sus más ínfimos detalles… sólo que, casi invariablemente y para que triunfe la luz, resulta un escollo en el camino -aunque sea un provocativo pastel, como en el filme de Fritz Lang-, que termina conteniendo la razón de ser de todo lo contemplado.

Stephen Neale, es un hombre digno que estuvo recluido en un asilo psiquiátrico de Lembridge, Inglaterra, donde pasó dos años acusado de asesinar a su hermana. Ahora, es dejado en libertad por una sentencia que determinó “asesinato por piedad”, y él está dispuesto a viajar a Londres en busca de la "paz" de su bullicio. Pero, cuando entra en un parque de diversiones, su deseo de ganar, con una adivinanza, un rico pastel, lo pone en camino de obstaculizar un complot pro-nazi que se halla, entonces, en pleno desarrollo. Está en juego el canal de Maine y las vidas de muchas personas corren un gran peligro.

Fritz Lang, uno de esos directores ante los que hay que quitarse el sombrero porque dejó uno de los más brillantes legados que pueda poseer el arte cinematográfico, demuestra, sin dificultad, su enorme talento para adaptar la novela de ese gran contador de historias llamado, Graham Greene.

Detalles muy atinados, inagotables elementos sorpresa, sorprendentes estrategias, incontados sospechosos, personajes bien cuidados en sus dobles personalidades, y unas caracterizaciones que cumplen con las exigencias del director alemán -y que a nosotros nos dejan sin reclamo alguno-, confluyen en un thriller que se disfruta de cabo a rabo.

Este es el tipo de cine con el que puede planearse una matinée de primera clase.

Título para Latinoamérica: PRISIONERO DEL TERROR