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No toquéis la pasta

Thriller. Drama Max, un gángster veterano y respetado, es traicionado y obligado a dejar su retiro cuando su mejor amigo es secuestrado, por lo que su último botín, ocho barras de oro robadas, es exigido como rescate. (FILMAFFINITY)
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
30 de diciembre de 2012
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas ya se ha dicho todo sobre el cine negro francés de aquella época. Si escribo es porque soy otro seguidor de estas películas y me apetece contar lo bien que uno pasa viéndolas.

Quiero empezar hablando de Jean Gabin, pues pienso que sin él la película no sería la misma. Es un actor que rara vez pierde los estribos, transmite sensación de seguridad y control de la situación. Para mi es el Spencer Tracy francés.

Hay algo que me encanta de Jacques Becker, y es que casi en todas sus películas muestra a los actores haciendo cosas con las manos, algo natural y sencillo pero genial. Quiero destacar yo también, como en la critica anterior, la escena en la que llegan a su piso. Comen foie gras, beben vino, se ponen el pijama, se lavan los dientes... todo con una excelente simetría.

Cabe mencionar también a dos actores secundarios aquí que más tarde sería auténticas estrellas del cine; Jeanne Moreau y Lino Ventura.

Una gran película de un director que se fue demasiado rápido.
Dusty Rivers
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2 de septiembre de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando una película está en buenas manos puede suceder lo que aquí, que una escena en principio tan insustancial como ver a dos personajes comer pan con foie gras y un buen vino se puede convertir en algo memorable, algo para recordar. Los dos personajes en cuestión son dos hampones entrados en años, siempre habrán tenido entre manos negocios sucios y esa noche del foie y el vino es la víspera de un día que puede sentenciar una jubilación que tienen ganas de alcanzar. Jean Gabin, nuestro notable protagonista, de presencia majestuosa, no espera más de la vida que el día de su retiro. Y ahí está la pasta, el genial Lino Ventura en un papel pequeño y sobre todo, pese a que la historia es pequeña y sencilla, un Jacques Becker que sabe exprimir lo que tiene en sus manos.

Para muchos es una obra grandiosa, una de las mejores del género polar. Y no me extraña que tenga esa consideración. El retrato de la nocturnidad de París es maravilloso, con sus locales cerrados, el tabaquismo y una violencia contenida que si se desata puede ocurrir fácilmente que dos mujeres y un hombre se lleven unas cuantas bofetadas en la misma escena. Y del final mejor no hablar, no vaya a leer nadie estas palabras. Mejor verlo, hasta moraleja tiene.

Pero no sé por qué, creo que lo que voy a recordar durante bastante tiempo es a Gabin y su colega comiendo y bebiendo lo único que tienen a mano antes de meterse en la cama, con pijama de rayas, a la espera del día siguiente... Tienen que descansar, el día siguiente promete ser movidito...
Luisito
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22 de mayo de 2021
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los responsables en terreno francófono del nacimiento de una nueva forma de ver, contar y apreciar las historias de criminales será Jacques Becker, cuya carrera va a dar un vuelco tras largo tiempo enfocado en el melodrama y la comedia...
La hace colaborando con Albert Simonin en la adaptación de una exitosa novela de éste último, y que habrá de convertirse en una trilogía criminal extendida hasta 1.963.

Para esta inmersión en la "crook story" de delincuentes y ladrones requiere la presencia de un actor carismático; se piensa primero en Daniel Gélin pero al final es el veterano Jean Gabin quien acepta el papel, lo que tendría magníficas consecuencias pues hacía tiempo que su vida profesional estaba anclada en una malísima racha. El gran actor, que ya ha llegado al medio siglo, aporta su rostro endurecido y sus maneras desvergonzadas para encarnar de maravilla al sagaz y expeditivo gángster Max, un hombre respetado en los bajos fondos, que sabe hacerse de querer sin abandonar las distintivas características que se atribuyen desde siempre a la gente de su calaña.
También es un tipo cuya única preocupación es retirarse y olvidar para siempre los chantajes, los robos, los asesinatos y otras prácticas comunes de su trabajo, y es digno de elogio la visión humilde y sencilla con que Simonin y Becker modelan ese submundo y a los que pululan por él. Mientras revelan una gran modernidad en la forma y el estilo con respecto al "noir" americano, gracias a unos diálogos ágiles, un clima sórdido y un dudoso sentido de la moral y la decencia, logran hacer de sus criminales gente creíble, auténtica (tiene mucho que ver el que esté a cargo del film un hombre que nunca había practicado el género), mientras la intriga se construye principalmente alrededor de la amistad entre Max y Riton.

Pese a ser una gran carga, un inútil que nunca ha sabido ganarse la vida solo, para el primero sigue siendo un amigo, al que abrir los ojos y sacar siempre las castañas del fuego; la amistad y lealtad inquebrantable entre hombres, si bien no se llega a exteriorizar, es un tema fundamental y lo que provoca una serie de sucesos desafortunados cuando interfiere la codicia de otro grupo de gángsters liderado por Angelo. El incentivo son unos lingotes producto de un robo, que jamás veremos, perpetrado por Max; entonces, con el botín y Riton en opuestos platillos de la balanza, el criminal deseoso de jubilarse va a tener que ponerse de nuevo en acción, quizás por última vez...
Sin ser aún un experto en el "noir", el cineasta posee un talento innato para retratar a la perfección ese mundo de mentirosos, violentos, cobardes, duros y lacónicos individuos, con todo el nihilismo y la misoginia que ello conlleva (ni rastro de "femmes fatale" ni de personajes femeninos de gravedad dramática; aquí las mujeres acatan con resignación el deseo y el recelo masculinos). Este universo único ya había sido radiografiado, pero faltaba el toque de sensibilidad que tan bien añade Becker; una sensibilidad reñida con altas dosis de violencia, y traducida en secuencias de tensión e intriga filmadas con pura conciencia del ritmo y el nervio narrativo.

Vale la pena recordar los instantes del excitante clímax en esa carretera solitaria donde el incómodo silencio se quiebra a base de explosiones, gritos y disparos; secuencias perfectamente calculadas y filmadas inscritas en la mejor tradición de la ficción criminal, como también demuestra el equipo del director grandes habilidades en los momentos más pausados y dramáticos de la historia, escenificados con un manejo envidiable de la iluminación y la fotografía (a cargo del director artístico Jean D'eaubonne y el operador Pierre Montazel). Esta atmósfera, siempre en penumbra e inundada de claroscuros y la música de Jean Wiener, logra enroscarnos en sus entrañas.
Becker perfila estos ambientes con extremo detalle para dejar bien claro que su obra se adscribe fielmente a la tradición del género, que así es como debe ser retratado el "noir". El flemático Gabin es acompañado de un plantel de lujo que incluye a René Dary, Michel Jourdan y un trío de féminas espectaculares: Delia Scala, la mítica Jeanne Moreau y curiosamente la "Miss America" de 1.946 Marilyn Buferd (quien, en mi opinión, demandaba muchísimo más papel); a la cabeza del elenco secundario el italiano Lino Ventura, ex-boxeador que debuta en el cine y que, como le sucederá a Gabin a partir de ese momento, se verá eternamente ligado al cine criminal.

Conjunción de elementos que sirvieron para arrasar en taquilla y elevar esta "No Toquéis la Pasta" a los primeros puestos de las obras más grandes del género. Aún no había llegado Dassin para sorprender con su "Rififi", así que la obra de Becker es un paso muy importante para definir el "polar", y permanecer como una gran influencia para futuros cineastas (de Melville y Sautet, pasando por Cavalier y Molinaro hasta Godard, además de los extranjeros...).
Se queda en mi memoria un poderoso momento, sin acción ni violencia: Max prepara una humilde cena a base de tostadas, mermelada y vino para él y Riton. Una conversación banal sobre jubilación y mujeres seguida de una serie de situaciones de pura cotidianidad, pero Becker se recrea en ellos, con espíritu y corazón, porque es importante, como demostró Huston, hacer de los criminales personas humanas, y el resultado es simplemente brillante...
Chris Jiménez
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15 de enero de 2023
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La música interna, el tempo narrativo, de No toquéis la pasta (Touchez pas au grisbi, 1954), de Jacques Becker (quien adapta junto a Maurice Griffe y Albert Simonin la novela de éste), parece acompasada al talante vital de Max (Jean Gabin). Las primeras secuencias, en un restaurante y un night club, nos lo muestran entre ausente y fatigado, reacio a alargar la noche, pese a la insistencia de su amigo Ritón (Rene Darny), e indiferente a la posibilidad de tener un flirt con una de las dos chicas que les acompañan. Un gesto le define en la secuencia inicial: se levanta en mitad de la conversación y selecciona en la maquina de música su tema. Gesto con el que se cierra también la película, aunque ya su gesto tiene algo templada aceptación de las adversidades de la vida, significativamente, ahora sí acompañado de una mujer, con la que sí quiere afianzar una relación, Betty (Marilyn Buferd). ¿Y por qué ese inicial cansancio vital? En el night club sabremos que sus actividades están al margen de la ley, y que es un veterano respetado, cuando Angelo (Lino Ventura), por intermediación del dueño del local, y amigo de Max, Pierrot (Frank Frankeur), le solicite un hombre de confianza para sus actividades en el tráfico de drogas. Todo parece fluir con cierta desidia, como el estado de Max, cansado con una vida con la que quiere romper, ya con escasos incentivos. Considera que el robo de oro que ha realizado es ya el último. Pero en la vida hay interferencias que pueden poner en peligro la materialización de un propósito, y en su caso no es solo la posible intervención de la policía, sino los intereses de otros que quieran apoderarse de ese botín.

La narración sufre un quiebro cuando retorna a su casa en un taxi, y advierte que una ambulancia les sigue. Resulta admirable cómo Becker narra esta larga secuencia, con esa meticulosa precisión proverbial que alcanzó un grado de refinada depuración en La evasión (1960), con los movimientos de Max por el edificio para sorprender a sus seguidores, y luego abandonarlo por la parte trasera. Al llamar a Ritón, y saber que está Angelo con él, comprenderá inmediatamente que éste intenta apoderarse del cargamento de oro que robaron días atrás y que están a la espera de venderlo. Becker narra con una asombrosa inmediatez, que insufla de un aire cotidiano a la acción, una ascesis narrativa que relaciona a los personajes con su entorno a la vez que con sus estados vitales. Elocuente es la secuencia que comparte con Ritón en su casa, comiendo foie gras mientras le intenta convencer de que ya no tienen edad para seguir en estas actividades, cómo en su físico ya se revela el desgaste del tiempo. En cambio, Ritón aún está empecinado en mantenerse en esa ilusoriedad de creerse joven, capaz, como también refleja su relación, o aspiración, con la joven Jossy (Jeanne Moureau), la cual realmente sólo aspira a ascender en su posición social, y por eso sustituirá a Ritón por Angelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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23 de marzo de 2023
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La evasión (1960) es una obra maestra del cine. Una película redonda y completa. Absolutamente sorprendente.
Ésta es una película diferente, bebe en el mismo blanco y negro, similar espíritu y misma atmósfera. Esa pretensión de hacer del cine de gánster un subgénero propio, y de sus personajes unos señores de negocios respetables, bien vestidos, con clase y estilo.
Aunque las cosas no son así en la realidad, naturalmente.
Un guión muy bien estructurado, capaz de esconder lo que ocurre, bien secuenciado y oscuro, sumamente oscuro.
Jean Gabin gobierna toda la película. Un actor muy reconocible pero al que nunca le he visto la gracia. Tiene porte y capacidad, años de servicio y mucha experiencia, pero no acabo de encontrarle el tono. Pero he de reconocer que sirve para casi cualquier cosa, es versátil, adaptativo, siempre creíble y seguramente un excelente profesional. Le he visto ya en muchas películas y siempre me queda la misma sensación: buen actor, sin más. No soy justo con él, soy plenamente consciente.
Lino Ventura parece que tiene siempre la misma edad. Es una cosa singular. Hierático, con mirada enfermiza y genio desbocado. Muy del Polar francés de años posteriores.
La cinta es interesante, sobre todo porque no sabes qué va a ocurrir, y, sobre todo, qué ha pasado para llegar al punto en el que arranca esta cinta.
No es exactamente un Polar, es más una de cine negro americano. Si no sabes que es francesa la ves como una más del género hecha por un yanki.
Me ha gustado, pero nada que ver con La evasión, que, como digo, me parece una cinta descomunal.
ÁAD
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