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El imperio de la luz

Drama. Romance Una historia de amor ambientada alrededor de un hermoso cine antiguo en la costa sur de Inglaterra, en la década de 1980. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
11 de febrero de 2023
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta interesante constatar como el cine más reciente reflexiona urgentemente, de forma directa o tangencial, sobre los días en que era el medio de expresión artística preeminente y asistir en las salas era un acontecimiento importante en la vida de las personas. Este hecho se confirma en filmes como "Babylon" (2022) de Damien Chazelle y "Los Fabelman"(2022) de Steven Spielberg.
A estos títulos se suma esta maravillosa oda al amor (o al desamor) que es "El imperio de la luz" (2022) de Sam Mendes. En esta historia tan cuidadosamente contada, estructurada y medida al milímetro sobre dos personas solas que se conocen trabajando en una sala de cine en la convulsa Inglaterra de los 80, hay dos o tres momentos, en los que una película ciertamente hermosa de por sí, sobre todo en lo emocional, pasa a ser un artefacto sublime. Enormes Olivia Colman y Micheal Ward. Poesía pura sobre un tiempo perdido ya irremediablemente.
Joseph Silverman
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12 de febrero de 2023
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un año en donde el cine ha tenido grandes títulos y gratas emociones, una película que ha pasado un tanto desapercibida es lo nuevo de Sam Mendes y su oda a las salas de cine y las emociones que siempre será ver una película en pantalla grande, aquel templo mágico donde el arte se conecta con nuestras emociones.

Una película que nos brinda momentos inspirados por parte de su director y de su director de fotografía como lo es Roger Deakins. La dupla vuelve en un escalón más abajo que en 1917, pero que de igual forma nos brindan varias escenas que son cine que merecen ser apreciadas y disfrutadas simplemente por qué es necesario para nuestras vidas.

Esa oda que plantea Mendes al cine tiene momentos de destellos puros, como mencionaba antes, y que sobresalen dentro de una película que es bastante correcta y bien realizada, en donde cuenta con una portentosa Olivia Colman, que te atrapa con una interpretación desgarradora e hipnótica. Esa mezcla de inspiración permite que seamos parte de eso que busca el director contarnos, las emociones que transmite el cine hacia el espectador y lo grafica todo en una hermosa secuencia con Olivia Colman de protagonista y una sala de cine.

Más allá de que la película que escribe el mismo director se enreda por momentos al querer mezclar varios temas a la vez que genera un tanto de irregularidad en donde por momentos perdemos un tanto el hilo de lo que verdad nos quiere trasmitir el director. Los pasos entre el amor, desamor, racismo y homenaje hace que por momentos se confronten las ideas más que unirse en un camino seguro. Son decisiones que toma su director y que de todas maneras las sabe manejar con prestancia dentro de la misma película, pero no se puede negar que genera algo de desconexión con el espectador al no saber de manera clara para donde nos dirige todo esto.

Pese a que nos encontramos con aquellas pequeñas irregularidades dentro de la película, lo que plantea Mendes es algo para disfrutar. Cuando logramos entender los mensajes tras lo que nos presenta el director, inmediatamente entramos en la esencia que nos quiere transmitir la película.

Este homenaje a la experiencia de ir al cine y ver una proyección de una película en una sala de cine se ve hermosamente graficada por una delicadeza técnica y por secuencias y diálogos que nos hacen recordar nuestras experiencias propias en una sala de cine. Desde comprar unos popcorn o no querer perderte los tráileres previos o simplemente quedarte hipnotizado con una proyección de una película que ha marcado tu vida.

Lo que nos brinda Sam Mendes es decirnos que el cine es una experiencia que vale la pena disfrutar en donde nació realmente, sentado en una butaca, en una sala oscura, frente a una pantalla gigante y solo iluminados por la luz que se proyecta como un arte tal cual te lo cuenta el personaje de Toby Jones.
Yoamoalcine
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31 de marzo de 2023
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es probable que algunos seguidores de Sam Mendes se sientan decepcionados con este film si esperaban una gran producción. Y es que, aunque cuenta con muchos elementos que encajan correctamente, no acaba de cuajar del todo.

En primer lugar, es una delicia contemplar todos los planos detalle del Empire, la maquinaria, las cintas, la cabina de proyección decorada con las fotos de actores recortadas y pegadas en la pared. La película es visualmente preciosista y resulta una bonita carta de amor no solo al séptimo arte, sino especialmente a las salas de cine. Además, Olivia Colman está magnífica y casi aporta más emoción ella que la trama en sí.

El problema es que se mezclan muchas ideas sobre las que no da tiempo a profundizar y el guion va saltando del cine a la salud mental, los abusos o el racismo, sin una conexión del todo orgánica. Quizá era demasiado intentar abarcar tanto, pues al final da la impresión de que son historias individuales, por fascículos. Hubiera sido mejor ahondar más en las instalaciones, pues cuando habla de cine es cuando mejor funciona.

www.contraste.info
Revista Contraste
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4 de abril de 2023
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocurre la historia en torno al cine Empire, un edificio que ha conocido momentos más esplendorosos, que por fuera se muestra gris, desolado, decadente, triste como esa playa extensa e inacabable hacia la que mira. Por el contrario, dentro se abre a una sala enorme y majestuosa, como lo eran los cines hace treinta años: las escaleras solemnes, que parecen apuntar, infinitas, hacia el cielo; las moquetas y las cortinas y las lámparas de cristal; los empleados uniformados, que dirigen la entrada de los espectadores; en fin, la envergadura de la sala de un cine de los de antes, que preparaba al espectador para recibirlo, abriendo las puertas de sus rituales... Todo se dispone e invita al gran momento. En la parte superior de ese gran edificio hay otra sala inhabilitada, abandonada, decaída, pero que respira aún un aroma de lo que fue: la más elegante, la más alta, con mesas para tomar cócteles y, desde los ventanales, observar toda la ciudad, cerca del cielo y las estrellas. Atentos. Por un lado, el edificio del cine con sus luces y sombras, su interior y exterior. Y un poco más al fondo, como en un juego de cajas chinas, la gran sala de cine, que nos acoge como creadora de realidades paralelas, pero también como refugio cálido tanto para el público como para los propios trabajadores. Como si fuera el vientre de la tierra, como una gran madre universal que nos protege de la sociedad, de la propia vida; a veces, incluso, de nosotros mismos. Y ahí tenemos al gerente del cine, que utiliza el despacho para su encuentro extramatrimonial; y a los acomodadores; y al técnico que se encarga de pasar los rollos y de empalmarlos uno tras otro para que se vea la pantalla como la vida, en eterno e imparable fluir. Ese técnico que un día abandonó a su familia, a su hijo pequeño y se fue lejos y se metió en ese cubículo atiborrado de fotos pegadas a la pared de actores que le observan, mientras él ve la película por un cuadrilátero, encima del que tiene pegada la única foto real, la de su hijo pequeño. Quizá él también es ese niño que se ha quedado ahí, encantado, ensimismado con las películas, embebido en el detalle del oficio, enredado en esa habitación en la que respira más vida que fuera y de la que no puede huir. Y ahí tenemos, también, a la protagonista, la encargada del cine, que se esfuerza por mantenerse en el plano de la vida normalizada, a pesar de sus frenesís y de sus claroscuros mentales. Todo esto ocurre en el año 81, y hay un guiño de director (o un detalle de producción o lo que sea) cuando, junto a las escaleras del cine, vemos pegado el fotograma de la película "El hombre elefante", sin duda uno de los éxitos del año anterior. El hombre elefante...Quizá todos somos algo así, singulares; todos tenemos algo de inclasificable, de eso que no encaja, que no puede ordenarse. Y entonces llega la vida y clasifica, dirige, etiqueta; frente a ella, el cine nos acoge, nos protege, nos acompaña. Es el sugerente imperio de la luz.
carmen
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12 de abril de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La publicidad la promociona como la mejor película de Mendes, afirmación que yo no comparto, pues considero superiores 1917, Revolutionary Road, American beauty y Camino a la perdición, pero me gustó bastante.

Ambientada en el mundo del cine, al que rinde homenaje, con guion del propio director, se beneficia de la excelente interpretación de Olivia Colman (otra más), bien acompañada por el resto del elenco, con mención especial para el novel Micheal Ward.

La música de Trent Reznor y Atticus Ross, la fotografía de Roger Deakins y el diseño de producción son otras de las cartas ganadoras, junto con la emotividad y profundidad de la historia y el consabido buen hacer del excelente director. Muy recomendable.
Antonio
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