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Knight of Cups

Drama. Romance "Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envia a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño." El padre de Rick (Christian Bale) solía leerle esta historia cuando era un niño. En la actualidad, siendo Rick ya adulto, el camino hacia Oriente se extiende ante él. (FILMAFFINITY)
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
6 de enero de 2016
17 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si alguien es capaz de tener en mis contactos mayor dispersión de notas, es nuestro querido/odiado Terrence Malick.

Siguiendo el formato de "El arbol de la vida", Malick vuelve a arrollar con la ayuda de Emmanuel Lubezki en el aspecto visual, juro que hasta que ha llegado Natalie Portman, me encontre en una especie de trance toda la película, creo que no estaba ni pensando. No os toméis mal lo de Portman, que está muy rica, pero no se si dió la casualidad de salir del trance antes mencionado en ese momento por mera casualidad o es que el nivel de la película cae desde entonces.

-Que Malick parece que rueda anuncios de perfumes o videoclips, puede ser.
-Que la historia es algo presuntuosa y seguramente sea más vacua de lo que intenta transmitirnos, pues también.
-Que abusa de la búsqueda del lirismo de la imagen y de los sonidos (porque si, señores, el sonido en esta película es fundamental para poder sumergirte de lleno), bueno, ¿y qué?

Aquí es donde entran las coyunturas con Malick, qué busca el espectador con una película, que mínimos necesita, cada persona es un mundo. Jueguen y sorpréndanse, para bien o para mal
Croket
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6 de febrero de 2016
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre recorre solo el desierto.
Ya conocemos su historia. Según cuentan, un Príncipe fue enviado por su padre, el Rey del Este, hacia el Oeste, Egipto, tierra de maravillas y sueños, buscando una Perla fantástica de las profundidades del océano. Pero al llegar, bebió de una copa que le hizo olvidar quién era, y para qué estaba allí, mientras su padre siempre esperaría verle regresar.
Ese hombre es el Príncipe, buscando ese algo, buscando la Perla, viajando sin descanso hasta encontrarla. Haciendo algo tan poco ajeno a la propia humanidad como buscar una perfección que ni sabemos si existe.

'Knight of Cups' es un viaje, huelga decirlo.
Una inmersión en las dudas de nuestro propio ser, en los recuerdos y personas que se dejan atrás, pasando por las sensaciones efímeras de fama y fortuna, hasta el propio renacimiento, que nunca nos puede ser dado, solo puede ser encontrado. Nuestra alma está atada a la tierra, pero ansiamos la luz que vemos en el cielo, y hacia allí miramos, incansablemente, perdiendo el interés por lo que nos rodea.
Podría la Perla ser el camino hacia esa luz que estábamos buscando, la que hace tanto tiempo nos prometieron. No lo sabemos, pero debemos averiguarlo.

Primero, el mundo nos envuelve, y después se sacude: un terremoto prueba al hombre que sigue vivo, sigue en esta realidad, trivial y vacía tras las fiestas con excesos. Rick se sorprende, corre saliendo a la calle, y el Príncipe despierta de su letargo para buscar la promesa de otro tiempo. "¿Dónde me he equivocado?" es la primera pregunta que susurra, confundido, sin saber quién llenó la copa o la acercó a sus labios.
Acude a echar las cartas del Tarot tras confesar que no sabe cómo empezar, buscando algún tipo de guía, y como tales las cartas aparecerán en su camino. Unas cartas que no son ajenas a nadie, por lo que emprendemos el viaje con él, al Oeste, a la Perla.

"La Luna" es la primera. Caprichosa y cambiante en sus caras, guarda la clase de misterio que la desnudez libertina de otras estrellas menores nunca podría. Vivamos como nunca hemos vivido, hagamos todo lo que hasta ahora nos quedaba por probar. La extrañeza de lo cotidiano sigue ahí, de fantasías imaginarias en la trastienda, en la mente escriba de Rick una dama del Renacimiento Francés bien podría cruzar una calle de Brooklyn, pero ese sinsentido no importa, porque después brilla la luna llena.
Lo malo de la luna es que acaba siendo nueva tarde o temprano, desapareciendo, llevándose su calor, consciente de que no la buscábamos a ella, sino al Sol que refleja. Cansancio, una vez más entramos en las tinieblas, y descansamos.

Quizá la sangre de nuestra sangre tenga la respuesta, pero nuestro sino lo marca "El Ahorcado". Así es, pues, un ahorcado, un medio hombre que sobrevive con la soga al cuello, deseoso de que algún día aflojará mientras cree esquivar la promesa de la muerte. Le queremos, pero también le odiábamos, y nos damos cuenta de esos sentimientos son demasiado profundos para ser eliminados.
No hay Perla aquí, solo miseria a pie de calle y en los edificios por encima de ella: nuestro padre, nuestro hermano y nosotros, un pasillo de hombres ahorcados esperando pacientemente su turno uno tras el otro, actuando ante un público invisible que les juzgará de igual manera. Les queremos en su arrogancia y en su culpa, pero no podemos quedarnos en el pasillo. Este no era el padre que nos hizo partir en el Este, porque no ha advertido la luz de nuestra promesa en los ojos.

"El Ermitaño" nos aguarda en su burbuja de oros y mármoles, bellas mujeres con las que hace mucho el deseo se esfumó para dejar paso al juego, y promesas de futuro. Pero nos confiesa, calmadamente, que él hace mucho que renunció a buscar la Perla, que si existía una luz absoluta él prefería probar las de menor calor, pues hay suficientes para calmar su ansia. El desengaño sucede, pero también vemos el lado amargo de la búsqueda, la que ha perdido su razón de ser, y prefiere las fiestas llenas de habitaciones donde no sucede nada.
Reflexionamos en el agua, lo único no contaminado por el ruido inútil, y esperamos el "Juicio". Un camino lleno de fuegos que ya ardieron y se extinguieron, mucho antes de que supiéramos por qué. Esa mujer, ese matrimonio, probablemente era algo parecido a una Perla, pero ahora el cristal de una casa demasiado grande para ambos nos separa, como la muralla física de unos sentimientos nunca correspondidos o escuchados. El ruido de las discusiones se desvanece, aunque siempre quedará el recuerdo de la paz que encontramos. Creemos ver otras parejas, otras almas, que si encontraron su Perla y emprendieron el vuelo a la luz.

Sale "La Torre", y la vemos. Una torre hecha de promesas de riqueza, promesas de amor, a la que todo el mundo entra sin mirarse a la cara, sin compartir nada. La torre que pensamos que nos mantendría a salvo, y nos llevaría a la luz, hoy aparece ruinosa y queremos bajar a la tierra de la que nos levantó: arriba no hay respuestas, pero abajo tampoco, ni en las estrellas menores ni entre los ahorcados a los que se les prometió su propia torre.
"El Sol" dura poco, parecía una Perla, pero no lo es, solo es una persona, con sus miedos, temores y creencias. ¿Entonces la Perla no puede ser una persona?
Parece que no, hasta que sale "La Suma Sacerdotisa" que sí que podría serlo. Ella nos inicia en su religión, un mundo de neones nocturnos, inhibiciones y gente que se proclama dueña del saber, pero no hallamos paz en su Iglesia, solo la desconcertante sensación de que no era este nuestro camino.

(El viaje continúa en el "Spoiler", por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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6 de enero de 2017
14 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intentando ser ecuanimes en la valoración de esta película lo primero que habría que asumir es que no es una película. Sobra por tanto la zona reservada para spoilers puesto que no hay nada que se pueda desvelar de una trama inexistente. Este producto está más cercano al videoarte de los años 80/90 pero salvando las distancias con los maestros de aquella disciplina como, por ejemplo, el polaco Zbigniew Rybczyński.

Aunque siempre es un placer visual contemplar los trabajos de Malick, bien es verdad también que la mayoría de las veces no se acompañan de contenidos de igual calidad. Precisamente en este viaje por la vida que nos plantea el autor, guiado por las cartas del Tarot, nos encontramos con escasa profundidad de planteamientos y pésimas interpretaciones actorales. Los actores (incluido Bale que es el que más sale) se encuentran en un ejercicio constante de improvisación, y sus intervenciones se quedan en el mero ejercicio interpretativo, resultando molesto en muchas ocasiones para el espectador que parece estar presenciando un extremadamente largo anuncio de perfume.

La elección de personajes y escenarios rodeados de diseño, riqueza, buenas ropas, extraordinarias casas y mansiones, exquisitos jardines zen..., tampoco ayudan mucho para que los espectadores medios empaticemos demasiado con lo que se nos intenta contar. Incluso la miseria y la pobreza, tan abundantes a nuestro alrededor, aquí son tratadas como meros objetos decorativos para que no molesten demasiado.

Si nos vamos a las formas, dejando a un lado los contenidos, tampoco el trabajo tiene un brillo que resulte espectacular, pareciendo que todo ha sido rodado con la ayuda de una "Go-pro" y de un "iPhone", de hecho toda la película podría ser utilizada como un spot para la promoción de este último.

En resumidas cuentas, creo que la valoración que se merece es un dos pelao, que podría haber sido un cinco si las imágenes hubieran sido más sugerentes, con menos lenguaje de spot publicitario, y dedicadas a hombres y mujeres por igual, ya que claramente existe un marcado sesgo machurrón en todo el film, con la aparición de espectaculares mujeres, que parece ser que es lo que más le importa en la vida a nuestro protagonista, y por ende a nuestro autor.

Por supuesto nunca podría valorarse con un diez como he visto por ahí. Para tener un diez necesitaría acompañarse además de emocionantes contenidos de los que carece por completo.
nadanada
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11 de enero de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 32 años, Terrence Malick filmó y presentó cuatro largometrajes (1973-2005), se supone que este año estrenará su cuarta película en un lapso de apenas 5 años, la presente es la tercera de ellas, luego de The Tree of Life (2011) ganadora de la Palme d’Or en Cannes y de To the Wonder (2012). Pareciera una explosión de creatividad donde el director muestra todo lo que no expuso tantos años en que no realizó ningún film.

Knight of Cups sigue con la tendencia estética de su forma de hacer cine que ya es una marca registrada, obras donde la voz en off toma tal relevancia que la ausencia de diálogos es la constante, voces que se presentan como reflexiones de diversos momentos en particular alrededor de la trama. En esta línea, el director aborda temas ya tocados en los filmes previamente mencionados.

Rick (Christian Bale) es el protagonista, un hombre acomodado económicamente que trabaja como guionista, vive una vida prácticamente hedonista, a lo largo de las casi dos horas de duración se hace una inspección a su vida y el motivo de la situación en la que se encuentra. De esta forma se exploran sus relaciones de pareja y la tensa relación con su papá y su hermano.

Todo esto es mostrado mediante una diversidad de escenas de gran belleza visual, como ha sido su costumbre desde The New World (2005) la cinematografía corre a cargo del mexicano Emmanuel Lubezki. La forma narrativa del largometraje como se ha expuesto se da de forma no convencional, de ahí que el espectador deberá ir armando las piezas que la componen y este es un detalle que se vuelve tedioso en Knight of Cups.

Contrario a los filmes de 2011 y 2012 que contaban con una historia más descifrable, esta cuesta en demasía y hasta el final se logra entender el porqué del accionar de Rick, el motivo por el cual no logra estabilizarse emocionalmente. Esto vuelve la obra un tanto cansada, se siente que se alarga de más y se vuelve reiterativa, el caos de placer de este individuo se entiende rápidamente, de ahí que hasta las imágenes se siente que pierden fuerza porque no aportan mucho.

Se está frente a un individuo que según se menciona fue absorbido por el mundo, quien no logra manejarse frente a un mundo que no da piedad ni amor, él cae de bruces ante las tentaciones terrenales y le cuesta encontrar la libertad. El film está narrado mediante diversos episodios, ocho en total si es que la cuenta no me falló, cuesta encontrar la diferenciación entre uno y otro debido a lo reiterativa que es.

Sí, la propuesta de Malick no es satisfactoria, hasta lo visual que siempre es esplendoroso llega a agotar por lo poco que aporta a la trama, porque no lleva el argumento a ningún lado, también aburre ver a Bale casi siempre en pantalla, se muestra en muchos instantes hasta antinatural, casi como un fantasma que pareciera imperceptible frente a las demás personas a su alrededor.

Como en To the Wonder y en The Tree of Life, no me queda más que decir que la vean y que saquen sus propias conclusiones.
10P24H
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7 de enero de 2016
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace años el cine de Terrence Malick ha venido desmaterializándose, con un claro punto de quiebre desde El Árbol de la Vida, aunque en El Nuevo Mundo ya mostraba algunos indicios. A partir de ese punto, Malick ha venido mostrando un cine más experimental (del usual) en distintos aspectos, desde el narrativo hasta en la misma dirección de actores, con muestras reiterativas de imágenes, escenas y ambientaciones parecidas de las mostradas en su obra maestra El Árbol de la Vida. Desde esta película, Malick llegó a un nivel tan alto y se puso la vara muy alta a sí mismo, y él mismo aún parece hechizado con lo alcanzado en ese filme, que al mismo tiempo fue tan general y ambicioso, que muchas cosas cabían en él. Es por esto, que en sus posteriores trabajos, Malick inició con una especia de trilogía del amor o de las relaciones de pareja, iniciando con “To the Wonder”, y llegando al filme que motiva esta reseña, “Knight of Cups”, la segunda parte de esa trilogía. Si en To the Wonder, la narración se diluye y los personajes se desdibujan en la pantalla y se funden con la fotografía, con voces en off que acompañan y reflexionan junto con el espectador, en Knight of Cups no se encuentra exenta de esto, sino que al contrario, lo magnífica.
Si hay algo general en el cine de Malick, y que lo he mencionado en post anteriores, es que para él los actores no son importantes, y no es algo contra los actores, porque todos los mejores hacen fila para trabajar con él; es porque en el cine de Malick, los actores y los personajes son instrumentos necesarios para la narración, son complementos de la obra en general, son a veces elementos simbólicos, emociones y animas con cuerpo. Y supongo que a los actores les gusta eso, porque les permite desaparecer dentro de la obra, y nunca llevan el peso general de la película. En Knight of Cups, como inició en To the Wonder, los actores no tenían guión sino pequeñas descripciones de sus personajes, y Malick les daba pequeñas indicaciones, e incluso les mandaba torpedos, que eran grupos de personas, para generar emociones naturales en sus personajes. Hay una escena en la película donde dos de los personajes, Christian Bale y Natalie Portman, se encuentran observando exposiciones de arte contemporáneo en un museo. Y resulta curioso, que la misma película tendría cabida como reproducción en ese museo; es una obra de arte contemporáneo, abstracta, y desde ese punto de vista me parece válido e interesantes las intenciones del director, los experimentos con la cámara, con el discurso, con los actores, etc. Y aparte de la forma y las intenciones tras la obra, en el aspecto y estructura narrativa, también me parece interesante que juegue con una división clásica de capítulos, los cuales están nombrados como las distintas cartas del Tarot, por algo su título traducido “Rey de Copas”. Aparte de eso, el mismo filme nos da una pista al inicio, al narrar la historia que el padre del protagonista le contaba de niño, sobre un príncipe y su padre, el Rey del Oriente…. Esta es una pequeña pista sobre la esencia del filme, y a partir de allí iniciaremos un viaje conjunto, sin límites de tiempo y espacio, junto con Rick, quien a la vez con la recurrente voz en off, nos hace participes de su conciencia, sus cavilaciones y sus distintas reflexiones.
Y ahora, lo más importante, que es lo que la película generó en mí. Pues vi cosas que adoro en el cine y adoro en Malick, que es la belleza de sus imágenes, la poesía, la evocación, planos impecables, una gran fotografía del gran Emmanuel Lubezki… aunque debo decir que si percibí un mayor problema o conflicto en el montaje, no todas las imágenes fluyen como una canción o una melodía, sino que algunas de alguna forma interrumpen la sincronía de esta gran partitura… Pero en general sigue siendo una bella muestra de cine, sobre un hombre atormentando por su pasado y sus demonios personales, que le impiden vivir su vida tranquilamente. Rick, es una especie de Don Juan moderno o un Casanova, que trata de llenar sus vacíos internos con otros excesos, que vienen desde su infancia, cuando era un pequeño príncipe, y su padre, el Rey del Oriente lo envió a una misión... Un hombre, exitoso de adulto pero sumergido en la banalidad y la superficialidad de su oficio, que al parecer es el de productor o guionista de cine.
Aún así, a pesar de que me gustaron muchas cosas, quedo un poco frio en algunos momentos y en resultado final, porque aunque percibo las intenciones, el efecto no es totalmente efectivo… Pero es admirable que Terrence Malick con 72 años, y una carrera admirada por cinéfilos, críticos y cineastas, aún siga innovando su estilo y proponiendo cosas nuevas al cine.

http://asbvirtualinfo.blogspot.com.co/2016/01/critica-pelicula-knight-of-cups-terrence-malick.html
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Alejandro
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