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Otoño tardío (Fin de otoño)

Drama Tras la muerte de Miwa, sus mejores amigos deciden hacerse cargo del futuro de su viuda Akiko y de su hija Ayako. Todos creen que la mejor solución es casar a la joven, pero ésta rechaza uno tras otro a todos los candidatos que le presentan; así que deciden casar primero a la viuda. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
3 de junio de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo por ver una vez más a Setsuko Hara en una de sus últimas películas antes de retirarse con poco más de 40 años merece verse esta gran película. Diría que la trama es lo de menos, lo que compensa es esa dulzura de Setsuko, esa sonrisa casi continua, la bondad que irradia, la tranquilidad.
Pero la película del gran Yasujiro Ozu tiene muchos otros méritos, como la excelente fotografía, la interpretación de todos, el documento de un Japón cada vez más occidentalizado sin perder su esencia de contención de los sentimientos...hasta que explotan.
No entiendo cómo pueda haber alguien que no valore la interpretación de una de las mejores actrices de la historia. Su cara es la escena final es para una antología del cine.
yoparam
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4 de septiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Complementaria a Primavera Tardía, muestra el ingente empoderamiento de la mujer moderna vs las rígidas creencias y viejas tradiciones.
Plano fijos de altísimo equilibrio y calidad a la altura del suelo o de los soportes estáticos principales. El ritmo pendula como lo hace un corazón tranquilo. Es el hechizo del plano fijo a la altura del suelo. Tradición y nueva generación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
vandertus
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4 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Para mí el amor y el matrimonio están separados. [...] Lo ideal sería si pudieras juntarlos, pero no creo que fueras desgraciado de no tener ambos; puedes seguir disfrutando de la vida. Creo que ese es el caso de muchas parejas".

Y la muchacha concluye su alegato afirmando "Yo soy de otra generación". Y ya no hay nada más que rebatir. Yasujiro Ozu cruza la década de los '50 con 57 años, una infinidad de títulos a sus espaldas y aceptando el color en sus obras hacía poco; quizás no lo sabe pero su carrera y su vida acabarán muy pronto. Tomará la historia de "Akibiyori", novela de Ton Satomi, quien es galardonado con la Orden de la Cultura en ese momento, después de haber adaptado "Higanbana" (la que inauguró el color en el cine del nipón). Ya ha colaborado con Daiei para su revisión de "Historia de una Hierba Errante".
Entonces se propone "tomar prestadas" a Yoko Tsukasa y su musa Setsuko Hara, ahora empleadas en Toho. Dicha elección adquiere un significado mayor a la hora de plasmar el texto de Satomi cuando tras el séptimo funeral celebrado para el patriarca de los Miwa, dos de sus viejos amigos (Shuzo y Soichi) le dan vueltas a que la hija de aquél ya tiene edad para casarse. En efecto, los hombres "ozunianos" siguen empeñados en continuar su tradición matrimonial para honorar las antiguas costumbres contra una sociedad muy avanzada y cambiante.

De hecho "Otoño Tardío" empieza en una pequeña habitación donde los dos anteriores y Seichiro charlan de sus tiempos de juventud con humor y melancolía, como se puede ver en otros films del director; sin embargo la misma situación, también muy propio de ellos, cambia ligeramente su enfoque. Esta vez Shukichi Somiya y Noriko se convierten en Akiko y Ayako, encarnada ésta por Hara y ofreciendo una curiosa imagen de proyección desde el espectro de la clásica "Primavera Tardía", donde ocupa la hija de aquélla el lugar de la madre y se desecha la figura del padre.
Esta ausencia es de repente asumida por Shuzo y Soichi, auténticos entrometidos que por culpa de cada palabra que digan lo estropearán absolutamente todo, de ahí que el simpatizar con ellos resulte imposible. Ahora, y más que nunca, Ozu nos alecciona sobre el poder de la manipulación y la calumnia cuando se trata de matrimonio, y en especial la terca manía de introducirse en los remansos de paz de una familia ajena para compensar el hastío propio (por eso, tras empacharnos con las artimañas que pretenden Shuzo y Soichi, se nos invita a entrar en sus hogares y comprobar de primera mano su enorme insatisfacción familiar).

Akiko es la nueva Noriko, con el dulce rostro de una Tsukasa que pasará por la trama declarando su independencia como mujer y su inopinado apego a su madre, algo que a las viejas generaciones no sienta demasiado bien. Este choque de mentalidades (¿qué se podía esperar viniendo de Ozu?) es primero mordaz y luego brutal: los hombres maduros son obstinados, arrogantes, avasalladores; sus esposas (Nobuko, Fumiko) son detestables y chismosas; y los jóvenes y los niños (Yoko, Koichi, Kazuo) son vitales, rebeldes, impacientes y mucho más valientes que sus padres. Y claro está, las solteras deben casarse.
Esta visión del cineasta sobre las apáticas y posesivas relaciones entre hombres y mujeres en su sociedad de clase media-alta nunca se ha expuesto de forma tan incómoda y agobiante, llegando el espectador a sentir una profunda lástima por Akiko y Ayako y por el modo en que los demás desean trastocar sus vidas. Y aquí entra Yuriko, interpretada por la preciosa Mariko Okada, como no podía ser de otro modo el personaje femenino más fuerte y contestatario (por algo sería la futura esposa de Yoshishige Yoshida), y necesario para condenar duramente la soberbia de los hombres.

De hecho esa feroz discusión en la oficina es la secuencia entre personajes más poderosa de toda la película. No obstante el peor camino que puede tomar el argumento es el de tergivesar el ambiente, inundado de un afilado humor, hacia el drama, por muy natural que se aplique ese cambio, y olvidarse de los anteriores personajes masculinos para desatar una lucha de opiniones y sentimientos entre Akiko y Ayako, cuyo carácter, antes entrañable y admirable, pasa a ser estomagante y repulsivo, y ahora la compasión y la asfixiante sensación de acorralamiento recae sobre la primera, a quien se la anima a volver a casarse.
De ahí que tales licencias de guión, esos cambios tan abruptos de atmósfera y el trato tan irregular sobre los personajes haga perder al film una fuerza narrativa que lograba mantenerse sólida en las más amargas "Flores de Equinoccio" y "El Comienzo del Verano". Lo compensa una fotografía excelente de tonos ocres (correspondiendo bien al título) a cargo de Yuharu Atsuta que envuelve en calidez y una cierta melancolía a esos actores habituales del universo "ozuniano", únicamente cambiando los nombres de sus papeles: Kuniko Miyake, Ryuji Kita, Toyo Takahashi, Keiji Sada (sin destacar demasiado, por desgracia) y esos Shin Saburi y Nobuo Nakamura que nunca me resultaron tan indigestos.

Para rematar, la mejor banda sonora que compuso Takanobu Saito para el director, muy entregado a la visceralidad de las emociones a través del estatismo de su cámara. Si bien fue un enorme éxito de taquilla de 1.960 en Japón, no llega a la grandiosidad de otras obras suyas de igual temática en mi opinión...pese a contar con la maravillosa sonrisa de una Hara increíble, la presencia inimitable de Okada y el gran Chishu Ryu en su breve cameo.
Y una escena que me sobresaltó sin esperarlo: en el restaurante del padre de Yuriko, un cliente (Tsusai Sugawara) entabla una amable conversación con los cocineros acerca de lo que desea comer. Nada tiene que ver esta situación con la historia y de repente Ozu se interesa como si le fuera la vida en ello; creo que ningún director sería capaz de hacer una cosa así, con tal naturalidad, de un modo tan humildemente hermoso y narrarlo a través de una belleza formal indescriptible.
Chris Jiménez
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9 de agosto de 2018
7 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podrán decir maravillas.
A mí me parece de todo lo visto de Ozu, no aburrida, tostonazo.
El guión es de una pobreza inmisericorde:
Madre viuda, hija casamentera. Vamos a encontrarles maridos.
Empieza con una especie de funeral y se convierte en un auténtico funeral de tópicos, aburrimientos y bobadas. Hacia tiempo que no deseaba tanto que acabase algo.

Infumable por muy de Ozu que sea.
Ya no es solo que no desarrolle nada de lo que plantea a los cinco minutos y sepas como van a ir sucediéndose las escenas a cuál más tórrida y pesada.
Es tan plana y simplona que en algún momento me planteé si era el mismo Ozu de "Cuentos de Tokio" y otras maravillas.

Sobre todo espero que nadie empiece por este aborto, a descubrir a un cineasta maravilloso y único.
Porque quizá no pase de esta plana y soberana ramplonería, carente de las ideas y estilo que lo hicieron grande.
Muestra viva de que hasta un gran creador, puede hacer el somnífero imperecedero.
Zappianin
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22 de octubre de 2012
10 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de la historia de una madre viuda y su hija, cuya vida transcurre apaciblemente hasta que su entorno de amigos y conocidos se inmiscuye en ella con objeto de buscarles marido, como si en lugar de estar a mediados del siglo XX estuvieran en plena época medieval... aunque, por lo visto, allí es la costumbre y en principio nadie se enfada... salvo por las sucesivas meteduras de pata de los celestinos.
Historia amable y costumbrista, con ciertos toques de comedia y que debería ser agradable de ver; sin embargo, llega a convertirse en un verdadero tostón por dos razones: en primer lugar, la forma de realización: en las escenas, la cámara se situa de forma fija delante de cada personaje, este recita su entrada mirando a cámara, luego hay un contraplano del otro personaje recitando su réplica mirando también a cámara, de vez en cuando un plano general de los dos a la mesa (casi siempre están a la mesa o en la barra de un bar)... y ya está, así constantemente. De verdad que parece el telediario y que se dan la entrada alternativamente unos a otros para comentar las noticias. En segundo lugar está el hieratismo atroz de los actores: no están actuando al estilo occidental, donde el actor se "mete" en el personaje, y nos muestra el peor y el mejor lado del mismo; estos actores japoneses hacen como si los espectadores hubieramos entrado en la casa de visita y solo ponen sonrisas y se comportan como anfitriones envarados preocupados de no meter la pata ante los invitados. Construyen así personajes completamente increíbles y aburridisimos que no se sueltan en absoluto (como haría un anfitrión, que no se va a poner a pegar la bronca o a llorar delante de los invitados) y que nos expulsan de la película por la completa atonía emocional de la que hacen gala.
Es una lástima, porque la historia y su resolución eran interesantes y daban para muchísimo más.
Klara
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