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Decálogo 5 (TV)

Drama "No matarás": En una Varsovia gris, vacía, pobre y triste, Jacek, un joven sin perspectivas ni futuro, asesina brutalmente a un taxista. Quinto de los diez mediometrajes, cuyo nombre genérico es "decálogo", realizados para la televisión por el director Krzysztof Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz. Cada uno de ellos se inspira en uno de los Diez Mandamientos. Este episodio es una versión de la película "No matarás", de 1988, ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
14 de abril de 2009
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dostoievski se sentiría orgulloso, por varias razones, por el homenaje que Kieslowski se marca en el quinto capítulo de la serie. Y es que el No matarás de la tradición bíblica fue llevado a la maestría literaria por el ruso y reinterpretado por el polaco tanto en este capítulo como en la película del mismo nombre, que si mal no recuerdo, utiliza gran parte de las imágenes de esta obra.

El punto de contacto más evidente entre las dos obras es el temático: sin razón aparente, Jacek acaba con la vida de un taxista, mientras que Raskolnikoff asesina a una usurera y a su hermana. Es el enfoque posterior del hecho el que resulta diferente, adecuado cada uno a su respectiva época, diríamos. Ninguna de las dos obras se centra en justificar la postura del asesino, ocultando las supuestas razones en un caso y relacionándolas con algún problema mental en el otro. Es más, la época contemporánea o más reciente que ambienta este capítulo del Decálogo hace necesaria la aparición de esa trama legal en la que el joven abogado asume su protagonismo encarnando un brillante final.

No es mi intención destripar ambas historias, pero los paralelismos están más que claros para aquellos que las hayan disfrutado (o aborrecido, que de todo hay por ahí suelto).

Por otra parte, es interesante mencionar un par de puntos que se alejan de esta comparación y engrandecen un poco más, a mi modo de ver, el resultado final de la película. En primer lugar, el lentísimo discurrir de las cosas sólo sale bien cuando es tratado con un sentido del ritmo bastante complejo de conseguir, Kieslowski es quien de hacer que todo fluya en su justa medida y mantener alerta al espectador mientras observa, por ejemplo, al taxista lavando el coche o cruzándose con personajes de los que nunca se va a saber más, ni falta que hace. A esto, supongo, ayuda en gran medida la faceta estética, pues cualquier amante de la fotografía puede encontrar durante el desarrollo de la hora escasa que dura el metraje (especialmente en la primera parte) estampas de gran calidad de encuadre, composición e iluminación, destacando un tratamiento del color que resulta llamativamente curioso. Un alarde técnico acorde con lo que se cuenta, pues pierde su protagonismo cuando es el drama ético quien gana terreno.

En mi opinión y de lo visto hasta ahora, lo mejorcito de este Decálogo lo podemos encontrar en su quinto capítulo.

PD: Hace ya unos meses que no avanzo en el libro de marras (100 páginas me deben de quedar) y el amigo Dostoiesvki pasa a engrosar mi lista de escritores rusos que no soporto (Chéjov y Tolstoi son los otros). Igual que en el cine, son plásticos y barrocos, pero eso me es más difícil de digerir tras las letras.
Hala, ya os podeis despachar conmigo a gusto.
aka IDIOT
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4 de octubre de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un cine hecho con cimientos donde los tonos verdes y ocres inundan la pantalla. Un cine realizado con una infinidad de detalles, donde el deseo de maldad y la justicia son retratados en primeros planos. Una secuencia de un asesinato como pocas veces se ha visto en el cine. Brutal y emocionante.
enyel
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4 de mayo de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Episodio 5. "No matarás".
El capítulo más duro del decálogo, como era de esperar, es el que está dedicado al quinto mandamiento, el más importante y el que expresa la prohibición más categórica, exhortando a respetar la vida de las personas.
Este mediometraje está filmado con un apagado tono amarillento (símbolo de frialdad, soledad y tristeza) y durante muchos planos la imagen se ve como a través de una lente sucia. La Varsovia invernal de finales de los ochenta, apenas despertándose de un siglo crispado, golpea silenciosamente con los vestigios de penurias pretéritas que todavía se dejan sentir.
La urbanización de superpoblados edificios comunistas (que desde fuera al menos no se diferencian de los capitalistas en los que se hacinan cientos de familias en humildes apartamentos, debido a las políticas de aprovechamiento del escaso espacio disponible y de la salvaje especulación del terreno) se muestra especialmente hostil y subraya ese aislamiento emocional de muchos habitantes que, aún estando rodeados de gente, están solos.
En esos deslucidos escenarios de una ciudad rayana en lo deprimente observamos lo más bajo de la condición humana por medio de dos individuos bastante despreciables.
Por un lado, un taxista (distinto del que protagonizó el episodio 3) de mediana edad se divierte con detalles mezquinos. Rechaza y hace descarados desplantes a potenciales clientes que necesitan de sus servicios (entre ellos, el matrimonio del episodio 2), mira las piernas de una chica con esa lascivia propia de quien ve a las mujeres guapas como objetos de usar y tirar, arroja a un perro callejero un sándwich que su esposa le había preparado para el almuerzo (yo lo he interpretado como una falta de respeto hacia ella), gasta una broma pesada a un transeúnte... Un hombre de existencia gris que aglutina insignificantes placeres en fastidiar y burlarse del prójimo, que además es un sanguijuela del dinero porque por lo visto sólo le interesa llevar a los clientes que viajan a sitios más lejanos, a los límites territoriales del taxista, y que por consiguiente pueden aportarle más dinero que los de trayectos cortos. Esto le va a costar el mayor precio de su vida, literalmente.
Porque para su desgracia recogerá a Lazar Jacek, un joven sin oficio ni beneficio que vagabundea por la capital haciendo rabiar a ancianas, maltratando a homosexuales, escupiendo en las tazas de café de las cafeterías, azotado por unas ansias de hacer daño que pronto explotarán... Se intuye que está perseguido por unas circunstancias muy malas y que algo debió de ocurrirle que lo traumatizó, porque con todo este estéril deambular contrasta una escena en la que Jacek entra en un estudio fotográfico para que le amplíen una vieja foto en la que figura una niña vestida de Primera Comunión.
Porque aparte de las malas acciones, también salen las buenas, como fiel drama psicológico que refleja la complejidad humana. Tanto Jacek como el taxista tienen sus pequeños momentos de redención, aunque el terrible desenlace eche por tierra cualquier posibilidad futura.
El vértice equilibrador del triángulo del episodio es un abogado recién licenciado que, con su voz en off, cuestiona la pena de muerte que aún estaba vigente en Polonia. Enarbola el idealismo de los novatos, pero no tardará en probar el fango, porque si formas parte del sistema judicial en un Estado que condena a muerte (y que por lo tanto comete asesinato legal y aplica el ojo por ojo, no siendo mejor que cualquier vulgar criminal de la peor estofa), no podrás librarte de ser testigo de la ruindad e hipocresía de dicho sistema. Y si eres alguien sensible y con principios, lo pasarás muy mal.
El destino jugará sus cartas con estos tres personajes. Artur Barcis, el misterioso vecino de mil identidades y ninguna y omnipresente en el Decálogo, observa con sus ojos traspasadores que transmiten su mensaje de inexorabilidad, parecen decir "no tienes escapatoria, la suerte está echada". E incluso creo que avisa, advierte calladamente: "no hagas eso, te conducirá a la desgracia". Pero los personajes ignoran su críptica mirada, por supuesto.
Una de esas ocasiones (limitada y con toscos defectos, eso sí, por tratarse de un film de corta duración e imagino que de presupuesto igual de corto) en las que el arte de filmar sirve como enérgica denuncia.
Para finalizar he de añadir que sale una de las escenas de crimen más crudamente filmadas y realistas (y es decir palabras mayores con la cantidad de escenas cruentas que se ruedan cada año) de la historia del cine y la televisión. Si tenéis el estómago sensible apartaréis la vista y os taparéis los oídos o directamente os la saltaréis porque no se puede soportar. Incluso peor (si es posible) que la famosa escena de violación de "Irreversible".
Vivoleyendo
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23 de octubre de 2008
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Krzysztof Kieslowski es un director muy bueno. No solo importa que la trama de la película sea buena tambien importa como contarla y en eso es un maestro.
No recurre a trucos modernos para engancharte a la historia como podrían ser cambios en el tiempo, él simplemente cuenta una historia lineal pero hace que muestres atención por personas, objetos, comportamientos del protagonista, etc., que en un principio no comprendes pero que al final y con unos dialogos brillantes cobran sentido. Un ejemplo de ello es la simpatía de un protagonista apático con todo el mundo menos con las niñas.
Los actores cargan con un peso emocional intenso y dotan de realismo a la película incluso aunque no sean situaciones corrientes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cthulhu
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21 de julio de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacek divaga por Varsovia haciendo maldades y con una idea en mente, un taxista lava su carro y posteriormente se pone a elegir clientes, un joven abogado se gradúa y busca comenzar a trabajar.

La vida de estos tres personajes se mezcla y da como resultado una película crítica del sistema y de la pena de muerte. Donde una voz en off en un inicio se pregunta -¿A quién venga la ley?- La ley no puede vengar a nadie.

Tal vez uno de los films más impactante y crudo del decálogo, que no duda ni teme en ningún momento, es agresivo, se vuelve sentimental y pone en dudas al abogado y su profesión, la cuestión ética, lo que es correcto y lo que no.
10P24H
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