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La profesora de parvulario

Drama Una profesora descubre en un niño de cinco años de edad un prodigioso don para la poesía. Asombrada e inspirada por el pequeño, decide proteger su talento, a pesar de todo el mundo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
20 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo en VOS la película israelita "La profesora de parvulario" dirigida por Nadav Lapid (es autor también de un guión para el que ha utilizado su propia experiencia ya que, como asegura "entre los cuatro y los siete años escribí más de un centenar de poemas y la mayoría se los dictaba a mi niñera. Pero a los siete años lo dejé, no quise escribir más y no retomé la escritura hasta después de terminar el servicio militar, escribiendo prosa, nunca más un poema") en su segundo trabajo. En este perturbador film en el que la cámara tiene protagonismo propio (encuadres, movimientos circulares, adelantamientos al personaje que se para y no sigue andando y primeros planos, están rodados con gran maestría), destacan las dos actuaciones de los protagonistas (Avi Shnaidman que realmente tiene cinco años y Sarit Larry, que actualmente ejerce como profesora de filosofía al ser una actriz en paro), el dominio del silencio (que permite apreciar el magistral sonido), los valientes desnudos y el trasfondo crítico con la sociedad israelí, el adoctrinamiento político en las escuelas y el servicio militar obligatorio. Además me ha gustado que un secundario traduzca al español el poema acerca del mundo del toreo y que suene en castellano la canción con la que finaliza la acción. Reflexiva, provocadora e implacable, de 6,5.
amaya pujana levy
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28 de junio de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin aportar simpatía, solicita disciplina.
Profesora de parvulario, frustrada poetisa de vida monótona y aburrida, marido con el que sólo comparte lecho/hijos que ya inician su propia andadura, que deambula en silencio afligido pasando las horas y los días descubre, entre estos interminables tiempos muertos de espacio perdido, la maravillosa facultad, don instintivo de un chiquillo de 5 años, alumno de la guardería, para crear poesía, ese maravilloso afecto por las palabras que las ordena con hermosura y placer para difundir una realidad apagada a la vista, que el talento del alma y amor devoto del corazón exponen y recitan con subliminal perspicacia y exquisita sensiblería, al expresar lo que nuestra corporal materia recibe a través de sus agudos sentidos.
Ese encuentro inesperado, de ilusión y esperanza por otra vida que comienza, con todas sus oportunidades por delante todavía no anuladas, completamente abiertas al poder-de-ser-lo-que-se-quiera con esfuerzo, dedicación y trabajo, guía y buenos consejos ¿da derecho a alzarse como juez que decide, como reína que manda, como autoridad autoproclamada que vela por el arte, por la supervivencia de la creación artística en tiempos en que ésta es anulada y poco valorada por la sociedad?, descubrir al Mozart de las letras provenientes de esa esencia incontrolable llamada inspiración, que surge sola, sin permiso, en el momento más inoportuno ¿es franquicia para olvidarse de la razón, del mundo y sus normas?, ¿es legítimo y justificable hacer caso a esa loca obsesión, ofuscación inquietante que pide saltarse la ley y hacer lo que sea necesario para proteger este santo grial, inocente y puro, perfecto e ingenuo de la contaminación mundanal, que adquiere poder y fuerza a pasos agigantados al ser el motor que devuelve el entusiasmo, alegría y fervor a su existencia?
Esceneficación fría y cortante, espaciada, de escenas mudas, silenciadas donde el lejano pensamiento habla con torpeza, una emotividad gélida de ferocidad oculta donde es difícil intuir, al instante, lo que sucede en la cabeza de esta adulta sonámbula que despierta a través de la habilidad original de un niño, poca narración para un guión que vive de la lentitud de esos potentes primeros planos, estáticos, introvertidos, que aportan mínima explicación que debe ser deducida a través de la paciencia, atención y seducción por esta anómala pareja que, sin duda, son el gran acierto de la película, una intuitiva Sarit Larry que permite hablar a su rígido rostro, y un delicioso Avi Shnaidman de quien crece sin preocupaciones, con alegría y tomando sus momentos de inventiva espontánea como un juego divertido sin más, reflejo fiel y doloroso de que no siempre quien aprecia más el valor e importancia del ingenio talentoso de la creación es quien la posee, a veces ¡ni siquiera se acerca a ella!, malogro y desengaño que lleva a perder la conciencia, los papeles y la realidad y donde, el fin justifica los medios, es lema de lo correcto y por el cual se arriesga todo.
Austera, árida e inaccesible en sus pretensiones, de honda información no siempre revelada con acierto, el personajes es confuso en su conocimiento, dificulta su acompañamiento voluntario y sincero, desconcierto que, por otra parte, te insta a averiguar qué hace, qué pretende, dónde va con esa ridiculez de envidia de no poseer lo deseado, obstinación de protección por lo hallado, miseria de usar escritos ajenos ante la nulidad de crear los propios, adulación altiva como recompensa inmerecida que sabe a gozo súbito..., un conglomerado de sentimientos y emociones que deben ser captados, más por entrega y mérito del espectador que por facilidad transmitida de la heroína fallida, seca, distante, parca en palabras, es el cambio de su mirada lo que permite llegar a ella sin tener claro, en ningún momento, por dónde saldrá o qué intenciones tienes pues, como buena locura no tiene estabilidad en sus pasos ni lógica en su camino, sólo una meta..., que el próximo García Lorca ¡llegue a su destino!
Hagar, madre bíblica de todos los árabes..., "Hagar es bastante hermosa, bastante para mí, una lluvia de oro cae sobre su casa, verdadero sol de Dios"; sin apreciarla completamente tampoco la rechazas del todo, te mueves entre arenas movedizas que no acaban de decidir si te zambullen o sueltan, extraño limbo cuya partida desconoces si te llevara al cielo o al infierno aunque, si no lo tiene claro la maestra ¡cómo saberlo tú que acudes a clase, te sientas, observas e intentas aprender al son del rigor de la imagen y la instrucción de los movimientos!
Complicada lección pues, puedes resumir su contenido y materia de memoria pero, no tienes claro haber disfrutado de la clase.
Adivinanza..., si no te atrapa pero tampoco desengancha ¿qué es? ..., Haganenet.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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26 de junio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interior de un hogar cualquiera. Sala de estar. Él está espachurrado en el sofá, cavando con las nalgas, y por enésimo día consecutivo, ese hueco que marca el sofá como su único y auténtico reino. Su mano izquierda agarra con desgana el mando a distancia; la derecha acaricia, con todo el amor del mundo, unos cataplines más arrugados que ayer... y seguramente menos que mañana. El televisor de plasma capta la señal en directo del partido del Maccabi de Tel Aviv, y mientras los hombretones van dándole puntadas a la pelota, a él se le va concretando una erección (por aquello del aburrimiento, no por otra cosa) que a cada segundo que pasa, exige más y más acciones al respecto. En éstas que el tipo se acuerda de que su mujer lleva mucho rato encerrada en la habitación. ¿Dos horas, ya? Pues sí. ¿Qué estará haciendo? Un segundo... ¿estará enfadada por algo? Espera, ¿será por algo que habrá dicho o hecho? O peor, ¿será por algo que no habrá dicho o hecho? El pobre hombre no da abasto: el cerebro y los testículos van a explotarle al unísono... y cuando parece que nada vaya a evitar la catástrofe, aparece ella...

... solo que algo sigue estando fuera de lugar. El instinto del espectador huele algo raro. ¿Será que el señor ha chocado no una, sino dos veces contra la cámara? ¿Será que le hemos visto vernos? Y ya puestos, ¿será que con tanta tontería aún no hemos conseguido ver la cara ella? Será... y será que la mujer resulta ser una profesora de parvulario, y será también que está a punto de encontrar, sin saberlo ella, la solución a todos sus problemas, que no son pocos ni banales. Una vez olvidada la última prueba de fuego a la que ha tenido que enfrentarse su heterosexualidad (y dicho sea de paso, su salud mental), toma aire y reúne unas últimas fuerzas para enfrentarse a una nueva jornada laboral. De modo que se planta una vez más frente a la puerta del recinto escolar donde trabaja, y espera pacientemente a que los papás dejen ahí a sus amados retoños. Y llegan, y poco a poco, se va llenando la lista mental de asistencias ... hasta que ésta se ve desbordada por la incorporación de un nuevo mocoso. Ahora es el olfato de la profesora el que hace saltar las alarmas. ''Cuidado, aquí pasa algo...'', le dice. Y ella no podría estar más de acuerdo.

Y como el espectador no es menos (esto nunca) sigue intentando encontrar esa posición de apalanque perfecta que se le resiste. Y sigue carraspeando, en un intento fútil para aclarar su gola inaclarable. Y sigue frunciendo el ceño, porque a todas las incomodidades físicas enumeradas, se le suma la más terrible de todas: la mental; la de no saber del todo bien qué demonios está pasando. La sensación es, ciertamente, extraña. La información que entra por sus ojos es fácilmente procesada. Todo controlado... solo que en realidad, no. El maldito instinto, que nos recuerda, de nuevo, que el ''qué'' a veces cede ante el ''cómo''. Y si había dudas al respecto, Nadav Lapid decide mirárselo todo con la seguridad que nos falta a los demás. Sonríe y asiente, y vuelve a asentir, y sonríe. No se percibe ni un ápice de confusión en su posado, mucho menos en su actitud... lo cual, cuidado, para nada garantiza que sepa lo que está haciendo, y mucho menos que esté en posesión de esa supuesta verdad universal que al resto de los mortales se nos escapa. Aunque pensándolo mejor, esto último poco o nada importa.

Para su segundo largometraje, Lapid sigue hurgando en los males que consumen por dentro ese desastre histórico, social, político... humano, llamado Israel. Si en su debut la mirada crítica pivotaba en torno a una cuadrilla anti-terrorista, aquí ésta lo hace centrándose en la atípica relación entre dos personajes atípicos... contada, para más inri, de forma no especialmente típica. Antes, el físico; ahora, algo cercano al alma, seguramente. Una profesora de parvulario que a cada día que pasa se siente más alienada por el mundo que la rodea se topa con un chaval con un don casi sobrenatural para la poesía. La conexión entre ellos es instantánea; el amor (platónico), también. El problema, como casi siempre con esto de los idilios, está en la -aplastante- incomprensión del entorno. Y las dudas, muy a nuestro pesar, se van despejando. 'La profesora de parvulario' va descubriendo poco a poco sus cartas y nos damos cuenta, de una vez por todas, de que la virtud vive bajo la constante amenaza de la extinción más absoluta. Llámenlo barbarie, en cualquiera de sus infinitas acepciones.

Y como siempre con temáticas tan etéreamente trascendentales como la que ahora nos ocupa, existen varios modos de abordarlas. A la hoja de servicios de Lapid volvemos a referirnos. Si con 'Policía en Israel', su ópera prima, optaba por la -contundente- sequedad del espectador más frío, ahora se sitúa en las antípodas, fusionándose con un Yo lírico que lo es casi todo. Así, se suceden una serie de escenas cuya cotidianidad se ve ligera pero claramente alterada por una perspectiva buscadamente subjetivista. Lo normal; aquello que en un principio no llama la atención, adquiere de este modo (por pura proximidad) un halo casi mágico. A través del clásico juego de mostrar y no mostrar, el director hebreo maquilla la que sigue siendo su gran carencia (a saber, un desarrollo demasiado errático tanto de la trama como de sus personajes) y de paso refuerza su voz. 'La profesora de instituto' es, ante todo, un ejercicio de estilo (más estético que narrativo), pero en cualquier caso, y esto es lo importante, un empleo de los recursos con fundamento y con conocimiento de causa. Para entendernos: ¿Cómo hablar de un oasis a punto de ser engullido? Pues situándonos ahí mismo, o por lo menos, y no es poco, transmitiendo esta sensación.
reporter
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3 de julio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la premiada POLICEMAN, el israelí Nadav Lapid presenta ahora un film, en apariencia, radicalmente distinto a éste, que, de primeras, nos apercibe de la voluntad por el cambio de riesgos y por la facilidad de implicación en ellos que dirime aquel. La efectiva disección efectuada sobre los grupos policiales antiterroristas y sobre ciertos grupúsculos de jóvenes revolucionarios israelíes da paso aquí a un film de marcada prioridad intimista, subjetiva, silente y escrutativa. Lejos del violento campo de acción de la anterior, LA PROFESORA DE PARVULARIO pretende el retrato de una obsesión callada tan peligrosa como inaplazable, gestada en un ámbito de frágil, atento y vigilador como el de una guardería.

LA PROFESORA DE PARVULARIO nos propone a un interesantísimo personaje femenino. Se trata de Nira, una maestra de guardería que, de súbito, descubre un talento completamente inesperado en Yoav, un niño de cinco años que acude al centro donde ella trabaja de la mano de una cuidadora. Yoav declama poemas compuestos por él; en ellos demuestra un sorprendente talento para la lírica adulta. El hallazgo, poco a poco, va a ir originando en la maestra una irrefrenable querencia por el pequeño, que, en primer lugar, le hará intentar apartar a la cuidadora de Yoav de su lado, y, posteriormente, la abocará a una serie de peligrosas decisiones, todas ellas encaminada a proteger la misterios sensibilidad literaria del pequeño.

Lo mejor de LA PROFESORA DE PARVULARIO lo acumula la observación del personaje femenino central. El director amolda su posicionamiento tras la cámara al carácter un tanto frío, siempre sereno, incluso melancólico que define el comportamiento y las reacciones de Nira. De ahí que prime la templanza, el comedimiento, la ausencia de excesos, cierto secretismo ambiental durante todo el ejercicio. En ese sentido, el realizador halla un impecable aliado en la intensa severidad silente con la que la actriz Sarit Larry resuelve la dificultad de un personaje que se mueve siempre entre una cierta decepción con respecto al mundo cotidiano que la rodea (escenas de junto a su marido, la frialdad que dirimen ambos en el hogar, más por parte de ella que de él) y el intrigante recelo celador con el que va a autoimponerse para tratar de arrimar la existencia de Yoav a los designios por ella dictados.

El interés del film, con todo, ve menoscabada la amplitud de sus posibilidades por la decisión del realizador de aplicar la misma naturalidad inmutable, sigilosa a la observación del niño. El film se ceba con el análisis de la obsesión de la adulta sin saber encajar con verosimilitud o con la misma hondura ese símbolo del talento a flor de piel que representa Yoav. El desasosiego que transmite la mostración de la asombrosa facultad de Yoav se balancea entre lo turbio y lo postizo, entre la sana incomodidad que depara todo elemento extraño que cuestiona la vulgaridad y la insuficiencia de la sociedad en la que está obligado a verse inmerso y el desequilibrio lastrador de una exagerada naturalidad impostada.

De ahí que, una vez planteada prodigiosamente la peligrosa atracción, el film durante su segundo tercio adolezca de una parálisis, de un estancamiento, de los que, por fortuna sabe salir gracias a la escenificación de un desenlace francamente soberbio. La última media hora de LA PROFESORA DE PARVULARIO adecua a la perfección la mirada exasperada, perdida, obsesa e irracionalmente celadora de Nira junto a la honda nebulosidad inocente que dirime Yoav. Fuga, locura, mimo, dolor, fracaso e inclemencia dentro de la habitación de un hotel de costa en el que la luz del día proyectada en el rostro de un niño consigue ser el reflejo más demoledor de cómo la vulgaridad ambiental, en nuestros días, resulta un obstáculo imposible de salvar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Musiczine
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14 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película desconcertante para mí.
He intentado dejarme llevar, pero no ha sido posible.
No me creo lo del niño y su facilidad poética en cuanto veo su edad y su comportamiento y ahí se me hunde.
La profesora lo hace bien, pero en general se me hace lenta y aburrida.
floro
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