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La profesora de parvulario

Drama Una profesora descubre en un niño de cinco años de edad un prodigioso don para la poesía. Asombrada e inspirada por el pequeño, decide proteger su talento, a pesar de todo el mundo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
29 de junio de 2015
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una cinta extraña, de difícil visionado y fácil rechazo. El espectador no sabe a qué carta quedarse porque asiste a una defensa de la poesía como don natural y necesidad vital pero embarrullada por ciertos retruécanos argumentales descabellados que destierran cualquier simpatía y dificultan su comprensión, al no proporcionar información suficiente, ni hacer entendible la motivación de los personajes, por mucho que lo intentemos. Quizás su director y guionista tenga claro lo que nos quiso decir, pero el espectador se queda atónito, sin saber cómo tomarse lo que ve, si va en serio o es una necedad, si nos quiere hacer reflexionar o si tan sólo ha dado rienda suelta a su desbocada imaginación calenturienta.

El personaje principal de la profesora es atractivo e interesante, pero su comportamiento es incomprensible hasta devenir en absurdo, por lo cual se vuelve una tarea imposible que nos tomemos en serio la trama, al no ofrecer ningún anclaje ni asidero en el que reconocernos o con el que empatizar, ya que parece una egoísta soñadora, con algunas buenas intenciones y bastante perversas inclinaciones y gruesos dislates que desembocan en un final descoyuntado, arbitrario e incoherente, que cierra en falso una trama insondable.

Además es una película muy conceptual, donde las ideas tienen más relevancia que las emociones y eso convierte su metraje en una carrera de obstáculos y dificultades, haciendo que el espectador acabe tirando la toalla ante tanta entelequia bienintencionada (apoyar la poesía en un mundo carente de ella, donde las letras se ven marginadas hasta el desprecio), sin compensar en nada la paciencia del sufrido espectador que intuye que tras tanta loable premisa se encuentra quizás algún tesoro… que se queda por completo enterrado y olvidado en el desierto de las especulaciones. Si no haces partícipe de las claves mínimas para desentrañar un jeroglífico, queda poco con lo que entretenerse o disfrutar.

Lo mejor es el retrato de la explotación del pobre niño poeta: para el padre es un mero vástago del que espera que no le de problemas y se amolde a la normalidad más rancia, la niñera con veleidades de actriz utiliza los poemas para sus audiciones, haciéndolos pasar por propios, y la profesora cree haber encontrado un Mozart poético y lo quiere ‘salvar’ del anonimato alienante y convertirse en su mentora. Todos piensan en sí mismos y ninguno se detiene a indagar en las necesidades del infante. Lástima que todo ello se quede emborronado por una ejecución farragosa y torpe que deja indiferente – o repele.
antonalva
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28 de junio de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que todos hemos visto en nuestra etapa en el colegio/instituto cómo en esos años los chavales se dicen sin sonrojo las peores cosas que se les pasan por la cabeza, a veces acompañadas de golpes, amenazas y descalificaciones. Y siempre castigando lo que se considera diferencia, ya sea el que más estudia, el más gordo, el más delgado, el más alto, el más bajo, el que tiene más nariz, cabeza u orejas o el que tiene menos. La curiosa moraleja que uno puede extraer es que lo mejor que se puede hacer a esa edad para encajar es ser común y corriente, formar parte del montón para que los demás no te lleven por delante. Una moraleja que tristemente se repite tantas veces ya en la edad adulta, cuando los mediocres quieren contagiar al resto a base de hacerles sentir idiotas por no ser tan simples como ellos. Sobre esos primeros años de vida que tantas veces forjan el carácter nos habla ‘La profesora de parvulario’.

El israelí Nadav Lapid dirige una historia de las que dejan pensativo, por cómo está concebida y por su desarrollo. No puedo dejar de imaginar en que esta trama, si hubiera sido desarrollada en Hollywood, sería una de esas producciones de fácil digestión, con actores famosos dando vida a gente un poco torcida pero de buen corazón, que emocionaría a unos cuantos y optaría a llevarse algún Oscar. Sin embargo, Lapid nos la muestra con un ritmo contemplativo, casi moroso, con unos personajes con los que no es fácil empatizar y que espantará a aquellos que busquen un entretenimiento asequible.

Nira y Yoav son dos aves raras, dos seres inadaptados a su entorno. Ella tiene una pareja con la que está más por costumbre que por otra cosa y tiene unos hijos a los que nunca ve. El pequeño es, a efectos prácticos, un huérfano que ve cómo su padre no le hace caso, pendiente como está de sus negocios y que cuenta a su hijo que su madre murió cuando lo cierto fue que se divorció de él y se marchó a Estados Unidos. Sin embargo, ese niño de aspecto tan inocente tiene repentinos arranques de ingenio y es capaz de soltar de seguido versos audaces incluso para un adulto. Es en esa capacidad artística donde la profesora ve un modo de redimirse ella misma como madre y como docente, al tratar de poner los mimbres para que el talento natural de ese niño no quede desaprovechado y que no sea otro más en el sistema, como lo han acabado siendo ella y su familia. Pero lo cierto es que el niño lo que quiere es hacer las mismas cosas que sus compañeros de clase para que no le tomen por un bicho raro. Un bicho raro que ya es la maestra, que llegará a cruzar ciertos límites en busca de su objetivo.

Nadav Lapid construye un relato de dos personajes solitarios que bajo su apariencia sobria esconde un subtexto bastante inquietante, al estilo de los cuentos clásicos. Si en aquellos el mal cotidiano tomaba la forma de animales o brujas a modo de metáfora de los peligros que nos acechan a todos, aquí es la normalidad la que encarna la maldad. Una normalidad que nos despoja de todo aquello que nos identifica y nos diferencia de los demás y nos convierte en piezas de un engranaje en el que no hay lugar para la poesía, deparando un camino de dolor para aquellos que se salgan de lo establecido. Una idea en consonancia con lo que escribe Umberto Eco en su novela “Número cero” al asegurar que “los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores”.

Por estos motivos, ‘La profesora de parvulario’ no es una película que vaya a llenar las salas de cine, sobre todo por la forma de presentar sus ideas, con un tempo calmado en sus casi dos horas de metraje. Más allá de eso se le puede reprochar que a su director se le escapa en ocasiones la obviedad en lo que quiere contar y que Avi Schnaidam, el niño protagonista, no acaba de transmitir la capacidad perturbadora que tiene su personaje. Todo lo contrario que Sarit Larry, que compone con gran contención a esa profesora de apariencia afable y de interior turbio. Ingredientes para un filme de indudable interés, de los que plantean algunos interrogantes y pensamientos una vez vistos.
travis braddock
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24 de marzo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La hebra principal de este largometraje tiene que ver con un niño, poeta prodigio, y la relación que entabla con su maestra. Intentaremos abordar otros temas, la mayoría inconclusos, pero el principal obstáculo será un guion confuso, con muchos puntos muertos que no van a ninguna parte.

Yoav tiene escasos cinco años y establece lazos algo distantes con sus compañeros. En ningún caso es un autista, pero su niñera primero y su maestra de kínder después, descubren que el chico se pasea de un lado a otro y les dicta poesía. Son metáforas complejas que no se condicen con las experiencias infantiles.

La maestra es capaz de conmoverse con los poemas, pero carece de la sensibilidad para crear poesía propia. Hasta aquí todo bien, pero convengamos que esto es todo lo que podemos encontrar en los primeros 45 minutos.

Atenta contra el visionado la estética tecnicista que adopta el fotógrafo Shai Goldman. Durante toda la cinta se empecina en situarnos la cámara a la altura de las piernas de los adultos, recurso que pretenderá enfatizar la visión de los niños, pero la verdad es que éstos funcionan más como un decorado que personajes, por lo que la fotografía a ras de piso resulta desconcertante y francamente agotadora.

Hay abuso de primeros planos que no se entienden y cuando la profesora se emociona, la cámara se sitúa en un plano medio muy mal elegido si se trata de que espectador observe la congoja desde la distancia. Veremos una procesión de cámaras invertidas, primeros planos repentinos que parecen un fallo de montaje, contrapicados a las ramas de los árboles, travellings circulares y un sinnúmero de recursos gratuitos.

La búsqueda absurda de tomas fotográficas espectaculares, quizás logradas individualmente, pero que en el conjunto carecen de coherencia narrativa, como si primara la técnica por sobre el contenido.

Pero no sólo es un asunto de forma, el fondo se aborda torpemente con un guion errático y unos diálogos muy explicativos: «Cuando miro a mis alumnos de cinco años, me doy cuenta de lo difícil que es ser poeta en este mundo»; «Ser poeta en nuestro mundo es oponerse a la naturaleza del mismo (¿quién habla así?)»; «Es un poeta en una época que odia a los poetas»; o cuando el profesor de poesía dice: «El fascismo odia a los poetas» o «en estos tiempos de oscuridad cada poema es un milagro». ¿No sería un mejor uso del tiempo el leer estas sentencias y ahorrarnos el cúmulo de imágenes contradictorias? Cuando la profesora es incomprendida por los interlocutores, ella lo primero que hace es coquetearles, ¿cuál es la idea?

En términos de la retórica aristotélica estamos frente a una cinta muy desequilibrada. El razonamiento (logos) es confuso, la credibilidad (ethos) queda en entre dicho cuando esta maestra extrema sus recursos y quiere salir del país, y las emociones (pathos) muestran un divorcio entre lo que se dice y lo que se filma.

Emociones que son abordadas por una fotografía de tonos fríos que hace casi imposible conectar con los personajes.

La tesis de que en el cuerpo de un infante pueda anidarse un genio, plantea una dicotomía en su comportamiento. El origen de la poesía es abordado como revelaciones místicas que el propio niño sabotea con su actuar, generando una nula empatía con el espectador.

Las escenas de sexo, el baile de los conscriptos o la maestra bailando frenéticamente en un bar, entran de lleno al ámbito surrealista, no guardando ninguna relación con el resto de las escenas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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3 de julio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Publicada en Farrucini: http://farrucini.es/critica-la-profesora-de-parvulario-nadav-lapid/

No hay mejor adjetivo que defina Una profesora de parvulario que el de ‘desconcertante’. Desconcertante en todos los sentidos posibles: en cuanto al argumento, a los personajes -en especial a sus interpretaciones-, a la manera de utilizar la cámara, el montaje, la lírica… Sin duda la propuesta de Nadav Lapid es original, una de las más originales que recuerdo, pero puede producir cierto rechazo… más que rechazo desconfianza. Es una película incómoda porque utiliza a seres puros para pervertirlos, una contradicción que, tal y como la plantea Lapid, quizá es difícil de asimilar -no nos gusta demonizar la belleza angelical-; incómoda también porque la técnica que utiliza puede inquietar al espectador, sacarle de la historia, pues los ojos no están acostumbrados a percibir conscientemente ciertas cosas en el cine… y a pesar de todo, La profesora de parvulario no deja de ser una película tremendamente interesante. ¿Por dónde empezar a explicar el porqué? Como dijo Jack el destripador: por partes.

El argumento es insólito, se centra en un niño de cinco años al que le invaden ataques repentinos de creatividad, escupe poesías entre hermosas y macabras mientras camina de un lado a otro como poseído por Apolo. Su profesora admira el poder de este niño y lo explota para que pueda ser reconocido socialmente. Lo explota tanto que lo hace suyo, tanto, tanto, que se convierte en una insana obsesión. Quizá alguno se quede más perplejo si le comento que los poemas que recita ese niño son del propio director, que él mismo los escribió cuando tenía la edad de ese niño. Hasta aquí la realidad, ninguna docente cercana quiso sacar a la luz esos textos y durmieron en un cajón hasta que Lapid decidió que iban a inspirar un guión.

Los dos protagonistas, niño y profesora, son complejos y callados, y al contrario de lo que ocurre cuando nos encontramos ante este tipo de personajes, es difícil leer sus miradas pues la de ella (Sarit Larry) es una mirada muy serena, muy profunda, llena de bondad, sus actos sin embargo son bastante reprochables para quienes no logran entender que están motivados por su amor incondicional al arte. La mirada del pequeño poeta (Avi Shnaidman) se asemeja a la de Poe, turbia, atormentada… incluso sabia, pero cuando desciende del Olimpo se comporta como lo que es. Físicamente Lapid otorga inocencia a una adulta y madurez a un niño, juega con esa paradoja intuyo que con la única intención de producir mayor perplejidad.

La cámara es una protagonista más, quizá está presente por accidente, sea así o no es decisión del director mantener ciertos ‘errores’ en el montaje. La película comienza con una secuencia en la que el actor golpea el objetivo, el plano se mueve bruscamente, le siguen planos de niños incontrolables incapaces de no mirar a cámara. Nadav Lapid ha decidido aplicar aquella frase de “ante lo inevitable, entusiasmo” en su película, y el entusiasmo ha hecho que estos detalles que muchos criticarían estén a favor de su obra. Están a favor porque el lenguaje visual que utiliza no es el tradicional, lo cual no quiere decir que no esté cuidado: maneja magistralmente los elementos que tiene en cuadro, sigue a sus actores como si quisiera decirles algo, como si la cámara quisiera participar en su actividad, estos momentos están trufados de planos muy cerrados, intimistas, pero coloridos, tienen incluso algo de naif a pesar de la turbiedad que empapa la película. El montaje, evidentemente, es poesía en verso libre, repleto de licencias.

La profesora de parvulario es en sí una curiosidad, es un todo digno de analizar. Lapid propone es una reflexión sobre la ambición y su compatibilidad con la creatividad, la inspiración, el arte como don y la poesía como vía de escape o incluso como herramienta para crear un mundo más profundo. Una reflexión que divide al público entre los que de verdad quieren ese mundo más profundo y los que se conforman con un mundo superficial.

Al final pasa lo que suele pasar cuando intentas abarcar lo inabarcable, el amor degenera y la historia también, esta profesora pierde los papeles, pero lo que hace no seré yo quién lo cuente.
Farrucini
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28 de septiembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena idea inicial luego estropeada por confusa, llena de ideas raras raras raras y de situaciones sin pies ni cabeza.
Me gustaría saber cómo fue acogida en Israel. Aquí parece un rompecabeza unidad y sin fuerza dramárica.
Y los bailecitos....¿son así? Ridículos en gente ya cincuentona...
Ella, la protagonista, es un bicho raro también. Le pone los cuernos al calvo del marido con otro calvo y si te vi no me acuerdo.
Lo del niño poeta también se pasa de rosca, aunque el niño es una delicia y podría interpretar cosas mejores.
Y aburre.
yoparam
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