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TÁR

Drama La mundialmente famosa Lydia Tár está a solo unos días de afrontar el mayor reto de su carrera profesional: grabar la sinfonía que la llevará a las alturas de su ya formidable carrera. Pero su vida personal y sus decisiones van a ir interfiriendo en su carrera musical con consecuencias imprevisibles. (FILMAFFINITY)
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Críticas 98
Críticas ordenadas por utilidad
8 de febrero de 2023
26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me interesa su reflexión, me intriga su protagonista, pero me distancia su narración.

Mi criterio personal no juzga a través de la dualidad buena o mala película, sino que trato de comprender las intenciones y valorar la capacidad de la obra para transmitirlas. En este caso, entiendo que la película trata de constituirse como un ejercicio reflexivo que, sin embargo, no termina de integrarse completamente con la historia que se cuenta. Tár es, ante todo, una tesis introspectiva con forma de película. Esta descripción resulta ilustrativa de lo que son sus mayores logros y, al mismo tiempo, sus mayores debilidades. Me es imposible comprenderla como obra cinematográfica de pleno derecho, ya que, aunque presenta bondades técnicas e interpretativas evidentes, estas no consiguen elevar el relato a un plano de fascinación artística. Considero que la construcción narrativa, haciendo uso de la parábola musical, es ciertamente disonante e impide que la atrevida tesis central trascienda el plano de lo analítico y se consagre como obra narrativa.

Para comprender esta disonancia es necesario comenzar por el posicionamiento reflexivo, la tesis sobre la que se erige la trama. Esta contiene una decisión valiente y, posiblemente, controversial, la de materializar el abuso de poder como una cuestión autónoma y transversal al género. En este sentido, el poder se plantea desde abajo, en términos de Foucault, como una fuerza estratégica que parte desde las desigualdades en las condiciones internas de los sujetos y que existe en tanto que se acciona en las constantes micro-relaciones. A través de este planteamiento emerge el personaje de Lydia Tár, supurando poder y oponiéndose a la sujeción normativa. Desde la primera secuencia, una entrevista en la que se presenta la carrera del personaje, la protagonista, entre otras cosas, queda definida en su supremacía cínica al negar como mujer la naturaleza patriarcal de las instituciones. A continuación, su posición de poder queda nuevamente reafirmada en otra dimensión por contraproposición a la vulgaridad de otro director con el que conversa en un restaurante. Lydia Tár desborda narcisismo y se mira a sí misma como una agente de sentido legítima, con capacidad para interpretar las obras y trascenderlas de forma creativa. Esta premisa es fundamental, ya que es esta comprensión del poder como condición propia lo que confiere al personaje tanto su mayor virtud, el ímpetu artístico, como su mayor defecto, la inmunidad para ejercer el abuso y la tiranía sobre todas sus relaciones.

Tár es una película concebida con inteligencia y construida con precisión para evocar un clima de extrañeza y conflicto con nosotros mismos. El constante paralelismo con la realidad funciona como referencia necesaria para posicionarnos como espectadores. Así pues, del mismo modo que hemos sido testigos de las acusaciones hacia algunos de nuestros ídolos y nos resistimos a admitir la decepción que suponen sus presuntos actos, en la película nos vemos vinculados emocionalmente con una protagonista que admiramos al tiempo que detestamos. Lydia Tár encierra una mirada fascinante, con una capacidad crítica envidiable y una fuerza creativa desbordante. Incluso, en escenas como la llegada al apartamento, en la que calma a su compañera con una delicadeza admirable, podemos detectar, bajo la capa de frialdad que luce con orgullo, un interior profundamente sensible del que emana todo su vigor artístico. No obstante, cómo ya había planteado, desde el primer momento, advertimos una egolatría palpitante, nos sumimos en su nube de superioridad inalcanzable. Desde luego, es un personaje que desprende cierto halo de falsedad e incomodidad, pero del que Cate Blachett se adueña a la perfección, encarnando toda su complejidad y ambivalencia con una empatía sin la que el relato se desmoronaría.
Asimismo, el director, Todd Field, es diestro manejando esa intriga sobre el concepto de verdad y la presunción de inocencia. Nunca conocemos los hechos concretos, tal y como sucede en la experiencia de la vida, todo está encuadrado por los límites de nuestra subjetividad. Al contrario del mecanismo del suspense Hitchcockiano, en esta historia al espectador le faltan piezas del rompecabezas, tan sólo tenemos voces de acusación y la sugerencia de algunas pruebas sujetas a la interpretación. La cámara se sitúa en el presente y, por lo tanto, el pasado queda adscrito a todas los posibilidades que brinda su desconocimiento. Esto, cómo señalaba anteriormente, traslada a la pantalla toda la incomodidad y ambigüedad que surge ante la necesidad de emitir un juicio hacia una personalidad artística admirable como, en este caso, la maestro Lydia Tár. De este modo, la película nos posiciona como espectadores en un limbo sin respuesta moral acertada. La propia cinta, en un ejercicio autorreferencial, nos advierte en un diálogo acerca de la composición de Bach que lo interesante reside en la capacidad para proponer una pregunta, no tanto su resolución, al fin y al cabo, resolver una melodía es siempre un ejercicio de consonancia, dependiente siempre del acorde anterior. A través de esta premisa narrativa, la película nos enfrenta a nuestros propios enjuiciamientos más allá de la ficción cinematográfica. La condena nos pertenece a nosotros, somos los espectadores los que debemos posicionarnos a favor o en contra del destino de nuestra protagonista, del mismo modo que lo hacemos ante casos reales de semejante naturaleza.

Así pues, a pesar del audaz subtexto y el complejo planteamiento reflexivo, la película permanece lejos de la perfección. Personalmente, la frialdad que sentí al alcanzar el final del relato me produjo cierta frustración al abandonar la sala de cine. Intuía que las imágenes que había presenciado contenían algo poderoso, pero me encontraba tan distante y desapegado de la historia que no podía decir con rotundidad que me hubiera gustado...

*Continúa en spoilers sin desvelar nada*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Hugo
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2 de febrero de 2023
58 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Palabras que definen esta película:
AMPULOSA. Pretenciosa. Narcisista. Pomposa. Aburrida. Insufrible.

No voy a decir de que va la película, sólo voy a describir el público de mi sala y sus reacciones, y que cada cual juzgue por sí mismo. Al entrar, a pesar de ser un miércoles, la sala bastante llena, pero el público inusual, muchas más mujeres que hombres, muchas de ellas teñidas con colores extraños, algunos hombres acompañándolas, algún hombre sólo con pinta de intelectual, de esos que quieren que te des cuenta que tienen pinta de intelectual.

Al empezar la película salen los créditos finales (oh que culto, que atrevido.... que coñazo), en esos momentos un señor muy intelectual manda callar a unos muchachos que comentaban que que mierda era eso, porque claro, unas letras en la pantalla aportan muchísimo a una obra tan especial y tan artística.

A la hora, tres personas salieron de la sala, incapaces de soportar más lecciones morales y frases hechas para parecer más culto.

A mi lado una señora sola, de esas que piensan en alto, comentando toda la película.. " ..que mala es fulanita", "..esa la va a engañar" "..el pobre, que pena". En una película normal que me gustase mínimamente la hubiese mandado callar con educación, pero la verdad es que era mucho más interesante escucharla a ella que la película.

Al lado de esta señora, una pareja de unos 60 años, ella se esforzaba por atender (con cara de no comprender de la misa la media), pero él, más práctico, se echó varias siestas, ronquidos incluidos, que eran cortados por su señora, que quería que su marido se culturizase ante esta maravilla de la vacuidad y de pseudointelectualidad.

A mi derecha, un hombre con mucha pinta de intelectual (un fantasma pretencioso), que cada poco cogía con disimulo el móvil porque se aburría tela, y que casi al final de la película recibe una llamada, la coge (con dos..) y le dice al otro intelectual que le llamó que estaba viendo TAR, y que no le podía atender. Que culto, que bien has quedado, yo voy a ir este finde para verla y poder debatir en nuestras fiestas de cultos incultos.

Al final, nada más abrir las puertas, la gente huía como si se estuviese incendiando la sala.

Hay que decirlo claro, la película es un coñazo, la típica obra que va de culta para que la gente que no es super-culta crea que es culta y no se atreva a criticarla. Es una película vacía y pedante, larga y aburruda, que se pone a hablar en inglés, en francés y en alemán para hacerse la interesante, lentísima, con muchísimas referencias que vienen al cuento ni aportan nada de nada, con multiculturalidad y diversidad forzada por todas partes sin que aporte nada, por lo que no os dejeis engañar, si no os gusta no es que seais incultos, es que el Rey va desnudo, y los demás hacen como que ven los trajes para no parecer incultos. Aquí no hay cultura, hay pesadez y pedantería, hay narcisismo. La película no vale un pimiento. Le doy un tres por los actores y la parte final que remonta un poco, pero el resto es malo malo. Avisados quedais.
Nonomo
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30 de enero de 2023
58 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy Todd Field y eres un ignorante.

Soy Todd Field y deberías haber estado cinco años de conservatorio para osar acercarte a mi obra magna.

Soy Todd Field, un director maldito y por narices esta película tiene que ser considerada una obra maestra independientemente de que el argumento sea prácticamente inexistente, los diálogos sean insufribles durante dos horas de las dos horas y media (dos horas y media que dura la experiencia, si), y si tú no lo ves es porque tus conocimientos de lenguaje cinematográfico, simbolismo y cine a secas son inexistentes, idiota.

Soy Todd Field y me gusta no explicar las cosas que suceden para no ser de esos directores que se lo dan todo mascado a los espectadores como si tuvieran un coeficiente intelectual negativo, pero al mismo tiempo al ser Todd Field, pues para que desarrollar nada de lo que sucede más que con ciertos acercamientos a algo que podría ser parecido a una trama.

Soy Todd Field y tengo la espinita clavada de no hacer un Interrail así que lo que hago es llevar a Cate Blanchett de ciudad en ciudad en su Tesla y aviones privados para poder visitar todas las ciudades que se me negaron en la juventud.

Soy Todd Field y después de hacer una enorme película como "Juegos Secretos" hace 16 años intento replicar una caída a los infiernos al estilo Taxi Driver para quedarme en un "ay casi pasa algo. Bueno solo llevamos dos horas y cuarto. Esto está comenzando y no hay que precipitarse".

Por otro lado, soy Cate Blanchett y hago un papel de loca de aTAR (tenía que meter un chiste, perdón), sublime. Lo doy todo porque soy una de las mejores actrices de mi generación y si me dicen que interprete a la mujer de Santiago Segura en "Padre no hay más que uno" te gano un Oscar.
Martini
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8 de febrero de 2023
28 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cate Blanchett, espléndida... su capacidad para desarrollar las necesidades de sus personajes, la sitúa en un lugar sobresaliente y destacado del actual Sart System.

La película se extiende alargada en secuencias innecesarias, hasta alcanzar cuotas inimaginables; rozando en algunos instantes el ridículo. Una lástima... pese a ello alcanza una nota media elevada entre los usuarios de la página, tal vez por nuestra costumbre actual, adaptada a esas series que nos alejan de la realidad, estirando sin medida los minutos...

La realidad de TÁR es su peculiar mundo retratado con minuciosidad excesiva. Los elementos artísticos y técnicos, aprueban con nota. El único lastre es un guion desarrollado hasta la extenuación. Exceso de simbolismo simbólico.

....
MIRADA MILENARIA
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2 de febrero de 2023
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podría decir que Tár es Cate Blanchett. Y es que el film se salva por una deslumbrante interpretación de la actriz, que atrapa desde el inicio y se mantiene en lo alto hasta el final. Junto a ella, la película goza de una fascinante puesta en escena y –como era de esperar– una magistral banda sonora que conforma una inmersiva experiencia auditiva.

Cuenta con alguna escena brillante, como el plano secuencia en Juilliard, donde se plantea el debate sobre quién puede juzgar a la persona por encima del artista. Sin embargo, cuesta encontrar cohesión entre el resto de diálogos y temas y no queda claro a dónde quiere llegar el director.

Por otro lado, su excesivo metraje hace que pierda ritmo en su último tramo y que muchos momentos parezcan de relleno. Además, la evolución del déspota personaje principal desemboca en situaciones perturbadoras. De este modo, la suma de todos estos detalles provoca que el conjunto de esta película sobre la corrupción del poder desmerezca.

www.contraste.info
Revista Contraste
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