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Las cuatro plumas

Aventuras Harry, un oficial británico, decide abandonar el ejército antes de que su regimiento se embarque con rumbo a Egipto para luchar contra los rebeldes. Su prometida y tres compañeros de armas le envían cuatro plumas blancas que simbolizan la cobardía. A partir de ese momento, Harry emprende peligrosas aventuras con el fin de poder devolver las plumas y recuperar el honor perdido. (FILMAFFINITY)
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
27 de mayo de 2011
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Seguro que ese es el año de la producción? La verdad es que se me antoja un film bastante moderno, mucho más adecuado a la mentalidad de un adulto que la tonteriíta con el mismo título de hace unos pocos años. El Africa colonial no es el paraíso, allí se va a morir y en la película se muere convincentemente y con crudeza. Por supuesto, ya no educamos a los niños con el espíritu guerrero que hizo de Gran Bretaña una superpotencia. Ahora todo es más tierno, lo cual me parece bien. Es tan tierno que todos los lugares del mundo deben de ser amigables, y así les va a algunos de alguna ONG. Sin embargo, me gusta que mi hijo no sepa nada de los horrores de la guerra. Aunque la historia es inverosímil y apela a un heroismo rancio,(lo digo, claro, porque yo también sería el mayor cobarde ante la violencia), quedan de manifiesto dos heroismos reales que sí podemos aplicar en nuestras grises, tristes y mezquinas vidas: primero, el interés de Harry por ocuparse en el bien de lo próximo, (me recordó, por contrario, a un compañero de piso izquierdista y hippi, siempre preocupado por los males, las guerras, las miserias de sitios lejanos y no pagaba el alquiler ni fregaba, el impostor). El otro heroismo, encarnado en el sobrio, (demasiado), Ralph Richardson ocurre al final y no puedo contarlo, pero se le queda cara de tonto.
Mención especial para C. Aubrey Smith, la encarnación misma en pantalla del gentleman jubilado británico, un actor al que le tengo un cariño especial. En esta historia tan descarnada, (aunque los buitres, en pantalla, sólo se atreven a saborear caballos; no hacía falta más), sólo podía estorbar el triángulo amoroso. Y es que el amor está ciego.
Tampoco creo que hiciera falta filmar tantos planos tan pesados de las interminables caravanas de derviches. Es como diciendo: "¿véis? Sin ordenadores, esto es gente de verdad"
berenice
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31 de julio de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cobardía y valentía. Esta es la única escala de valores que gobierna la mente de un soldado cuando decide embarcarse en cualquier campaña. De esas dos palabras depende mucho: el orgullo de un hombre, su comportamiento en el campo de batalla, la admiración o el rechazo que sus actos despierten en la sociedad, el respeto de su familia, de sus amigos o incluso el amor que una mujer le pueda entregar. Suena irracional a nuestros oídos criados en el individualismo pero era otra época, otra sociedad, donde la patria, las costumbres y el conservadurismo en las tradiciones marcaban el comportamiento de las personas.

La Inglaterra imperialista, la época victoriana. Las guerras en Crimea y África eran acontecimientos habituales en un país donde, ahora les tocaba a ellos, casi no se ponía la luz del sol. Balaclava, la carga de la Brigada Ligera, el asedio de Sebastopol. Los hijos de la Gran Bretaña comandaban el mundo pero a uno de ellos se le ocurrió preguntarse: para qué, por qué, ¿quiero ser partícipe de eso? Este es el planteamiento inicial de la novela de Mason que da lugar a una de las películas de aventuras mejor hecha y a la vez menos conocida. Estrenada en el año 1939 (“Lo que el Viento se Llevó”, “La Diligencia”) el film de Korda supuso un golpe en la mesa del cine británico que demostró que podía llevar a cabo la realización de grandes epics al más puro estilo Hollywood. Además se convirtió en fuente de inspiración para otras grandes cintas dedicadas a este periodo histórico y que traen a nuestra mente títulos como “Kartum” o “Zulú”.

Con una mitad inicial de film brillantísima, el excepcional guión del que presume “The Four Feathers” nos ofrece un elenco de personajes maravillosos que se encuentran, se separan, se recuerdan, se evocan…mientras el espectáculo del Technicolor va haciendo su trabajo: grandiosas batallas, imponentes movimientos de masas y una fotografía inspirada en los más y mejores cuadros de época. Esto, junto a unos colores saturados muy presentes completan un producto final para la vista magnífico. Proyecto húngaro (los hemanos Korda, Miklós Rózsa o Lajos Biro) en tierras inglesas pero respetuoso con el pensamiento y el público anglosajón que hizo del la cinta un gran éxito de taquilla. Y es que los húngaros siempre fueron gente lista que sabían que hacer y para quien y donde hacerlo. Estos Korda, caso especial además, consiguieron desde su amor al cine poner su nombre y su dinero en unas cuantas de las mejores películas de la historia. “El Tercer Hombre” siempre se lo agradecerá. Nosotros por esta película de aventuras también.
Alfie
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19 de junio de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos años han pasado desde su estreno y sin embargo no me corto al afirmar que posee una frescura incuestionable, porque es cine de aventuras del que ya no se hace y porque sus más de dos horas pasan por delante sin apenas respiro. Puestos a pasar por alto improbabilidades y a no cuestionar cosas relacionadas con la lógica, prefiero las peripecias de un hombre que es tildado de cobarde a las ñoñerías de cualquier comedia romántica que vendrán con el tiempo en la historia del cine. A mí me da la sensación que en los años treinta preferían las aventuras coloniales, más que eso aquí, victorianas, antes que cintas de romanticismo aburrido, preferían ver por la pantalla militares que no se lo pensaban en embarcarse en guerras lejanas y eso de ir al cine valía la pena si era para ver a una docena de camellos al galope en el desierto atacando inauditas fortalezas.

La culpa la tiene el personaje principal, al que le acusan de cobarde y no tiene mejor idea que demostrar lo contrario y meterse en un berenjenal que para el espectador es sencillamente lo mejor que podía hacer. La cinta tiene sus virtudes pero adolece de otras, y es que la infalibilidad del protagonista puede resultar excesiva. Sin embargo, personalmente prefiero inmiscuirme en este tipo de cine del que han pasado más de siete décadas que no en la mayoría de lo que se nos vende en la actualidad, yo por momentos lo he pasado de bien como un cochino.
Luisito
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25 de febrero de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor de todas las versiones. En todos los aspectos.

La dirección es aguerrida, con soltura, dándole agilidad. La fotografía, esplendorosa. Los actores se compenetran a la perfección dando un aire de credibilidad a las escenas, las cuales, están rodadas con gran acierto.

La ambientación es perfecta y, teniendo en cuenta el año del rodaje, no deja de sorprender al espectador.
Santo el enmascarado de plata
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7 de noviembre de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásico film de aventuras coloniales, que no resiste un análisis socio-político desde la perspectiva actual, pero que yo valoro sólo como obra artística y cinematográfica. Sin duda la mejor versión hasta la fecha, que adapta la popular novela de A. E. W. Mason (1902), se trata de una grandiosa e inolvidable producción de Alexander Korda y la realización de su hermano Zoltan. Durante la década de los años treinta ambos, ya habían hecho otros film de aventuras mas o menos acertados, pero en esta ocasión consiguen un triunfo absoluto para el género. Un film donde su excelente argumento posibilita que la épica se imponga por su majestuosidad y el honor resulte un valor mancillado injustamente por unos caballeros altivos y presuntuosos.

El inicio tiene lugar en una Inglaterra cuya opinión pública está conmovida por la caída de Khartoum a manos de los derviches y por la muerte del famoso general Gordon. Otro general del ejército, Faversham – obsesionado por la continuidad del apellido dentro del ámbito castrense – descubre con espanto que su único hijo Harry (John Clements), se siente más atraído por la poesía y los valores humanos que por la carrera militar. Unos años después y tras la muerte de su padre, Harry, enamorado de la joven Ethne (June Duprez), hija de militar asimismo, que también es deseada por el capitán John Durrance (Ralph Richardson), decide por convicción renunciar al ejército en el preciso momento en que se llama a las armas para reconquistar el Sudán.

Harry es despreciado por sus compañeros y su prometida, cuyo padre, el general Borroghs (C. Aubrey Smith) es un altanero fanfarrón que trata con desprecio al que iba a ser su yerno. El día en que parten sus amigos hacia el frente, Harry recibe una pequeña caja que contiene tres plumas a la que se añadirá una cuarta de su novia, lo que significa el deshonor por su cobardía. Pero Harry confiará su secreto y la suerte a un viejo doctor amigo de su padre, partiendo en solitario para limpiar su honor. Un film narrado con pulso firme, con ritmo ameno y emocionante, en el que impera la aventura exótica con planos generales donde la tropa queda empequeñecida ante el agreste paisaje montañoso, la pequeñez del ser humano aplastado por la grandeza del paisaje. La siempre épica música de Miklos Rósza, la fotografía rojiza y sedienta del desierto en un magnífico technicolor.

La historia seduce porque aborda valores humanos como el amor, los principios morales, el honor, la lealtad, la generosidad y la valentía sin alardes presuntuosos. Que denuncia la incomprensión de un ser noble y sincero, pero que tiene la ingenuidad de decir lo que piensa ante una sociedad hipócrita, imperialista, adocena, elitista y de un patriotismo mal entendido. Por eso Harry, debe demostrarse a sí mismo y a sus seres más cercanos que el desprecio personal y su aislamiento social son totalmente injustos. Una película que goza de escenas memorables que no voy a detallar pero que es de recomendable visión para cualquier amante del buen cine, de ese que resalta valores universales inalterables al tiempo, como todas las grandes obras imperecederas.
Antonio Morales
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