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Rashomon

Intriga. Drama Japón, siglo XII. En Kioto, bajo las puertas del derruido templo de Rashomon, se guarecen de la torrencial lluvia un leñador, un sacerdote budista y un peregrino. Los tres discuten sobre el juicio a un bandido, acusado de haber dado muerte a un señor feudal y violado a su esposa. Los detalles del crimen son narrados desde el punto de vista del bandido, de la mujer, del señor feudal -con la ayuda de un médium- y del leñador, único ... [+]
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Críticas 120
Críticas ordenadas por utilidad
8 de junio de 2016
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En 'Rashomon', Kurosawa traza una enrevesada ruta hacia el descubrimiento de la verdad y plantea un interesante debate sobre la relatividad de esta. El guion es un verdadero trabajo de virtuosismo, en el que cada frase contiene un mensaje filosófico y profundo, todo premeditado de una forma muy discreta. «Aquí, en la puerta de 'Rashomon', vivía un demonio y dicen que se fue porque tenía miedo de los hombres», cuenta uno de los tres protagonistas en la escena inicial de la película; estamos asistiendo, sin saberlo, a la explicación del comportamiento de los personajes. Al finalizar la película y revisionarla, todo cobra sentido. Kurosawa parece pretender realizar una fábula en la que plasma su visión de la humanidad, cínica y egoísta.
Por otro lado, la dirección artística, el vestuario y las localizaciones están muy logradas, al igual que el uso del silencio y de la música. La frondosa selva en la que se desarrollan los crímenes ayuda a introducirnos en una atmósfera turbia, inquietante y opresiva, en la que nos perderemos sin remedio si no mantenemos los ojos abiertos cada segundo y nos desviamos del camino.
hombrepanzer
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9 de noviembre de 2017
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Kurosawa recoge el espíritu del relato de Agutagawa titulado Rashomon, en el que un desesperado se plantea que tiene que asumir la falta de piedad con los demás para poder sobrevivir, pero la historia que desarrolla ampliamente es la del cuento del mismo autor titulado En el bosque o Yabu No Naka. El cuento original es un prodigio de síntesis: cuatro brevísimas declaraciones de testigos seguidas de tres autoinculpaciones de los tres protagonistas, incluyendo la que el muerto realiza a través de una médium, alegando haberse suicidado. Pero, claro, en esta vida ni de la versión de un difunto se puede uno fiar. Especialmente cuando los tres personajes hacen ver que piensan que mantener su honra -de marido, de esposa o de bandolero- bien puede merecer una buena mentira. Tal vez sin mayor intención que la de alcanzar el metraje habitual de una película, Kurosawa añade una más detallada y verosímil versión de lo que pudo suceder, proporcionada por uno de los testigos que anteriormente no se ha atrevido a contarlo todo ante el juez. Y la única novedad que aporta es que él no se inculpa de nada. Lo mejor es la fuerza de las imágenes que compone el entonces joven Kurosawa, una auténtica orgía cinematográfica, incluyendo las expresiones de los intérpretes y el histrionismo (muy a lugar) de Mifune, un actor que recuerda a Jack Nicholson en cuanto a que el exceso no le sienta tan mal como a los demás.
Capitan Ahab
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16 de febrero de 2018
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En esta ocasión y de forma extraordinaria, voy a centrar esta reseña en por que tú, persona que disfruta de estas líneas, deberías animarte y ver “Rashomon” esta misma noche, o incluso al terminar este texto -y digo esto como si el objetivo final de toda reseña positiva no fuera ese-. Comprendo que habrá mucha gente a la que este tipo de propuestas le eche para atrás, así que vengo a derrumbar esos prejucios y a motivar el visionado tanto por parte de quién aspire a ser cinéfilo de mierda como por parte de quién esté más dubitativo.
“Rashomon” está firmada por el legendario Akira Kurosawa. Por el renombre de este artista en la historia del cine ya estaría más que justificado el disfrutar de esta aventura. Pero para aquellas personas que hayan tenido malas experiencias con este director, debo decir que las sensaciones que me ha dejado esta película han sido muy diferentes a las que me dejó “Ran” o “Yojimbo” en su día: “Rashomon” es muy disfrutable, infinitamente más concreta y accesible que las ya mencionadas. Es una película perfecta para aquellos que no se hayan acercado aún al cine japonés.
De entrada, la historia es muchísimo más simple, olvidándose de complejas luchas de poder entre diferentes facciones o de alegorías simbólicas. La premisa es que ha fallecido un hombre, y nosotros escucharemos las diferentes versiones del suceso por parte de los implicados. Pero, aunque sea más simple, está muy lejos de encontrarse vacía de contenido, y su autor sabe dejar espacio a la interpretación y al pensamiento filosófico. “Rashomon” habla de la oscuridad del espíritu humano, de la humanidad, pero también habla de la verdad, del honor -como no-, del amor o del egoísmo. Incluso se permite un curioso discurso sobre el papel de la mujer de aquella época, que aunque se nota algo arcaico si que le otorga más presencia al género femenino que muchas producciones actuales.
Por otro lado, su realización la hace también muy accesible. Se nota mucho hasta qué punto ha influido en el cine que vemos actualmente, pues parece muy avanzada para la época. Me agrada ver que Kurosawa ha sabido transmitir sensaciones muy eficientemente con estos recursos: desde los momentos más sostenidos que enfatizan la tensión a las persecuciones que aprovechan el entorno –un frondoso bosque- para acelerar el ritmo. Hay dos combates en la obra y cada uno se siente diferente, y no solo por la coreografía: tanto los tipos de plano como su duración son los más adecuados para cada momento.
A nivel de imagen, nos encontramos con claroscuros -JAJJAJAJ ES GRASIOSO POR QUE ESTÁ EN BLANCO Y NEGRO JAJJAJJ-. Me encanta la precisión del director a la hora de ubicar la cámara, dejándonos encuadres que evocan a la obsesiva corrección japonesa. Además, goza de muchísima variedad tipológica, lo que le otorga un extra de expresividad a los personajes –por si no tenían ya suficiente con ser japoneses-. En su contra, diré que hay algunos planos asombrosamente feos y que a veces se nota demasiado la iluminación artificial (algo que también es comprensible por los medios de aquel entonces, claro).
Esta película merece un análisis exhaustivo, pero no es el momento de hacerlo. Como ya he dicho, prefiero que antes se vea, se disfrute y se reflexione. Por ser una de las obras más influyentes de la historia del cine, por ser cortita y muy accesible, por gustarle a la Infanta Leonor y por ser de dominio público, recomiendo su visionado a todo el mundo, lo antes posible.
Cinéfilo de mierda
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12 de marzo de 2018
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"Rashomon" es como el típico juego donde hay que averiguar que ha pasado a partir de los elementos que nos dan. A partir de éstos podemos elaborar cantidad de relatos, todos ellos pausibles pero solo siendo uno cierto. Esto no se ve solo en el guión típico interrogatorio sobre un crimen sucedido, se deja ver en la propia escenografía pues tres de los cuatro relatos se cuentan a un juez que ni se ve ni habla, no interfiere, pero sabemos que ahí está porque así lo marca el diálogo y como se situan los personajes, en frente de nosotros, mirándonos; nosotros somos el juez.

Aunque la historia no es la cosa más inspirada, el punto fuerte está, por supuesto, en la dirección del maestro Kurosawa. El ritmo narrativo es constante pero no uniforme y los planos, la puesta en escena, la ambientación es maravillosa, con un gran detallismo y una especie de realismo mágico que se ve maximizado con la maravillosa actuación de Toshiro Mifune. "Rashomon" nos prepara para otras obras maestras de este periodo del maestro como "Trono de Sangre" siendo esta, por ejemplo, una refinación de la fórmula que ya fue excelente en su primera puesta en escena.
Pachón
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4 de noviembre de 2019
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*Tres lugares de acción

En el Japón medieval, y más concretamente en el siglo XII, un señor feudal (Masakuyi Mori) es asesinado, y su esposa (Machi Kyo), violada por un bandido (Toshiro Mifume). Está acción criminal va ofrecer diversas aristas que se irán desarrollando en tres lugares distintos. De un lado tenemos el juicio en el que se examinan los hechos, y donde declaran el bandido, la esposa del señor feudal y el propio señor feudal; este último lo hace a pesar del notable inconveniente de estar muerto, pero podrá testificar gracias a la ayuda de una vidente.

Otra localización es la puerta de Rashomon, una especie de templete donde se guarecen de la lluvia un leñador, un sacerdote y una persona de la que nada en particular se nos dice. Estas tres personas comentan el juicio y filosofan con pesimismo sobre la mezquina condición humana y cómo la mentira es moneda de cambio habitual incluso en los más graves trances. Su principal reflexión tiene que ver con que cada uno de los implicados en el crimen ha dado una versión completamente distinta, en función probablemente de sus intereses. ¿Es alguna de las historias cierta? ¿Cómo podemos llegar a conocer la verdad? ¿Es la falsedad algo consustancial al hombre? De momento veremos, puestas en escena, todas las versiones que se dan del asesinato y la violación. Y éste es el tercer lugar; el bosque donde todo sucedió.

*El cristal con el que se mira

Lo único que tenemos claro en Rashomon es que ha habido una muerte y una violación. Sin embargo el bandido, el señor feudal, y su mujer, lo cuentan todo de forma distinta. El bandido tratará de poner en valía su honor para atemperar sus actos; algo parecido hará señor el feudal, que además añadirá elementos de honra ultrajada (a través todo, como decíamos, de una vidente) y dará otra perspectiva a su propia muerte; la historia de la mujer hace más hincapié en frialdad del marido en particular y en la crueldad masculina en general.

A priori no percibimos ningún indicio de que cualquiera de las versiones sea más veraz que cualquiera de las otras; como mucho nos apercibimos de que cada una es favorable a los intereses de su relator. Y partiendo de esto Kurosawa ya empieza a plantearse interrogantes. Uno de ellos de carácter más filosófico, y que nos hablaría de la dificultad de conocer o de transmitir la verdad; otro de carácter cercano a la ética: la verdad como algo subjetivo que sirve egoístamente a nuestros propios intereses. Esto será materia de reflexión para las personas reunidas en la puerta de Rashomon. Sin embargo el leñador tendrá algo esencial que aportar…

*El ascenso de Kurosawa

Rashomon supuso el primer gran éxito internacional de Kurosawa. Basta con mirar el palmarés de la película y los jugosos premios obtenidos en los Oscar y en el Festival de Venecia. Ello no significa que no llevase ya a cuestas películas de contrastada calidad; filmes como El ángel borracho (1948) o El perro rabioso (1949) hablaban ya muy a las claras del talento de Kurosawa. A partir de aquí el director japonés inicia una imparable colección de clásicos, entre cuyos nombres más conspicuos se encuentran: Vivir (1952), Los siete samuráis (1954), Trono de sangre (1957), La fortaleza escondida (1958), Ran (1985) y otras muchas merecedoras de mención.

Para Rashomon Kurosawa no contaba con un presupuesto particularmente rumboso, yéndose gran parte del mismo en la recreación de la puerta de Rashomon. Sin embargo se aprovechó hasta el último yen con tino y eficacia artística. Las localizaciones del bosque, sin grandes alardes, están primorosamente aprovechadas; de hecho la frondosidad de la naturaleza da a la película un aspecto de leyenda, de cuento transmitido de generación en generación. La puerta de Rashomon, junto con la omnipresente lluvia (la naturaleza está muy presente), son otro ejemplo de dirección artística sencilla y vistosa. Más tarde Kurosawa demostrará, entre otras virtudes, un sentido de la épica asociado a presupuestos mucho mayores.

*Un elemento chocante

Si vemos Rashomon en versión original detectaremos la peculiar y a veces enfática forma de recitar de los actores. También nos puede parecer chocante alguna que otra gesticulación o que las actuaciones tengan otro tempo al que estamos acostumbrados. No es extraño en el cine japonés de esta época, donde se notan ecos de la tradición del Teatro Noh y del Teatro Kabuki. En cualquier caso las actuaciones rebosan energía; particularmente carismática es la de Toshiro Mifune, cuyo nombre va indefectiblemente asociado al de Kurosawa y que pasó por ser su actor fetiche.

El bandido de Mifune es el personaje más llamativo; su talante varía dependiendo de la versión de la historia que estemos viendo, pero en todas es bravucón, desvergonzado y teatral. En comparación, todas las demás actuaciones son ciertamente contenidas.

*Conclusión

Rashomon no tiene reparos en filosofar y disertar sobre asuntos morales, pero lo hace sin parlamentos obtusos y sin moralina hueca. Kurosawa, siempre atento a la condición humana, nos habla de nuestras miserias éticas mostrándose pesimista, pero dejando una rendija abierta para la esperanza; como si se negara a renunciar a su proverbial humanismo. La ambientación envuelve todo en una halo de misterio y de leyenda, dejándonos Kurosawa una de sus obras maestras más fascinantes.

Escrito por Mariano González
Cinemagavia
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